Partida Rol por web

Os miráis unos a otros y un atisbo de alegría asoma en vuestros rostros, parece que habéis vencido. Ha estado muy cerca vuestra derrota, pero cada vez que tenéis un problema lográis solventarlo con coraje y valentía. Os movéis raudos para maniatar a los bandidos inconscientes y ayudáis a Gláin a recuperar la consciencia. Comprobáis que la mujer está muerta y los bandidos muy heridos. Una vez asegurada la zona, os dais un respiro para dar un trago de agua y recuperar el aliento; además de proporcionar quizás algún vendaje. La alegría está a punto de salir desbordada de vuestros rostros.

Un aroma a bosque y una mano suave, la de la querida Tatharina, sacaron a Rilwen de la inconsciencia en la que el tremendo golpe de Imledair la había sumido.

-¡Muchas gracias Tatharina, eres un encanto de persona y una gran amiga.-Aun con los pasos un poco inseguros, se hizo una idea de como estaban las cosas. Y todo había acabado, una ladrona estaba muerta, y el resto dormidos. Ayudo a sus compañeros a atar bien a aquello maleantes, que a punto habían estado de causarles un buen disgusto.

-Este combate ha sido muy peligroso, hemos estado cerca de sufrir terribles heridas o incluso la muerte. Era un grupo muy peligroso. Menos mal que pillamos primero a los dos que fueron a la colina, y también al vigía. Con todos ellos a la vez, no se lo que habría ocurrido.-

Ayudo a Glain y al resto con vendajes y a buscar un sitio cómodo, donde descansar un rato y recuperar la serenidad.-Tendremos que explorar todo el lugar, en algún sitio pueden tener cartas, y documentos que nos puedan indicar con quien trabajaban, y además tendrán parte de lo que han estado robando. Pero primero recuperémonos un rato, que a mi al menos me hace falta.-

Y trató de acomodarse y descansar un rato, pero sin bajar por completo la guardia. 

Me parece bien. - Replicó el elfo a lo comentado por su amiga. - Nos merecemos ese descanso.

Creo recordar que uno de los bandidos que capturamos mencionó el número de maleantes que había en la fortaleza. Al menos recuerdo a Lily comentarlo. De coincidir en número con los que hemos encontrado podríamos relajarnos y estar más tranquilos para tomar un respiro. - Jadeó y se sentó en el duro suelo de roca un momento. - Me ofrezco el primero a echar un vistazo en cuanto recupere el aliento y ajuste un poco estas vendas. - Resopló dolido y agotado.

Una vez en el suelo, con algo más de calma continuó diciendo. - Ha sido un duro combate. Me alegro que ninguno de nosotros resultara mortalmente herido. Me preocupé al ver caer a Gláin, pero ahora que le hemos revisado me siento más a gusto sabiendo que se pondrá bien en poco tiempo. - Se gira mirando en dirección a Tatharina. - Por suerte contamos con una experta en medicamentos y ungüentos. Lo de antes ha sido magnifico, gracias. - Y sin ser demasiado estruendoso da un cálido pero apagado aplauso en nombre de la beornida. - No sabría que hubiera sido de nosotros sin tus cuidados. - Agregó sonriente. 

Ahora debemos pensar que haremos con esta gente. Nuestros pasos nos llevan a Rivendel... ¿Pero podemos darnos el lujo de llegar hasta el valle con estos maleantes? - Observó a todos sus compañeros. - ¿Qué haríamos a continuación?¿Alguno lo sabe? - Suspiró. - Por otro lado, creen que encontremos algo interesante en esta fortaleza. Al ser bandidos y estar tan apartados deberían guardar algún tipo de botín. - Suelta una pequeña risita. - Recordad el encuentro con nuestro amigo del túmulo. No dejéis que la codicia os ciegue. 

Tom corrió hasta Imledair y se dispuso a atarle como bien sabía él, mientras escuchaba la conversación que tenía lugar entre el resto.

Cuando hubo acabado, no pudo evitar coger un par de piedras que quedaban cercanas para reponer algunas de las que había gastado y se unió a la conversación.

- Creo que te has dejado a uno por el camino Gallind. Hay uno justo ahí arriba. - dijo el hobbit señalando a la parte superior de la sala en dirección noreste. - Antes de explorar, tenéis que echar un vistazo a este mapa. - Tom bajó su mochila y se puso a buscar frenéticamente, pues no sabía muy bien donde lo había puesto. - Gallind y yo encontramos esto.

Tendió el mapa a Rilwen para que echase un vistazo a lo que habían encontrado.

