De pronto, Alexiares y Aniceto se alzaron e hicieron que la tierra comenzase a temblar levemente, cayendo pequeñas rocas a vuestros pies mientras las dos águilas que coronaban la puerta se separaban para dejarles paso:

- Guardiana de las Llaves no serán necesarios tus servicios en esta ocasión - dijeron al unísono dirigiéndose a Hestia, poseedora de las llaves del Olimpo y anfitriona de todos los que habitaban en él. 

- Seguidnos - volvieron a hablar a la vez de un modo que siempre os había resultado desconcertante, pues casi pareciera que en lugar de dos niños eternos e inmortales, era uno con dos cuerpos.

Todo aquel protocolo y misterio no era nada habitual, de hecho cualquier diría que vuestro destino era un lugar desconocido u oculto de toda mirada, un lugar al que no se os estuviese permitido entrar...  y nada más lejos de la realidad pues aquello era una soberana estupidez.  No sólo conocíais perfectamente el monte Olimpo sino que algunos incluso vivíais allí...

Los niños os condujeron en silencio, atravesando las cuantiosas maravillas que sobre todo Zeus y Hefesto habían creado para vosotros, los dioses, parecían saber exactamente a donde debían llevaros y así fue.

Os condujeron hasta la sala del trono del Dios de Dioses, un lugar al que no le gustaba acudir, pues era desde el que había impartido justicia a las divinidades desde tiempos inmemoriales...  y nunca había salido de ella ningún inmortal que siendo culpable de alguna ofensa, no hubiese lamentado lo sucedido por toda la eternidad.

Se trataba de un templo circular, un estilo antiguo, muy antiguo, por el que Zeus sentía gran respeto y quizá por ello lo hubiese mantenido en un idílico estado por ello.  O quizá se debiese a la imperiosa necesidad de tener un símbolo de justicia que amedrentase a los propios dioses y les hiciese recordar...  algunas cosas.

Ensimismados en vuestros pensamientos entráis en el templo y observáis como a lo lejos se ve un águila oscura volar sorteando los truenos...  ¿o quizá provienen de ella?

Con gran elegancia, el águila entró en el templo y os sobrevoló varias veces lanzando algunos rayos, destinados más a asustaros que a heriros.  Una vez estuvo satisfecha, se posó sobre el trono de Zeus y en un estallido de tormenta, se convirtió en él.

Regio y con el ceño más fruncido que de costumbre os observó a todos en silencio, uno a uno, casi pareciera que trataba de leer dentro vuestro algo que no parecía acabar de discernir.

Sólo se escuchaba el silencio, con una sensación de peligro que parecía querer envolveros a todos ¿qué tenía tan enojado al Dios de Dioses? ¿Enojado? ¿Preocupado? ¿Asustado?

- Pensaba que tras tantos siglos y tantas tonterías habríamos aprendido algo de nuestros errores pero ya veo que no - dijo rompiendo el silencio el Dios de Dioses, con cierto enojo mezclado con pesar en sus palabras.

- Entre vosotros hay varios traidores que han decidido unirse a la conjura del estúpido de mi hermano - se veía el pesar en su rostro -, sin embargo, sabed que él no lo haría mejor que yo, pues mi puesto no es precisamente sencillo...  - tras unos instantes de silencio en los que fijó su mirada en todos y cada uno de vosotros comenzó a gritar - ¡No me miréis así! Sé perfectamente que habéis escuchado los rumores así que dejad de haceros los tontos, Poseidón se ha revelado y algunos de sus partidarios y colaboradores están hoy aquí - dijo furioso poniéndose en pie y señalándoos acusadóramente.

- ¿No os dais cuenta? Una nueva disputa entre nosotros a semejante escala podría destruir la Tierra y no es algo que esté dispuesto a consentir...  por ello os he convocado - dijo haciendo un gesto con la mano a Alexiares y Aniceto, que asintieron y comenzaron a cerrar nuevamente las puertas del Olimpo mientras Zeus seguía hablando - Nadie saldrá de aquí hasta que este asunto haya sido resuelto.

- ¡Y me da igual Hera lo que vayas a decirme! ¡Bastante avergonzado me siento de tener a mi propia esposa aquí, temiendo que conspire contra mi! - dijo adelantándose a las posibles palabras de su mujer.

