Partida Rol por web

HLCN - Casa de Muñecas II: Ruinas

Lazos

Cargando editor
02/04/2015, 01:51
Salvatore Darthe

Su estancia solitaria en aquel lugar había cambiado a la habitación tanto como a su habitante. Para quién sabía no podía vivir sin alguien, cada respiro eran mil puñales cuando el deber exigía la existencia una vez aquella persona se hubo marchado. Reflejo quizás de su interpretación de los elementos, el piso del cuarto no tardó en llenarse de un líquido cristalino que reflejaba tan bien como un espejo, a la vez que el lugar construía un piano, transformando cada ladrillo abandonado en madera o marfil, construyendo a necesidad lo que hiciera falta para enfocar la mente del músico en lo único que podría darle algún consuelo, además de la muerte.  

Aun creyendo que su olfato lo traicionaba, y que era falso el olor que le hacía recordar a los hermosos jardines botánicos de Londres, por los que solía arrastrar a pasear a su hermana en aquellos extraños días en que un vacío se apoderaba de su corazón y conjuraba pensamientos románticos en su cerebro, siguió tocando el piano como lo había hecho desde que ella había partido. Sus dedos, abusados por la falta de descanso, dejaban pequeños rastros de sangre sobre las blancas y delicadas teclas de marfil, repitiendo una vez tras otra la misma melodía que sus oídos no habían dejado de escuchar desde que muriera ella de tan horrible manera. No abrió los ojos, pues una vez acabadas las lágrimas la hinchazón los había enrojecido, y en aquel lugar dónde no había nada que ver para él los párpados sobre ellos otorgaban un descanso impagable.

Al mismo tiempo que se giró en el campamento, sus ojos se abrieron. El agua que inundaba el piso como una fina capa desapareció, y mientras sus pasos lo guiaban hacia Andrea, el piano hizo lo mismo, dejado muy atrás su valor. Ignorando las sombras alrededor de la mujer, las ahuyentó con su propia luz, y buscando la mirada perdida de su amada, guio con la mano su delicado mentón hacia el de él, acercándose para robarle un dulce beso de los labios, un saludo, más que nada, que pretendía evitar un intercambio fútil de palabras de sobra. 

Cargando editor
02/04/2015, 19:02
Andrea Barbara Roots

Aún en el suelo, abrazándose a sí misma, Andrea sintió a Salvatore acercarse, y ni siquiera entonces se atrevió a alzar la mirada. No quería que él se diera cuenta de hasta qué punto había dejado de ser ella misma. De hasta qué punto la habían devastado por dentro. Sin llegar a dedicarle más de un segundo de pensamiento racional casi esperaba que ese lugar le permitiese hacerse tan pequeña que él no se diera cuenta de que había vuelto. O de que su cuerpo lo había hecho, al menos.

Sin embargo Salvatore, una vez más, parecía dispuesto a ser su luz. A quererla a pesar de todo. Andy no se planteó cómo él ahora parecía tan resuelto, o tan capaz de actuar por iniciativa propia. Simplemente se dejó llevar a sus labios, y una vez entraron en contacto se colgó de ellos, dejando que todo lo demás importase un poco menos. De una manera egoísta se propuso a sí misma olvida lo que había perdido usando su boca como ancla, enredando los brazos por detrás de su cuello y, simplemente, cerrando los ojos hasta que todo el mundo desapareciera.

No fue capaz de mantenerlo durante mucho tiempo. Con un nudo en el pecho que no conocía desde que había vuelto a la vida se separó lentamente de él, mirándole a los ojos, buceando en toda su profundidad.

- He hecho algo malo. - Le dijo, sin soltarse de su cuello. Si había algo que no podía soportar ahora, era que él renegase de ella. Él no. Él sí que no. - He hecho algo malo. - Repitió, mirándole a los ojos y empezando a acariciar su pelo de una forma metódica, usándolo de piedra de toque para tratar de encontrar algo de sí misma en él.

- Yo... - Empezó, dubitativa. - Me lo he inventado todo. - Reconoció al fin. - Sé que he acertado, pero me lo he inventado todo. - Le confesó, esperando que lo que sentía en su pecho se fuese al reconocer algo así en voz alta... Pero no funcionó.

- Sabía que tenía que haber sido Erika. - Le informó en un susurro. - Estaba convencida. Cuando estaba... Muerta, le dije a Sasha que la había visto matando. Estaba segura de que había ido a por ti,  y tenía que asegurarme de que todos lo supieran. - Afirmó, sin soltarle.

Fue entonces cuando la confesión de la chica llegó al otro lado, y Andrea se agarró todavía más fuerte a Salvatore, reteniéndole por la fuerza, como si lo que aquí hiciera pudiera tener efecto en el otro lugar.

- No te acerques. - Le pidió. - No le digas nada. - Insistió. - Deja que se pudra, que pase desapercibida. Eso es lo que quiere. - Aseguró, apretándole más contra su cuerpo. Los ojos de Andrea se encontraban en ese momento muy abiertos, y sólo por si acaso buscó sus labios, tratando de retenerle también con sus besos. - Ignórala. - Dijo. - Ignórala, por favor. - Continuó. - Por favor, por favor, por favor. Hazlo por mí. Por lo que fui. Por lo que somos. - Siguió, casi desesperada. - Por favor.

- Intenta... Intenta provocarnos. - Dijo entonces. - Está tanteándonos, quién sabe para qué. Recuerda las locuras de mi madre. Recuerda lo que decía, sobre cómo después de morir llenó de oscuridad el alma de un chico. - Le dijo, apretando sus manos en la ropa de él, arrugándola sin cuidado. - No quiero que te hagan eso a ti. No quiero que te hagan nada. - Dijo, y no fue hasta entonces que se dio cuenta de que llevaba un rato llorando. Se llevó los dedos a su rostro, palpando sus lágrimas, mirándolas con incredulidad, sin tener claro qué significaban.

- No... - Empezó, sin entender. Mientras tanto el suelo que pisaba iba transformándose en roca resquebrajada, y el aire iba llenándose de una brisa fría y un polvo incómodo. - No... - Dijo, volviendo a alzar los ojos para buscar los de su hermano. Entonces se abrazó con fuerza a él, rodeando su torso, haciendo un verdadero esfuerzo por mantener la compostura en la otra realidad. Evitando de manera consciente hablar a Erika sobre su propia muerte, o la de Salvatore. - No me abandones... - Le pidió, muerta de miedo. - Aunque esté vacía... No... No me... No me abandones aquí. - Insistió, sollozando con tanta fuerza que le costaba respirar. - Por favor.

Cargando editor
04/04/2015, 00:56
Salvatore Darthe

Se entregó a aquel beso sin dudas o reparos, ansiando esos labios como nunca lo había hecho en su vida. Quería ser suave, dulce, delicado, como se imaginaba que ella necesitaba. Pero por cada segundo que sentía el calor de su cuerpo, por cada instante en que sentía aquellos brazos aferrarse más y más a él, más deseaba unirse a ella como hacía tiempo no lo hacían. Había pensado que jamás volvería a sentir su aroma, mas ahora estaba allí, en sus brazos, rogando por él y su abrazo como en silencio y sin saberlo había rogado por su ayuda en lo que hasta que había sido la peor noche de sus vidas hasta antes que la perdiera en nombre de las ardientes llamas iniciadas por un desconocido.  

Pero antes que la pasión y el anhelo contenido que habían reemplazado a una aflicción incontrolable y desmedida pudiesen expresarse en forma de besos y caricias, su amada impuso distancia, aunque su mirada delatara su falta de compromiso con la decisión que acababa de tomar.

