Visita a los muelles

Habían pasado  cuatro largos meses desde el asunto de la señora McIntire y el ruso, sumidos en un caluroso julio que golpeaba la ciudad sin misericordia alguna. Era un verano algo agitado, y no solo por el calor, en los muelles había problemas cada pocos días entre los sindicatos y los obreros de la zona portuaria descontentos con la labor sindical de sus representantes, y para colmo se acercaban elecciones sindicales. Por lo demás, las cosas marchaban con tranquilidad, a pesar de que los roces entre la familia Masseria y los hombres de Maranzano eran cada vez más frecuentes. 

Una calurosa mañana, Luciano les convocó a Scarpato's, en el despacho que ya conocían bastante bien de visitas anteriores, y una vez allí les ofreció un café antes de ponerles en antecedentes. Era curiosa la diferencia entre Costello, siempre alegre, sonriente y ofreciendo un trago, y Luciano, más serio, reservado, sobrio y con aquella mirada asesina que incomodaba hasta a un gigante como Carisi. 

—Como bien sabéis, los muelles son una zona básica para nosotros. Buena parte de nuestro porvenir está en función del control que tengamos sobre los puertos. Dentro de un par de meses se celebran elecciones sindicales y nuestros hombres en el muelle, digamos que no están en su mejor momento —la mueca que se dibujó en su rostro evidenciaba que aquello no era de su agrado—. Un grupo nuevo está intentando ocupar el puesto de los nuestros con una serie de ideas revolucionarias que no nos convienen nada —ya habían escuchado de esas ideas que mencionaba Luciano, el comunismo y otras ideas utópicas semejantes en las que se suponía que todos los hombres eran iguales—. Haréis una visita a la zona y convenceréis a la gente de que donde mejor están sus votos es con nuestros hombres, que ellos son la mejor elección que pueden hacer. Además de darles un escarmiento a esos advenedizos. Si necesitáis algo en particular podéis dirigiros a Albert Anastasia, que es nuestro hombre dedicado a los asuntos de los muelles y los sindicatos. 

La reputación de Anastasia le precedía, era el jefe del llamado Escuadrón de la Muerte, nombre que se ganó después de haberse encargado de algún que otro problema que molestaba a los jefes. Anastasia era un tipo duro, un bruto que prefería solucionar las cosas por la fuerza que usando la palabra, y se decía de él que era bastante impulsivo y que no convenía estar cerca suya cuando se ponía nervioso. 

—Desgraciadamente algunos reveses han puesto a alguno s de sus hombres entre rejas —explicó Luciano—, y algún otro está siendo vigilado bastante de cerca, así que no podemos arriesgarnos a involucrarlos en esto, al menos de momento otros deberán encargarse del asunto. Y esos sois vosotros.

A pesar del tiempo que llevaba en aquel negocio, Luciano le seguía imponiendo. Su porte, ese aspecto de estar siempre cabreado, pero comedido a la vez...le inquietaba sobremanera. Pero con el tiempo, había aprendido a controlar sus nervios.

-Así se hará-contestó con determinación-Ya he tenido algún contacto con esa gente...los comunistas. Nada bueno. La cuestión será buscar a los listillos que se dedican a esparcir su mierda entre los trabajadores y dejarle claro quién manda aquí  Nos podemos infiltrar para intentar localizar dónde se reúnen y a partir de ahí, actuar. Y respecto a Anastasia, nos podría venir bien contactar con él previamente para ver qué sabe. 

Eran tiempos de conflicto.* Nueva York se revolvía bajo el calor y los bajos fondos más que nada. El grupo disfrutaba de su nueva buena fama y parecía que el asunto McIntire había llegado a feliz término.

Sal pasó aquel tiempo ocioso, perdiendo algo a las cartas, ganándolo en las carreras. Cuándo fue convocado de nuevo se puso sus mejores galas (un traje de franela marrón y solapas verdes algo extravagante, y nuevo nada menos) y se presentó en Scarpato's contento, con su tonta sonrisa pintada en el rostro y saludando a diestro y siniestro, remarcando el acento siciliano.

Intervino después de Filippo.

-Convencer o... Convencer? El tono de Sal daba a entender que quería aclarar los matices del término y evitar las diferentes interpretaciones que se podía dar a una orden así en el momento de la verdad. -Escarmiento o... Se interrumpió. Sal a veces se ponía pesado, y lo sabía.

Un nuevo tercio de año había transcurrido desde el affair de la mujer del ministro y el ruso... Lo cierto es que ese tema dejó buen regusto a los jefes sobre el buen hacer de los muchachos. Y Luigi era uno de ellos... No podía quejarse...

