Partida Rol por web

Observo atónita el recorrido del misil en el cielo, justo lo que le faltaba al yermo, otro crater radioactivo

De todos modos hay que conservar las formas si no queremos perder lo poco que queda de civilización, y es irónico que eso me lo recuerde la supermutante presentandose

-mucho gusto, soy la doctora Madison Li, de momento tengo pensado establecer mi consulta aquí en la Ciudadela, al menos mientras me lo permita la Hermandad del Acero, de modo que si alguna vez necesitas que atienda tus heridas aquí estaré-

Me muerdo la lengua para no decir que eso tambien depende de que el enclave no nos tire a patadas, podría herir sensibilidades

-Bueno Sarah, vamos a ver que puedo hacer por esa herida tuya, túmbate aquí- le digo mientras preparo mi maletín y empiezo el tratamiento

Red tosió llevándose la mano al estómago por la herida. Ese hijo de puta del Rey le había pegado con ganas... Sacó de su mochila un par de botellas de agua, bebiéndose una para recuperar fuerzas y usando la otra para limpiarse un poco la herida. - Cure usted a Sarah, doctora, en caso de batalla ella será la más propensa a recibir golpes... yo puedo esperar. - dijo tosiendo un poco y poniendo una mueca de dolor por la herida. Saludó a Tabitha con un gesto.

- Bienvenida, bienvenida...  He descubierto que al sur de aquí había una cueva de la que se extraía mineral antes de la guerra. Quizás allí podremos encontrar algún tipo de material para construir cosas aquí en la Ciudadela... o quién sabe. - dijo mientras terminaba de limpiar su herida como pudo. Miró hacia arriba en dirección al misil. - Sobre esa cosa... normal lo que se dice normal, no es. Sin embargo esas cosas son una lotería: suelen ir guiadas a un objetivo, por lo que llegan a una altura determinada y entonces se dirigen a su destino. Lo mismo podría caer aquí o en cualquier otro sitio. -

Con un último tosido se tumbó un poco. - No sé vosotros, pero yo no votaría por irme de aquí... ¿y si nos dirigimos al sitio a donde va a caer el misil? También puede ser éste el objetivo pero... no sé. Es muy arriesgado. -

Si. Asiento ante las palabras de Red. El chico encontró información sobre esa cueva al sur de aquí. Yo tengo intención de ir a explorarla, si alguien se quiere unir será bienvenido. Aunque eso implique quedarse un día más aquí. 

Me gusta, me gusta la idea de explorar la cueva, yo te acompañare. 

La idea me pareció de lo más apetecible, quien sabe que se puede encontrar en esos lugares, y seguro que el viejo podría contarme alguna batallita sobre cuevas, parecía un experto en la materia.

Mientras Red se recuperaba sentadito en el suelo bebiendo un poco de agua, y la Doctora Li curaba a Sarah, el padre de la misma se acercó a vosotros con el rostro serio.

- Os agradezco lo que habéis hecho por La Ciudadela... pero me temo que no podemos ofreceros nada hoy como pago por vuestros servicios, ya que al parecer, han entrado a robar en el almacen y se han llevado todas las provisiones sobrantes. - Dijo el anciano y prosiguió. - La Cueva* de la que hacéis referencia se encuentra al sur, a medio día de camino. Era una vieja cueva usada por la Hermandad. -

Y después volvió al tema del robo.

- Ha tenido que ser un golpe interno... lo sé... nadie ha entrado a este lugar y han salido por la cloacas... en dirección sur... ¿me pregunto si...? -

Yo voy a ir a La Cueva, seguro. Digo sin dejar de fumar con tranquilidad. Dado que está al sur y los ladrones se han ido hacia el sur, estaré atento por si veo algo.

El brillante punto de muerte ha desaparecido del cielo dirigiéndose a algún punto al suroeste de aquí, y no demasiado lejos por lo que a mi respecta, pero al menos no ha caido sobre nosotros

"mmm, ahora ladrones..." la explicación del Elder es un poco confusa, ¿nadie ha entrado pero si han salido por las alcantarillas? los atacantes del cónclave no han podido ser desde luego, no tuvieron tiempo, pero parece que alguien hace buen uso de las distracciones por los combates

-yo me voy a quedar aquí. Como ya dije creo que es mejor que un medico sea lo mas localizable posible. Aunque espero que no me necesitéis aquí estaré.-