- No sé que querrán decir esos símbolos que hay pintados por ahí. Igual son otros alijos que tienen escondidos.

Atiendo cuidadosamente las heridas de todos mis compañeros, auxiliada especialmente por Rilwen. - No ha sido nada amigos. Dijo sonrojada por los alagos de Gallind. - Ciertamente ha sido un combate muy sufrido.

Entre vendaje y vendaje la beornida no puede evitar fijarse en el cráneo destrozado de la bandida. No puede evitar sentir un profundo pesar y, en un acto impulsivo, ata también el cadáver de la mujer y, tras comprobar que está bien sujeta, coloca una de las hojas de reina dorada en sus labios. A los pocos segundos se empiezan a escuchar crujidos desagradables de su cráneo recolocandose y poco después vuelve a la vida. Maravillada y un poco asustada por el milagro que acababa de presenciar, la joven dijo: - No podemos cargar con una vida a nuestras espaldas, desvirtuaria todos nuestros logros y se bien que Lily no se lo habría perdonado nunca. No se si debemos llevar a estos bandidos al valle o con Holfast, pero sí que se que se les debe brindar la oportunidad de enmendar sus errores. Han sido unos guerreros feroces, quién sabe si por un sueldo digno podrían incorporarse a la guardia con tu tío. Dijo mirando a Tolman.

Eso que has hecho es digno de admiración, Tatharina. - Dijo Gallind asombrado por el buen corazón de la beornida. - Pues sus destinos aún están por verse. No sabemos cual es la suerte que les depara el futuro. Como oí alguna vez de un viejo mago: nadie es digno de decidir si quitar o no una vida. Sin embargo, lo que has hecho me llena de orgullo. Saber que en tus manos está el milagro de poder perdonar una vida me hace sentir muy afortunado. - Y se alegró profundamente de contar con tan buenos compañeros de noble corazón. Sonrió hacia el grupo y fue entonces cuando vio a Tolman coger el mapa. - ¿Pero ese no era un mapa de la región?¿Estás seguro que marque alguno de los recovecos de esta fortaleza? - Preguntó asombrado a su compañero de aventuras y luego observó a Rilwen, experta en los caminos, quizás sabría descubrir algo más de ese antiguo pergamino. 

Cuando Rilwen escucho hablar de un mapa, no pudo contenerse, sentía mucha curiosidad e interés por los mapas, eran una de sus debilidades. Y se acerco hasta Tolman y Gallind.-¿Un mapa? ¿Dónde lo encontraron? Tal vez contenga información de importancia. Os importa si le echo un vistazo, a ver si soy capaz de orientarme y ver  que zona se refiere y si pudiera haber algo interesante que podamos encontrar.-

Y se acercó a la espera de que le diesen la oportunidad de intentar leer aquel mapa. 

Al enano lo "despiertan", y tras acercarle algo de agua, se extraña de lo que está sucediendo. Sabía que sus compañeros habían vencido, ya que estaban hablado de la suerte que correrían los bandidos. - Si fuera lo normal, estarían esperando su sentencia de muerte ahora mismo, pero, con el corazón blandito que tienen estas personas, no esperaba que lo normal se fuera a dar en este caso.

Los enano eran buenos viendo mapas, interpretando planos y cosas así, pero, en estos momentos prefería estar sentadito, en el suelo, con las piernas abiertas, y aunque un poco recostado hacia atrás, estaba derecho, pero con los brazos hacia atrás, haciendo palanca para no caer. Aún tenían que sus sesos dejar de dar vueltas en la cabeza, y notaba dentro del casco como el chichón creía por momentos. - Porras, se están hinchando. Plegó las piernas y se puso en una postura más infantil, pero, estable, para poder quitarse el casco. Su mirada era al suelo. Estaba avergonzado, porque no había hecho más que hacer perder un segundo al "ariete" enemigo, que lo había apartado de un solo porrazo. La vergüenza lo reconcomía por dentro, y en otras circunstancias les hubiera pedido ... o tal vez exigido, ver el mapa, pero, en estos momentos, la ignominia lo inundaba. Había fracasado defendiendo a sus compañeros, y era un fallo que no se perdonaba a si mismo.

Adelante, tómalo Rilwen. - Y le señalo a Tolman que aún llevaba el papel en las manos. - Si no me equivoco se refiere al mapa que hallamos en la otra habitación. - Señala la sala en la que se habían metido antes del combate. - Sin embargo no creo que sea un mapa de la fortaleza, es muy antiguo y parece pertenecer a otra era. Yo mismo no he podido determinar su antigüedad, y algunos de sus símbolos me son incomprensibles. 

