Partida Rol por web

Se trata de un joven funcionario de elegante traje, bigote cuidado y piel cobriza.

- Buenos días, Srta Winthrop.- saluda con un inglés con marcado acento oriental - ¿En qué puede ayudarle la Embajada Turca?- pregunta manteniendo una sonrisa amigable.

Lea hace gala de sus buenos modales fruto de una estricta educación británica.

- Buenos días. Quisiera en primer lugar disculparme por haberles visitado avisándoles con tan poca antelación.

Esta mañana mostraba una sonrisa lustrosa. Los misterios que se le aparecían en el camino hacían que la curiosidad tomara el timón de su vida y sentía ese hormigueo tan propio de quien inicia una nueva aventura a pesar de lo vivido.

- Verán - saca unos documentos de su bolso, un par de acreditaciones que dan fe de su oficio y su pasaporte en regla - necesitaría localizar a un ciudadano turco residente en Londres... un compañero me sugirió que buscaba una tasadora para ciertas mercancías y quisiera saber si él aún permanece en la ciudad, dónde podría localizar su estudio... - 

Lea se enreda en palabrería, amable, pero siendo los suficientemente verbosa y locuaz como para que sus palabras distraigan al funcionario de las verdaderas intenciones de Lea... una cálida mirada podría hacer el resto.

- Su nombre es Mehmed Makryat... - se queda pensativa un par de segundos - bueno, creo que la pronunciación correcta sería Mehmet... disculpe - sonríe de nuevo - mi acento inglés me traiciona demasiado a menudo, caballero.

El apuesto y joven funcionario no tardó mucho en reponder a Lea con una educación exquisita - No supone ningún tipo de molestia señorita Winthrop.- se apresuró a responder con una sonrisa radiante en su rostro - Según consta en nuestros archivos, el sr Makryat de 37 años de edad, posee su domicilio y negocio en el número 3 de Brophy Lane, en Islington.-afirma entregando una copia de un informe a la muchacha - Como puede observar, el pasaporte del sr Makryat ha sido renovado recientemente, a pesar del juego sucio de la prensa de su país, que apunta a nuestra embajada como un centro de corrupción incapaz de controlar los duplicados y falsificaciones de pasaportes.-  explica con cierto disgusto refiriéndose al hecho de que tres personas presentaran la misma identidad y documentación.

- Pues quiero expresarle, si me permite la ligera licencia de que los primeros culpables de que estas cosas ocurran son las autoridades británicas. Ellas son las responsables de perseguir estos fraudes y delitos...- finaliza el funcionario.

 Lea sonríe agradecida y toma nota de la dirección que le acaba de proporcionar.

- Por muy orgullosa que este de mi herencia británica no puedo si no darle la razón en lo que dice - la arqueóloga le sigue el juego al funcionario para ver si suelta algo más de información - aunque creo que no somos los únicos afectados. En Estados Unidos si que tienen verdaderos problemas en ese aspecto. Y allí no se limitan a lanzar la piedra y esconder la mano entre las páginas de un periódico, créame. 

Recuerda que la hora de encontrarse con el profesor está cerca, pero su curiosidad se impone a su razón y desea averiguar más y más sobre el misterioso caso del hombre que murió tres veces la noche anterior. Suponía que sus compañeros lo comprenderían o al menos se esforzarían en ello.

- ¿Son muy frecuentes estas tácitas acusaciones que aparecen en la prensa británica? - preguntó con sobriedad la muchacha de cabellos rubios.

La mirada frágil de la arqueóloga trata de enternecer al funcionario.

- Ciertamente,... - Mustafá te mira como deseoso de comentar algo, pero tras unos instantes toma la decisión de no hablar -... No creo que sea buena idea.-  Aunque a pesar de sus esfuerzos, el ansia de explicar algo demasiado "escamoso" termina por minar la resitencia del joven funcionario. - Lo que tengo que explicarle es algo confidencial. Espero que se haga cargo señorita.- comenta bajando el tono de voz y acercándose al oído de la muchacha de ojos inquisitivos y brillantes.

- El Embajador jamás lo reconocerá, pero a raíz de esta curiosa circunstancia, opté por revisar el expediente del sr Makryat.- mantenía cierto tono de misterio - Sepa que los archivos de la embajada, no poseen ningún informe de la vida personal de Makryat, pero para mayor sorpresa... Tampoco encontré registros fotográficos. Digamos que quitando la información que le he facilitado, Memeth Makryat no existe para la Embajada turca en Londres. - finalizó buscando la expresión de sorpresa en Lea.

