Partida Rol por web

La descripción que hizo Rosie del interior hizo fruncir el ceño a Salvatore.

-Qué raro. Nadie, en la tienda, fruta caída... ¿Pero tú viste entrar a alguien, Luigi? A ver si Genaro te oyó husmeando y simplemente se asustó...

Cuando el mecánico lo aclaró, se dio cuenta de que había supuesto que Genaro se habría hecho con apoyo extra, pero nada parecía indicarlo. Se sintió ridículo, y se le notó, farfullando en su confusión; pero se le pasó cuando Luigi propuso hacerse una especie de armadura. Alzó una ceja, perplejo.

-No hará falta lo de la chapa, Luigi... Si está cerrado, no hay nada que preguntar. Yo mismo me atrevo a romper el cristal, porque no sabría forzar la puerta, y entrar por delante. Si me disparan, espero que te sirva como excusa para ser contundente. La verdad, espero que si quieren apuñalarme o darme una hostia también te baste -sonrió forzadamente-. Eso sí, esa especie de bombas de las que hablas vendrían fenomenal en caso de problemas. Y la palanca también, claro para ir por detrás, aunque si se han encerrado no creo que quieran salir. Si vas por eso, por mí, te esperamos, y se las metemos por delante mientras forzáis por detrás. Y no, si hay tiros no nos veremos hoy, si os parece, ni en Rocco ni en ningún sitio, un par de días sin asomar los hocicos no estarían de más; que uno lleve lo imprescindible a Lucky y listo. Diría que Luigi, si se hace cargo del coche.

Miró a Filippo y a Enzo, expectante. -¿Quien vendrá conmigo?

-Pues la verdad es que la idea de la chapa no parece mala. Estoy seguro que lo que sea que  prepare Luigi será funcional. Y el...gas ese, podría darnos una ventaja considerable. En cualquier caso, creo que sirva de mucho preguntar. Está claro que nos están esperando y no con los brazos abiertos así que sigo pensando que lo mejor es obligarlos a salir si no con humo, usando ese gas.

Filippo se encogió de hombros. 

-Sea como sea, tenemos que tomar una decisión ya. Cualquier cosa que hagamos será mejor que quedarnos aquí parados esperando. 

Pues venga, decidamos de una vez.

Yo puedo ir al taller, recojo todo lo meto en el maletero de un coche y vengo para acá. Taladrar la chapa y preparar dos botellas de esa mezcla me puede llevar media hora. Más lo que tarde en ir y volver en coche.

Con la palanca creo que dos de vosotros podríais hacer saltar alguna bisagra, no hace falta que sea yo, y lanzar las dos botellas al interior dela tienda, no se cual de los 4 es mejor... alguno le da al baseball ese, o al football americano? Tampoco se trata de hacer una canasta desde media pista. No es tan difícil acertar a meterlas por esa entrada... sobre todo si el cristal ya se ha roto...

Que digo yo que sería mejor que dieran el primer paso en falso ellos...Por mi parte no me gustaría tener que cargarme a nadie, pero si me va la vida, lo tengo claro...

Luigi quería acabar con este tema de forma rápida y concisa. No buscaba ni llevarse los laureles ni nada por el estilo. Sabía que esto le reportaría muchos problemas en el barrio... y lo peor, a su familia quizás también. Necesitaba hacer dinero y correr esa maldita carrera en Indiana, para salir de esta mierda.

- No empieces. El paso en falso ya lo han dado. Si, asintió, vete yendo y trae la palanca y las historias esas del humo... que en esto estamos todos de acuerdo, dijo mirando a los lados... acorázate ... o lo que sea, dijo con un gesto vago de la mano y levantando las cejas intentando dar carpetazo a un sueno surrealista. - Me quedo vigilando que no salga nadie por atrás. Vosotros ¿que? ¿os quedáis o le acompañáis?

- Dio por hecho que Luigi marchaba y sacó un revolver de la parte trasera del pantalón. Se pudo a chequearlo con cuidado y no mucha pericia comprobando que estaba cargado... si, si, todo correcto. - Voy dijo volviéndolo a guardar en el bolsillo del abrigo. -Que alguno se quede vigilando delante ¿si? y cuando vuelva Luigi, pues o me venís a buscar... o que uno pille la palanca, uno fuerte, y se venga conmigo. Los otros dos los ahumáis y si no salen, entramos los cuatro. 

