Partida Rol por web

Bueno, añadimos la opción de ganar por grupo. ¿Como funciona eso? Fácil, hay una nueva manera de ganar que consiste en que tratar a la gente del grupo como un bando más. Suerte a todos.

Miró a sus compañeros uno a uno, y salvo la vieja que de nada conocía y no sabía lo que allí pintaba, el crío se sentía como si aquello fuese Navidad. -¡Jou, jou, joOOOUuuu!- Soltó al final riéndose y mostrando todos aquellos dientes separados y recubiertos por el aparato.

-Lo que daría por un saco de clavos.- Afirmó observando con ojos entrecerrados al osito de peluche.

El muñeco exclusivo de Mattel miró horrorizado la falta de gusto en la indumentaria de aquel niño siniestro. Se preguntó en su cabeza de plástico si estaba allí invitado por alguna cosa en concreto, o porque su madre lo dejaba demasiado a su libre albedrío.

En cualquier caso, le hizo gracia que se metiera con aquel oso de peluche que olía a fresas, principalmente porque así no se metía con él.

Carraspeó un poco la garganta, y miró los hierros del aparato del niño, aunque intentó disimular su mirada y su gesto, llevándose su mano rígida hacia su pelo rígido.

—Esto… Bonita camiseta— dijo Ken, sonriendo de forma brillante, deseando que aquel muchacho se quedara embobado con su apariencia, y decidiera imitarlo comprándose un pañuelo bonito con estampado de rayas azules y verdes. Muy a la moda. Muy exclusivo. 

-Bonita cabeza.- Replicó Sid ensanchando su sonrisa que nada bueno auguraba. -Quedaría de perlas con algún cuerpo más... machote.-Terminó fijando su mirada al tatuado cuerpo de aquél deforme muñeco-bebé. Luego lo admiró con la mirada, alguien había hecho un buen trabajo con él, aunque podría mejorarlo se dijo como genio sin paragón que era. -Quizás... podría haceros el favor de una pequeña... operación. ¡Jajaja-JA!

El muñeco bebé de aspecto algo siniestro se llevó el biberón a la mano. Tras algunos ruiditos de bebé, que solo algunos podían entender se puso en pie sacándole más de una cabeza a todos los juguetes que había ahí, aunque no a los humanos. Miró al extraño niño que se estaba dirigiendo a Ken.

-Ja,ja,ja,ja. ¡¡UUUuuuuhhhh!! ¡Qué miedo! Creo que ese bebé quiere intimidarme. Ja, ja. ¡Ja!- Se giró como si pudieran escucharle y cuando se percató que no le oía, acotó la distancia para hablarles con confidencialidad. 

-Escuchad, memos. No me gustan como nos miran tooooooooooodos esos engreídos que se creen mejores que nosotros. Lo veo en sus miradas. - Confesó. -Esos es7úp!d#s mequetrefes arrogantes. Odio el menosprecio de los adultos, deberíamos darles una lección.

Dibujó una ancha y metálica sonrisa: -¿Qué creéis? ¿Estáis conmigo o contra mí?

-Levantaos de vuestras sepulturas de tierra ejército mío. ¡¡Jua, jua, jua!! Y hagamos nuestro el mundo que nos rodea.- Se puso siniestro, levantando las manos al aire en un arrebato de fantasía desbocada e imaginando ser un nigromante levantando sus zombies sedientos de venganza.

Ken mantuvo la mirada impasible, aunque no pudo evitar sentir un escalofrío en su pequeño cuerpo de plástico. Aquel pequeño niño le ponía nervioso y le daba cierto miedo. Pero, no quería reconocerlo delante de Bebote y Lotso, por lo que se limitó a cruzarse de brazos, componiendo una sonrisa irónica, y alzó una ceja con cierto desdén.

—Mira, niño malo— dijo, armándose de todo el valor que tenía dentro—. Los juguetes siempre somos los eternos olvidados— indicó, haciendo un gesto con el mentón—. Cuando vosotros crecéis, nosotros quedamos guardados en un oscuro cajón mientras el polvo nos destroza nuestros maravillosos y exclusivos accesorios. Sí, quiero venganza— dijo, firme, dando un pequeño golpe en la mesa, mirando a los ojos del crío endemoniado—. Demostraremos a esa gente que los juguetes podemos ser más que muñecos que pueden ser dejados en cualquier cuneta.

Miró a sus compañeros de mesa.

—Vamos, chicos. Es nuestra oportunidad— pidió, algo suplicante, Ken.  

-#¡¡¡OOOooooOOooohhh SíiiIIIIiiiIIIIii!!!#- Repitió con cantinela, mirándolo con los ojos entrecerrados, como si pillase la idea mientras desinhibía una enorme sonrisa. -¡¡Seeeh!! Podéis ser mucho más... Ja, ja, ja, JA, ja, ¡JA!