Maese enano, veo que ya está mejor. - Le dijo a Glain mientras éste se quitaba el casco. - Ha sido un arduo combate para todos. Era un rival formidable. Venció sin dificultad a tres de nosotros. - Y arqueando una ceja mientras ladeaba la cabeza continuó hablando. - No sea tan crítico consigo mismo. Se le nota en la mirada. Cualquiera de nosotros en su lugar hubiese muerto, y ahora no estaríamos aquí para contarla. - Luego le guiñó un ojo en complicidad esperanzado de que el enano recuperara el temple y su osco carácter. 

No terminaba de convencerle: - Maese elfo... ¿Me está diciendo que he sido un muro en el camino, cuando mi pensamiento es que he sido una mera piedra a la que ha pateado sin siquiera pestañear? La decepción se denotaba en sus palabras. Para los demás podría haber sido una ayuda ... aunque poca, pero, para él era una decepción. Había perdido el combate sin siquiera saberlo, y por suerte estaba vivo, pero, viviría para enmendar ese error, ese insulto a su persona y esa falla a los de su raza. Tenía que protegerlos, ser el escudo mientras ellos hacían sus cosas, y sólo había hecho ruido, y por poco tiempo.

Ese dolor, esa vergüenza le corroía las entrañas como si fuera un ácido que se lo comía por dentro. Un dolor que no se podía asemejar a nada de lo que había sentido antes, y mira que le habían dado buenos coscorrones, pero, esto era distinto. Era un dolor en el alma.

Después de atar concienzudamente a los bandidos y de revivir a Maisi, os pusisteis a descansar y a curaros las heridas. Tolman sacó el mapa que había encontrado y todos le echasteis un ojo, interesados en la información que podría dar. Tenía pinta de ser muy antiguo, tal como comentaba Gallind, y después de darle algunas vueltas al significado que podrían tener los símbolos que en él venían, no supisteis a ciencia cierta qué significaban.

Tras un buen rato, con los bandidos atados e inconscientes, tocaba revisar la fortaleza. Fuisteis mirando las salas que aún no habíais visto, entrando con cuidado por si hubiera alguna trampa o más bandidos escondidos, pero ninguna persona más había oculta por allí. Lo primero que fuisteis a mirar es la segunda planta de la fortaleza, que para acceder a ella tuvisteis que quitar algunos escombros de la escalera.

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Desde el balcón (4), unas escaleras ascienden hacia el segundo piso (5). Restos en ruinas de muros, exteriores e interiores, indican que anteriormente esta planta fue un piso completo. Las paredes están tan destrozadas que es imposible adivinar la distribución original. El suelo, que ha pasado a ser el tejado de la fortaleza, está cubierto de rocas y otros escombros. En la sección sur, sobre la entrada, hay un agujero enorme.

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Después de inspeccionar esta zona, volvéis a bajar al salón (1) y de allí a la cocina (2). El balcón sirve de techo para las dos habitaciones inferiores. Esta habitación mide seis por diez metros. Tres escalones descienden desde el salón hasta la habitación, no hay puerta. En medio del muro este hay un gran hogar. En la esquina noroeste hay unas escaleras que descienden a una planta inferior. Bajáis los tres escalones y observáis unos pequeños agujeros regulares en el marco de la entrada, lo que indica que esta habitación tuvo puerta alguna vez. Avanzáis hasta el principio de las escaleras que descienden a la planta de abajo, donde apreciáis nuevamente más agujeros en la parte izquierda, que os indica que ahí pudo haber unas bisagras para una trampilla que cerraba el paso a las escaleras. Éstas descienden paralelas a la pared oeste para luego girar a la derecha, siguiendo la pared norte. En la sala, que es la cocina, se nota que la utilizan a menudo. El hogar, de tres metros de ancho y uno y medio de profundidad, todavía tiene algunos hornos y viejas cadenas, restos de un gran asador.

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Las escaleras que bajáis para ir al piso inferior son de piedra y están en buenas condiciones, tienen la barandilla intacta. En mitad de su descenso, hacen un giro a la derecha de noventa grados y después continúan. Bajáis despacio, pegados a la pared, intentando no hacer ruido. La sala que hay abajo tiene luz, ya que veis como la luminosidad de las antorchas se mueve por las paredes, formando sombras. No parece escucharse nada. Al llegar al final, os asomáis tímidamente para ver su interior.

