Bienvenidos a Mos Shuuta

El planeta Tatooine, situado en el Borde Exterior, era habitualmente descrito con adjetivos tan amables como: "miserable", "bola de arena" u otras lindezas semejantes. Un planeta desértico lleno de vastas extensiones de arena y piedra yerma. Sin embargo, aunque desértico, no estaba desprovisto de vida. Dispersos por su desolada superficie había asentamientos habitados por algunos de los individuos más obstinados de la galaxia, dispuestos a sacar algo de provecho de aquel erial. Un planeta en el que los hoscos granjeros de humedad se esforzaban por extraer agua del aire y la arena. Pero los mares de dunas también albergaban vida, prueba de ello eran los grandes tractores reptadores que servían a la vez de comunidad para los diminutos jawas, o los bandidos tusken de los desiertos, envueltos de pies a cabeza en prendas para el desierto y que se ganaban la vida atacando asentamientos o vagando a lomos de los recios banthas por las regiones más inhóspitas en busca de algo de provecho. 

El arido terreno de Tatooine alternaba bajo sus dos soles entre mares de dunas infranqueables, tierras baldías de roca escarpada y montañas afiladas como colmillos donde habitaban los más peligrosos depredadores del desierto, como los dragones krayt, aterradoras criaturas temidas y cazadas a partes iguales, porque las perlas que albergaban sus estómagos eran muy valiosas. Tatooine era un planeta inhóspito y hostil, y por tanto un lugar perfecto para todo tipo de villanos que acudían a esconderse de sus enemigos. Algo que hacia que a los cazarrecompensas nunca les faltara trabajo en el planeta. Pero también un planeta lleno de comerciantes, gracias a que se encontraba en la Ruta Comercial Triellus y su posición era muy cercana a la Carrera Corelliana.

A pesar de que el Imperio había nombrado a varios gobernadores para vigilar el anárquico mundo que era Tatooine, la mayoría de ellos se encargaban de hacer simple y llanamente eso. Vigilar. Los auténticos señores de Tatooine eran los hutts, con Jabba como principal exponente. 

En medio de ese desapacible mar de dunas se encontraba Mos Shuuta, una pequeña ciudad situada en la cima de un elevado promontorio rocoso y con nada más a su alrededor que desierto en todas las direcciones. Un lugar donde era fácil aterrizar, pero tremendamente complicado despegar para poder salir de allí. Y no solo por la dificultad del terreno. Mos Shuuta era el dominio de Teemo el Hutt, amo y señor de la ciudad. Una ciudad de calles estrechas, edificios arrebujados unos con otros, donde claramente se diferenciaban los barrios de chabolas con la zona más opulenta donde Teemo tenía su suntuoso palacio protegido por una fila de barracones repletos de guardias gamorreanos y droides de seguridad. Mos Shuuta contaba con un par de muelles de amarre, un establo de dewbacks, un depósito de agua que destacaba en altura sobre toda la ciudad, un bazar de importaciones interplanetarias y una fábrica de escoria donde los pobres desgraciados que trabajaban allí lo hacían en unas condiciones pésimas. La única salida del promontorio en el que se alzaba Mos Shuuta era a través de un pequeño ramal que se abría en su esquina suroeste, pero que se encontraba cerrada por una valla energética que custodiaban cuatro gamorreanos.

Entre las callejuelas de la ciudad, seis individuos corrían a toda prisa seguidos por otros tantos gamorreanos tirando tenderetes, saltando obstáculos y doblando calles para intentar despistar a sus perseguidores. El grupo que huía de los gamorreanos apenas se conocían entre ellos, más allá de que se habían visto en alguna ocasión o habían coincidido en algún lugar, pero todos tenían algo en común: habían hecho enfadar a Teemo el Hutt. Y la suerte había querido que se encontraran todos en el mismo lugar cuando los gamorreanos se lanzaron a por ellos. Al principio no sabían muy bien a quién de todos perseguían, podría ser cualquiera e incluso todos ellos, puesto que todos le debían algo a Teemo. Y cuando un musculado porcino verde señala hacia donde estás y se lanza embistiendo con cara de malas pulgas, no hay tiempo para pensar en otra cosa que no sea poner pies en polvorosa. 

La frenética carrera terminó precipitadamente cuando el grupo entró al tropel en la cantina de Mos Shutta después de ganar una pequeña ventaja a los gamorreanos. Bajaron un corto tramo de escalones y se adentraron en el penumbroso interior de la cantina. El aire fresco del establecimiento alivió la fatiga causada por el calor abrasador de Tatooine. El camarero, un devaroniano, dejó lo que estaba haciendo y los observó detenidamente con sus intimidades facciones de demonio. Al fondo pudieron ver un escenario sobre el que danzaba una twi'lek al son del hilo musical. Había varios reservados alineados en las paredes del local, y la zona central de la cantina estaba repleta de mesas y sillas dispersas. Varios de los clientes se giraron en sus asientos para mirar a los recién llegados. Las únicas puertas que había, aparte de la entrada, eran lo que parecía un cubículo de almacenaje en una esquina tras la barra y la salida del escenario, que se abría justo detrás de la bailarina. Sobre sus cabezas había un entramado de travesaños gruesos y pesados que sustentaban el techo abovedado del establecimiento donde se guardaban las cajas de licor. Varios sitios donde poder ocultarse con éxito, y solo disponían de unos breves instantes antes de que llegaran los matones de Teemo. 

Aquello era un cuello de botella. Nosotros mismos nos habíamos encerrado en aquel bar y los gamorreanos entrarían en cualquier momento. Lo primero que vi fue el escenario. Detrás podría estar protegido y tendría una visual de la entrada y si empezaba una escaramuza a tiro de mi láser.