Con un suspiro provocado por la música que simulaba la voz de quién sostenía entre sus brazos, la escuchó confesar mientras le acariciaba la espalda suavemente, disfrutando de los tiernos mimos en su cabello, a manos de la única persona que le hacía sentir aquello como agradable e infinitamente placentero en vez de una tortura que provocaba un fuerte instinto asesino.

No pudo evitar preguntarse por qué, si ella sabía quién lo había hecho, no le había dicho nada. La idea de aquello se sentía como una traición insuperable, y sus manos se detuvieron en el acto. Y tan bien como ella lo conocía, la mujer pudo adivinar sus intenciones antes de que las llevara a cabo. Pero no importaba que tan fuerte lo abrazara para que él no se separara,  la distancia entre ellos podía sentirse como si de un abismo se tratara. Había roto su absoluta confianza en ella, su completa devoción. Ahí estaban, en un lugar solo para ellos, privado, sin los ojos u oídos indiscretos del montón de desadaptados sociales de allí afuera, y ella no había sido capaz de hablarle de su asesina, no había sido lo mínimamente sincera o considerada con él para dejarle prepararse ante una revelación pública así.

Apartó sus labios cuando ella los buscó, asqueado por la idea de besarla. No quería escuchar sus ruegos, no quería sentir la desesperación que ella comunicaba en su voz, sin embargo, lo hacía. Y por cada palabra que salía de los labios de su única debilidad, más rabia sentía contra la que se había atrevido a separarla de ella durante lo que fuera un corto período de tiempo. Dos asesinos independientes eran una coincidencia muy grande en un grupo más pequeño, y la solución más simple es generalmente la correcta. Compañeros. Esa hija de puta tenía que saber quién había buscado a Andrea también.

Apretó los puños, sintiendo el agudo dolor de sus dedos despejar su mente reemplazandola con un pensamiento mucho más primario y terrenal. No había espacio para sufrimiento por sentimientos cuando el cuerpo te exigía atención. Pero no tardo demasiado en notar que, si esto se trataba de un lugar imaginario, perfectamente las heridas que no se habían manifestado en su cuerpo real podían tener la misma calidad inexistente. Y así como el dolor lo había salvado, lo volvió a hundir.

Cuando las lágrimas de Andrea hubiesen sido suficiente para dejar todo de lado normalmente, y el cambio de su entorno razón de sobra para dejar atrás lo que él pensaba o sentía por solo abrazarla y calmarla, ahora sentía una necesidad imperante de separarse de ella. Sin embargo, en nombre de su relación y de cuanto la quería a pesar de la herida recién abierta, se dejó abrazar. Un abrazo frío, desconectado, tenso. Ni siquiera el miedo de su hermana o el sollozo que en otro momento le hubiese roto el corazón logró conmoverlo.

No me iré – dijo en tono monótono y ausente, como si esas tres palabras hubiesen sido ensayadas tantas veces que hubiesen perdido el sentido, ancladas solo por un sentimiento de responsabilidad errado y una promesa que cumplir.

Cargando editor
04/04/2015, 01:09
Andrea Barbara Roots

Durante el tiempo que estuvo implorando, pidiendo a Salvatore que no cayese en la tentación que Erika le ofrecía primero y suplicándole que no la dejara sola después, Andrea ni siquiera se dio cuenta de la distancia que se interponía entre ambos, cegada como estaba por su propio sufrimiento al imaginar a su hermano con el corazón ennegrecido.

Sin embargo sus palabras, ese no me iré tan vacío, tan carente de vida, fue una bofetada de realidad condensada. No entendía lo que había pasado con él. Antes de morir, le había recuperado. Y juraría que con el recibimiento que él le había dado aquello se había mantenido así. ¿Qué había pasado con él entonces? ¿Qué había pasado... Entonces la respuesta llegó de manera clara. Él no era el problema. El problema era ella.

Sin atreverse a soltarse Andrea fue sintiendo cómo su propia piel se agrietaba, mimetizándose con el suelo. Las lágrimas que sus ojos derramaban no tardaron en ser absorbidas por esos agujeros resecos, y sus sollozos poco a poco se fueron deteniendo.

- Lo siento. - Murmuró en un susurro. - Sea lo que sea, lo siento. Ya te he dicho que sigo muerta. Ya te he dicho que no he vuelto. - Dijo con un hilo de voz. - No puedes pedir nada a quien no está vivo. A quien es sólo una cáscara.

- Lo siento si te he fallado. - Enunció, liberando poco a poco su presa.

- No es justo lo que te pido. - Dijo entonces. - No es justo que tengas que cargar con un cadáver. - Murmuró, antes de empezar a alejarse de él poco a poco, paso a paso. - Gracias por todo. - Concluyó, bajando la mirada por no atreverse a seguir mirando a aquellos ojos que habían sido tanto. - Me ocuparé de que salgas de aquí con vida. - Añadió al final. - Y no te olvidaré.

Cargando editor
04/04/2015, 01:21
Salvatore Darthe

Si no podía confiar en Andrea, ¿En quién sí? ¿Acaso en la hechicera adolescente? ¿En el escritor? ¿En Kim? ¿En Janko? La sola idea era absurda. Todos eran reemplazables, simples personajes secundarios en una obra de teatro que nunca se estrenaría. Historias ilusorias, hechas para acompañar la única que realmente importaba: la de ellos dos. Era por eso que le costaba tanto entender por qué habría tomado esa decisión, la de anteponerlos a ellos. No hubiese costado mucho tiempo darle aviso, dejarle procesarlo. Él era un hombre razonable, podía manejarlo. Entendía la necesidad de compartirlo con los demás. Pero en una emboscada así… Daba a pensar. Ella sabría cómo reaccionaría. Siempre había sabido manejarlo. ¿Por qué habría elegido, deliberadamente, exponerlo al resto?

No la miraba. No quería recordar su imagen y asociarla con aquel sentimiento. Y así es como fue solo por la falta de sonido que notó como los sollozos se iban agotando. Sintió como lo soltaba y se alejaba, y la dejó hacerlo. Dejó que hiciera explícito lo que ya era obvio.

No me des excusas – respondió con dureza – No estás muerta. Estás aquí, conmigo, mintiéndome con descaro. Usándome para quien sabe que efectos.  – negó con la cabeza, sin subir la mirada – Pero no lo entiendo. No entiendo por qué. – decidió confesar, a pesar de su desconfianza. No tenía a nadie más.

Sombras que aparecieron como raíces desde el piso volvieron a formar su método favorito de tortura autoinfringida, su refugio masoquista, símbolo de talento y de eterna soledad. El instrumento que había convertido en serenatas al conocer a Andrea, pero que antes de eso no había sido más que una manera de escapar de sí mismo, una mentira bonita que le permitía olvidar que, como todo niño, si quería afecto. Y a medida que creció, si bien lo que ocultaba detrás cambiaba, su utilidad fue permanente. Hasta ella. Nada había sido igual tras ella.

Se levantó, cansado y desganado. No quería seguir, pero algo lo obligaba. Cómo un hechizo, una falla mental que no podía controlar. No era su elección, era, simplemente, su deber. Tomó asiento y tocó tres teclas, desentonadas. Al azar. Pero esta vez, ninguna melodía arrancó de sus manos. Apoyó sus codos sobre las teclas, causando un estridente sonido, y tomó su cabeza entre las manos.

No me vas a olvidar. No podrías. Así como yo no podría separarme de ti ni aunque eso quisiera… Sin ti, no existo. – susurró, mientras al mismo tiempo su propio cuerpo se convertía en una sombra, fundiéndose con aquellas cadenas en forma de instrumento musical.