Me acerco a Red al que ahora mismo no puedo atender -¿tu te marchas también a esa cueva Red? si te quedas mañana podré ocuparme de tu herida-

- Los que vayáis a la cueva os digo que tengáis cuidado. - Dijo el Elder. - No sólo os podéis encontrar con gente de la Hermandad renegada... sino con diversos tipos de bichos mutados del Yermo que habitan la misma. Y hablando de eso, os quiero pedir un favor... si conseguís chapas de gente de la Hermandad muerta, os lo agradeceré con creces. -

Yo también iré a la cueva. Hemos de recuperar los suministros. Y no te preocupes, padre, tendremos cuidado y si encontramos alguna chapa, te la traeremos - dijo mientras se preparaba para partir - Gracias por sus cuidados, doctora. Nos veremos pronto.

NOCHE 4

Como siempre, todo parecía tranquilo por estos lugares. Hacía varias horas que no se habían producido incidentes y las cosas parecían estar encaminadas. Aunque como siempre se dice en el Yermo: un rato de tranquilidad sólo puede significa una cosa... que se avecina una tormenta.

Pero esta noche no ha sido así.

Pese a la escasez de alimentos, una noche de tranquilidad es bienvenida aunque sólo sea durante unas horas.

Y más con lo que ha pasado durante estos días.

Megaton y El Inframundo han sido destruidas, y todos sabéis muy bien quién ha elaborado esos planes: El Enclave. Y si siguen con este ritmo y esta escalada, en pocos días más todo estará más que desierto y todos los supervivientes que habitan el Yermo, o muertos o esclavizados.

Sin embargo, la tranquilidad duró muy poco esta noche.

Los disparos comenzaron a sonar lejos, y eran muchos, como si el viento los trajera hasta esta posición. No estaban cerca, por lo que el problema no era con esa zona... pero la seguidilla de disparos y explosiones... así, a bote pronto, podríais calcular que como mínimo, eran un batallón disparando...

¿Qué estará sucediendo allí fuera?

Y fue en ese momento de distracción cuando el enemigo aprovechó para atacar.

Y no era un enemigo cualquiera, no señor. Eran los enemigos más temidos del Yermo: Los Cerberos.

El bicho del demonio se había abierto paso por la tierra, hasta que encontró un sitio blando por dónde salir y así poder atacar. Son enemigos muy temidos ya que además de poseer un ataque a distancia, su ataque contamina con radiación a la víctima. Y por supuesto, son unos huesos duros de roer.

Pero ¿es que no podemos tener ni un momento de respiro?

¡Doctora Li! ¡No! - gritó al ver como esa aberración iba a por ella - ¡Protegedla! - gritó al resto - Intentaré ganar algo de tiempo - añadió mientras disparaba con su arma, siempre manteniendo la máxima distancia posible, pues sabía lo peligrosos que podían ser aquellos seres.

Cuando los disparos me despiertan, tardo un rato en ubicarme, no han pasado las suficientes horas como para encontrarme al 100% de nuevo, por lo que remoloneo un poco. Pero al ver que los disparos continúan, empiezo a preocuparme.

De pronto un bicho de los gordos sale de no se donde y nos ataca, pero este sitio no era seguro, pienso extrañado, ya van dos ataques consecutivos. Cojo mi viejo pico y, apoyándome en el, me levanto trabajosamente, el viejo petate parece pesar más de lo normal, pero siempre ha sido un fiel compañero, y espero que esta vez siga siéndolo. 

El bicho se abalanza sobre nosotros, más concretamente sobre la Doctora Li. Por su parte Sarah se pone a dar órdenes a la vez que dispara contra el bicho. En fin, pienso, algún día tendré que juntarme con mi querida Mary. Doy un paso adelante, enarbolando el pico, para proteger a la Doctora Li.

Se iba haciendo de noche y a lo lejos se escuchaban los disparos de aquellos que se habían propuesto acabar con toda la existencia de Termo. Esa chusma del Enclave hasta que no acaben con todos nosotros no pararan.

Ya cuando la oscuridad reinaba y los disparos parecían acercarse, apareció otra de aquellas criaturas que atacaban sin sentido a todo lo que se movía y en este momento la doctora Li era su objetivo.

Vaya me parece que voy a romperme alguna de mis uñas, pensé para mis adentros, aquella doctora me había caído bien ayudaba a la gente y eso me gustaba.

