Partida Rol por web

Los nudillos de Sean resonaron por todo el pasillo desierto, haciendo acallar las voces que provenían del interior del despacho. La puerta se abrió mostrando a un Priskus sonriente como siempre. 

— Buenos días profesor Nash, pase por favor. Tome asiento.—

En la habitación unos cuantos magos miraban con curiosidad desde sus cuadros y en absoluto silencio a Sean, mientras Delford recogía una bolsita con polvos que tenía en la esquina de su gran escritorio, cerrando el pequeño saco y guardándolo en una estantería de cristal que custodiaba multitud de artefactos de desconocida utilidad.

— ¿Que tal van las clases? Confío en que los alumnos estén disfrutando de su metodología y que usted esté cómodo entre sus compañeros.  —

Bien - respondo mientras tomo asiento e ignoro a los demás magos, dado que no han saludado como es costumbre -. Progresan con algo de lentitud, pero es normal cuando se están estableciendo las bases de una mente no lineal. Algunos ya han comenzado a destacar e incluso en el peor de los casos solo estamos una clase por detrás de lo que el programa preveía. Posiblemente en un mes logremos estar una clase por delante y para final de año podamos dedicar las últimas cuatro semanas a preparar a los estudiantes para el siguiente año.

— Bien bien, me alegro. — El director miró a los cuadros. No hizo falta más y uno por uno todos los protagonistas de los mismos fueron abandonándolos hasta que finalmente estuvieron totalmente solos.

— Ahora que no hay oídos en las obras de arte. Me gustaría conocer su opinión sobre la señorita Triss Vallence^[1] señor Nash. —

Asiento a su pregunta y lo pienso durante un par de minutos.

Filosóficamene es interesante - admito -. No se puede negar que hasta cierto punto su forma de ver esta cuestión en particular es correcta. Es innegable que nuestro secreto tiene un valor intrínseco. Nadie va a sacar hogueras a la calle si no saben que existen las brujas. Sin embargo esa es una forma de pensar cortoplacista, más aún en los tiempo que corren para los muggles.

Pensemos, por ejemplo, en las cámaras. No se han diseñado hechizos que eviten de manera sostenida que una persona pueda ser gravada. Sí, tenemos las prohibiciones de hacer uso de nuestros poderes fuera de determinados espacios, pero eso no es más que un parche. Estamos negando el problema evitándo que este pueda llegar a producirse, pero negando al mismo tiempo nuestra propia libertad. Eso ya desde un punto de vista puramente egoísta.

Por un segundo, planteemos qué pasaría si nos revelásemos respecto a qué pasaría si nos revelaran. Imagine que entra un hombre en su cocina con un cuchillo en la mano. Si saluda con una sonrisa y dice que viene a dejarle ese cuchillo que la semana pasada se prestaron sus parejas usted no tendría, en principio, la sensación de necesitar defenderse. Por el contrario, si ese mismo caballero es sorprendido con ese mismo cuchillo en su casa muy posiblemente sea percibido como una amenaza. Tarde o temprano seremos descubiertos ¿será mejor saludar o que nos sorprendan con un cuchillo en la mano?

La gente encuentra más fácil quemar personas cuando ya se ha hecho recienemente, no quema personas a las que no teme y teme mucho menos a lo que conoce. Puede que esto salga mal, pero saldrá mucho peor si nos atrapan.

— Interesante. Me gusta su forma de pensar. Coincidimos bastante. Sin embargo... usted es americano. Y mucha gente cree por ello que compartirá las ideas de la señorita Vallence. Me alegra comprobar que no es así. —

Priskus sacó unos pergaminos escritos a mano de unos de sus cajones y los dejó sobre la mesa.

— Como quizá sepa, Vallence estudió en el Instituto para brujas de Salem. Siempre ha sido conocido por sus ideales cerrados en cuanto a la comunicación del mundo mágico a los muggles, así que no fue una sorpresa que una de sus estudiantes los tomara como propios. Quizá si fue algo inesperado que se postulara como candidata al ministerio de magia desde luego, pero lo que realmente es desafortunado son una de serie de filtraciones que han llegado a mi poder del propio instituto, y que parecen implicar directamente a la señorita Vallence —

El director empujó los documentos hacia el lado de la mesa de Sean sin levantar la mano de los mismos.