La habitación, que tiene pinta de haber sido una despensa (6), mide nueve metros de largo por doce de ancho. Tiene una salida en la pared este y otra en la pared sur. En el medio de la sala hay una mesa de pino de forma rectangular, tallada ásperamente. Alrededor de la mesa hay seis sillas, diferentes unas de otras. Sobre la mesa hay un candelabro, que ilumina el centro de la habitación. En las paredes que rodean la mesa hay una antorcha en cada una, alumbrando la sala.

Las paredes están llenas de recipientes de madera. Dos barriles de madera yacen contra el muro este. En el norte de la sala hay una larga vara de madera, cubierta de muescas. El candelabro de la mesa sostiene cinco velas y aunque está lleno de herrumbre, es bastante bonito. Su diseño es simple, pero las proporciones son hermosas y su trabajo es excelente. Junto al candelabro hay una grasienta baraja de cartas y unos juegos de dados.

Los muros de la despensa están rodeados de recipientes para almacenar comida. La mayoría de ellos están vacíos, pero en uno hay algunos sacos de harina y uno de azúcar. Otro contiene un jamón ahumado. Un barril de cerveza y otro más pequeño de agua yacen junto al muro este. En el muro oeste hay un dibujo muy dañado sobre un cuadro de madera. El dibujo es tosco y representa a un hombre. Tiene un sin fin de cuchilladas pequeñas pero profundas por todo el dibujo.

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Salís de la despensa por la salida del sur para llegar a lo que parecen ser unos dormitorios (7). Hay cinco catres y cinco cofres enfrente de cada uno. En cada muro hay una antorcha. Las camas están deshechas y diversas ropas están tiradas sobre las camas o el suelo. Esta habitación es un sitio frío, oscuro e incómodo para vivir. Las paredes norte y este tienen puertas y el muro sur una abertura como la de una cueva. Dos de los cofres están cerrados con llave, en los otros hay ropa, objetos personales sin valor, veintidós monedas de cobre y seis monedas de plata.

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La abertura en el muro sur conduce a una extensión irregular en forma de cueva (8). El túnel, de tres por tres por tres metros, conduce a una cueva donde hay una nueva abertura en el muro este. Por toda la cueva hay una serie de cestas, barriles y bolsas. Al explorarlo, os dais cuenta de que esta zona ha sido excavada por manos no expertas en trabajar la piedra, tal vez orcos. Las provisiones que hay en esta parte del sótano parecen ser parte de los bienes que los bandidos roban.

Hay un barril de vino y otro de cerveza, un barril de carne salada, algunos sacos de harina, patatas y manzanas, y un pequeño barril de hierba para pipa de la Cuaderna del Este. También hay un montón de mantas de lana, dos cajas de hilaza, un rollo de lino blanco bien trenzado y un gran montón de ropas y calzado usado, que perteneció a las víctimas de los bandidos. Mezclados entre las ropas hay un pequeño brazalete de plata, un anillo de oro, un pedazo de cinta sucia y un pañuelo bordado de forma hermosa. Amontonados contra un muro hay un peto de cuero de tamaño humano, una cota de malla de talla enana, un escudo redondo, dos espadas, cinco dagas y un martillo de guerra. Las armas están en buenas condiciones. Junto al armamento hay una silla de montar pequeña, tres pares de botas de montar, un par de polainas, un látigo con incrustaciones de plata, un par de espuelas y una manta para caballo.

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Un pasillo que parte del muro este de la cueva conduce a otra habitación con aspecto de cueva (9). El suelo está cubierto de polvo y escombros y está completamente vacío de otras cosas.

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Volvéis a los dormitorios (7) y miráis el dormitorio que hay a la derecha (11), en el muro este. Una puerta da paso a una habitación que contiene dos catres, una mesa, una silla y un gran cofre. La mesa sostiene una pequeña lámpara y una daga. Las mantas de la cama pueden ser de utilidad, ya que son de lana. El cofre está cerrado con llave. De una hilera de ganchos junto al cofre cuelgan ropas; algunas de ellas son grandes, otras son pequeñas, y hay algunos vestidos. Es obvio que dos personas, hombre y mujer, comparten la habitación.

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Salís y cruzáis la despensa para ir a la última habitación (10). Una pequeña mesa de madera de pino y una silla yacen junto al muro norte, y en medio de la habitación hay una cama. La cabeza de la cama descansa sobre el muro este. A su izquierda, seis ganchos en la pared sostienen la ropa que hay colgada. Hay un gran cofre en el muro oeste, cerrado con llave.

