Partida Rol por web

Vuestra historia empieza flotando en grandes estanques cilíndricos de brea, entubados y con vuestros signos vitales monitorizados. Un fallo en el sistema obliga a expulsaros de los estanques como si fuera un útero artificial rompiendo aguas. El suelo se empapa pero sin causar charcos al filtrarse por una reja del suelo.

Arrugados, mojados y desorientados lucháis por extraer la manguera que ahora os obstruye la garganta y que impide respirar por culpa del pánico. Por si no fuera suficiente incomodidad las luces parpadean, chispas de una avería saltan y una sirena de alarma os tortura los tímpanos.

Te frotas los ojos tras el ataque de tos e intentas acostumbrarte a la luz del sitio, para descubrir que la sala es en gran parte materia orgánica, como si fuera el interior de una criatura colosal, pero con elementos artificiales, como el estanque del que acabas de salir. Algunas de las paredes de esa sala están dañadas (o heridas). La carne está perforada de la misma forma que el hueso atraviesa la piel del miembro roto, pero lo que aquí se asoma son tubos de metal que expulsan vapor y extraños filamentos de cobre que sueltan chispazos.

De fuera se escucha una combinación de pitidos artificiales de distintos tonos que casi suenan a melodía, y acto seguido se abre de forma ascendente una puerta corrediza. Una figura humanoide de pequeña estatura entra y la puerta se cierra detrás de él. El ser os grita algo en su extraño dialecto al veros fuera de lo estanque. Su expresión cambia a sorpresa al no ser respondido y comprender que algo no salió como debía. De su cinturón saca un corto cilindro que se despliega en un bastón el triple de grande. Al hacer otro movimiento con las manos el arma reacciona por arte de magia y se imbuye de rayos.

Vuestro instinto de supervivencia os alertó del peligro, a pesar de no tener más tiempo para recordar como habíais llegado aquel infierno. El hombrecillo gris estaba dispuesto a neutralizaros por motivos que solo él entendía.

Mardak aún seguía arrodillado en el suelo, escupiendo y gimiendo debido al dolor de arrancarse aquella manguera del cuello, cuando sus sentidos le hicieron mirar en derredor. Aquel lugar parecía fruto de una de sus peores pesadillas, y si bien no era capaz de reconocer nada de lo que veía, si era consciente que donde fuera que estuviese, estaba en peligro. Su mente era incapaz de pensar con claridad, seguramente por culpa de lo que fuera que le hubiera ocasionado aquel tubo que había arrancado del interior de su cuerpo, o quizás por extraños sonidos que bombardeaban sus oídos, pero, de una manera u otra, si percibió que la criatura que acaba de aparecer por aquella extraña obertura no iba a ayudarlo. Por si tenia alguna duda, empuñaba un arma, desconocida, pero que sin duda estaba imbuida por la magia y a todas luces parecía dispuesto a utilizarla con él.

Aún sobreponiéndose a la sorpresa y la desorientación, el joven se puso en pie y miró otra vez a su alrededor, buscando cualquier cosa que pudiera utilizar para defenderse. Cerca había otros como él, desnudos y que gimoteaban con mangueras en la boca, y que por tanto, también eran, imaginaba, objetivos del hombrecillo armado con la vara de rayos.

—Primero el hombrecillo —pensó, obviando las sensaciones que le producían el no reconocer el lugar, así como los objetos que lo moraban. Todo era extraño para él, pero primero tenia, o con suerte tenían, que deshacerse de aquella amenaza—. Que...quien... ¿quien eres? —dijo, sintiendo como su garganta se quejaba con cada palabra. Tenía que ganar tiempo para que su mente despertase del todo y buscase una forma de librarlo. O quizás solo el suficiente como para que los otros también se incorporasen...

Desorientado, Ghagha miró a su alrededor. No entendía nada: la confusión le embotaba los pensamientos, le escocía la garganta después de sacarse aquella cosa y le costaba respirar. Se sentía algo mareado. ¿En qué momento las praderas y los bosques se habían tornado...aquello? ¿Dónde estaba? ¿Qué eran todos esos artefactos? ¿Quiénes eran estas personas? 

Pasó la mirada por todos ellos, dándose cuenta de que estaban en la misma situación que él. Después miró al hombrecillo gris, amenazante con su báculo mágico. Le costó incorporarse, tosió y escupió. Tras pasarse el brazo por la cara para limpiarse la barba de aquella sustancia pegajosa (sin éxito), plantó los pies en el suelo frío y metálico. Trató de gritar a aquella criatura:

—¡Eh! ¿Quién eres? ¿Quiénes son estos? ¿Qué hacemos aquí? ¡Responde o te las verás conmigo!