- Lo he dispuesto todo para que seáis vosotros, los sospechosos, quiénes localicéis al grupo de traidores que han osado poner aquí sus pies, pues si no, seréis vosotros los primeros afectados...  de modo que escuchad mi decreto...

Acto seguido, Temis, la encarnación del Orden Divino, apareció desde la parte trasera del trono portando un gran pliego de papel que acercándose al trono y colocándose delante comenzó a desenrollar mientras se disponía a leerlo:

Ante la peligrosidad de lo que supondría una nueva guerra entre los Dioses, yo, Zeus, Rey de Dioses cuya palabra es ley, prohíbo a todos los dioses aquí convocados salir del monte Olimpo antes de que sean capturados todos y cada uno de los colaboradores de Poseidón.

Decreto que serán también los dioses aquí convocados los que se encargarán de localizar estas amenazas, para lo cuál deberán hacer uso de todas sus artes y su inteligencia, así como su poder deductivo, votando cada día al dios que consideren más sospechoso de traición, al finalizar el día se hará un recuento de votos y el más votado será enviado a las mazmorras del Tártaro junto con Hades hasta que se confirme o desmienta su culpabilidad.

En cuanto terminó de leer, volvió a enroscar el pergamino y dando un paso atrás permaneció en silencio.

- Cada maldito día, quiero un nombre - dijo Zeus con brusquedad - espero haber sido lo suficientemente claro.

- Debo destacar que los conjurados seguramente traten de librarse a la desesperada, por lo que tened los ojos bien abiertos si no queréis en un despiste que os arrojen al océano, donde Poseidón hará buena cuenta de vosotros.

- Y tú, Gamínedes - dijo señalando al único de los presentes que no era un dios, sino un simple humano, aunque eso sí, inmortal - deseo que también votes, aunque dicho voto sólo valdrá la mitad, pues deseo que te ocupes de nuestros invitados y que evites cualquier posible empate.  Va a serme duro separarme de mi joven y hermoso copero pero...  dadas las circunstancias creo que será lo mejor.  Se mis ojos y mis oídos, pues no volveré a pisar este lugar hasta que hayáis resuelto la tarea que os he encomendado.

- Hasta entonces Temis se encargará de vosotros... - dijo justo antes de volver a transformarse en águila y comenzar a soltar rayos por las alas.

El Dios de Dioses, totalmente ofendido por la conjura que se cernía sobre él se alejó de allí, debía meditar sobre aquel asunto, por ello se alejó y sin mirar atrás os dejó solos y boquiabiertos con Temis.

Pero...  ¿cómo íbais a desenmascarar una conjura que a penas había comenzado? sin pruebas de algún tipo ni ninguna herramienta salvo vuestros propios manos y por supuesto vuestros propios poderes.

- Seguidme y os explicaré el sistema - fue todo lo que dijo Temis... mientras os conducía hasta los restos del primer templo erigido en el monte, en cuyo centro una llama blanca os saludaba con su crepitar...

En cuanto terminó sus explicaciones se colocó silenciosa a un lado de la Llama, esperando los primeros votos mientras se mantenía totalmente al margen de vosotros, pues como buena juez, debía ser imparcial y desde luego neutral.

La aparición del águila tomó por sorpresa a Selene, más por sus ataques gratuitos que por el hecho de ser atacada.
Procuró alejarse todo lo que puso de los rayos y observó cómo se convertía en Zeus, Rey de los Dioses y Señor del Olimpo, que no parecía estar de muy buen humor, un signo que no era nada bueno.

Las explicaciones no se hicieron esperar y la diosa quedó sorprendida de ver las medidas tomadas por su primo. ¿Encerrarlos a todos en el Olimpo como ratas para que se lanzaran los unos contra los otros? Se llevó la mano a la cabeza haciendo que sus cabellos se agitaran suspirando preocupada y, en cierta manera, indignada por el trato que les estaba brindando el Dios de Dioses. Aquello iba a ser un caos.

- Bueno, parece que los rumores tenían gran parte de verdad, y ahora, ¿a quien deberíamos arrojar de cabeza al Tartaro? - dijo más para ella misma que para el resto, mientras observaba uno a uno a sus hermanos y hermanas del Olimpo.

La pequeña Eris, de apenas un metro cincuenta asistió a todo el discurso de los dioses con placer. Se avecinaba mucho trabajo de su parte.

¿No es obvia la respuesta? Al más pusilánime de todos los dioses. Aquel que admite de buena gana perder su autonomía para convertirse en títere de un pariente incontinente. - Viendo las caras de algunos se apresura a acotar - Con problemas de contención.