La mesa está cubierta de papeles: libros de cuentas, facturas, cartas, etc. También hay un candelabro, que parece la pareja del que hay en la mesa de la despensa. Aunque la cama es fea, está cubierta de bellas pieles. Las ropas que hay a la izquierda, colgadas, no tienen ningún valor en su mayoría, pero hay una capa de color verde particularmente bien hecha, parece élfica. El cofre es de roble tallado, con refuerzos de hierro, y es grande y pesado.

No has tenido oportunidad de verlo, pero Rilwen y yo mismo caímos con la misma rapidez presa de sus estruendosos golpes. - hizo una pausa para tomar aire. - Podría parecer un simple humano, pero ese hombre tenía la fuerza de diez. Y ha sido la buena fortuna de los hombres y mujeres de buen corazón la que nos ha permitido salir vivos de este enfrentamiento. Por suerte nunca perdimos la esperanza, por ello estamos vivos. - Sonrió. - No hay nada de que avergonzarse. Era un rival formidable. Y además... - Dijo con sorna. - Atacó a traición, yo lo vi. Si se hubiera enfrentado de buena ley contigo, no hubiese salido tan impune. Cara a cara, frente con frente. Nada de trucos viles. ¿O acaso mi palabra no es de confianza? - Y le lanzó una mirada tan desafiante como cómplice a su desalentado amigo.

Miró de reojo al elfo, como si ahora fuese un "Nene Pataleta", y se avergonzase de su actitud, no se du fracaso. Inspiró profundo, y no tenía otro remedio que admitir, aunque fuera con recelo, como buen enano, que tenía un tanto de razón, así que alargó la mano hacia este, más para que le ayudase a ponerse en pie, que para aceptar sus palabras como la realidad que expresaban.

En cuanto se la diera y se pusiera en pie, luego, se la chocaría. Asintió con los labios apretados, y a expensas de que entre los de su raza (Que en estos momentos no había ninguno presente) se malinterpretara, le susurró: - Gracias.

Ya había que cambiar el camón. No podía quedarse atrás, o ser una carga en pena para todos, máxime cuando se habían dejado la piel en la lucha. - A ver ese mapa. Alcanzó a decir, más como susurro que como protesta, porque aún no le daba la voz, intentando tragar saliva.

Ayudó al enano a levantarse, luego chocaron manos. El barbudo compañero fue a revisar el mapa y Gallind preguntó al resto. -¿Quién me acompaña a montar ronda y echar un vistazo? - Y comenzó a andar con la intención de explorar las demás salas. 

Lo primero que hizo Gallind fue subir al tejado, para estar seguro de que no habría nadie allí. Solo o acompañado esquivó las piedras que entorpecían el paso y subió hasta la azotea. Miró con cautela el lugar, buscando cualquier cosa fuera de sitio. Y luego de una inspección momentánea bajó con sus compañeros. 

Te pones a observar bien la segunda planta y no descubres nada relevante.

Rilwen comienza fijándose en las armas que tienen los bandidos, en las espadas, y en especial en la del líder que la dejo inconsciente de un golpe. Ella tiene una espada que es buena contra no muertos, pero que tan solo hace uno mas de daño contra el resto de criaturas. Y le vendría muy bien una espada mágica, o al menos una espada buena contra el resto de criaturas y no solo contra no muertos. 

Como lo suponía, no hay nada de especial mención arriba. Solo una triste y abandonada azotea. - Dice el elfo al volver. - Creo que debajo estará lo importante. ¿Quién me acompaña? - Y observando a Rilwen revisar a los bandidos se va metiendo en la cocina con la intención de comenzar a husmear por ahí. 

Tolman, al ver que todos se disponían a registrar el lugar y daban por hecho el que ya no quedaban más bandidos, se dirigió directamente a las habitaciones de éstos, pues allí guardarían las cosas de interés para ellos.

- Yo voy a buscar las habitaciones, creo que allí tendrán guardas las cosas de valor... por lo menos las que tuvieran valor para ellos. ¿Alguien me acompaña?

Esperó unos instantes antes de salir escopetado en busca de dichas salas.

Rilwen estaba absorta en el estudio de aquellas armas, tal vez alguna de ellas, fijándose más en la del jefe, que por lógica sería la mejor, podría serle de gran ayuda contra la mayoría de los enemigos que se encontrase. Aun así, sabía que había mucho trabajo por realizar.

-Yo voy a estar un rato entretenida con estos ladrones, y luego os puedo ayudar en el registro del lugar. Comenzaría por ver aquellas habitaciones donde viven y guardan sus cosas. Además de dinero y otras cosas, tal vez haya cartas o pergaminos que nos indiquen con quien más trabajaban.-Y volvió al registro de los atados ladrones y al estudio de las armas que portaban.