Ya se alejaba, dando dos pasos haca atrás - Ah, Sal, Lucky espera que vayamos todos. Yo por lo menos lo haré. Se giró, perdiéndose por la esquina.

-Nadie quiere cargarse a nadie, Luigi. Preguntaremos antes de hacer nada... irreparable- le traquilizó Sal. -Yo me quedo delante -asintió, mirando a Enzo a los ojos. Parecía decidido, con la tranquilidad que da la resolución.

Ok, en una hora estoy aquí. Guardad el "fuerte".

Bacoli también tomo la puerta y salió camino de su taller. Llevaba consigo su bolsa. Echó una última mirada a la tienda, mientras encendía un pitillo, y siguió su camino como si nada... 

Ese viejo ha cavado su propia tumba, el muy imbécil!!! Y lo peor es que arrastrará a otros.  Para que buscar enemigos fuera del barrio, si ya nos los creamos dentro...

Era un día como cualquier otro, al menos por ahora. De bien seguro, eso iba a cambiar en un rato... el barrio vestiría el negro de luto, Luigi lo presentía.

Luigi se fue al taller y empezó a preparar las cosas que habían planeado para enfrentarse al frutero. Parecía que a pesar de los problemas de aquella misma mañana, ahora el grupo empezaba a coordinarse mejor y fueron capaces de elaborar un plan de acción bastante sofisticado. De hecho, había guerras entre familias en el pasado que habían tenido menos preparación que aquel simple cobro, pero también era cierto que habían sospechado mucho de que don Genaro Schilliamini, frutero de toda la vida, y su sobrino Alessandro, viejo amigo de los cuatro, estuvieran preparándoles alguna desagradable sorpresa como bienvenida.

Luigi fue a su taller a preparar la chapa y las bombas de humo con lejía y salfumán que había aprendido hacer en sus clases nocturnas de química de aquel último año. Mientras, el resto se encargó de vigilar la frutería. Al cabo de una hora, vieron regresar a Luigi en el coche.

La frutería había estado tranquila hasta ese momento. Algunos clientes se acercaban a la puerta y se sorprendían de que estuviera cerrada. Algunos echaban un vistazo dentro pero desistían poco después y se marchaban. Muchos se preguntaban por qué motivo don Genaro habría cerrado la frutería aquel día, lamentándose de tener que ir hasta la pequeña frutería de don Pascuale, que no tenía tanto y tan buen género como los Schilliamini.

Una vez llegó Luigi se pusieron manos a la obra. Era la hora de la verdad.

Enzo había permanecido vigilando la parte trasera, a unos metros de distancia, controlando de lejos la salida a la calle principal*. A intervalos de tiempo se acercaba con cuidado hasta la puerta y con escuchaba que y a quien se oía detrás pegando levemente la oreja a la madera.

Paseando por la trasera, miró el reloj, había pasado ya mucho tiempo, Luigi debería estar a punto de llegar. Sacó la navaja y se puso a jugar con ella, girandola entre dedo indice y anular.

-¿Veis? Es un bacoli. Ha echado una meada y por ahí se le ha ido todo-dijo Filippo a sus compañeros durante la ausencia de su primo-Hosco y cabezota, pero buena gente al fin y al cabo. 

Se alegraba de que hubiera recobrado la razón y estuviese colaborando porque esto saliese bien, implicado y dando buenas ideas. Por su parte, se concentró en la vigilancia. 

-Bien. A ver qué traes, primo-dijo Filippo mostrando curiosidad por ver cómo había quedado la chapa-.

-Entonces ¿estamos?. Rompemos los cristales, lanzamos la mezcla y esperamos cubiertos a ver qué sucede. Si salen Schimilliani y Alesandro, los reducimos e intentamos recuperar el dinero. Y como no lo tendrán, procedemos según lo acordado. Si salen más, les arreamos ¿No es así?