-Parece que el Viejo se lo ha montado bien esta vez -comentó Ares, lanzando una risotada estremecedora. Su tono era socarrón. Solo había una cosa que le gustase tanto como la guerra, y eso era poder enfrentarse a aquellos dioses a los que consideraba inferiores-. Cuando este conflicto acabe, ¿cómo será denominado por los mortales? ¿Titanomaquia parte dos? Ardo en deseos de saber qué imaginativas torturas ordenará Padre que se realice a los traidores en el Tártaro. Después de lo de Prometeo, lo tiene difícil para superarse.

El fornido dios de la guerra caminó hasta la diminuta Eris y se colocó a su diestra, sosteniendo la lanza y el escudo, como si se tratase de un protector de la diosa de la Discordia.

-Estoy con mi querida hermana en esto -anunció el dios de la guerra, en tono grave e increíblemente serio viniendo de él-. En estos momentos, ninguno de nosotros posee información alguna sobre el resto. Por tanto, durante el día de hoy tan sólo podremos guiarnos por nuestras capacidades detuctivas. Las probabilidades de que votemos a un traidor no sólo son remotas, diría que son imposibles. Su número debe ser pequeño o, de otro modo, ya le habría arrebatado el poder a Padre. Es por ello que la probabilidad de dar con ellos hoy es escasa. Casi con toda probabilidad, será un inocente a quien hoy enviemos al Hades y, por tanto, sugiero que, a falta de sospechosos, a quien enviemos sea al dios o diosa más pusilánime de todos, aquel o aquella que permanezca más ausente durante todo el día.

-Sé lo que muchos estaréis pensando. -Ares comenzó a pasear de un lado a otro, armado con su lanza, como un guerrero calentando para el combate, escrutándolos a todos con la mirada-. Sé que no soy precisamente el más querido en el Olimpo, y que mi relación paternofilial con Zeus no ha sido la mejor, pero puedo aseguraros que, de entre él y Poseidón, elegiré siempre a Padre. Prefiero malo conocido que bueno por conocer. Gracias a Padre, hemos vivido en armonía durante un largo tiempo, y todas las amenazas a las que nos enfrentamos han sido derrotadas. Amo la guerra, mas no el cambio. "¿Qué nos garantiza que Poseidón pueda ofrecernos esa misma paz y orden?" Absolutamente nada. Esa es mi postura, y por eso espero que durante el día de hoy todos sepamos votar hacia quienes nos parezcan sospechosos, basándonos en lo que sabemos y no en viejas rencillas personales que en nada nos ayudarán a hallar a los traidores.

Tras estar todos reunidos y acomodados en el Olimpo, las puertas fueron cerradas y ya nadie tenía escapatoria de aquella reunión. Su esposo Zeus se presentó ante todos y dio unas noticias que le parecieron horribles, entendía la desconfianza de este hacia esas mujerzuelas que pasaron alguna que otra noche de pasión con él, o de los feos bastardos que tuvo con las susodichas ¿¡pero como podía dudar de ella, su amada esposa y sus preciosos hijos?! Esto se lo pagaría caro, pero ahora debía centrarse en el tema que tanto preocupaba a su esposo, si Poseidón se hacía con el trono de los dioses, Zeus dejaría de ser rey ¡y ella reina! Era algo inaceptable, debían acabar con todos aquellos que osaran oponerse a Zeus.

Por suerte sus hijos hicieron alarde no solo de su absoluta perfección, sino también de una increíble inteligencia - Estoy completamente de acuerdo con mis hijos, a falta de alguna prueba de peso que incrimine a alguien como enemigo de Zeus, votar por aquellos que tengan un perfil bajo me parece la opción más acertada. - dijo con una voz firma y serena, evitando mostrar la ligera rabia que sentía por la desconfianza que había demostrado su esposo hacia ella.

Ártemis sigue a los dos niños en su camino hacia el interior del Monte Olimpo, junto al resto de los disoes. La aparición de su padre en forma de ave divina sobrevolándoles y conjurándoles rayos haciendo patente el malestar de su ánimo, hace que la diose se sienta orgullosa de Zeus. Ella sonríe admirando la grandeza del Dios de Dioses.
Una vez se hubieron quedado solos, las reacciones comienzan a sucederse. Ártemis esuccha a los demás con gesto serio y los ojos ligeramente entrecerrados, pero la mención dle dios de la guerra al castigo que le sería impuesto al culpable la insta a hablar.