Había participado en un par de carreras tontas a nivel de barrio, con la promesa de poder participar en una de ámbito global en la ciudad... Por ahora eran coches del taller... No podía hacerse con uno... La suerte no llegaba para todo... Consiguió un 2º y un 3er lugar, lo cual no estaba mal para competir con coches de serie...

Por otro lado, su buen hacer le granjeó una mejora de la reputación dentro de la familia, y de algún modo algo se reflejaba en el inmediato entorno...

Un día recibieron aviso de presentarse ante Luciano. Donde siempre... había nueva misión... Y por lo que entendió, esta no sería tan pacifica como la anterior... Las ordenes las estaba dando el mismo Luciano, un hombre tosco, serio y con un perfil que asustaba a mas de uno. Luigi no le tenía miedo, aunque era consciente de que era un tipo peligroso, pero si le tenía respeto... Se lo fue ganando poco a poco. no era el Gran Jefe, pero como si lo fuera, así que tratar con él directamente, siempre era algo ha destacar...

Ok, Luciano. Nos esmeraremos en conseguir resultados satisfactorios... Les mostraremos que con nosotros, están más seguros, ellos y sus familias...Y que podemos garantizarles el trabajo si apoyan a nuestros hombres del sindicato... 

Chicos, no se que tal andarán los irlandeses por el puerto, pero seguro que están intentando meter las narices en territorio "prohibido", me juego 5 pavos... Si es así, habrá que mear en las farolas y marcar territorio, y que los obreros tengan claro quien manda allí...

Para sorpresa de sus compañeros, el gigante se había cuadrado más que en su breve estancia en el ejército, hasta el punto en que parecía que le habían insertado una bandera por donde no da el sol. Y es que Amadeo estaba acostumbrado a no ser el gallo del gallinero desde que había entrado a formar parte de la familia Genovese, pero si había un hombre que conseguía hacerle sentir como una media mierda con tan solo una fulminante mirada, ese era Luciano. No se atrevía ni a hacer chistes delante suya.

Pese a ello, no se le había escapado que aquella era una misión importante. Estaban escalando puestos dentro de la familia y se notaba. Que alguien como Luciano les confiase algo tan delicado le hacía sentir una mezcla de orgullo y el más puro terror.

—Escarmentar a idealistas es mi especialidad —dijo, intentando mantener su fachada de tipo duro que puede arrancarte las muelas de un derechazo.

Luciano miró a Sal con una mirada que le hizo tragar saliva, no le gustaba andar repitiéndose ni ser demasiado explicito con sus órdenes. Sabía que por cosas como esas le podían enviar a uno a la cárcel, y también que había soplones por ahí que siempre estaban intentando que los jefes fueran lo más detallistas posibles con las órdenes que daban, especialmente por teléfono. Luciano estudió a Sal con lentitud, probablemente preguntándose si era de ese tipo. 

—A los que tienen que votar no les toquéis ni un pelo. Pero hacedles saber a quién tienen que votar. A los otros escarmentarlos. Y cuando digo eso ya deberías entender a qué me refiero —dijo con voz gélida. 

Las palabras de Luigi parecieron reconfortarlo, asintió con la cabeza y mostró una pequeña sonrisa. Luigi lo había pillado al vuelo, tanto lo que Luciano quería que se hiciera como lo de los irlandeses. También le gustó la actitud que mostraba Carisi, siempre dispuesto a golpear a quien se lo pidiera. Hombres como él eran necesarios en aquellos turbios días.

—No andas desencaminado —Le dijo a Luigi—. Esos borrachuzos son los que están dando problemas. Pero Albert os podrá dar más detalles si contactáis con él. Tomad. 

Luciano colocó en su impoluta y ordenada mesa una hoja que tenía una lista de nombres, por un lado estaban los representantes de la familia, con Anastasia a la cabeza, y por el otro los opositores, de los que solo se sabía que eran irlandeses y que ocupaban un local en el que celebraban sus reuniones, cerca de las dependencias de aduanas.

—Podéis empezar visitando esta noche el local de esta gente y escarmentarlos. 

Aguantó la mirada de Luciano cómo mejor pudo, y no fue poco para su pusilanimidad habitual. Docilidad, casi dulzura terneril había en sus ojos, pero también algo más. El temple que da tener un muerto a sus espaldas a cuenta de la organización.

-Bueno, pues está todo dicho... Iremos a ver a Anastasia, no es eso, chicos?