El esfuerzo de gritar hizo que empeorase el mareo, y casi cayó al suelo de nuevo. Pero hizo un esfuerzo por mantenerse en pie. Fuera lo que fuese aquella cosa le daría respuestas, o recibiría un buen montón de puñetazos. No tenía tiempo para esto, tenía que seguir buscando a Uara.

—Uara...—, pensó. Relajó los músculos por un momento—. Saldré de aquí y te encontraré. Cueste lo que cueste. Esto es solamente otro obstáculo.

Lleno de determinación, sus fuerzas renovadas por pensar en Uara, se preparó para lo que seguro que sería un buen combate. Ya habría tiempo de descubrir después dónde estaba y qué hacía allí.

"PREPÁRATE..." Sonaba en mi mente mientras flotaba en el tanque apenas consciente gracias al esfuerzo de mi patrón. "SOBREVIVE... " Senti como caía al suelo, abrí como pude los ojos mientras luchaba por quitarme ese horrible tubo de la boca, tosiendo y casi vomitando. 

De un vistazo pude ver que había mas personas como yo, un par de humanos y un par de medianos. Tal vez uno fuera un gnomo, tenia la vista borrosa aun. Me frote los ojos y vi que también había alguien desconocido, de piel gris, desenvainando un arma que parecía mágica. " Ya podría haberme dado alguna pista mas... Como le gusta jugar conmigo "

El humano grandote parecía que iba a saltar encima del hombrecillo gris, atiborrandolo a preguntas que no entendía el otro. Al menos los dos prisioneros que habian hablado lo hacian en común. Tal vez un poco de charla mental distrajera al Gris

- ¿Detente! ¿¡Que te crees que estas haciendo!? - Le envié a su mente al gris. Gracias al don de mi patrón, el Gris seria capaz de entenderme, pero yo a el... Con suerte podría confundirlo para que pensase que le hablaba alguno de los suyos, y ganar unos segundos que todos necesitabamos para recuperarnos. 

El hombrecillo gris respondió algo en aquel aberrante idioma al tiefling. Por lo visto este hizo algo que llamó su atención, más no bajó la guardia en ningún momento.

-¡Hay que eliminar a los defectuosos! Tú pareces distinto... ¡Ayúdame a erradicarlos y quizás la Mente Suprema te de alguna utilidad!

Ese gris me respondió. Dándome algo mas de información. Mente Suprema... Este tipo debía ser un simple esbirro de esa tal Mente Suprema. Y no parecóa sorprendido por mi habla mental, por lo que debia estar acostumbrado a ella. 

- Espera, espera. Aunque sean defectuosos, seguro que podemos aprovecharnos y utilizarlos de algún modo, verdad? - Sugerí. - Seguro que la Mente Suprema estará satisfecha de no malgastar recursos... - Intenté ganar tiempo y conseguir algo mas de información que me ayude a salir de esta. 

Me sentía inclinado a llevarme mejor con los prisioneros que con los carceleros, por principio odiaba que me dieran ordenes... 

El hombrecillo parecía convencido, lo cual le hizo sospechar al mismo tiempo.

-Tus argumentos son muy validos, pero no fuisteis creados para razonar tan bien... De todas formas ahora mismo sois el menor de los problemas ¡Podéis largaros, tanto importa si morís aquí o fuera! ¡Marcharos antes de que cambie de idea!

Tras unas palabras más para vuestro compañero, el carcelero se hizo a un lado y os abrió la puerta, indicando con la cabeza que os podíais largar. Al parecer había recapacitado y reinterpretado las ordenes de su tarea para trabajar menos.

Me sentía aliviado. Siempre es mejor evitar los problemas y los golpes... Al menos para mi. Y mas recién despertado desde  vete tu a saber cuanto tiempo. 

- Nos he comprado algo de tiempo... - Les dije a los otros prisioneros hablando en Común. - Tomémonos unos instantes para recuperarnos y larguémonos de aquí... - Me tentaba lanzarle un encantamiento al Gris y que nos ayudase al menos un rato. Pero no era de sabios malgastar los dones cuando podías conseguir lo mismo con palabras. - No se quienes sois ni donde estamos... Ni que maldito idioma habla esta gente. Me llamo Morthos. - Dije formando una de mis mejores sonrisas. - Tened un ojo echado a nuestro amigo Gris. Por si acaso... 

Ya me encontraba mejor, y me ajuste el triste taparrabos que era lo único que llevaba encima. 

—Ghagha—dijo, todavía desconfiado, tendiendo la mano a Morthos. 

La tensión del momento lo había puesto nervioso y buscó con la mirada algo con lo que trastear para relajarse. Eso le ayudaba, solía pasar el dedo por la empuñadura de su hacha... ¡Su hacha!

—¿Dónde demonios están mis cosas? —pensó Ghagha justo antes de darse cuenta de que estaban desnudos. Su mente se iba aclarando y poco a poco iba siendo más consciente de la situación. Miró a los demás.

