Partida Rol por web

La noche iba empezando a caer en Castronegro. Había sido un día muy largo y la gente estaba nerviosa. Algunos habían huido del lugar, pero la mayoría se quedaron porque venían desde demasiado lejos como para que "cosas de brujería" les arruinaran los intercambios que tenían que hacer.

De repente, se aparece la silueta de la Diosa.

-Hijos míos, durante todo el día de hoy, he escuchado vuestras plegarias. Por mayoría de votos, tengo que sentenciar a uno de vosotros, muy a mi pesar.

-Adelante Februus.

De repente, como si se incendiara el suelo, aparece del subsuelo una humareda negra como la noche. Va cobrando forma y aparece una figura endemoniada. Todos se quedan estupefactos mientras la voz de la Diosa suena de fondo anunciando que no hay que temerle.

Cual fiel perro, la Diosa extiende su brazo y señala a uno de los aldeanos allí presentes.

Sin pensárselo dos veces, la figura camina lenta pero firmemente hacia su víctima empuñando su arma cada vez con más fuerza.

Cuando están cara a cara, la víctima puede sentir un escalofrío que le recorre todo el cuerpo. Aquellos ojos no eran de este mundo. Con un movimiento casi imperceptible, la guadaña está atravesando su pecho, llevando en la mismísima punta lo que parece un halo de luz azul, que como alma que lleva el diablo, se dirige volando ella sola hasta entrar por la apertura que hay en la cima del campanario de la iglesia.

El cuerpo de la víctima cae a plomo en el suelo y todos quedáis mirándola alrededor...

-Vuestros deseos se han cumplido. Inocente o no, ha muerto esta persona que yace en el suelo. Espero que hayáis obrado bien y por vuestra seguridad sea una de las bestias que actúan de noche.

-Descanse en paz, Cura Melchor Izzo.

Antes de que os deis cuenta, la Diosa y su fiel servidor han desaparecido. Vuelve a haber comida y bebida como la noche anterior, pero el ambiente no está tan animado como de costumbre, pues los incrédulos que esta mañana pensaron que lo del Dios de los lobos era una broma, cesaban de esa idea al ver una muerte real ante sus ojos.

Poco a poco, recogéis el cuerpo para introducirlo en uno de los ataúdes que hay en el vestíbulo de la iglesia, para reunirlo con su alma.

Ostras, este pueblo es de traca!!! Ya podía mi madre haberme mandado a los mercados de flores de Castroblanco. Esta noche dormiré sólo, tengo mi navaja y ella sola no bastará para darme luz esta noche.

O Dios no protege a los suyos o los suyos se olvidaron de él. Parece que las religiones antiguas tienen mejores alianzas en estas tierras.

La verdad es que tengo miedo.

Ciguaco estaba llorando. No le gustaban las muertes. Y menos que la hicieran elegir a alguien a quien matar. Pero sin querer, se había encontrado en esa extraña leyenda. Le recomfortaba el acariciar un hurón hembra preciosa.

Te recuerdo que eres el protector y, como no has muerto, te protegerás a ti mismo esta noche.

Escupo al suelo con disgusto y alivio.

-No me gustaba... pero no se merecia esto.- Miro al resto.- Os agradezco el voto de confianza que habeis mostrado para conmigo. Os demostrare que no errasteis habiendome declarado inocente, por ahora.

Luego vuelvo a sonreir mas tranquilo al ver que aun sigo vivo.

-Si alguna de las presentes quiere asegurarse de que no soy un hombre lobo puede custodiarme esta noche. Prometo no ser malo.

La pelirroja mujer del bosque asistió con cierto miedo a la aparición de Februus y fué testigo de cómo se llevó la vida del cura. De repente, tomó conciencia de que señalar a alguien con el dedo acusador significaba algo más que un gesto: era una condena a muerte. No se le había ocurrido a Vinganna que podía señalarse a sí misma si no estaba segura de sus sospechas, pero tomó nota mentalmente de lo que tenía que hacer la próxima vez si no veía claro a quién votar como sospechoso: se votaría a sí misma.

Permaneció en silencio, pensativa y distante con los demás. Tenía mucho en qué pensar y de nuevo caía la noche... y la noche era el territorio de los lobos.

Bueno, el cura podía ser inocente, pero si que hablaba porquerias, supongo que el mismo se buscó su destino.  Dice la niña con tono sarcastico, Felicia no era una niña muy amable. A ver si ahora si  prestamos atención a los que deben ser y no a los payasos que se nos presentan.

¡Dioses! ¿y si era inocente? Pensaba que al acusar a un inocente, no le ocurriría nada. Me quité el sombrero con tristeza y miré al cadáver a los ojos esperando que me contara algo que no supiera. Desgraciadamente no me contestó. ¿Qué me iba a decir un muerto? Comienzo a desvariar...