Cargando editor
04/04/2015, 02:24
Andrea Barbara Roots

Un nudo se formó en la garganta de Andrea al escuchar las primeras palabras de Salvatore. Quizá era mejor así. Para él, para los dos, quizá era mejor que él creyese que le mentía. Quizá lo mejor era conseguir que la odiara. Así, si se tenía que ir de allí sin ella, sería más fácil. Poco a poco fue alejándose de aquel que era al mismo tiempo su ancla y su brújula, consciente de que aquello implicaba perder el Norte. Con cada paso su piel iba resquebrajándose más, hasta que al oír aquellas tres notas se detuvo.

Estaba claro que él no estaba bien. Y, una vez más, era culpa de ella. Andrea sintió el peso de la responsabilidad en su pecho, martilleando con fuerza, pero negó con la cabeza. Sabía que aquel era el precio por dejarle solo. Por dejar que volase libre. Y se dispuso a andar de nuevo, alejándose de él, hasta que sus últimas palabras hicieron que sus pies desobedecieran sus órdenes, dándose la vuelta para mirarlo.

Intentó hablar. Abrió la boca, pero ninguna palabra salió de su garganta. Las grietas eran tan profundas en sus labios, en sus dientes y en su lengua que ya no podía emitir sonido alguno. Y sin embargo su voz reverberó en el lugar, llamada por su pensamiento.

- Te amo como nunca he amado. - Le dijo. - Te amo como nunca amaré. Y te necesito como nunca te he necesitado. - Expuso, y una vez más sus ojos buscaron el suelo, avergonzados de ser al mismo tiempo culpable y víctima. De estar haciéndole daño y, aún así, no ser tan fuerte como para no pedirle ayuda.

- Pero esta no soy yo. - Dijo luego. - Es sólo una corteza sin sentido. - Le explicó, mientras una leve brisa se levantaba a su alrededor. Y su piel estaba tan agrietada que, con el movimiento del aire, empezó a levantarse, dejando ver pequeños trozos de una máscara de plástico. - Me han arrancado el alma contra mi voluntad. - Resonó entonces. - Y donde estaba mi alma, ya no queda nada. Sólo vacío. Un vacío capaz de amarte y de necesitarte, pero incapaz de comportarse como lo haría yo.

- Lo siento. - Fueron sus dos últimas palabras, mientras poco a poco incluso la muñeca de plástico que era Andrea empezaba a deshacerse en el viento, convirtiéndose en polvo.

Cargando editor
04/04/2015, 09:40
Salvatore Darthe

Al sentirla alejarse, sus peores miedos se vieron confirmados, sumido en una depresión que no le permitía ver más allá de sí mismo. Estaba hundido, apagado, incapaz de ser él y por lo tanto, incapaz de volcarse en la música en busca de consuelo. Y sin embargo, sin la esperanza de sentir la calidez de la sonrisa sincera de su Andrea, una que quizás había inventado en su intento por alcanzar una vida real, la música habría sido lo único que podría haberlo sacado de ese estado. Convertido en una sombra de un negro sólido pero que amenazaba con volverse traslúcido parpadeando ocasionalmente, la sintió detenerse y voltearse hacia él. Mas su cabeza no se levantó un centímetro.  

Esperó escuchar el canto de aquella golondrina convertida en cuervo, pero en vez de eso la voz salió del espacio, como un eco, imposible de creer. Sintió su amor, y supo que era cierto, tan bien como supo que su intensidad era única e incomparable. Lo sabía porque, además de reconocer lo que creía era vulnerabilidad en su voz, él sentía exactamente lo mismo. La amaba desde siempre, desde antes de conocerla. La amaba desde su primer respiro, desde antes de saber de su existencia, desde antes que ella naciera. Y a pesar de ello, de amarla tanto por tanto tiempo, no se había dado cuenta de ello hasta sus dos décadas de edad.

Pero aquello no era lo importante de ese pequeño discurso que invocaba su hermana cual hechizo maléfico diseñado especialmente para la débil y esperanzada mente de Salvatore. Lo esencial había sido una frase en particular. Ella lo necesitaba. Tal cual como él la había necesitado a ella, como había esperado su ayuda y rogado por ella a su propia manera. Y ahora, en sus zapatos, ella hacía lo mismo.

Entonces fue cuando la buscó con la mirada, para ver lo que parecía ser una muñeca rota, una mera excusa para el nombre que representaba. Aquella imagen era justamente lo que decía Andrea. Una corteza sin sentido. Sin embargo, la imagen no era ella. Y en cuanto escuchó la disculpa se levantó de su asiento, yendo hacia ella mientras la veía desaparecer.

Aunque poco a poco el cuerpo se transformaba en polvo, no apuró sus pasos. De haberlo hecho, ella lo habría considerado un acto de torpeza y desesperación. No gritó nada, pues no lo hacía por la tensión del momento. Dejó que sus pies lo guiaran al ritmo adecuado, pausado y tranquilo, hacia el frágil cuerpo mientras la sombra se apartaba de su propia figura. Quería que supiera era algo tan deliberado y premeditado como sincero.

La tomó de la cintura con una mano y de la nuca con la otra, aun sintiendo el polvo escaparse entre sus dedos. Sintió el tacto suave de su piel y sus cabellos contra sus manos, e intentando apartar el frío que traía la brisa autoimpuesta por la figura que deseaba dejar de vivir, besó sus labios de la misma manera en que la había recibido. Ansioso, apasionado, intoxicado.  Podía estar agotado, podía estar herido y enfadado, pero jamás se perdonaría que ella creyera que no la amaba con cada pedazo de su alma, incluso con los que había intentado separar de él mismo. O peor aún, que no la necesitaba allí, con él, siempre.

Se aferró al cuerpo que se desvanecía, esperando que supiera leer sus labios tan bien como había aprendido a leer sus intenciones, y en aquel beso, que rogó no fuera su último, no ocultó ni un solo sentimiento hacia ella. La besó con ternura, con cariño paternal, con rabia, con pasión, confundido, excitado, pero por sobre todo, absolutamente enamorado, decorando aquella habitación como su hogar en cosa de segundos, aquel pequeño infierno que Andrea se empeñaba en llamar independencia. Más que nada, más que matar a su asesina, más que explicaciones, solo quería llevar a su Lucy de vuelta. Sana y salva. Lista para volver a ocasionarle infinitos dolores de cabeza, ignorante de que eso era lo que más amaba de ella, pero absolutamente consciente, para el pesar de Salvatore, de que aunque su hermano no lo dijera en voz alta, ella sería la única mujer que podría amar.

Cargando editor
06/04/2015, 20:33
Andrea Barbara Roots

Poco a poco, mientras se iba deshaciendo, Andrea empezaba a sentirse bien por primera vez desde que había vuelto a la vida. En paz. Si se dejaba desvanecer ya no tendría que disimular. Ya no tendría que seguir fingiendo ser lo que no era, o poseer un alma que había perdido.

Además, era evidente que él la había olvidado, o había aceptado que ya no era ella misma. Después de todo, ni siquiera la miraba. Sin embargo los ojos de Salvatore la buscaron una vez más, y Andrea se quedó prendada de ellos, colgada totalmente de sus pupilas. Si iba a desaparecer, bien podía concederse el capricho de hacerlo mirándole a él, de mantener esa como su última imagen.

Y de repente él se alzó, empezando a caminar hacia ella. Por un momento se planteó que se estuviera acercando para abofetearla, teniendo en cuenta su mirada en la otra realidad. Y no se opondría. Lo poco que quedaba del rostro de Andrea revelaba únicamente aceptación. De sí misma. Del enfado de él. De su destino.

Pero él hizo algo totalmente distinto. La sujetó por la cintura y por la nuca, y una pequeña sonrisa se formó en lo poco que quedaba de los labios de arena de la chica. Era un iluso si creía que iba a detener lo inevitable.

