Partida Rol por web

A veces cuando tu vivienda debe soportar más de siete negocios distintos no queda espacio ni para el hombre ni para el amor. Por suerte los patios traseros siempre vienen bien para montar una tras-tienda. Lo mismo ocurre cuando tus bovinos, ovinos y equinos invaden hasta la buhardilla de tu propia casa. Así pues ¿por qué no compartir tienda? ¿por qué no compartir calor?

Habéis sido enamorados por las balas de cupido. De ahora en adelante vuestras vidas quedan ligadas, si uno muere, el otro muere con él, a menos que el destino decida separaros antes de tal suceso.

Podéis ganar según vuestro rol o bien como enamorados, siendo los únicos supervivientes del pueblo.

Buenas... por decir algo

Era un hombre de muchos rostros, quizás más que los que había podido capturar con sus fogonazos de magnesio, casi tantos como oficios había empleado, y cada uno de ellos no era menos sincero u honesto que los demás. No obstante, no todos podía dejarlos a la vista de la opinión y aprobación pública.

Wyatt tenía una faceta que jamás podría confesar. Y era su corazón enamoradizo por la gente de su mismo sexo.

Unos hombros fuertes y torneados, unas facciones severas y rudas o una mirada fría le cautivaban infinitamente más que unas largas piernas o unos senos bien abultados. Aunque ambas cosas jamás las había visto de cerca. Por lo general las mujeres le inspiraban escasos anhelos. Quedaba fascinado por los hombres capaces de emprender cualquier acción más allá de su seguridad física, en un sentido que iba más lejos que la simple admiración que suele poseer un niño por sus héroes.

Por lo tanto, había otra razón inconfesable por la que Wyatt el fotógrafo era incapaz de abandonar la Ciudad Bala Dorada. No solo el ser incapaz de dejar atrás un ser vivo desvalido como el sr. Wallace. Sino que en cuanto pisó el lugar, vislumbró un misterioso cowboy cuya luz de sus harmoniosas facciones se habrían quedado grabadas no es sus placas de sino en sus propios latidos para siempre más.

Él era Francis Prescott. Y la Diosa fortuna fue propicia a hacer correspondido ese amor.

Francis llegó donde estaba Wyatt, se quitó el sombrero a modo de saludo dejándolo apoyado en su corazón, nunca había sentido algo así por alguien de su sexo, si no contamos la yegua Matilda del viejo Daius Mcprelly , esa yegua siempre le hacía ojitos , sus duras caderas y su pelaje cobrizo le volvían loco... ainss Matilda....,

Señor Wyatt ehmm bu bu buenas noches, venia aquí... uhm bueno a preguntarle como se arregla el bigote?  Si eso.., me puede enseñar? 

Aquella inseguridad sorprendió y encandilo aún más a Wyatt.

Ver un hombre tan apuesto y rudo, dudar y estremecerse en su presencia lo hacía sentir… poderoso y fuerte. Mostró su mejor sonrisa refrenando sus ganas de reírse. Pues no quería herir sus sentimientos o hacer que se sintiera violentado. -¿Mi bigote?- Preguntó ensanchando su sonrisa con candidez. –Buenas noches, mi querido señor Prescott. Podría enseñarle, sí. Pero su rostro es más que favorecido como está. Tiene una luz propia, y unas facciones tan harmoniosas que sería un deleite para cualquier fotógrafo, y en especial para mí, poder eternizarlo en mi memoria y mis placas fotográficas especiales de gelatino-bromuro.

Hizo una pausa intencionada en que sus ojos brillaron felices.

-Si usted, algún día, me lo permite.

Sintiendo una rara calidez en su pecho y en sus ppantalones el joven vaquero da un paso hacia el fotógrafo, me ggustaría posar para usted, quiero decir... que me hiciera un retrato,  Prescott se estremece al oír gelatino bromuro, se hace el torpe para volverlo a ooír, relato que?  Disculpe mi torpeza, solo soy un chico inocente de pueblo con toscas manos y modales... caballero.

Era mediodía, la gente en el Saloon estaba ocupada en llenarse su propia tripa en vez de vaciar a balazos las de los demás. Ése, era el instante que aquellos hombres habían podido reclamar como propio, encontrándose "casualmente" en un ríncon no muy expuesto de la sala, inmersos entre sombras y lejos del juicio no legítimo de las miradas de sus coetáneos.

Seguían con su encuentro y su conversación y parecían aislarse del mundo para elevarse a él y a sus reglas y censuras mundanas. 

Desde que aquél extraño en su persona pero no en su corazón había halagado su bigote, Wyatt no podía refrenar el inconsciente gesto de acariciarse su bigote. Lo escuchaba, pero se tropezaba tanto al hablar que incluso a él le costaba de seguir. No obstante, bebía de las palabras que salían de esos labios absorto y encandilado por ellas. -¿Toscas manos?- Replicó incrédulo acercándose peligrosamente a él sintiendose extrañamente seguro. -A ver... Toscas no son. Fuertes, sí. Y, muy bellas. Un hombre sería capaz de repetir locuras con tal de salvarlas. A ellas y a su propietario. Daría incluso su vida a fin de no privar el mundo de su existencia.- Aseguró. Y sus ojos, y su boca tensa no estaban faltos de convicción. -¿Comprende?

-Aunque...- Stolesouls no quería disgustar a aquél hombre tan grato de presencia, así que, por unos segundos, perdió su seguridad. Al final se antepuso la prudencia que preveé las consecuencias en un intento de eludirlas. -Sus palabras quizás se hayan expresado con excesiva rudeza, ésta mañana. Si bien comprendo el recelo de usted, Sr. Prescott, y los posibles pensamientos que lo han llevado a tales conjeturas. Ha sido demasiado relajado en su juicio público. Bala Dorada es un pueblo de gatillo rápido que poco valor da a la vida. Me temo que se ha expuesto demasiado.

