El Gran Comedor estaba Renfri Dakota, Tylor MacRury, William Smith y Diana Lister.
Perdón, no sé cómo leí que entendí que salían todos. Igualmente, paseo por allí, solo que saludando al entrar.
Renfri mira a la recien llegada. -¿Diana te llamabas? Hemos decidido votar por el que queremos que se muer... ehmm... se mue... se mueva a una habitación sin posibilidad de salir. -Asiente con convicción.- Si quieres, estás a tiempo de votar.- Señala las papeletas y la urna.
-A todo esto, deberíamos averiguar cómo se abre; si no, no podremos contar los votos.
Se dirige a los armarios y cajones y los abre buscando alguna llave.
No encuentra nada capaz de abrir aquella urna, quizás sea por temporizador y se abra automáticamente.
NO HAY NADA EN ESTA HABITACIÓN
-Diana Lister, sí, encantada. Disculpa, creo que no nos presentaron y no sé tu nombre... -Diana sonríe a la joven, un poco azorada- Si así son las cosas no me gustaría quedarme fuera de la votación, la verdad.
Diana se acerca a las papeletas que se encuentran junto a las urnas. Coge una y durante unos segundos se dedica a mirarla en silencio, sopesando qué escribir. Una vez que lo hace, introduce su voto por la rendija superior.
- Lo que dices es cierto, deberíamos ver cómo abrirla
Con su papeleta ya en el interior de la urna, Diana prueba a levantarla para evaluar su peso y trata abrir las puertecillas de la caja.
Pese a que Diana intentó mover la urna, esta permaneció pegada a la mesa. Ni un simple milímetro logró alzarla, ni siquiera logró moverla de lugar.
William observa a la recién llegada y piensa detenidamente sobre su siguiente paso y, ya que se han ido los otros cuatro al despacho del barón, William debería ir a otro sitio a investigar así que decide marcharse de la sala, despidiéndose con la mano.
- Disfrutad de a estancia, voy a mirar que putos puzzles ha dejado el barón por su hogar.
Dice malhumorado marchándose.
- Voy a buscar cosas.
William marcha al patio interior de cristal.
-Me llamo Renfri Dakota, pero llámame Renfri. - A Diana
-No he visto ninguna llave, igual se abre por control remoto o con algún tipo de temporizador. Yo me quedaré aquí hasta averiguar cómo se abre.
Despide a William
-En ese caso, encantada, Renfri -Diana tiende la mano a la muchacha de manera cortés.
La mujer tuerce el gesto al ser incapaz de mover la urna de las papeletas ni tan siquiera un centímetro. Había evaluado mal la situación subestimando su peso.
-Vaya... no pensaba que pesara tanto... -suspira y vuelve a alejarse de la urna recorriendo la sala con la mirada. -Tiene que haber alguna pista por aquí...
Diana se agacha para mirar el interior de la chimenea.
Recorro los pasillos sorprendiendome con todo lo que veía. Las paredes, los cuadros, los tapices ¡Incluso los techos! dinero a expuertas.
Por fin oigo voces, y me dirijo hacia ellas. Por fin ha llegado el momento. La presentación va a ser crucial. ¿Como serán? Importantes, eso seguro. Para esto he nacido. Sin querer posponerlo más empujo la puerta y entro.
- A los vuenos dias tengan todos. Umberto pa serbirles a ustedes y a sus familias y... ¿Que hacen en la chimenea? ¿Qieren ponerla? -
Desde luego, no me esperaba encontrarme a gente de bien metiéndose en una chimenea. Cuanto menos, curioso.
Pese a que el fuego en la chimenea aún se encontraba presente, este era mucho menor que el de aquella noche anterior. Suficiente como para sentir su calor, pero no para calentar adecuadamente todo aquel lugar.
Al escuchar la puerta del Gran Comedor abrirse, Diana se incorpora y se vuelve hacia ella, expectante por ver de quién se trataría. Le sorprendió descubrir que la persona allí presente no le resultaba familiar. Era un hombre al que no había visto aún desde su llegada al Castillo. Curioso. Avergonzada por haber sido descubierta asomada a la chimenea, se coloca la ropa ajustándola para disimular el breve rubor que asoma a sus mejillas.
-Oh, encantada, caballero, Diana Lister. No, no, solo estaba...comprobando algo.