¡Eh tú! ¿Porqué no te metes con alguien de tu tamaño? (frase típica).

Saco a pasear mi supertrineo y lanzo y golpe a ese bicho. 

Una noche mas de ataques, como echo de menos las peleas con las rata-topo ahora que no hay mas que mostruosidades. Esa cosa, el Cerbero, me los habían descrito pero nunca había visto ninguno, y habría sido feliz de haber seguido así, estupefacta veo como me escupe dos bolas de una especie de saliva viscosa, sin duda radioactiva y puede que también tóxica o acida, a saber.

Los gritos de los demás me sacan del shock que me ha causado ver de repente al Cerbero e intento esquivar los dos ataques, afortunadamente entre unos advirtiéndome  y un fuerte empujón de la supermutante consigo evitar los ataques con solo mi orgullo algo dañado

-ufff, maldita sea- desde el suelo saco una vez mas la dichosa pistola laser -funciona de una vez maldita- la levanto apunto a esa aberración y "al fin" un rayo de luz coherente rojiza se enfoca hacia el cerbero

Bueno.

La verdad es que el que haya mandado el bicho a atacaros ahora mismo estará con un palmo de narices. Ni siquiera ha tenido que actuar las defensas del lugar. Y lo mejor de todo, no ha podido herir a nadie por que con vuestra ayuda, la Doctora Li ha podido esquivar todos los ataques.

Pero eso no terminó allí.

Todos atacastéis, así sin más. Sin esperar nada mas y tras vuestros ataques, el enemigo quedo hecho papilla, como una pulpa verdosa y radiactiva en el suelo.

El Elder se acercó, junto con un grupo de soldados en armaduras y recogieron eso, para llevarselo a incinerar. Llevaba en la mano un paquete enorme, como si fuera un regalo de despedida y os lo entregó con una sonrisa.

Tras el ataque, todos salís de la ciudadela.

La Ciudadela es el bastión de la Hermandad del Acero en el Yermo Capital. Allí la Hermandad traza sus planes de expansión por todo el Yermo. De más está decir que toda la tecnología armamentística del grupo se encuentra centrada allí, donde experimentan con armas nuevas y recomponen las antiguas para utilizarlas en cualquier momento.

La Cúpula de la Hermandad se encuentra aquí, planeando y ordenando a sus subordinados, los cuales cumplen las órdenes sin rechistar. Es una Jerarquía muy marcada, mezcla de militares y religiosos, que veneran la tecnología por sobre todo. Sus servoarmaduras son letales y los protegen de muchos peligros. También, sólo ellos pueden utilizarlas, por lo que sólo con el entrenamiento adecuado una persona que no pertenezca a la Hermandad puede llevar servoarmaduras.

- ¡Alto ahí! - Dijo una voz por un megáfono que no podiáis ver. - ¿Qué demonios hacéis aquí? ¡Identificaos ya o recibiréis fuego ahora mismo! -

En la pared de la puerta, dos armas pesadas automáticas te apuntaron.

Pudistéis ver el puntito rojo del láser en tus ropas.

-Soy yo- dijo creyendo que alguien le reconocería- el Elder McNamara. Solo buscaba algún sitio donde reponerme antes de adentrarme de nuevo en el Yermo.

McnaMara no sabía si toda la Hermandad estaba al tanto de su misión así que no le pareció conveniente mencionarlo. Sabía que la Ciudadela ya no era lo que antaño fue, pero creía que podría pasar la noche sin sufrir ningún ataque, o al menos tendría ayuda para convatirlos.

-Por favor, dejadme entrar.

Sabía que los Hermanos cada vez se mostraban más desconfiados, así que supuso que lo mejor era ser cortés y no parecer una amenaza.

- Voz reconocida. Concuerda, Elder. - Dijo el hermano.

*Zumbido de estática*

- Puede pasar. -

Las puertas comenzaron a moverse hacia arriba al mismo tiempo que las armas pesadas dejaron de apuntaros. Lentamente, la puerta dejo el espacio suficiente para que podáis pasar y delante de vuestros ojos se encontraba la Ciudadela. Grande, majestuosa, tecnológica. Las puertas se cerraron automáticamente al pasar por la entrada y uno de los Hermanos del Acero ataviado en una servoarmadura de camuflaje, os salió al paso para saludaros y daros la bienvenida, junto al Elder Lyons.

- ¡Mcnamara! ¡Dichosos los ojos! - Dijo sin más con alegría.