A Filippo no le sorprendía que Luciano le ignorase. Se decía de él que era astuto, pero parecía más dado a la acción directa, rápida y contundente que a planes elaborados. Parecía que podrían ir descartando eso de infiltrarse. 

También se había acostumbrado a saber cuándo quería que una conversación terminase. Y eso había comenzado a suceder cuando les indicó por dónde debían empezar.

-Va bene. Andiamo. Buona sera.

Tras despedirse salió de la habitación y esperó a estar con el resto antes de decidir qué hacer. 

-Podemos acercarnos a echar un vistazo por la tarde. Tomar algo, escuchar...y luego por la noche les enseñamos cómo nos las gastamos.

Luigi, asintió cuando su primo y Sal dieron por concluida la reunión. Si bien eso era menester de Luciano, todos sabiamos por sus palabras que ésta había concluido.

Gracie mile por la confianza puesta en nosotros, jefe...

Una vez fuera de la habitación de Lucky, el mecánico le contestó a su primo:

Te olvidas de algo primo... Al igual que nosotros podemos olerles y saber que son borrachos pelirrojos irlandeses, ellos algunos, los más astutos podrán percatarse de que somos italos... Creo que ir, es ponerlos en alerta... 

No parece que Luciano desee que nos andemos con rodeos, a recalcado degustando las sílabas, lo de "escarmentarlos". El tema está en no pasarse de la raya, para no convertir esto en una "vendetta" constante...

Me da a mi que será buena cosa conseguir información de Anastacia.

—Entiendo tus reparos, Luigi, pero Luciano ha dicho que podíamos empezar por acercarnos al local a escarmentar a esos sindicalistas. Podemos empezar por Anastasia si queréis, pero el cuerpo me pide algo de acción.

No estaba pidiendo permiso, sino más bien hacía una sugerencia de manera enérgica. Podían notar como los músculos de Amadeo se tensaban estirando el sufrido traje italiano del gigante.

—Pero tranquilo, no me pasaré de la raya a menos que me provoquen. Dudo que tengan a alguien que valga más de media mierda. Un par de piernas rotas deberían bastar para hacerles entender nuestras peticiones.

Como ya sabían, los muelles eran la zona con mayor actividad de toda la ciudad. Los policías que allí patrullaban estaban todos untados por Anastasia, haciendo la vista gorda a la mayoría de las acciones de los hampones; siempre y cuando éstas no fueran excesivamente llamativas, ya que tal era el acuerdo alcanzado. 

No tardaron en localizar el local desde el que Anastasia dirigía sus operaciones en el muelle y organizaba a los sindicalistas que les eran afines. Al preguntar por él, y presentarse como gente de Luciano, un tipo pequeño con cara de ratón les condujo hasta él. Anastasia era un hombre de unos veintisiete años, obeso pero a la vez corpulento, alto y con esa fama de tener un carácter bastante impulsivo y carecer del don de la palabra. Deficiencias ambas que suplía con una desmedida brutalidad.

Al ver a los recién llegados, Anastasia se mostró complacido con la llegada de los nuevos refuerzos, especialmente por el tamaño de Carisi. 

—Ah, vosotros sois los que iba a mandar Luciano. Bien, bien. Carne fresca —soltó una fuerte carcajada que retumbó en la habitación—. Bien, mirad, el problema es este. Tenemos localizados a los votos disidentes, pero cada vez que hablamos con uno de ellos, esos irlandeses de mierda lo convencen de lo contrario. Tenemos que acabar con eso. Y para colmo, nos falta gente. Menos mal que Lucky os envía a vosotros. Podéis pasaros esta noche por el local de esos payasos y dejarles claro que tienen que perder estas elecciones. Os diré cuál es su tugurio. 

—La caballería ha llegado —anunció para tranquilizar a Anastasia.

Estaba ansioso por poner en su sitio a un puñado de ruidosos irlandeses. El único inconveniente que podrían tener era la inesperada aunque posible aparición de armas de fuego, aunque dudaba que unos sindicalistas estuviesen tan preparados.

—Iremos al tugurio ese a dejar las cosas claras, ¿tenéis algún plan? —preguntó mirando a sus compañeros.

Filippo escuchó con atención. 

-¿Dejárselo claro en plan hablar con ellos y asustarlos o algo más directo y contundente?¿Qué tal tirar un par de bombas incendiarias dentro y apalear a los que salgan?

En realidad estaba tanteando a Anastasia, a ver cómo se las gastaba. Sabía que Luciano apostaría por la segunda vía pero aunque fuese él quien mandase después de todo, Anastasia merecía un respeto. 
 