 Lea se apoya sobre el mostrador, estrechando la distancia entre ambos y poniendo toda su atención en las palabras del funcionario. No refleja cara de asombro en primera instancia aunque la sorpresa va por dentro. Frunce el ceño por un momento, el caso se vuelve escabroso. Un robo de identidad... pero... ¿Qué identidad? ¿Una que nunca existió? ¿Una que alguien quiso borrar del mapa? No sabía decidir entre el caso de Makryat o el del profe para llevarse el premio al "asunto más escabroso de la década".

- Pero... - dijo casi en susurros, dispuesta a desviar el rumbo de la conversación si algún oído indiscreto se acercaba - ¿Los controles de aduanas? ¿Los permisos de visado? ¿No necesitan esa información, al menos una fotografía reciente del ciudadano? ¿Cómo ha podido suceder algo así?

Eran tantas las preguntas que se pasaban por aquella cabeza de rubia melena que la arqueóloga no sabía por donde empezar.

¿No han podido contrastar información con el gobierno de su país? -Tomó aire, sabía que la siguiente pregunta podía desvelar sus intenciones y eso podría llegar a poner al funcionario a la defensiva y con razón - ¿Si algo le sucediera a ese hombre, cómo lograrían identificarle?

El funcionario miró a la joven anticuaria e intentó seguir su ritmo de preguntas: - Han desaparecido todos los archivos... ¡Todos!. - respondía a cada una de las preguntas espetadas por Lea. Ante su última afirmación, el funcionario sólo pudo sonreir y decir:

- Si el verdadero Makryat no se hallaba entre uno de los tres cadáveres hallados, tengo que reconocer nuestra total incompetencia para identificarlo. - dijo con cieto tono serio - Le ruego que no airee mi confesión señorita... - al tiempo que se levantaba y comenzaba a dirigirse hacia la puerta. - Ha sido un placer poder ayudarla, Srta Winthrop, pero ahora tengo asuntos relevantes que atender. - alguien le acompañará a la puerta.

 ¿Quién diablos se habría tomado la molestia de hacer desaparecer todo rastro de un hombre? ¿Él mismo? ¿Quien se ha encargado de despacharle? ¿Es siquiera alguno de los tres el verdadero Makryat? A cada escueta respuesta del funcionario, cientos más de preguntas venían a la cabeza de la anticuaria. 

- Espero que esto no les acarree demasiados problemas. ¿No han iniciado investigación al respecto? - imaginaba que esta pregunta quedaría en el aire. Demasiado había arriesgado ya Mustafá con aquella revelación, mas por intentarlo la anticuaria no se despeinaba.

La chica le guiñó un ojo al funcionario.

- Puede estar tranquilo, a diferencia de muchos de mis compatriotas suelo ser persona discreta cuando la ocasión lo requiere.

Al menos tenía la dirección del lugar que si la lógica no fallaba, más debía frecuentar el verdadero marchante. Una visita se hacía necesaria, aunque ahora mismo sus pensamientos se dirigían hacia los allegados del profesor, que debían seguramente estarse preguntando donde diablos estaba Lea. Se separo del mostrador y se colocó la chaqueta, lista para salir de allí.

- Muchas gracias por su atención, y sí, con todo este revuelo imagino que no les falta trabajo por aquí. Que tenga buenos días, señor... espero que si volvemos a vernos las circunstancias sean más propicias.

Lea se dirigió hacia la puerta. Tenía un pálpito, una corazonada pero su mente divagaba entre dos ideas. Ir a fisgar por el estudio de Makryat antes de que cualquier "avispado"  agente del Scottland Yard contaminara la escena o dirigirse hacia el lugar donde debían reunirse con el profesor. Sacó una moneda de su bolsillo. Se trataba de una libra egipcia que conservaba como recuerdo de uno de sus primeros viajes al valle de los reyes, el último viaje que realizó junto a su hermano antes de que éste perdiera la razón. La arrojó al aire.

Cara: Profesor, cruz: Makryat... en manos del destino estaba.*

Una vez la arrojó al aire la recogió con el dorso de la mano y cubrió su superficie con la palma de la otra. Un pequeño temblor la recorrió cuando fue a mirar. La suerte había hablado... sus compañeros debían esperar poco más para reunirse con ella, aunque de sobra seguro que se valían por sí mismos...

De todos modos, anotó mentalmente el asunto de Makryat que, aunque tuviera que esperar un poco, atraía de forma magnética y peligrosa la vívida atención de Lea, quien como cualquier profesional en su oficio, no dejaría rastro sin remover.