-Estoy segura de que mi padre sabrá cómo castigar a aquellos insensatos que intenten conjurar en su contra. Conocidos son sus métodos. Sin embargo, cuando demos con los culpables, yo misma estaré encantada de aportar una idea o dos, tengo un par de ideas en mente... -añade con una sonrisa pícara.

Mientras habla comienza a pasear por el lugar observando los rostros de los allí presentes. Quería observar bien a todos los que habían sido citados por su padre.

-A pesar de todo, me temo que llevan razón, las probabilidades de que este primer día demos con uno de los culpables son realmente bajas. Los enfrentamientos y disputas que algunos de los aquí presentes han tenido para con mi padre son de sobra conocidos por todos nosotros, pudiendo remontarse algunas de ellas al principio de los tiempos. Pero me temo que eso no prueba nada. Que alguien tuviera sus reticencias con Zeus no indica que sea lo bastante estúpido como para conjurar en su contra. Y menos sabiendo que estamos todos los demás por aquí. Mi padre, y el de muchos de los que estamos aquí, no pide un nombre cada día y así se lo daremos. De momento, no me parece mal optar por aquellos más débiles de espíritu. -Hace un leve asentimiento con la cabeza. -Esperemos votar con la sabiduría suficiente para que el corazón y el juicio nos indiquen el camino correcto, y si nos equivocamos, que sirva de escarmiento y aviso para aquellos que sean verdaderamente culpables. -concluye mirando a todos y a nadie.

Sorprendido por el mensaje dado por Zeus y apenado por la difilcutad de la tarea.

-Estoy de acuerdo con Ares, olvidemos las rencillas y viejos odios entre nosotros, pues seguramente esta conjura nada tiene que ver con cualquiera de las sucedidas anteriormente. De igual forma coincido con Hera aquellos que no se muestren en este primer día deberían de ser nuestra primera elección. - dijo el Dios dorado.

Al ver la llegada de padre, posé mi lanza sobre mi hombro, me quité el casco y dejé que mi pelo bailase al son del viento. Guardé el casco bajo mi hombro izquierdo y con la mano derecha recogí la lanza, busqué donde poder reposar y escuché con atención todo lo que tuviese que decir.

Al verlo partir fruncí el ceño. Tanto enojo por su parte no era normal, algo de verdad le preocupaba sobre la traición de Poseidón. Es sabido que entre los dioses se han creado innumerables disputas e intentos de traición y Zeus siempre salía victorioso en las que le atañían. Y esta vez también sería así.

Varios de los dioses comenzaron a hablar, cada uno daba una pequeña opinión sobre el tema, pero pocas me importaban de verdad, ninguno poseía el don del raciocinio, no al menos a mi nivel. Luego me fijé en Ganímides, nuestro copero.

- Está bien que te quedes aquí Ganímedes, pero este tema no te atañe en lo más mínimo. No eres ni siquira uno de nosotros, creo que deberías limitarte a llevar a cabo tu trabajo habitual y mantenerte a un lado. ¿Qué va a saber un humano sobre temas del Olimpo? Puede que padre te haya dado... "voz y voto", pero me parece algo descabellado. Sobre lo demás, estoy de acuerdo. Deberíamos fijarnos en aquellos que poco o nada quieran aportar.

Baco no soltó el néctar al que tanto se había acostumbrado ya, cabe decir, ni aun en el proceso de ser conducido, recibido y posteriormente amedrentado por obra del Deus Pater y su bombástico despliegue digno de la más severa de las tormentas. 

- Al menos no nos puso a luchar contra los Hecatónquiros - pensó, incómodo por el simple hecho de recordar a esas aberraciones de cien brazos. Personalmente, el dios de vendimia hubiese querido pasar un tiempo más rodeado de la compañía de Pan, del copero Ganímedes y hasta de la reciente pero bienvenida Selene, no obstante incluso alguien como él comprendía la gravedad del asunto capaz de sacar toda la severidad mitológica de Zeus...y del peligro que para todos representaba.

Por ello el ebrio atendió inusualmente tranquilo a la explicación de la que encarnaba el orden divino, analítico inclusive, y tan serio que dicha actitud se reflejaba en su ceñido entrecejo, sin embargo apenas Temis hubo terminado de hablar, volvió a la bebida como si esta ejerciera una necesidasd magnética sobre su divino ser.