Y entonces llegó el beso. Como si no fuera consciente de que no estaba besando más que una muñeca deshecha, Salvatore la buscaba una y otra vez con los labios. Al principio Andrea no respondió, ¿para qué? Conocía su propia condena. Pero conforme los segundos pasaron y él no cejó en su empeño terminó por ceder al calor que empezaba a crecer en su pecho roto. Después de todo, si iba a desvanecerse para siempre, un beso sería una buena despedida.

Le costó seguir el ritmo. Eran tantas las emociones que él parecía verter en aquel beso infinito, y ella no podía ofrecer más que desconsuelo. Sus brazos muertos colgaban a ambos lados de su cuerpo, inertes, y sus ojos seguían abiertos, como si no fuera capaz de entregarse a él. Como si supiera que no merecía la pena. Sin embargo poco a poco fue adaptándose a él, sintiendo las caricias de su lengua en sus labios resquebrajados y amoldándose a ellas. Se apretó contra su cuerpo, dejándose abrazar. Y al notar la decoración que los rodeaba un suspiro salió de sus labios. Corto, efímero, pero ella misma se dio cuenta de que era la señal de una vida que ya se había resignado a perder.

Lentamente, dubitativa, dejó que sus manos ásperas por su estado buscaran los costados de él. Le acarició despacio, dejando que sus dedos fueran a un ritmo distinto al de sus labios, pero participando de una forma activa y consciente al fin. Buscándole. Aquella habitación era como un ancla, una estancia en la que ella no podía evitar querer quedarse. Un refugio.

Poco a poco algo fue cambiando. Andrea seguía sintiéndose destruida por dentro y por fuera, con el cuerpo a medio descomponer y difícilmente reconocible, pero su aliento se había ido calentando conforme aquel beso la retenía. Y entonces, de la nada, una canción que Andy llevaba siglos sin escuchar comenzó a sonar en la estancia. Una con la que había vivido durante meses, escuchándola cientos de veces al día, y que ahora volvía a ella como una parte más de aquella evocación.

Sin decir nada aquellas palabras fueron haciéndola más y más consciente de la realidad, haciendo que se aferrase a su hermano con más fuerza. Probablemente él aborrecería aquella canción, pero ella sabía que sabría apreciarla.

Los largos minutos de aquel beso fueron el sustento que ella necesitaba para darse cuenta de que aquella despedida no tenía por qué serlo. De que sí, se encontraba herida y vacía, pero marcharse dejándole a él en aquel estado sería un acto de egoísmo terrible. No podía dejarle así. No podía dejarle ahí.

Para cuando consiguió reunir las fuerzas para separarse un poco de él y buscar sus ojos, los de ella se encontraban tan carentes de vida como desde que había resucitado. Sin embargo aquello no importaba: sólo importaba él. Con suavidad apoyó la cabeza en su pecho y cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que acariciase su pelo, que le dijese que todo saldría bien... Que una vez más él supiera lo que ella necesitaba.

- ¿Qué vamos a hacer? - Preguntó con voz grave, sin llegar a abrir sus párpados. - Contigo, conmigo... ¿Qué vamos a hacer?

Cargando editor
07/04/2015, 06:33
Salvatore Darthe

En un principio, la falta de reacción de Andrea le hizo temer que su intento desesperado por hacerla quedarse al menos para darle tiempo de convencerla de no irse jamás no diese resultado, y que aquel beso no provocara sentimiento alguno en su amada. Sin embargo, no podía permitirse creer que quién sostenía en sus brazos era solo un cascarón vacío, sin alma ni corazón, tanto como no podía permitirse creer que Andrea hubiese olvidado el cariño que sentía por él, y el amor que se habían jurado sin palabras ni acuerdos en tantas ocasiones. Si creyera esas cosas por tan solo un segundo, ese segundo sería suficiente para que ella lo notara y se escurriera entre sus dedos definitivamente.

Lentamente, la sintió volver a él, en un principio manifestado por caricias pausadas, como si temiera que su piel fragmentada cediera ante la falta de suavidad de la ropa de Salvatore, y luego por medio de su beso. Abrió sus ojos unos segundos, y aunque se tomó el tiempo necesario para memorizar aquella apariencia medio descompuesta que le provocaba un vértigo propio del pensamiento de caer en necrofilia, volvió a cerrarlos prontamente, concentrando sus sentidos en una melodía que había escuchado miles de veces en su vida.

Incluso luego de que Andrea la expulsara de su vida, Salvatore había conservado esa canción entre los archivos de su computador, reproduciéndola un par de veces por semana, siempre cuando su hermana no estaba en casa. Aunque la canción de por sí no le provocaba ni amor ni odio, la asociación de esta a su hermana le obligaba a conservarla y recordarla de la misma manera en que se apegaba a cada detalle de su pasado con ella.

Aquel refugio que ambos habían formado de lo más preciado de sus recuerdos supo convertirse en justo lo que necesitaban. Un lugar familiar, querido, un lugar dónde sentirse seguros y a salvo de todo mal. Una ilusión, definitivamente, puesto que estaba seguro de que no podrían estar a salvo en ninguna parte, ni siquiera en aquella extraña conexión entre sus mentes. La miró a los ojos cuando la sintió buscarlo, y aunque no encontró el brillo que esperaba, entendió que el proceso no sería tan rápido, ni tan fácil. Pero él tenía paciencia. La había tenido antes, y la tendría de nuevo.

Sintiendo el rostro de Andrea reposar sobre su pecho, besó su coronilla y acarició su cabello, rogando porque su piel volviera a la normalidad poco a poco, y que sus muestras de afecto sirvieran aunque fuera ínfimamente para aquellos efectos.

Voy a seguir amándote – dijo, con simpleza, intentando resumir todo lo que aquello implicaba. No había una forma más precisa de describir lo que quería ofrecerle, lo único que podía ofrecerle. Su afecto, su protección, su lealtad y su incondicionalidad, las únicas cosas que creía podían sacarlos de allí a salvo. – Y tú harás lo que quieras. – acarició un mechón de cabello, poniéndolo tras la oreja de la mujer – Aunque me encantaría pensar que harás lo mismo… - suspiró, con una sonrisa. - … no tienes que hacerlo. Te seguiré amando de todas maneras. Y cuando vuelvas a ti, te recibiré de brazos abiertos. – tomó una pausa, masticando la segunda posibilidad - Y si nunca lo haces, estaré esperándote, seguiré insistiendo… No importa cuánto tiempo tome, no importa si mueres antes, o si yo muero antes. – la apretó un poco más fuerte contra su pecho, inhalando al mismo tiempo – Vamos a estar bien.

Cargando editor
07/04/2015, 22:14
Andrea Barbara Roots

Andrea escuchó las palabras de Salvatore quieta, intentando no hacer ni un sólo ruido que pudiera estropear aquel momento. Sólo había habido una ocasión en que habían conectado después de que él volviese a la vida, y había sido en ese instante breve que había precedido a la muerte de ella. Fue dejando que sus palabras la acariciasen, haciéndola sentir como si, de alguna forma, hubiera una red de seguridad bajo sus pies.

Esperó. Esperó a que terminase de hablar, y después aún siguió esperando. Fue entonces cuando se hizo consciente de que su anterior pregunta, la que el había respondido, la había hecho desde su garganta. De que había recuperado la voz. Y por un momento se dejó creer a sí misma que había esperanza, aunque fuese muy remota.