— He conseguido que El Profeta retrase la publicación de los mismos hasta darles veracidad. Y ahí es donde creo que podría ayudarme —

Finalmente levantó la mano y con un gesto invitó al profesor Nash a leerlos.

Es interesante - respondo tras leerlos concienzudamente -. Aunque anda de esto será comprobable desde Inglaterra y dudo mucho que me dejen entrar en una escuela en la que se prohíben los profesores masculinos.

Una serie de muertes en el instituto que comenzaron con la llegada de Vallence a la institución y que finalizaron inmediatamente después de su vuelta a Europa es algo sospechoso. Más aún en un lugar en el que la cantidad de alumnas es tan pequeña.

Desde luego esta es un arma de doble filo - desarrollo mis ideas -. Supongamos que esto es cierto pero que vuestra compatriota resulta ser inocente. La opinión pública diría que se está tratando de usar una tragedia en contra de una de sus víctimas. Posiblemente hasta subiría en las encuestas. Deberíamos investigar tanto su veracidad como el hecho de que realmente sea ella parte del problema y no únicamente una víctima que salvó la vida.

De pronto levanto una ceja mientras repaso alguno de los detalles.

Puede que podamos sacar detalles de esto en el propio pueblo - añado con una sonrisa maliciosa -. Pero para eso antes tendremos que esperar a que llegue el momento de que nuestros alumnos se enfrenten a la prueba.

— Estoy absolutamente de acuerdo en que el mejor momento será durante la prueba, pero mientras tanto no podemos quedarnos de brazos cruzados me temo —

Delford recogió los documentos una vez Sean los hubo leído y con un golpe de varita una cuerda se cerró alrededor de las carpetas terminando con una especie de chispa de la que salió un fino humillo que se difuminó en el ambiente. Seguidamente los guardó en uno de los cajones.

— Creo que es usted el candidato perfecto para presentarse ante la señorita Vallence profesor Nash.Durante esta semana tendrá lugar el torneo. Y finalmente se ha decidido que no se darán clases en ninguno de los centros con el fin de que los alumnos no pierdan ninguna, pero también para celebrar las pruebas en cada institución como se merece el evento. —

Se recostó en su silla.

— Tengo plena confianza en usted, por eso le encargo esta misión. Necesito que averigüe lo que sea posible durante esta semana de Triss Vallence. —

Entiendo la urgencia de sus necesidades, sin embargo comprenderá que nuestra conexión es nula - explico -. Que en estos momentos en particular me acercase a ella resultaría muy sospechoso. No se deben adaptar los actos a las necesidades, sino a las posibilidades. Por mucho que desee que algo tenga lugar, no puede esperar que por arte de magia todo sea posible, ni siquiera en nuestro mundo.

Claramente esta señorita no es una advenediza con suerte, sino una persona con las suficientes capacidades como para sobrevivir en el mundo de la política hasta llegar a ser una candidata sólida a un puesto de importancia. Su propia premura en averiguar indica que usted mismo es consciente de este hecho. Por tanto, debo respetuosamente indicarle que lo que me pide no es posible en los términos que plantea.

Puede llamar a otro, si así lo desea - le invito a hacerlo -, o dejarme llevar la investigación de forma apropiada. Sus palabras me dicen que es consciente de que soy la mejor opción y, por tanto, que tengo perfecta noción de lo que hablo. Por supuesto se puede quedar con la segunda mejor opción, y tendría mi absoluto silencio respecto a este asunto, pero no le recomendaría un investigador que acepte los términos que usted me plantea. No sabría hacer bien su trabajo si aceptase.

Espero a que tome una decisión, aunque tengo bastante clara su decisión final.

Delford sonrío ante las palabras del profesor, asintió.

— Muy bien. Dejaré que lo haga a su manera profesor Nash. Sin embargo, además de precaución, he de aconsejar... premura. Tenemos poca información por ahora, y eso sin duda... lo que más me preocupa. —

El director se levantó y tendió la mano a Sean.