En tanto la garganta de Dioniso se movía de arriba a abajo, dejando pasar el líquido de color sanguíneo hacia sus interiores, dioses y diosas de las más variadas predisposiciones se apresuraron a hacer públicos sus pensamientos como si muy en su interior temiesen que la sospecha pudiera cernirse sobre ellos. No era sorpresivo, ciertamente, aunque al patrón de las juergas tampoco le pareció lo más adecuado.

Sabiéndose encerrado ahí, disculpado de luchar si no era verbal o ideológicamente por orden de su padre y confirmación de la anfitriona, lo siguiente que el dos veces nacido hizo fue buscar de nueva cuenta lugar para recostarse y seguir con su vicio, más ahora en vez de perderse en el hedonismo se dedicó a observar, a analizar con insospechada cautela. Cuando encontró oportunidad, su boca fue abierta pero no para darle sorbos a su copa...

— El asunto es que aquí pocos son lo que se dice pusilánimes y muchos son, bueno, somos, un poco... — suspiró, divertido — impulsivos — añadió, sumando a esa palabra un ligero pero presente tono severo. — No creo que haga falta recordarles las muchas veces que nuestra peculiar familia ha tenido problemas entre miembros, los berrinches mitológicos y los desmanes aun más sonados, por eso mi opinión es la de poner en la mira no solo a los silenciosos, sino también a los que por experiencia conozcamos como más ambiciosos, desobedientes y altaneros — sugirió raramente, pues no costaba trabajo encasillarlo en todo lo anterior, aun así tampoco es que su caso fuera el único — Pero qué digo, hagan lo que quieran, yo solo soy un borracho... — y al decir eso último toda su seriedad se desvaneció como la cordura de alguien que encuentra el éxtasis, incluso canturreó las últimas sílabas, al fin y al cabo hasta para intrigar era necesario tener cierto estilo...

- Parece que papá se levantó del lado incorrecto de la cama. ¡TRIXIE! Anota: crear una cama con todos lados derechos. -

Ver a mi padre siempre era difícil, más aún con lo enojado que estaba. Desde que me expulsó del Olimpo por defender a mi madre que no lo veía así, y no tenía ningún interés en molestarlo aún más. Recordaba muy bien como era Zeus a la hora de descargar su furia. También lo entendía, siendo traicionado por mi propia esposa, y lograba entender como debía sentirse, su propia familia volviendose contra él. Me giré hacia hacia los demás.

- Hermanos, cualquier sistema para votar hoy , será simplemente inútil. Puede que los que menos hablen sean los que más intentan hacer caer a los traidores, pero saben que escupir ideas a diestro y siniestro es un error. Mi voto será basado en lo que vi con mis ojos de ustedes, que es lo que sé por hechos y no por cuentos. Y en cuánto a la proposición de olvidar las rencillas entre nosotros, solo quiero agregar esto: Ares, ¡ojalá que el Mechazilla te pise por error, o que Festo te estornude en la cara! JA JA JA JA JA -

Me acerco a Atenea, claramente mucho más avergonzado y tímido que de costumbre...

- Esteee... Ho-hola Atenea. Te construí algo para ti... -

-Hefesto, hermano, no es cuestión de votar a los que menos hablan, sino a los que no participen -declaró el dios de la guerra, dirigiéndose al esposo herrero de Afrodita-. Existe una gran diferencia entre ambos términos. Como he dicho antes, en el día de hoy, no disponemos de información alguna que nos permita decantarnos por uno u otro, más allá de lo que nuestra capacidad de deducción logre.

-Seré claro: a falta de un sospechoso, votaré por aquel o aquella que no muestre interés alguno durante esta reunión. No creo que esté siendo cruel por esta vez. Considero que hasta el final del Día, todos habremos dispuesto del tiempo suficiente para opinar sobre lo acaecido, por breves que sean nuestras palabras. Es la única forma de asegurar que quienes permanecemos aquí queremos resolver este entuerto. No necesitamos estatuas y floreros que sólo sirvan para decorar el Olimpo.

Ares ni siquiera lamentaba llamar estatuas y floreros a algunos de los allí presentes. Sus ojos ya estaban puestos en uno de sus hermanos, quien ni siquiera había dirigido una palabra al resto desde que había llegado al Olimpo. Pese a todo, aún le daría el beneficio de la duda. Aunque si nada cambiaba, aquel silencioso dios sería el primero a quien votase Ares.