Apartó algunas ideas sacudiendo la cabeza. Levantó el brazo incitándoles a dar un paso al frente y chilló aprovechando el mensaje de Ken: -¡¡Hagámosles morder polvo a ellos!!

Ken se contagió del humor del niño con cara de malo. Sabía que podía hacerles lo que quisiera y demás, pero estaba convencido de que Sid estaba siendo sincero, y de que eran todos un grupo. Un grupo capaz de ir más allá de ser unos simples juguetes de plástico, y poder atemorizar a los niños como antes, hacerles vivir experiencias que nunca antes habían vivido.

El muñeco de Mattel se imaginó en un mundo rosa con Barbie, en su casa de ensueño, junto a una niña adorable, con manos limpias, libres de pegamento o caramelos medio deshechos.

—Sí, lucharemos, y venceremos— dijo Ken, convencido. Miró a Bebote y a Lotso—. Venga, todos juntos. Iremos por equipo. Nos lo merecemos. 

Se había cansado de los juguetes. Mejor dicho, como por muchos es sabido: le habían dado una lección. Pero ahora Sid tenía una nueva diversión, una nueva cruzada. Su fructífera imaginación necesitada de una vía de escape encontró que nadie era mejor apto para ofrecerse voluntarios que la gente bi-dimencional. 

No importaba el desprecio de todas aquellas miradas que podía sentir en su cogote. Él se reclinó en su silla y dejó sus manos sobre su pecho con satisfacción a un mismo tiempo que se refugiaba en su mente. No tardó su rostro a dibujarse: una sonrisa.

Mientras. Ken lanzaba su discurso al resto de juguetes esperando que se uniesen a la causa, algo que debía alegrar mucho a aquél niño tan creativo, porque de imaginarse hacerse el poder entre los que allí estaban, pareció provocarlo una gran y profunda risa. -Ja, ja, ¡JA!

Madame Mim aplaudió el entusiasmo y se hizo diminuta-diminuta hasta quedar a la par de Ken

UUUUUH hihihihihi - Cogió al muñeco por los brazos y se rodeó con ellos - Hola bombonsitooo

¿¿ Qué desís que os mereseis ??

Pestañeó varias veces al ver a aquella mujer mayor abrazándolo. Tragó saliva con dificultad, y quiso separarse de ella, pero, ante todo, era un caballero. Pensó en Barbie, y se esforzó en sonreír.

—Pues… Pues nos merecemos respeto— dijo, dubitativo—. Y ganar. Ganar por fin— añadió, algo más decidido.

Miró a la mujer, y a los demás juguetes, así como al niño del aparato. Eran un grupo muy versátil y polifacético. Podían hacer muchas cosas, y si aquella mujer era una bruja seguro que podían llegar lejos.

—Ganaremos— repitió, convencido—. Podemos hacerlo.  

No solo nos lo merecemos mi querido Ken - digo amablemente con una sonrisa mientras pongo mi brazo de peluche sobre su hombro y recorro con la mirada a los demás, no solo a los juguetes, también al niño horripilante y a la bruja que parecía puesta de LSD - Lo haremos!!

Tengo un pequeño plan que puede ayudarnos, se me ha ocurrido que la mayoría de este pequeño grupo parecemos inofensivos con respecto a los de otras mesas, quizá con la excepción de la señorita aquí presente - señalo con mi zarpa a la bruja - propongo usar este aspecto a nuestro favor, atancándo a los demás cuando menos lo esperen

-Sí, sí, ¡SÍ!- Las palabras del osito afresado le habían conmovido, y Sid, tras acompañar su euforia golpeando con los puños en la mesa, se levantó movido por el entusiasmo.

Se detuvo ipso facto al darse cuenta del espectáculo que podía haber montado, miró a uno y otro lado hasta percatarse que nadie había reparado en él y volvió a sentarse. Por suerte, no llamó mucho la atención ya que los "grandes" parecían enfrescados en sus propias conversaciones, sus alardes, sus reproches, y sus hipócritas alabanzas. No les tenían muy en cuenta, más bien nada (quizás con la excepción de Madame Mim). Pero, como decía Lotso, ésta era su mejor baza.

-Por mi lado, de cara a... la galería seguiré amenazando la seguridad de todos los juguetes... - Se quedó pensativo recordándo viejos tiempos durante un momento, y luego como si volviera a sus cauces siguió como si nada. -Así no creerán que vamos reclamando un derecho que nos hemos ganado igual sino más que estos engreídos. Pero, aquí todos juntos. Causaremos su caída. Ja,JA, jJAjJAjjajaja, jJAjJA ¡Ja!- Su risa diábolica, frenada de pequeñas pausas para llenar sus pulmones de más aire, habría hechop erizar el pelo a más de un peluche si siguiesen siendo esos su presa.