Un escarmiento es un escarmiento, pero los muertos no necesitan escarmientos, así que no hay que llegar tan lejos. No esta vez... Somos gente razonable, a que si? Es decir, que vamos a tratar de que salgan vivos y entiendan que han de buscarse otro lugar donde meter sus pezuñas y su alcohol...pero lo suficientemente "calentitos" para que se lo piensen antes de querer subir la "apuesta". Amadeo, que tal se te da sacar el "polvo" de las "alfombras"? jejeje.

Estaba clara la referencia de atizar a los irlandeses como esteras, para quitarles las ganas de tomar represalias... A eso deberíamos añadir que si pensaban en una venganza, la próxima vez, no vendríamos 4 con las manos vacías, si no un "ejercito" con más plomo y fuego del que sus cortas seseras podían imaginar...

Pero, las cosas son como son, y esta zona la conoce Anastasia como nadie, así que sus consejos serán de gran ayuda. Como cree usted que es la mejor manera de proceder para llevar a cabo el deseo de Luciano?

Poco cabía añadir por parte de Sal a lo que sus compañeros habían comentado. Se hizo con un mondadientes de un palillero que había en el local de Anastasia y se dejó llevar. Los otros ya sabían que era un escuchimizado que confiaba menos en sus músculos que en su revólver cuando venían mal dadas, así que no sería él quien llevará la voz cantante, ni con las amenazas ni con los golpes.

Ojalá todo se quedara en eso. En golpes y amenazas.

Anastasia negó con la cabeza la propuesta más violenta de Filippo y después asintió a las palabras de Luigi. Nuevamente Luigi había comprendido perfectamente lo que se esperaba de ellos. Anastasia no consideraba que fuera necesario quemarles el local, al menos de momento.

—El ragazzo tiene huevos pero de momento vamos a probar por la vía diplomática —dijo pronunciado aquella palabra con cierto retintín—. Aunque si se ponen gilipollas no me parece una mala idea. Nada convence mejor que el fuego, de eso no hay duda. Pero ahora calma, vais, les explicáis como está la situación y si hace falta sacudir el polvo de sus trajes, se sacude —añadió mirando a Gigante. 

Anastasia les indicó cuál era el tugurio de los sindicalistas opositores, un pequeño local cerca del edificio de aduanas en el que, según les dijo, se reunían cada noche varios de sus dirigentes para tratar las acciones que llevaban a cabo. Normalmente, les dijo, no solía haber más de cinco o seis tipos, por lo que ellos solos se sobrarían para realizar el trabajo. Tras aquello les despidió y les deseo suerte, y fue a atender otros asuntos que requerían de su atención. Se dispusieron entonces a vigilar el local, que se mantuvo tranquilo y vacío durante el resto del día. 

Al caer la noche, tal y como les había dicho el mafioso, el local de los sindicalistas comenzó a tener actividad, hasta que se terminaron reuniendo cinco tipos. Cuando el grupo decidió proceder, tres de ellos se encontraban dentro y otros dos se encontraban en el exterior junto a al puerta, fumando y charlando sobre la liga de béisbol, quejándose de los últimos resultados de los Yankees. Según lo que habían visto, los que estaban dentro del local no suponían ninguna amenaza, pero aquellos dos tenían pinta de haber visto más calle. 

Se acercaron con paso calmo hacia la puerta. Sal se colocó en segunda fila, palpando la culata del arma mientras miraba a los lados, viendo si la calle estaba despejada. Susurró a los de delante:

-A lo mejor nos conviene deshacernos de esos dos por las bravas, que parecen más brutos. Dejarlos K.O. antes de abordar a los otros dentro. Queréis que intentemos alejarlos de aquí con algún truco, o lo hacemos aquí mismo? Como que queremos venderles algo, o que detrás de nuestro coche le están dando una paliza a un irlandés o algo así...

Amadeo lanzó una mirada afilada a Salvatore.

—¿Sabes, Sal? Yo conozco un truco muy bueno. Un par de caricias y les hago desaparecer los dientes, un clásico. ¿Procedo?

Con 2 neumáticos viejos, podríamos dejarlos maniatados, jejeje, una rueda bien encajada los dejará con los brazos bien "listos" jejeje. Claro que eso es justo después de que Amadeo practique un poco de "pim-ball" con sus caretos... Hay que ser rápidos y concisos... Si hay mucho jaleo, los demás se enterarán y podemos tener lio... Yo comprobaría si hay una salida trasera primero no?