Mira Filippo, es una simple chapa de hierro, arqueada un poco, con 4 agujeros taladrados por donde he pasado un poco de cordel de pita, con lo que me la voy a sujetar al rededor del cuello y la cintura y me pondré el jersey y el mono por encima para que no se vea.

Bueno, mi idea era acercarme a decirles que tocaba pagar, de una manera u otra... Que dependiendo de su respuesta, obtendría la nuestra, y una negativa no sería  bien recibida. Pero si queréis ir directamente a saco...  Yo particularmente no tengo nada contra ese hombre y su familia, al menos por el momento. Tampoco nos consta que Luciano quisiera que desapareciera de vista, si no que pagara y no se retrasara en futuros pagos (mucho me temo que dejará de cobrarlos todos)

Os imagináis que tiene el dinero, y que simplemente no le deja pagar su propio orgullo? No me gustaría negarle el derecho de retractarse de lo de ayer y que pagara...

Bueno dejemos de divagaciones... Se ve algún ventanuco abierto como respiradero? si no habrá que romper la cristalera, pero eso ya no deja el lugar tan cerrado y además hace ruido, tiene un coste para Don Genaro que le hará retrasar el siguiente pago,  suponiendo que salga vivo.

En cualquier caso, la mezcla esta en contacto y cerradas las dos botellas. Son de cristal así que al romperse liberaran los gases.

Poneros un pañuelo mojado para que haga de filtro antes de entrar. Y no entréis de inmediato. Esperad a que miren de salir. Si no salen, entrar con precaución. Lo mejor creo que sería desarmarlos en ese momento si tuvieran armas, y luego abrir y crear una corriente de aire. Recaudamos todo lo que dijimos, caja registradora, billeteros y lo que pudiera haber de  valor en la tienda, llaves del coche, si alguien lo va a conducir, y adiós muy buenas.

Lo cierto es que en el mejor de los casos, va a quedarse con la mano destrozada de ayer, la vidriera rota y por arreglar, y la puerta de atrás arrancada... Un dinero a pagar que no va a tenerlo... La paliza la sigo viendo contraproducente, pero... donde manda patrón no manda marinero

-Tiene buena pinta-dijo Filippo echando un ojo a la chapa. 

-Pues venga, hagámoslo así-dijo Filippo encogiéndose de hombros-Venga, acércate y nosotros nos preparamos con las garrafas esas. Si responden de forma violenta, rompemos un cristal, garrafa para adentro y nos ponemos a cubierto.

Sal asintió a los primos, sin decir más. La acción estaba en marcha. Buscó alrededor un charco (bastante mugriento) para empapar su pañuelo, siguiendo las sabias recomendaciones de Luigi, y se lo puso en torno al cuello, preparado para subirlo cuando hiciera falta. También se hizo con un ladrillo suelto para romper el cristal de la puerta,* que era más pequeño que la vidriera del escaparate y permitiría abrir el picaporte.

Imitó a Luigi a la búsqueda de un respiradero y luego asintió a Filippo, que agarró las botellas.** Estaba listo.

Quien se va detrás con la palanca y con Enzo? Yo mismo entiendo tras el intento de persuadir a Don Genaro de que pague... Ok

Luigi metió dentro de la bolsa la palanca y la barra. Esta última sobresalía un poco de la bolsa, donde también llevaba la lupara.

Entregó las 2 botellas a su primo y metió el pañuelo en una de las lavadoras de la lavandería para empaparlo con los restos de agua. Luego sin mediar palabra alguna más, se encendió un pitillo y marchó hacia la tienda.

Se acercó de forma y modo que la propia mercancía le hiciera de parapeto, para obligar a los de dentro a tener que asomarse para verlo, y así poder darse cuenta de si pretendían alguna acción violenta.

Bongiorno, gritó Luigi.

Vengo a buscar lo que le debe al Don. Yo vengo de buenas, pero si intenta algo, el resto la tomaran con ustedes y se acabaran las buenas maneras, y para su desgracia todos saben donde vive, Don Genaro, y no vive solo. No cabreé más a los que mandan. No está solo, hay mas gente. Realmente cree que podrá protegerlos a todos? Se lo digo de buenas, pero ya no voy a esperar más, si no sale con el dinero en 1 minuto, aténgase a las consecuencias, y todo el que esté ahi a dentro lo mismo. 