— Muchas gracias por aceptar este... trabajo profesor. —

Es un placer - respondo dándole la mano -. Ahora me retiro a trabajar.

Ya de vuelta en mi despacho y con la seguridad de que nadie puede escucharnos al poseer el mismo un hechizo de silencio me dispongo a abrir un portal a través del espejo con Providence.

Buenas noches - suena la voz de un hombre ya entrado en años, aunque aún con la fuerza que da el ser poseedor del don de la magia -. Una hora interesante para llamar. ¿No deberías estar ya durmiendo?

Siempre me decías que la mejor forma de que nadie te tome ventaja es trabajar incluso cuando los demás descansan - respondo mientras paseo por la habitación, pues el espejo transmitirá lo que diga incluso sin estar frente a él -. Eso hago.

Excelente - responde mi viejo amigo -. Cortesías y conversaciones filosóficas aparte, imagino que no me llamas por razones sociales. Menos aún a través de una línea segura. ¿Qué necesitas?

Información - respondo resumiendo mis requerimientos -. Se oyen cosas muy preocupantes sobre nuestra futura ministra de magia, de su época como estudiante, y me gustaría saber qué ha de verdad en esos insidiosos rumores.

No fue alumna de nuestro colegio, como bien sabes - replica, aunque en su voz se nota que es más un formalismo que un problema insuperable.

Precisamente por eso sospecho que tendrás la mejor información - concluyo, dejando claro que conozco bien la política que existe entre ambos colegios.

La profunda risa que se oye al otro lado me lo confirma.

— Siempre me ha encantado tu sentido del humor y tu perspicaz forma de expresar las cosas Sean — Tras las risas, el hombre al otro lado del espejo desapareció. Parecía estar buscando algo en un armario o archivador por el ruido y finalmente apareció de nuevo. Tenía en sus manos una pequeña carpeta que abrió y sacó dos folios de la misma.

— Esto es todo lo que tenemos sobre Triss Vallence. — Agitó las hojas, recalcando lo escaso que era. Y eso, ciertamente, era muy raro. — Superó con notas excelentes todos los cursos. No hubo quejas contra ella por mal comportamiento ni tampoco ninguna amonestación. Una alumna modelo, sin duda. — 

Dejó una de las hojas sobre la carpeta que había dejado a un lado. Miró la otra hoja y sonrío con la mirada fija en ti.

— Esto, quizá te resulte más interesante. En efecto... los incidentes ocurrieron durante la estancia de Vallence en el colegio, y finalizaron con su marcha. Lo que también finalizó con su marcha es el club al que se unió en su primer año. "Brujas por la verdad". En su tercer año la entrada al club quedó cerrada, no admitiendo nuevas estudiantes y a su marcha se consideró oficialmente cerrado por falta de nuevos miembros. —

Dejó también el segundo folio y se encogió de hombros.

— Y no hay nada más. Estamos tratando de conseguir más información del club pero... no es fácil. Casi todas las estudiantes del mismo año de Vallence se encuentran ahora en puestos de cierto poder o aspiran a ellos. —

Eso es más que suficiente - respondo con una sonrisa pícara -. Con esos datos tengo lo que necesito para asegurarme de que no estoy equivocado con la joven Vallance.

Tras unos minutos más de conversación intrascendente y compartir algunas noticias sobre las familias y algunos intercambios sobre técnicas docentes, como ya es costumbre, despedimos la conversación y al instante preparo la siguiente etapa de mi plan.

Ahora hagamos algo de magia - comento para mí mismo.

Tomo la conversación que acabo de tener y la fragmento en el pensadero para extraer de ella únicamente la última frase de la conversación, en la que he tenido buen cuidado de decir claramente el apellido de mi presa. Tras esto la cocino para que parezca tomada sin mi consentimiento y con el absoluto cuidado de que no se vea la imagen del espejo. Ya con la imagen preparada la coloco en un continente adecuado para su traslado y me encargo de que sera enviado al círculo de la candidata.

Ahora solo hay que esperar a que piquen los peces.