De repente de la urna se abre la compuerta delantera y se muestran un par de esposas de metal. Además la parte trasera se abre dejando ver el contenido de los diversos sobres que hay ahí metidos. Quizás sea de interés hacer el recuento de quién de los presentes se ha votado entre todos.
Con un pequeño sobresalto, Diana ve cómo tanto la compuerta delantera como la trasera de la urna se abren al mismo tiempo.
-Así que solo había que esperar a la hora adecuada... -suspira y se gira hacia los allí presentes, a los que se dirige en voz alta para asegurarse de que todos puedan oírla. -A no ser que alguien tenga algún incoveniente, procedo a hacer recuento. Pueden controlarlo.
Lentamente comienza a sacar papeleta tras papeleta y a hacer recuento de los votos que allí se encuentran.
3 Votos para Gustavo Montoya
4 Votos para Mustafá Yasaran
Sonrío picaronamente al ver ruborizarse a la joven. Una moza muy guapa, muy esbelta y seguro con dinero. Intento recordar si el apellido “Lister” me dice algo o pertenece a alguna casa conocida. De pronto la caja que tiene en la mano se abre de golpe y salen unos sobres que la joven anuncia que va a leer. Parece que ha habido alguna especie de votación.
- ¡Uy, parece que están con algún tipo de juego! ¿Es un vingo? En mi tierra se lleva mucho el juego, triunfa entre las viudas y las chismosas y… - Sonrío y me rasco la parte de atrás de la cabeza – Pero la estoy entreteniendo moza, lea a gusto – Me giro al resto que pueda haber en la sala y les aludo con la mano y espero a ver de qué va el juego.
Mientras, observo detenidamente la chimenea por si notara que causaba antes tanta curiosidad
Cuando entró Umbert, Renfri se presentó
-Me llamo Renfri Dakota, pero llámame Renfri.
Renfri controla que Diana haga el conteo correctamente. Al ver el resultado suspira y coge la esposas.
Bueno, salió el musulmán. El Gordo se ha librado ¿Y ahora? ¿Tenemos que buscarlo nosotros? -Mira al resto con la esposas colgando de un dedo. -Y si se resiste, ¿tendremos que reducirle? Yo no soy muy fuerte, casi mejor usadla vosotros. -Mira a los dos varones. -¿Y donde lo llevamos? Podría venir algún tipo de instrucción. - Mira el interior de la urna, buscando alguna nota que indique qué hacer a continuación.
Mustafá llega al cuarto, al parecer le había sonado el teléfono con un mensaje de urgencia, el Barón deseaba verle de inmediato en el Gran Comedor. Cuando llegó al lugar, muñeca en mano, y vio que allí no se encontraba el Barón, sino otras personas, algunos ya conocidos y otro nuevo, se puso agresivo.
-Mujer -refiriéndose a Renfri- haz algo útil y ve a buscarme al Barón, que tengo asuntos de tratar con él, cosas importantes. No cosas de mujeres, no hablaremos de cocinitas ni de vestiditos.
-Y eso también va por ti -Refiriéndose a Diana Lister- , bueno, tu quizás puedas serme de otro tipo de utilidad, en mi país no hay gente con ese dulce cabello dorado... me pregunto si todo será dorado para ti...
Con paso firme, se dirigió hacia la ventana abierta y bajándose los pantalones comenzó a mear hacia el vacío.
-Yuhuuuuuu... soy el rey del mundoo... Eso es lo que dicen los herejes occidentales, ¿no?.
Seguía mostrando el trasero a aquellos invitados que, por seguro, le mirarían atónitos.
Cuando la tal Renfri se presenta me aproximo a ella, la tomo de los hombros y la planto sendos besos en los mofletes.
- Mucho gusto señorita.
Estoy a punto de decir algo cuando la joven se aproxima con usas esposas a la primera mujer y una nueva persona entra en la sala. Un moro entra en la sala y hace su… presentación. No puedo evitar mi asombro ante las extrañas costumbres de la gente rica. Comportamientos que en el pueblo serían achacados a cabras y locos, aquí parecía estar al a orden del día. O tal vez fuera cosa de “esa gente”. Por eso en el pueblo no gustan y se mantiene medianamente puro. No como las grandes ciudades, esas si que dan asco con tanta mezcla y libertinaje. Pero no quiero atascarme en esto y si quiero integrarme debo hacer algo.
¿Me puede explicar alguien qe está pasando?- Me giro hacia el "Moro" - ¿No le parece que eso que hace es una warrada? -