Luigi estaba preparado, esperaba lo peor y confiaba en que ese hombre no era un ganster, así que dudaba que fuera muy diestro con un arma.

Dicho lo que tenía que decir, se apartó a un lado para protegerse con la pared y esperando a que salieran, escuchó por si le contestaban algo. Canto cuando faltaba medio minuto. 

30 segundos... Que haya tenido cerrado y no haya hecho caja es su maldito problema, mas le vale salir con los 210'50 $. 15 segundos

Filippo humedeció y se puso un pañuelo tapándose las fosas nasales y la boca y agarró las garrafas. Luego, se quedó en un lugar próximo a una de las ventanas, agazapado de forma que no pudiera ser visto desde dentro, con un objeto contundente; véase una tubería, piedra, ladrillo...preparado para romperla si había problemas. 

El corazón le latía rápido, sabedor de que faltaba muy poco para del desenlace de aquella situación y que no sería un desenlace bueno, ni amigable.

Luigi enseñó el invento que había ingeniado con la plancha de metal para crearse una especie de chaleco antibalas. Aunque cuando lo había comentado antes algunos pensaron que sería algo ridículo, la verdad es que no estaba mal. Si hubiera tenido más tiempo incluso le podría haber dado una forma que se adaptara mejor al cuerpo, ya que en esos momentos, con el jersey puesto encima parecía un tipo que se había comido una gran caja de pizza. No obstante, el abrigo ayudaba a disimular algo más. Luigi sacó con cuidado las botellas con la mezcla y se las dio a Filippo, se aseguró de tener la palanca y además echó un vistazo para ver si podrían meter las botellas por algún conducto de ventilación, pero la tienda de Schilliamini no tenía ninguno en su fachada principal, y no había separación entre la frutería y las otras tiendas. Tal vez por detrás hubiera algo. De todos modos, Sal consideró la posibilidad de romper el cristal de la puerta, mucho más frágil que las gruesas cristaleras y que además les permitiría desbloquear la cerradura. Una vez todo listo, Luigi se acercó a la tienda y empezó a hablar lo suficientemente alto como para que el frutero pudiera escucharle, advirtiéndole de las consecuencias de mantenerse en sus trece.

Genaro apareció por la puerta de la trastienda. Asomó su cabezota en primer lugar, y después, escuchando las advertencias de Luigi salió y se acercó a la puerta. Ellos que esperaban encontrar una resistencia agresiva y se habían preparado poco menos que para una guerra se sorprendieron cuando don Genaro abrió la puerta y les invitó a pasar. Pudieron comprobar que Alessandro no se encontraba en el lugar.

-Mirad chicos... No tengo el dinero pero... - Hablaba con voz temerosa, alzando las manos para pedirle calma al grupo. -Os los conseguiré, ¿vale?

Con la tienda cerrada a cal y canto? Usted se cree que me voy a jugar el pellejo por su culpa? Le advertí ayer, le ofrecí mi ayuda dentro de mis posibilidades, y esta mañana he vuelto a hacerlo. Por respuesta cierra la tienda. Claro!!! todo el mundo sabe que los billetes vienen volando del cielo!!!

Me temo que es tarde para eso Don Genaro. Si no lo hacemos nosotros, vendrán otros mucho peores. Por qué cree que nos han enviado a nosotros? Su única posibilidad es que salga de aquí con el dinero, aunque no pueda usted pagar otra cosa, ahora su  porvenir y el de su familia, depende de que nos de esos 211 dolares.

Si salgo de aquí sin el dinero, o simplemente no salgo, no seré el único que no volverá a su casa hoy.

Luigi hizo un gesto con la mano a modo de advertencia a los de fuera, para que se quedaran a la expectativa. Aprovechó para dar una ojeada a la revuelta tienda...

Y este descalabro?

Cajas de frutas por el suelo y cosas volcadas...