- Y... - Empezó a murmurar, pero se detuvo a tiempo, consciente de que la pregunta que quería hacer podía interponer una indeseable barrera entre ambos. ¿Y Katia? Quería decir. Pero aquel nombre se quedó atragantado en la parte baja de su cuello. No se molestó en completar la frase. En lugar de eso emitió un suspiro largo, que dibujó su propia estela en el aire. - ¿Y no me ibas a decir que han ido a por ti de nuevo? - Preguntó al final, sin rastro de acusación en su voz. Sólo preocupación. - Jessie me acaba de pasar una nota. Dice que él te protegió de Erika. - Afirmó Andy con un hilo de voz. - No me lo creo. - Dijo antes de hacer una pausa y apretarse un poco más contra su hermano, rodeándole con los brazos. - También dice... Dice que me voy a arrepentir de muchas cosas, y no se qué de fantasías sexuales. - Aseguró, antes de alzar la mirada buscando sus ojos. - Pero no voy a arrepentirme de nada. Porque si tú sales de aquí con vida, todo estará bien. - Explicó, formando una pequeña sonrisa cansada, antes de buscar con suavidad sus labios.

Cargando editor
09/04/2015, 06:45
Salvatore Darthe

En aquellos momentos de tranquilidad posteriores a su pequeño discurso, Salvatore acarició el sedoso cabello de su hermana, inseguro de si era eso lo que ella necesitaba. Si mantuvo el silencio, más que por algún conocimiento o aspiración de epifanía, fue porque tenía miedo de presionarla, de arruinar un momento tan preciado que ella podía sentir como determinante, aunque para él no lo fuera. Para Salvatore siempre había sido igual, aunque no en aquellas palabras, pues la posibilidad de la muerte de Andrea era una nueva carta en su baraja.

Mientras la escuchaba, acariciaba suavemente la longitud de su cuello, quizás creyendo en vano que de aquel toque resultaría alguna especie de sanación. Supo sin mucho esfuerzo que lo que fuera que Andrea iba a preguntar había sido censurado por la misma, y que incluso en aquella perfecta ilusión de una tarde de invierno en su minúsculo departamento, la mujer sentía miedo. Miedo, junto a él. Simplemente no podía entenderlo, y no podía negar que, a cierto nivel, le dolía. Pero a estas alturas ya había asumido que si nada dolía en este lugar, era porque algo horrible iba a pasar.

Lo siento, no quería preocuparte… Pero él no me ha protegido de nada. Esta noche me protegí yo mismo…y a tu amigo el anormal. – dijo con medido desprecio, pues aunque sentía celos por Janko y la atención que Andrea le dedicaba, debía admitir que el tipo no le caía mal. Por mucho que intentara odiarlo, hasta le parecía lo suficientemente inteligente para querer invitarlo a beber algún día un par de vasos de whisky. Abrazado fuertemente por su hermana, se dejó caer al tiempo que la habitación se recomponía, hasta estar en la orientación adecuada para que terminaran acurrucados sobre el sofá de su apartamento de un ambiente.

Sus ojos buscan los de ella al mismo tiempo, sin decir nada, pero obviamente alterados. No se levanta del sofá, pero la amenaza resuena en sus oídos, infiltrándose en su cabeza e inundándola de un odio reprimido, aquel que solo podía aguantar por quién se abrazaba a él. Ese mismo odio que había aprendido a ignorar cuando veía a sus indecentes amigos, el mismo odio que sentía por cada patético caso benéfico que ella llamaba novio, el mismo que sentía por su padre por descuidarla, y por su madre, por estar tan loca que no veía la hija que se estaba perdiendo. El mismo odio que sentía por tantos personajes de su propia vida también.

La besó, tranquilo, mientras al mismo tiempo descargaba su tensión en el cuerpo semi-consciente de Jessie, intentando purificar el refugio que construían. No podía traer eso aquí. Pero a pesar de sus múltiples esfuerzos, dos o tres notas de la canción se intercambiaron en venganza.

No te preocupes, estoy bien – sonrió, al mismo tiempo que Andrea le sujetaba la mandíbula en otro plano, buscando en su mirada – Voten por él o no, estoy bien. Estoy contigo, no necesito nada más… - tomó una pausa, y tras escuchar una estrofa con los ojos cerrados, volvió a abrirlos para hablarle - Kim y Sasha están de nuestra parte. Confían en nosotros… Y pueden hablar entre sí, de alguna manera. Por otra parte están Samantha y Sophia, que también parecen unidas y dispuestas a aliarse a nosotros. Si cerramos filas deberíamos sobrevivir. Somos muchos, demasiados para que puedan contra todos… - susurró, buscando decir todo de una vez para poder seguir fingiendo que seguían en casa – Pero olvidémonos de eso. Quiero estar contigo. – besó su frente con cariño, apretándola contra su pecho – Ya tenemos suficiente de ellos allá afuera, y es tan poco de nosotros lo que queda. ¿No quieres un descanso? – sugirió, con un tono casi irrealmente entusiasmado, tratándose de él – Podemos hacer lo que quieras. Lo que sea. – terminó por decir, cruzando los brazos tras su cabeza y cerrando los ojos. Dos opciones: O lo regañaba por imprudente, en cuyo caso ignorarla así no le iría mal, o sugería lo que quisiera, y la próxima vez que abriera los ojos vería los caprichos de su Lucy materializados.

Cargando editor
10/04/2015, 20:02
Andrea Barbara Roots

Andrea escuchó las primeras palabras de su hermano con sorpresa. Ya suponía que Jessie no había hecho tal cosa, pero que Salvatore se asegurase de que Janko seguía con vida decía mucho de él. Mientras tanto, se dejó acariciar, y cuando sus ojos se encontraron los de ella rebosaban agradecimiento. Y luego recibió ese beso con dulzura, sintiendo aquel momento como el más íntimo que habían tenido desde que habían llegado. Observarse así, directamente en ambos planos, le daba una sensación de calidez y de cercanía que creía que no volvería a sentir.

Para cuando sus siguientes palabras llegaron ella se sentía mucho mejor. Poco a poco parecía haber recobrado algo de su vitalidad, y con aquella invitación, aquel ¿no quieres un descanso? una sonrisa familiar se colgó de sus labios. Por supuesto que lo quería. No había nada que desease más que dejar de hablar de todo lo que estaba pasando.

El tiempo en que él permaneció con los ojos cerrados ella lo dedicó a recordar algunos de los momentos que habían vivido juntos, desde que se conocían, años atrás, hasta ahora, y cómo habían superado todo juntos. Mientras tanto, en el lugar donde se encontraban todos, Jessie había muerto. Los recuerdos la llevaban hasta unos minutos atrás, cuando Salvatore se había pegado con él a puñetazo limpio. De alguna manera, Andy quería creer que sólo había sido por ella. Y poco a poco, en ese momento, un calor casi olvidado había ido creciendo en su pecho.

Para cuando Salvatore abrió los ojos el cuerpo de Andrea volvía a ser el de siempre. De nuevo volvía a sentirse importante. Querida. Las grietas habían desaparecido tal y como habían venido, y sus ojos demostraban para aquel que tan bien los conocía una dulce excitación. Le miró a los ojos durante uno, dos, tres segundos, dejando que sintiera la calidez de su aliento, sumergiéndose en sus pupilas. Mientras tanto sus dedos, ligeramente nerviosos después de todo lo sucedido, buscaron su cinturón, colándose por dentro de la ropa para acercarlo a ella.

- ¿Podemos hacer lo que quiera? - Le preguntó con voz grave, ligeramente tomada por todas las ideas que pasaban por su mente. Una media sonrisa apareció en su rostro, una fácil de reconocer. Aquello significaba mucho. - Dile a Katia que no estoy enfadada con ella, por favor. - Le pidió, consciente de que era algo importante, y que quedaría olvidado en el mismo momento en que se dejase llevar. - Que sé que intentaba hacer lo mejor. - Insistió mientra acercaba su rostro al de él, despacio. - Y cuando se lo hayas dicho, olvídate de ella unos minutos, porque me voy a encargar de que los dos recordemos quiénes somos en realidad. - Prometió mientras con una mano rodeaba su cadera hasta tomar su trasero, asiéndolo con determinación. Mientras tanto la ropa de ella iba cambiando, tornándose en un conjunto de lencería oscura y un camisón de color granate.