Tragó saliva y lo miró fijamente a los ojos sin querer apartar las manos que con osadía había acercado para ver las suyas.-Seguramente no tenga, no tenga derecho a ello. Pero me gustaría pedirle que cuide sus pensamientos con cautela. Pues muy caro sería en mi ser verle padecer cualquier mal.

Viendo que no lo comprendía, Stolesoul intentó ser un poco más claro en su declaración. -¿Sabe? Un día pude salvar a alguien con mi arte de la fotografia.- Dijo esperando que calasen sus palabras. -No suelo contarlo, fue un acto desinteresado y no espero un reconocimiento por ello, ni busco su admiración al decirlo, aunque es algo que viniendo de usted siempre es bien recibido. Fue arriesgado. Lo que intento decir... es que es algo que repetiría, gustoso, porque era lo que había que hacer. Me pondría en peligro, incluso pereciendo en ello, por ejemplo habría recibido esa hacha de estar presente. Lo haría por cualquier alma humana. No puedo ver el sufrimiento y quedarme impunemente observando. Me lanzaría a prestar auxilio. Especialmente, si en vez de el señor Revenger hubiese sido dirigida a usted.

De pronto, alguien se acercó a ellos, y creyó prudente interrumpir la conversación.

-Si le parece, mejor volvemos a encontrarnos en un rato.- Acordó antes de volver al ambiente.

~

Entre sábanas sucias y letras urgentes, el día se presentó extremadamente agitado por el pobre lavandero. Cuando la bondad Divina permitió que se reuniesen de nuevo, Wyatt tenía un mensaje urgente que entregar al ganadero.

-He hablado con el Reverendo.- Era muy importante que Francis prestase oídos a las pocas palabras que podía destinar a su oído a forma de susurro antes de que alguien los encontrase. -Dice que tenemos que votar a Giesie, es muy importante. Él ha sido el culpable, de otrahora, cree que irás...- era incapaz de articular expresiones como "a la horca", "a la tumba", "al hoyo" o "al foso", en ese instante. Así que lo dejo a entender. Las votaciones no serían favorables y esa era la única baza de la que disponían. -No podría vivir, ahora que te encontré y saber que no perteneces a éste mundo.- Esos dos hombres no podían ser más distintos. Eran agua y aceite, pero por alguna extraña razón, el amor es caprichoso y el fotografo lo daría todo por él. 

Francis miraba los labios de Wyatt mientras hablaba, le parecían duros y bien formados, le incitaban a morderlos y jugar con sus dedos en tu tupido bigote, aunque su mirada quedó fija en los labios del sensual fotógrafo el ganadero escuchó atento cada una de sus palabras, instintivamente y sin buscarlo tomó la mano de Wyatt al entrar en la trastienda, tardando unos segundos en soltarla a la par que se quitaba el sombrero.

Señor Wyatt… he de confesarle dos cosas, a cual mas rara la verdad… la primera es que … bueno un grupo de amigos y yo… después de beber mas de la cuenta… fuimos y … bueno… somos culpables de lo que le a pasado al negrito…, bien sabe Dios que solo queríamos escuchar como gritaba, los tostados gritan distinto, como mas armónico, sabe?

Entonces Francis dio un paso mas hacia el varonil fotógrafo….

Que pasa cuando sabes que te gusta algo… no sabes si es lo correcto o no…. Pero te late el corazón, necesitas… hablar (le cuesta unos segundos decir la palabra hablar) con esa persona y si alguien o alguieneses se enteraran… es posible que terminara en la horca…, como se puede expresar con palabras que el corazón late tan rápido como el aliento de un ternero recién nacido, que , que ,que, cuando piensas en esa persona, las ganas de verlo… de verla quiero decir hacen que te queme la garganta como un hierro al rojo de los de marcar ganado… dígame Señor?

Aquello fue completamente inesperado. 

Aquellas palabras cayeron como cuchillos sobre su alma.

De pronto Wyatt perdió toda su seguridad y equilibrio. Su rodilla se dobló y casi se fue al suelo. Pudo apoyar parte del peso de su cuerpo poniendo un codo contra la pared. La cabeza le daba vueltas y se vio obligado a sentarse.

-Lo... ¿Có...?¿Lo hicisteis?- Expresó, al fin, incrédulo y horrorizado. No podía dar crédito a aquello. -¿Vos?¡¿Tú?!

¡Y lo contaba tan fríamente! ¡¡Y siempre había creído en su inocencia!! ¡Qué ingenuo! ¡¡Qué estúpido!!¿Cómo podía estar enamorado de ese hombre? Eran aceite y agua. El bien y el mal. ¿Cómo podía quererlo?¿Cómo podría perdonarlo? ¡Aquello iba completamente contra todo cuanto creía! Y aún así...

Su corazón aún latía por él.

Aunque eso no borraba toda la rabia que lo inundaba. 

-¿Tus... Tus amigos?¡¿Quiénes?!- Exigió saber muy alterado, nervioso y fuera de sí, asiéndolo por la pechera y sujetándolo contra la pared sin saber de donde sacaba aquellas fuerzas prestadas más propias de un ser hercúleo que de sí mismo.- ¡¡Dime quienes son!! ¡maldita sea!¡ERA UN HOMBRE! ¡¡Un ser vivo!! ¡¿Tú y quién más?!

Una idea cruzó por su cabeza y lo soltó ya no solo daba vueltas su mente sino también sus ojos. Se llevó una mano a la boca como queriendo ahogar aquella blasfemía que no podía impedir soltar. -¡Oh, Dios mío! El Reverendo...