- No se preocupe, señor Travis, yo dormiré con usted. Si es cierto que es un lobo, a la única mujer que verás es a mi escopeta. - Suspiré desanimando - No sé si los que han hablado son lobos, o no... Pero parecen más sospechosos los que no. Así que antes de media noche me gustaría que todos hablemos al menos una vez y desmintamos que no somos hombres lobo. Porque si sigue así, los que estamos teorizando acabaremos muertos y los que no hablan serán nuestros asesinos.

Tras un breve descanso volví a hablar.

- No quiero que muera nadie inocente, así que lo justo es colaborar. Y lo sospechoso es... no hacerlo.

Fabricia estaba estupefacta. El cura había muerto. No era de su agrado en absoluto, y no es que sintiera mucho su pérdida. Lo que la atemorizaba era lo que conllevaba que te votaran por el día... o que te dieran caza por la noche.
No sabía si presentarse voluntaria o no para acompañar a Travis durante la noche con tal de no pasarla sola.
No pensaba que fuera un lobo.
El tal Robert Basil acompañaría al chico, entonces... una idea.
Fabricia se dirige a aquél hombre.
-¿Podría acompañaros yo también? No quiero permanecer sola de noche, y si... alguno resulta ser lobo... nos podemos defender mejor.
Aunque no estaba acostumbrada a ser sincera a la hora de hablar, esta vez lo fue. Deseaba sobrevivir y ocupar su mente con esa simple pero complicada meta. Sobrevivir.
De repente dejó de sentirse tan astuta y tan segura de todo.

¿Esta muerto? - pregunta lidia observando el cuerpo del cura. ¡Jooooooder!

TRujillo anoto todo en su libro, todo aquello era fascinante a la vez que aterrador, dioses, la muerte, poderes fuera de toda lógica. En su casa, su tierra, nunca había visto nada parecido, ahora era testigo y sentía miedo a la vez que euforia, la votación era real, como supuso, solo dio gracias a que nadie mas le señalara. Como pueblerinos asustados, era fácil que votaran en masa, como había sucedido con el cura, que a su manera de ver solo fue irrespetuoso, suficiente para acabar con él. La locura de la aldea era contagiosa, eso lo tenia muy claro.
-¿Y como sabremos si era o no uno de los enviados del dios chacal? ¿Lo dejaremos en simple intuición?-Jorge no soportaba no saber las cosas.

Vio partir a la hermosa mujer del día anterior, no la culpaba el no era capaz de proteger a nadie y mucho menos a una mujer y su idea no era mala, haría lo mismo se uniría a un grupo para pasar la noche con ellos.
-no es mala idea, mejor pasar juntos en la noche un mínimo de tres personas, así uno vigilara al otro, ¿No creen?-Aunque fueran aldeanos, niños y mujeres, al no conocer los nombres de todos seguía usando un tono de respeto, y mas sabiendo que su vida podía estar en sus manos.

Miré a Trujillo. No se había manifestado hasta ahora... O no le había prestado atención,... no es que desconfiara pero...

- No me parece mala idea, ¿qué opinais el resto? - miré a mi alrededor. Aún había gente por manifestarse respecto a lo que había dicho horas antes. Cuanto más tardaran más sospechosos serían... - Pero debo añadir una cosa a su propuesta: los equipos no serían elegidos a dedo. Me explico: nadie elegirá a su compañero - Miró al grupo esperaba que pusieran caras de consternación y ahí tendría pistas- Ni tampoco los elegiré yo. Sé que parece que quiero mandar, pero me preocupa mi pueblo y su gentes, nuevas o no. Así que los equipos se sortearan. Cada uno vigilará a sus otros dos. Y recemos a la diosa para que los asesinos no se encuentren en un mismo grupo... - Dejé un momento de silencio e inspiré -¿Qué opináis?

Lidia se quedó pensativa un rato. Quizás sería lo más seguro.

- A mi me parece bien, pero aviso: si durante la noche, alguien me pone la mano encima... paga.

No le gustaba demasiado la idea del sorteo, a saber con qué degenerado le tocaba pasar la noche, pero al menos se sentiría más segura.

No estaba acostumbrada Vinganna a compartir nada con nadie, pero vió lógica en la idea que Fabricia y el hombre de la escopeta habían planteado y le pareció que debía compartir con otros una habitación para dormir, al menos durante estas noches en las que el misterio y la muerte planeaba sobre Castronegro.

- Sí, me parece una buena idea. Si uno del grupo resulta ser un licántropo, tendrá que enfrentarse a dos y quizá sea más difícil para el monstruo acabar con sus víctimas.

Ciguaco sigue triste en un rincón, acariciando al hurón. No parece haber prestado mucha atención a la conversación, pero dice: No creo que sirva de mucho, pero si así tranquilizamos un poco los ánimos, no me negaré...

No me puedo quitar de la cabeza la imagen del cura muerto.

-A favor. Que remedio, a ver si así nos ahorramos meter la pata...- Digo con un hilo de voz.