—No os conozco, pero está claro que hemos acabado aquí en las mismas condiciones. Salgamos de aquí cuanto antes, no tengo tiempo para esto, tengo que buscar a una persona y no puedo permitirme jugar a las peleas con hombrecillos grises.

Asintiendo para sí, procurando aparentar seguridad en sí mismo, una seguridad que ahora mismo flaqueaba a causa de la situación. Miró de reojo la especie de puerta mágica por la que había entrado aquel ser. Sintió un escalofrío.

Las voces en su cabeza golpeaban cual tambores de guerra. Alastor, que había sobrevivido a varias guerras de joven, sabía que en caso de ser apresado debería esperar poco o nada de merced. Al abrir los ojos y ver que aún estaba vivo le sorprendió. Rápidamente su sentido de supervivencia se activó. Miró a su alrededor y notó que algo le oprimí la cara. Se quitó la manguera y cayó al frío suelo. Su vista, aún nublada, le permitió ver a varias figuras hablando, varias de ellas más altas que él y otros de su misma estatura más o menos.

Alastor no entendía nada, pero si los dioses le habían dado una segunda oportunidad que él ya no esperaba no la iba a desperdiciar. Se juntó con los personajes más altos, que iban desnudos y estaban llenos de una substancia viscosa como él.

-¿Por Arvoreen, que... que diablos está pasando aquí?

Ahora que por lo visto no ibais a ser víctimas de una paliza inminente gracias al tiefling, os disteis cuenta de los cambios físicos de vuestros cuerpos.

Por medio de cirugía se os habían implantado unos orificios metálicos que parecían estar pensados para conectarse o atornillarse a algo. Teníais dos a la altura de las clavículas, uno detrás de la cabeza (donde el cráneo se une a la columna), uno en donde termina la espalda y tres más en cada antebrazo. A diferencia de los matasanos de vuestro mundo, la operación fue limpia y no había casi cicatrices de sutura.

El carcelero os gruñó, ya haríais la exploración corporal fuera de la sala. Tenía prisa para que dejarais de ser su problema y pasarais a ser el de otro.

 03 estaba sumergido en la más profunda oscuridad, a lo lejos se fueron acercando distinto tipo de sonidos sin ningún sentido. Comenzó abrir ligeramente los ojos aun sin poder ver nada, su vista se fue acostumbrando a ver de nuevo de a poco sin entender mucho de lo que veía. Él estaba en el suelo empapado, rodeado de otras personas en pelotas. Entre lentos parpadeos el tiempo parecía saltar varios minutos, las demás personas comenzaron a levantarse, 03 era el único que aún seguía en el suelo, logro levantarse entre algunos tumbos y con la vista aún borrosa ver a un hombrecito en una puerta.

 03 se levantó del suelo, Guardo silencio y tomo un tiempo para reorganizar su… Cerebro.

Estreché la mano que me ofrecía al grandullón pelirrojo. Viendo su tamaño y su fuerza, seria un buen guardaespaldas o algo así. El Gris se estaba impacientando, asi que empecé a dirigir al pelirrojo hacia la puerta.

- Será mejor que nos vayamos antes de que cambie de idea... - Me dirigí al resto. - No se vosotros, pero yo me siento bastante desprotegido. 

Y precisamente por eso no quería ser el primero en salir... Tengo buena labia pero resistencia a los golpes.. poca. 

Ghagha no se lo pensó dos veces. Aquellas personas, tan pequeñas y enclenques, no aguantarían ni una ligera brisa. Colocando la mano en el hombro de Morthos, le hizo un gesto para que le dejara pasar y se adelantó. Ellos irían más protegidos, y a él no le retrasarían.

Poniendo todos sus sentidos alerta y tratando de ignorar el hecho de que iban desnudos, Ghagha se aventuró a través de la puerta. Cuando pasó junto a la criaturilla gris, la miró directamente a los ojos. No se fiaba ni un pelo.

Alastor se fijó en el otro pequeño del grupo:

-¿De qué aldea eres? -presuponiendo erróneamente que era un mediano como él. Luego, se presentó a todo el grupo mientras avanzaba a paso ligero. -Me llamo Alastor, soy de Tethyr y he servido los últimos diez años en la Milicia de Zazesspur, a las órdenes de la Reina de Tethyr.

Mientras el mediano compartía la historia de su pasado, en su mente se dibujaron imágenes de días gloriosos en batalla, pero la forma en que lo recordaba estaba difuso, como si fuera más la sensación de un sueño al despertar, pero de un despertar del cual se sentía más eufórico.

Después de que el hombrecillo gris intercambiara miradas intensas con Ghagha y viera la espalda de Morthos, centró su atención en el resto del grupo que aún estaban en la sala. El guardia pareció percatarse de las intenciones de Alastor por llevarse un recuerdo del sitio, pero esperó a ver lo que hacía antes de tomar medidas.