- Salvatore Darthe. - Le dijo al final, acercándose lentamente a su oído para susurrar con seguridad. - Quiero que me folles como sólo tú sabes hacerlo, y que esta noche, cuando volvamos al campamento, lo hagas en los dos lugares a la vez. - Susurró, antes de acariciar su lóbulo con la lengua.. - Quiero que todos oigan nuestros gritos, que piensen que alguien nos está matando, y que se mueran de envidia y de celos cuando vengan a ver qué pasa. 

Cargando editor
11/04/2015, 03:10
Salvatore Darthe

El prolongado silencio lo hizo abrir los ojos, a falta de una respuesta verbal, pero cuando por fin se decidió a hacerlo a riesgo de encontrarse con algún gesto de molestia de Andy, o de la extraña figura resquebrajada que ella había adoptado como cuerpo, sus ojos se iluminaron al ver que la piel suave y perfecta que recordaba al mirarla volvía a ser una realidad. Buscó sus ojos para descubrir en ellos la mirada a la que jamás había podido resistirse. Incluso cuando esta competía con el cálido aliento que le tentaba robárselo o esa seductora manera de acortar una distancia ya inexistente entre los dos, era ahí dónde se perdía cada vez, y la idea de que pudiese volver a hacerlo cuando ya había perdido la esperanza de verla así le hizo ni siquiera cuestionarse el entusiasmo repentino de la mujer.

El nombre de Katia lo confundió por un segundo, haciéndole fruncir el ceño. Si había malinterpretado esa sonrisa era que simplemente ya no conocía a su hermana… ¿Qué hacía hablando de la única que la ponía celosa? ¿Y a quién mierda le importaba Katia ahora? – Está bien, le digo – respondió más porque dejara el tema que por nada, mientras besaba su cuello hambriento y la sujetaba por la cintura para sentirla más cerca de él. Recibió el agarre con naturalidad, sin poder apartar la mirada del precioso cuerpo que se cubría con nuevas ropas, pero que mantenían las mismas ganas de desgarrarlas en él.

El nombre de Salvatore en boca de su amada resonó como un eco en la habitación durante algunos segundos, como ondas en el agua tras caer una piedra, al tiempo que Andrea seguía susurrándole al oído cosas que parecían sacadas de sus propias fantasías. Que se joda Katia, que se joda Janko y que si revivía a tiempo, se jodiera Jessie también. Exhaló ante la provocación, sintiendo su piel arder bajo las restrictivas ropas que siempre usaba, ahogándose bajo el apretado cuello de su camisa cerrado por una corbata. Sus ojos volvieron a recorrer las curvas de la morena, antes de acercarse a su boca tomándola por la barbilla y obligándola a mirar hacia él con brusquedad causada por la ansiedad.  En un movimiento igual de poco delicado pero de fuerza controlada intercambió lugares con ella en un giro rápido, que pronto suavizó siguiendo con sus labios el camino desde la clavícula al escote de la chica, rasgando lentamente la tela que la cubría con ambas manos mientras su propio torso se desnudaba.

Quería sentirla suya nuevamente, solo suya como siempre la había creído, sobre lo que solo ahora había logrado hacerle dudar. Y aunque para eso hubiese muchas maneras, había una sola que ansiaba en ese momento, una sola que surgía como una necesidad animal dentro de él y que le hacía cualquier otra indicación o pregunta que tuviera para ella.

Cargando editor
12/04/2015, 03:40
Andrea Barbara Roots

En cuanto Andrea sintió los ojos de su hermano recorrer su cuerpo supo que había vencido. Que, al menos por esta noche, Katia no sería más que un fantasma. Como debía ser. Como siempre tendría que haber sido.

Andy se dejó tomar por la barbilla, sintiendo el tacto de los dedos de su hermano y la profundidad de su mirada. Durante varios segundos le sostuvo la mirada, desafiante, encendida, casi retándole a ser él quien diera el siguiente paso. Y lo dio, claro que lo hizo, moviéndola consigo y empezando a recorrer su cuerpo. ¿Por qué se habían perdido entre tantas tonterías esos días, teniendo ambos sus cuerpos para entenderse? Sintió cómo él rasgaba su tela, y el sonido de esta al romperse erizó la piel de la chica y provocó un cálido hormigueo varios centímetros por debajo de su vientre. Sin decir nada llevó una mano a la nuca de su hermano, enredando los dedos en su pelo y acompañando el recorrido que él hacía sobre su piel. Con su otra mano empezó a pasear por su torso recién desnudo, marcando los músculos de sus hombros, pasando por la piel de su espalda y buscando finalmente su pecho.

Estaba donde quería estar, y con quien quería estar. No necesitaba más. No quería más. Poco a poco sus ojos se fueron entrecerrando, centrándose en el placer de sus cuerpos encontrándose por fin. Aquel calor que irradiaba desde su centro no dejaba de crecer, y llegado determinado momento decidió que ni siquiera quería buscar la cama. Pero eso en aquel lugar no era un problema. Lentamente, para que él comprendiese su movimiento y la acompañase en él, se sentó sobre la cama que apareció detrás de ella. Poco a poco, alrededor de ambos, la temperatura se elevó unos pocos grados, tal y como sucedía en el interior de Andy, y el ambiente se tiñó de un suave aroma a chocolate caliente.

Una vez sentada en aquella cama el aire no tardó en escapar de sus pulmones. Continuamente repasaba con los dedos el torso de su hermano, y estaba empezando a jugar con su pezón cuando buscó una vez más sus labios de una forma lenta, sinuosa. Les quedaban horas para el amanecer, y esperaba tomarse su tiempo para darle todo el placer del mundo. Poco a poco fue profundizando en su boca, buscando su lengua como si le fuese la vida en ello. Al mismo tiempo, de una forma natural, su cuerpo se adaptaba al de él, pegándose a su piel, haciendo un esfuerzo consciente por contener el frenetismo por el momento. Sin embargo, cuando la necesidad fue demasiado grande, terminó por buscar que él se tumbase en la cama, deseosa por contemplarle. Se apartó entonces unos instantes, admirando aquel cuerpo en el que tantas veces se había refugiado, y del propio cabecero fueron formándose unas finas cuerdas que asieron las muñecas del chico. La mirada de Andrea para entonces no sólo rebosaba deseo, sino también ganas de complacerle de una manera infinita.

No dejó que él hiciera desaparecer sus pantalones, ni tampoco su ropa interior. En lugar de eso desabrochó su cinturón despacio, haciéndose de rogar, sin apartar los ojos de los de su hermano. Después, con la misma cadencia, desabrochó su pantalón y comenzó a quitárselo. Y para cuando quedó desnudo ante ella una expresión de jugueteo apareció en su rostro. Sin decir aún nada se puso en pie, rodeando la cama, hasta colocarse de rodillas al lado de él. Con suavidad acarició su rostro, y luego comenzó a descender por su cuello, pecho, ombligo... Sin embargo al llegar a la zona de su sexo lo evitó de manera consciente y rodeó su cadera para volver a agarrar su trasero tal y como había hecho un rato antes.

Acto seguido, sin soltarle, se acercó a sus labios, sin llegar a permitir que la besara. Lentamente jugueteó con su lengua sobre sus labios, apartándose cada vez que él intentaba besarla. Y después repitió el camino que había hecho con sus dedos, dejando besos y pequeños mordiscos por toda su piel, lentamente, sin prisa. Sin embargo, cuando esta vez llegó a su sexo cruzó una mirada con la de su hermano: una mirada que contenía una promesa firme. Y después de eso comenzó a introducirse su miembro en la boca, sintiendo con fuerza su sabor en el paladar y excitándose con él. Con su familiaridad. Con todo lo que implicaba. Hacía días que tendrían que haber empezado por ahí. Incluso no haber hecho nada más. Aquello era lo que mejor sabían hacer. Aquello era lo que necesitaban. Los dos.