En cuanto volvieron a reunirse el grupo, ese estaba más menguado y Sid no parecía tomarse aquello a bien.

Con grosería y soltando una palabrota golpeó la pared de un puntapié, con tanta rabia que estuvo un rato al suelo quejándose por el dolor acaecido en los magullados dedos. -Se han cargado a uno de los nuestros. Y por si fuera poco, ¡nadie dice nada! Todo es "Oh, Maléfica", "pobreeee maléfica" y "con ella se fue uno de los mejores."- Escupió al fin con indignación. -¿Cómo se atreven? Nos menosprecian, y no les importamos una soberana m!3%&@ lo veo en sus ojos.- Se quejó impotente y con un rayo de furia brillando en sus ojos. Tenía los dientes apretados, mostrando sus aparatos, y la nariz hinchada, cualquiera hubiese dicho que estallaría en cualquier instante. -¡¡Pues he votado a la pija!!, algo habrá que hacer, y luego veremos... veremos... ja, ja, ¡JA!- Odiaba muchísimo a la mayoría de los villanos engreídos que ahí se habían reunido.

Pestañeó varias veces al ver al niño tan encolerizado. Pero, Ken debía de darle la razón. Todo el rato se estaba diciendo y lamentando la pérdida de aquella bruja, pero no del pobre Bebote, que no tenía culpa de nada.

—No nos respetan— murmuró Ken, algo apesadumbrado.

 Sin embargo, en su interior le hacía gracia que estuvieran los malos quejándose de quién podía haber sido porque lo importante de aquello no era quién había sido, sino quién no había decidido salvar a Maléfica, porque a Ken le constaba que había gente que podía traer a la vida a un muerto.

—Los malos son egoístas— dijo con voz firme, aunque sin dejar su tono aterciopelado—. No han querido traer de vuelta a la bruja. Prefieren salvarse a sí mismos— se llevó una mano a la barbilla, como si meditara—. O quizá, es que no hay nadie en el grupo de Maléfica  que pueda salvar. Si es así, aquel que puede salvar está en otro grupo y, o bien es malo y quiere guardarse su don para él mismo, o bien se la está guardando para alguien de su grupo. Si es esto último, tenemos una prueba tangible de que no somos los únicos que queremos nuestra propia supervivencia. 

-Cada vez menos.- Declaró viendo las sillas vacías del lugar donde ellos se encontraban.

-Está claro que, como dice nuestro... nuestro amigo Ken, van a por nosotros. A por nuestro grupo.-  Secundó Sid en la intimidad de la mesa cuando volvió a sentarse. -Lástima no tener poder para hacer volver a los caídos y darles un rapapolvo a todos entre todos los que aquí estamos a esos seres de cutis definido y esa estirpe engreída. En fin.- Dijo el niño con desazón. -Espero que tengáis más suerte, aunque viendo los votos que acumuló Madame Mim y siendo Ken otro juguete...

La suerte estaba echada, que ellos eran su objetivo estaba claro, irían a por ellos de forma tenaz y despiadada, sin tener oportunidad de hacer nada. Y, a pesar de sentir rabia e impotencia, poco más podía hacer que defenderse como lo había hecho.

-Cuidaos mucho de los del grupo uno y cuatro, como dijo Ken. Son los enemigos. Si hay asesinos ávidos de eliminar a villanos estarán ahí. Nos han despreciado, siempre lo han hecho y no podían aceptar que formásemos parte de esta reunión.

Hihihihi - Mim alzó sus dedos - Bubú binky ber- Unos colores purpúreos volaron suaves hasta Lotso que se vió agrandado hasta los dos metros de altura y cuyo bastón se volvió un rudo bastón de metal - Así podemos asustarles Hihihihihi

Ken escuchó las sabias palabras de Sid. El torturador de juguetes estaba siendo el más sensato de aquel grupo roto y desmenuzado. Querían verlos muertos, deshechos, abandonados.

—Pobre Lotso— murmuró Ken, aunque, ciertamente, si hubiera estado en la dicotomía de elegir entre la salvación de Lotso y la de Barbie, Ken sabía perfectamente con quién querría reunirse en la casa de ensueño.

Suspiró profundamente, casi de manera teatral, y miró a los ojos de Sid.

—Espero que te puedas salvar, niño— dijo, algo apesadumbrado—. Eres bueno. Yo lo sé.

La cabeza de plástico de Ken se giró al escuchar las palabras sin sentido de aquella bruja. Arrugó la nariz lo que pudo, y Ken perdió su calma habitual.

—¡Bruja!— espetó de manera repentina—. No haces nada para ayudarnos. ¿Qué eres? ¿Qué te pasa? ¿Por qué te comportas de esa manera?