Aunque había sido especialmente enseñado para mostrar una sonrisa amable a todos los habitantes del Olimpo, lo cierto era que Ganímedes estaba intranquilo y apenas lograba evitar traslucir este estado de ánimo. Al pobre efebo no le faltaban los motivos: la destrucción que el enfrentamiento entre los dos olímpicos más poderosos podía causar era inimaginable y esto podría poner un fin a su estancia en el Olimpo. Por si fuera poco, su situación allí era más qué precaria, ¿por qué su amado Zeus le ponía en prueba de aquella manera? Él no era un Dios, ni siquiera un semidios y aquella particular familia divina nunca le aceptaría como algo más que un mero sirviente… Eso debilitaba su posición o, peor aún, le servía en bandeja de plata como objetivo de las inquinas y rencillas que sabía que algunos dioses le tenían… en especial Hera, la esposa de su regio amante.

Cuando Atenea se dirigió a él con aquel todo altanero y soberbio que le era característico no pudo sino limitarse a asentir con una pronunciada inclinación. Aunque su entendimiento era tan preclaro como el de cualquier divinidad allí presente, a la “diosa de ojos glaucos” no le faltaba parte de razón. Él no pertenecía a aquel lugar, no de la misma forma que ellos.

-Mi señora… no me es dado cuestionar la voluntad de Zeus. Si es su voluntad que yo esté aquí y que participe de las decisiones así haré, incluso aunque no pueda comprender las motivaciones que le animan. Bien sé que comparado con la gloria de los Dioses no soy nadie, pero, por ello mismo, no puedo desobedecer al Dios de Dioses. Por tanto es ciñéndome a sus deseos que digo que estoy de acuerdo con los aquí presentes, votar a los más callados y ausentes me parece una solución en tanto conseguimos pistas más sólidas. De esa forma, si bien no aseguramos empezar a resolver el problema, al menos estamos seguros de dejar al margen del mismo a los que menos colaborarían en su resolución.- Le responde, la cabeza gacha.

-Sin embargo, puedo asegurarle que no olvidaré mi lugar y que vuestras copas nunca estarán vacías de ambrosía o de licores.- Añade, con timidez.

Finalmente todo lo que había oído era cierto, la furia de mi padre mostraba la verdad de la situación  que era cuanto menos peligrosa para todos los presente. Hacernos votar a ciegas y sin ningún tipo de  prueba contra aquella persona que sea elegida era un despropósito. Sin embargo la furia a veces nos hace perder la razón y estoy seguro de que ese sentimiento era el que motivaba al dios supremo.
-Esto no será más que una votación basada en nuestras viejas rencillas, debemos aplicar algún otro sistema que la simple participación para emitir un voto correcto. Pensad que si votamos mal no solo no estaremos eliminando a un traidor sino que estaremos condenando a un leal.- Dije interviniendo en el fogoso debate.
-No dejemos que el pánico y el odio nublen nuestra razón, cualquier movimiento mal hecho será una ventaja para los traidores.-

Ares mira desconcertado a su alrededor y poniéndose en pie, con voz alta y clara delara:

- Mi verdadera naturaleza es servir a Zeus y al Olimpo, aunque nadie me valore, aunque ninguno me soporte, el Dios de la Guerra no decaerá en su empeño.

Tras aquel arranque de patriotismo, quedó un tanto desorientado.

La virgional diosa de la caza escucha atentamente los reproches que Atenea le hace al humano Ganímedes.

-No creo que esté en nuestro juicio tratar de comprender las razones que han guiado a nuestro padre a invitar a un humano a acudir a esta reunión junto a nosotros, hermana. Si él así lo ha juzgado, para mí es suficiente. No espero que él comprenda la gravedad del asunto ni que su opinión sea tan válida como la que podría emitir otro de los felices dioses, sin embargo. -añade ella, hablando de Ganímedes ocmo si él no estuviera presente siquiera.

-Comparto lo que dicen respecto a los votos en cuanto a su dificultad. -Interviene Ártemis tomando una vez más la voz y la palabra. -Obviamente en este primer día tenemos grandes complicaciones para lograr que la razón sea capaz de guiar nuestro intelecto en la dirección adecuada, pero no podemos defraudar al dios de dioses. Cumplamos con nuestro deber lo mejor que podamos.