Notas de juego

Me he tomado alguna licencia, espero que no te importe, hermanito.

Cargando editor
13/04/2015, 14:35
Salvatore Darthe

Su cabeza se movió siguiendo las caricias en su cabello, buscando el contacto con los dedos de Andrea con los ojos cerrados mientras los roces cálidos por su torso suavizaban cualquier inquietud y la borraban como si hubiese estado escrita en su piel. La necesitaba tanto como lo había hecho siempre, la única capaz de curar sus heridas y devolverlo a la paz mental que tanto añoraba pero rara vez lograba conseguir. Ansioso de más, no dudó en seguir las insinuaciones de su hermana, sentándose a su lado en la cama mientras la habitación adquiría un nuevo aroma que interfería con su percepción del de Andy, el que realmente quería sentir.

Los músculos de su pecho se tensaron al paso de los dedos juguetones de su hermana, reaccionando involuntariamente a echarse hacia atrás, hundiendo el pecho por la sensación que causaba el toque en uno de sus pezones pero volviendo a ella tan rápido se había distanciado esos pocos centímetros. La tomó de la parte posterior del cuello con firmeza, acariciando las costillas descubiertas de la mujer hasta tan solo rozar el borde inferior de sus pechos, correspondiendo ávido al beso insaciable de su compañera. No bastaron más que una mirada y una mano depositada suavemente en su pecho para que entendiera lo que Andrea buscaba, deseo que no tardó en cumplir recostándose en la cama mientras ella le observaba con ojos hambrientos. Una sonrisa divertida y pícara apareció en el rostro del músico tan pronto las cuerdas lo tomaron de las muñecas, excitado por la expectativa de lo que estaba a punto de suceder. Aunque sus impulsos le dictaran que la tomara él aprovechando la brutalidad que sentía recorrer sus venas, y sintiera la necesidad de acabar con aquel ritmo lento que podía ser tan tortuoso como placentero, había un pensamiento que lo detenía. ¿Por qué apurar lo inevitable?

Sin embargo, de no haber sido por los seductores movimientos de Andrea no habría tenido la paciencia para permanecer parcialmente vestido. Ya era suficientemente difícil no quitarse esas amarras imaginarias y acabar con sus juegos, pero debía admitir el masoquismo de su parte al disfrutar tanto de ellos, particularmente cuando al ser descubierto su erección se mostraba firme y potente. Miró hacia el techo, exhalando, para encontrarse con la mirada pervertida de su hermana al volver a bajar su rostro. La vio ponerse de pie casi con pánico. ¿Qué hacía alejándose? En su mente rogó que no fuera una de AQUELLAS ocasiones, en que más que follar la chica quería un juguete para divertirse. Dios, que grandísima… bastarda. – se censuró el mismo al sentirla recorrer su cuerpo con suavidad, moviendo la cadera al darse cuenta de que lo esquivaba y sin prever que el mismo movimiento le permitiría a Andrea llegar más fácil a su objetivo. Las finas amarras se engrosaron un poco cuando al verla cerca de sus labios, intentó besarla y ella se alejó. Hizo su mejor intento por parecer bajo control, por no moverse, pero cada suave y juguetona lamidita en sus labios reclamaba su atención y arruinaba cualquier intento de concentración, cayendo en su trampa y buscando sus besos tantas veces como tuvo tiempo. Con la respiración agitada resistió cada mordisco, soltando solo un corto y profundo gruñido de frustración al sentirla a la altura de sus abdominales. Sabía lo que venía, y cuanto lo deseaba era imposible de explicar. Pero nada, nada, se comparaba a la sensación de poseerla, y tan bien como reconocía las intenciones de la mujer incluso antes de aquella mirada delatora, sabía que esto no sería más que una solución temporal a su insaciable deseo por ella.

Mientras su miembro se abría paso dentro de la dulce boca que lo reclamaba, exhaló un nuevo suspiro, tirando de las amarras por primera vez. Iba muy lento. Quería más. Lo quería todo, y lo quería ahora. Su cuerpo se tensó, la constante cercanía al clímax como una punzada en la nuca que reclamaba acción por su parte. Y como tal, rompió las cuerdas que él mismo había fortalecido, buscando con una de sus manos masajear el seno de la mujer mientras apretaba el suave pezón entre dos de sus dedos, y con la otra revolver el cabello de la chica, presionándola casi sin fuerza hacia él, su propio brazo tiritando levemente ante la necesidad de empujar su erección hasta el fondo de su garganta.

Intentó dominarse, pero la deseaba demasiado para no convertir aquello en una lucha por poder. No estaría satisfecho hasta que ella lo estuviera, y no podía satisfacerlo inutilizado en la cama. Cuando ya se vio cerca, y supo que debía parar si no quería acabar con todo demasiado rápido, la quitó de encima tomándola de bajo las axilas llevándola hacia a él antes de ponerse sobre ella en un giro brusco. Con fuerza, mordió los mismos lugares que ella había recorrido en su cuerpo, sintiendo aquellas marcas más importantes que las que cualquier asesino hubiese dejado en su cuerpo, y cubriendo de besos cada lugar que enrojecía con sus mordiscos. Bajó así, rasguñando al mismo tiempo las costillas y abdomen de la mujer hasta llegar a su pelvis, dónde ocupó sus manos en abrir con fuerza las piernas y sostenerlas ahí, separadas. No la miró, no hacía falta. Él no quería jugar. Besó suavemente el frente de su sexo, hasta bajar a los labios que trató como si se trataran de una boca, deteniéndose solo algunos segundos en presionar el clítoris con sus besos. Su lengua se aventuró, primero pausada y luego ansiosa, en el interior de la chica, buscando beber el néctar que lo alimentaba, la esencia capaz de lograr que se diera por derrotado y vencido en lo que fuera con total de tan solo sentir el intoxicante aroma de su sabor. 

Notas de juego

Por supuesto que no, hermanita. Hice lo mismo aquí, así que lo mismo para ti.

Cargando editor
14/04/2015, 00:13
Andrea Barbara Roots

Durante un tiempo que ni le importó, ni quiso contar, Andrea se dedicó únicamente a dar placer a su hermano. Con el tiempo habían ido aprendiendo sus ritmos, se habían conocido, y ahora esperaba mantenerle justo antes del clímax hasta quién sabía cuando. Se deleitó con él. Se excitó excitándole. En alguna ocasión le sintió tirar de aquellas cuerdas, y eso sólo la encendió más. Y cuando él la tomó de las axilas, tendiéndola en la cama y devolviéndole parte de lo recibido se dejó hacer, enredando los dedos de una mano en su pelo y dejando que la otra bucease entre las sábanas.

Andy se dejó llevar, acompañando con su cadera la lujuria que Salvatore hacía crecer y crecer. Con los ojos entrecerrados se sintió suspendida en el aire, rebosante de placer, y cuando el momento empezó a acercarse sólo lo retrasó un poco. Lo suficiente para que coincidiera con el momento en que ambos entraban en la tienda. En este lugar se sintió estallar en mil pedazos de puro gozo. Y en el otro sostuvo la mirada de su hermano durante algunos segundos, haciéndole entender cómo se sentía, antes de empezar a devorar su boca.

Sin embargo aquello fue sólo el principio. Tal y como le había pedido, en cuanto aquel orgasmo acabó, con sus ecos aún recorriendo sus entrañas, Andy se puso sobre su hermano en ambas realidades y comenzó a cabalgar sobre él, introduciéndolo dentro de ella con una sed casi animal, moviéndose de una manera frenética y al mismo tiempo acompasada. Le deseaba dentro de ella por completo. Y tenerle así, en ambos lugares, la llevó de nuevo a un orgasmo que hizo lo posible por acompasar al de él. Sus piernas se estremecieron en los dos lugares y recorrió su pecho con las manos antes de quedar tumbada sobre su cuerpo, con un brillo vital en la mirada y una perfecta sonrisa colgada de los labios.