Así piensa que la gente vendrá por género y dejará su dinero en su casa, o es que Alessandro, de sangre mas caliente, se ha enfadado?... porque si se mete en medio saldrá escaldado...

No quisiera estar en su situación Don Genaro, intento ser todo lo razonable que me permite la tesitura del momento, pero o dinero o consecuencias. No me haga rebuscar incluso debajo de las baldosas y reventarle el negocio para encontrar el dinero, porque si hay que hacerlo lo haré y saldrá perdiendo mucho más. Tiene que tener sus ahorros, momento de usarlos o no va a tener la oportunidad.

Luigi esperó pacientemente a la respuesta del viejo. Igual intentaba ganar tiempo, y no quería darle mucho, pues había tenido un día. Si lo desaprovechó no era su problema. Además seguía dolido por el desplante que le hizo el dia anterior.

Sal se rascó el mentón con la mano libre. No entendía por qué finalmente Luigi se guardaba la palanca y se quedaba en la puerta delantera; en caso de lío, tendrían que esperar a que fuera a la puerta trasera. Filippo se hizo con un objeto contundente, aparte de recibir las botellas... Se encogió de hombros, tiró a un lado el ladrillo que tenía en la mano y se metió las manos en los bolsillos, posando la derecha* sobre el revólver. Miró a los lados; no convenía llamar mucho la atención, así que entró, dejando a Genaro a un lado, con la mirada fija en la trastienda, listo para cualquier eventualidad.**

Don Genaro se achantó pronto, temiendo que todo fuera a desembocar en una situación que le hiciera lamentar poner en contra a aquellos tres. Ya le habían roto los dedos de una mano, así que en aquellos momentos temía que más le pudieran hacer. Y las palabras amenazantes de Luigi y la actitud de los demás, no era nada amistosas. Consciente de que gimotear y balbucear escusas no le serviría en esta ocasión se decidió a contarles la verdad.

-No ha sido culpa mía. Me... me dijeron que si os pagaba me matarían a mi familia y a mí. Y... por ese... ese orden. ¡Por favor, muchachos, no me hagáis daño!

El frutero alzó las manos nervioso mientras rehuía a Luigi caminando de espaldas hacía atrás. Tropezó con una de las cajas tiradas en el suelo y cayó de espaldas. Una mueca de dolor le cruzó el rostro cuando apoyó la mano maltrecha en el suelo para sujetarse. La imagen era lamentable. Se preguntaron si realmente aquello merecía tantos preparativos y todas las molestias que se habían tomado. Genaro Schilliamini no era más que otro pobre desgraciado que tenía que cumplir con la cuota que hombres como Masseria, Luciano y otros semejantes imponían a las tiendas, y que se veían envueltos en medio de guerras de las que no tenían nada que ver.

-Hace ahora una semana apareció un grupo de tras sujetos que decían trabajar para un tal Rodolfo Verocchio. - Dijo atropelladamente. -Me amenazaron con las más horribles cosas en caso de que continuase pagando las tasas de protección a Don Masseria en vez de pasar a hacerlo a ellos. Como muestra de buena voluntad, el precio requerido era casi la mitad que el que pagaba hasta ahora. Tuve miedo, no por mí, sino por mi familia, pues con eso me amenazaron, así que finalmente cedí. Pero no quería traicionar a Don Masseria, y mi intención era pagarle a él también, pero lo cierto es que no dispongo de tal capital. El negocio no da para todo, y corría el riesgo de quedar en la ruina...

Enzo esperaba en la parte posterior de la tienda. Se suponía que uno de sus compañeros debía ir con él cuando Luigi regresara con las bombas de humo y la palanca. Al menos alguien tenía que traerle la palanca para poder forzar la puerta de atrás según el plan que habían ideado. Pero Enzo miró el reloj y comprobó que había pasado tiempo suficiente para que Luigi ya hubiera llegado y sin embargo seguía solo en la parte posterior de la tienda.

Dos siluetas aparecieron por el lado del callejón por el que él había venido. Pero eso, en lugar de aliviarle, le tensionó más. Aquellos dos tipos no eran ninguno de sus amigos. Otros dos se acercaban por el otro lado. Tenían tan mala pinta como la que debían tener ellos.