Y a pesar de la promesa de follar hasta el amanecer, de que otros les encontrasen en aquella situación, se abrazó a él, satisfecha. Lista para dormirse junto al único hombre en el que sentía que podía confiar.

 

A la mañana siguiente, cuando en el campamento encontraban muerte y más muerte, en este lugar Andy no se inmutó demasiado, ni siquiera al ver resquebrajarse allí el rostro de su hermano. Simplemente acarició su piel y, con voz suave, susurró. - Buenos días. - Le dijo. - Espero que te guste mi regalo.

Cargando editor
14/04/2015, 20:59
Andrea Barbara Roots

Durante algunos segundos Andrea respiró hondo, decidida a esperar a que su hermano se encontrase mejor. Sin embargo no tardaría en volver a hablar, despacio, dándole tiempo para que asumiese lo que iba a decir aún con todo lo que tenía encima.

- Voy a contarles una versión adulterada de la historia a los de la fiesta del té. - Comentó. - Y voy a necesitar que me apoyes.

Cargando editor
15/04/2015, 23:38
Andrea Barbara Roots

- Sólo para que lo sepas. - Dijo Andrea en determinado momento, pasando los dedos por el rostro de su hermano. - A mí no vas a gustarme menos después de lo que te ha pasado. - Afirmó. - Además, estoy segura de que eso se pasará, ya verás. - Dijo, tratando de animarle.

- Por cierto, creo que después de lo que ha dicho Phil tanto tú como yo debemos votar a Mike. Lo de Katia es distinto, ella comparte cosas con él y no queremos que él empiece a desconfiar de ella. Tendríamos que buscar también qué hacer con Paco... - Expuso, antes de hacer una pausa.

- Pero las cosas de una en una. Votaremos a Mike juntos. - Susurró, antes de dejar un beso suave en la comisura de sus labios.

- ¿Sabes? - Preguntó de manera retórica. - Aún no sé qué pensar de todo lo de mi madre. He sentido la misma sed de sangre que ella... Pero pude resistirme. ¿Por qué crees que ella no fue capaz?

Cargando editor
16/04/2015, 08:39
Salvatore Darthe

Mientras entraban a la tienda y él bebía, sediento, los fluidos que recorrían el sexo de su hermana, su cuerpo real se relamía suavemente los labios, terminando en una mordida mientras observaba con intensidad a la mujer que sentía derretirse en sus brazos. Si lo hubiese hecho esperar un segundo más antes de besarlo, lo habría llamado crueldad. Sin embargo ella siempre sabía encontrar la dosis justa para hacerlo esperar sin que perdiera el entusiasmo, e incluso provocándole más ansias y placer al por fin tocarla.

Se dejó someter por la hermosa mujer, penetrándola y sintiendo el sexo de ella contraerse alrededor del propio, aumentando el placer que ya sentía por la simple textura de aquel íntimo lugar. Posó sus manos sobre los muslos de la chica y subió, como una suave caricia, hasta la pelvis de la misma, la cual masajeó un rato hasta decidir avanzar hasta las nalgas que sostendría firmemente en un agarrón constante. La simple visión de aquella bestia por la que se había dejado dominar, su cabello cayendo entre los senos que se agitaban con cada movimiento mientras aquella estrecha cintura, iluminada solo por la luz de la luna que permitía la tienda, guiaba la mirada hacia un ombligo perfectamente vertical, y una espalda exquisitamente arqueada.

Cuando alcanzó el orgasmo y llenó el interior de su amante, lo hizo plenamente satisfecho con el acto. Aunque no hubiese hecho lo que quería en un principio, ahora sentía la seguridad de que podría sobrevivir para hacerlo en un futuro, y el solo dejarse había resultado en una expresión de pasión, ternura y entrega de parte de Andrea que no había visto desde hacía un tiempo antes de llegar. Y ahora, con ella abrazada así, casi le hacía dudar sobre si habían viajado en realidad, o solo era un recuerdo fabricado, producto de su imaginación. Besó aquellos labios que dibujaban una sonrisa y, aunque sus cicatrices le recordaron que la realidad era esta, durmió en paz abrazado a su amada.

Cuando despertó en este lugar, su rostro ya fracturado por heridas que nunca curarían del todo, su hermana parecía indiferente a su dolor. Sintió las caricias, aunque extrañado, y no comentó nada con respecto al regalo. Prefirió solo callar y besar sus mejillas y labios, aprovechando el recuerdo de la noche anterior como consuelo y sanación.

 

A la siguiente petición de su hermana, tan solo asintió. Nunca lo había hecho a menos que fuera por su propio bien, pero ahora ni aunque quisiera podría hacer o pensar algo que ella le prohibiera. Su libertad estaba tan coartada como antes, y Andrea sabía mucho mejor como aprovechar un esclavo que la pobre Ekaterina. Con mayor razón dos. Pero no, pensar aquello de ella era horrible de su parte. Más aún cuando ella intentaba darle ánimos por su nueva imagen, que de seguro sería el final de su carrera como concertista. Quizás en orquesta, sí, pero solo… Podía olvidarlo. Nadie va a ver a un monstruo tocar el piano.

No creo que pase… pero gracias. – sonrió suavemente. Sabía que ella jamás dejaría de amarlo. Sin importar lo que pasara. Nuevamente, solo asintió ante la sugerencia de Andrea de votar por Mike. – A Paco podemos votarlo pronto. He conseguido hablar con Kim a solas, y según sé él puede hablar con Sasha. Podríamos avisarles sin problemas.

Respondió a su beso girando su rostro hacia ella y besando sus labios con ternura.

Siempre te he dicho que tu madre es débil. ¿Empezaras a creerme ahora? – preguntó, divertido – Tú siempre has sido capaz de mucho más que ella, que mucho más que la mayoría de la gente. No cualquiera se resiste, mi Lucy. – acarició su cabello suavemente – Además, tienes que volver a mí, que soy irresistible. ¿Y cómo me fijaría yo en alguien que me quiere muerto? – bromeó 

Cargando editor
16/04/2015, 21:48
Andrea Barbara Roots

Andrea escuchó las palabras de su hermano, acariciando con naturalidad la piel de su pecho. El beso que él le había dado le había parecido algo tan formidable que sólo podía sentirse a gusto. En un lugar era una muñeca. En otro, un ama. Y en el último, al parecer, una referencia para muchos. Pero este sitio era distinto. Este era su refugio. Con los ojos cerrados y una sonrisa que prácticamente no había aparecido desde el amanecer, prestó atención a todo lo que él le dijo, y antes de responder emitió un suave ronroneo.

- No podremos votar a Paco. - Le respondió en un suave y cariñoso susurro. - Se protegería a sí mismo. Perderíamos el tiempo.

- ¿Puedes hablar con Kim? - Preguntó de manera retórica. - Eso es genial, ¿cómo lo haces? - Le preguntó. - Si quieres, puedes decirle que hablas conmigo. Y que confío en él. - Aseguró, antes de depositar un beso en su piel. - ¿Te ha contado qué hace?

Luego, cuando su hermano habló sobre su madre y la llamó de aquella manera, Andy se apretó un poco contra él, tranquila.

- Claro que eres irresistible. - Dijo, dándole la razón, sin querer pensar en el nuevo aspecto de su rostro. - No me extraña que Katia te quisiera follar. Lo raro es que no quieran hasta las bollis. - Comentó a modo de broma. - Supongo que es porque no saben cómo lo haces.