Yo voy la escenario. Si los cogemos en un fuego cruzado son nuestros.

No pretendía en absoluto dar órdenes a ninguno de ellos pero era evidente que para salir de allí enteros debíamos colaborar entre nosotros. Mire hacia atrás esperando ver los movimientos del resto.

Demasiados gamorreanos, eso fue lo que provocó que UK-47 saliera por pies cuando uno de ellos le señaló ¿realmente fue a él o a otro? Lo cierto es que emprendieron la huida unos cuantos. Los gamorreanos nunca han sido una especie muy dada a la diplomacia. Si quieres convencer a un gamorreano ya puedes tener buena puntería, de otra forma difícilmente se detiene a una bestia semejante.

A la carrera por las calles de Mos Shuuta. Tampoco había muchos sitios en los que esconderse. Los había, pero pocos. Entraron en la cantina, allí los perderían de vista. Aunque sólo había una salida. Pero siempre había mucha gente.

- Hay mucha gente, aquí los perderemos de vista - ¿La idea había sido suya? Nuevamente dudaba. Muchos de los clientes los miraron, a él también. Sinceramente, si tenían un letrero en la entrada prohibiendo el acceso a los metálicos, lo ignoró. De hecho había entrado más veces en aquel lugar y nunca había tenido problemas. Fuera de los típicos, no. Porque en las cantinas siempre hay alguien que molesta, siempre hay un gracioso que hace bromas sobre quien no debe, siempre hay un tipo grande que cree que porque tiene un tamaño grande es invulneable, y uno pequeño que cree que puede hacer lo que quiere porque nadie lo está viendo. UK-47 no era el típico que busca problemas pero si le buscaban, le encontrarían. 

Iba corriendo en compañía de sujetos pertenecientes a varias razas. Eran un grupo peculiar corriendo por aquellas calles, un grupo salvaje. 

Entraron y a punto estuvo el droide de derribar a un trandoshiano que estaba al comienzo de los escalones. Por un instante no se quedó con sus armas y lo incrustó en la pared del fondo. Una pena, tenía un arma interesante. Miró hacia el fondo, a derecha e izquierda, al techo también. Buscaba escondites.

Pasar junto al ropero de la entrada y coger una especie de capa, por lo pronto tapar su indumentaria metálica. Pasar desapercibido era vital ahora. Al menos enmascarar la apariencia. Los gamorreanos siempre iban a bulto, era importante que no le distinguieran sin más. 

El Twilek prefiere ir tras el escenario, al fondo. UK47 asintió. Recapacitó tarde - ¿Qué fuego cruzado? - echó las manos sobre las caderas metálicas, hacía tiempo que no llevaba aquellas pistolas que un tiempo atrás le ayudaron tanto - ¡Mierda! - Fuego cruzado había dicho, como si allí dentro se pudiera disparar sin más. Sería una masacre. Por supuesto que no podían disparar allí, habría muertos. Los propios clientes de la cantina les podrían agujerear, entonces ya no sería un problema el Hutt sino todos los habitantes de Mos Shuuta - mejor no. Habrá que encargarse uno tras otro de esos gamorreanos - había que deshacerse de ellos, eliminarlos. Poco a poco. Llevarlos hacia un lado y cargarse al último; dirigirlos hacia el otro lado y desaparecer a otro. Así, uno tras otro, hasta extinguir cualquier amenaza. Aunque al último igual era bueno interrogarlo ¿a un gamorreano? Qué estupidez. Nada, sin testigos, todos fuera de combate, mejor.

Si el Twilek se iba al escenario había que buscar otro lugar, distinto. Quizás en aquellos reservados de la pared derecha, había otros más adelante, al fondo a la izquierda. O en el almacén de la cantina aunque ahí mirarían rápido. Seguramente se dividieran en dos grupos, aunque probablemente dejasen uno atrás vigilando la entrada - divide y vencerás.

¿Y si me coloco en una de esas mesas del fondo? Con la capa seguro que paso desapercibido. Me haré pasar por un jugador. Sí, buena idea. Aunque espero no tener que apostar. Además llegar hasta allí les será complicado, si me coloco de espaldas no me verán. Yo tampoco a ellos. La mesa puede servirme de escudo si la cosa se complica - si la cosa se complica, podemos generar una pelea multitudinaria aquí dentro - sí, esa era una buena idea. Se montaría una buena, una auténtica distracción. Bien pensado, aunque había que montarla bien, buscar el momento, esperar. Ser pacientes, sin prisa. 

Avanzó hasta una de las mesas que había cerca del escenario, al fondo. Buscó un sito y se sentó, buscando una zona franca desde ponerse a cubierto. 

Esperava que la bailarina le dejara pasar. Suponía que al ser de la misma raza sentiría algo de empatía. Se puso los dedos sobre los labios en clara alusión a que guardara silencio y no dijera nada. En los ojos una mirada de "por favor"

Ya estaba acostumbrado a que Teemo se enfadara, al fin y al cabo era una babosa gigante, sólo con eso te tenías que levantar enfadado todos, los días, pero que esta vez la masa viscosa fuera un paso más haya y reclamara su cabeza era algo que no se hubiera imaginado Coldo nunca.

No recordaba que había estropeado para enfadar al Hutt, el impulsor de la nave de contrabando, el sistema de refrigeración del palacio, el droide que limpiaba sus grasientos pliegues, todo era culpa suya por no aceptar las mejoras que Coldo recomendaba, pero estar en el lado equivocado del blaster te hacía perder las discusiones, los matices de la diplomacia que se le escapaban al mecánico.

No sabía como, pero en un rato se encontró huyendo con un grupo de desgraciados, víctimas de Teemo, juntos en la desdicha, unidos en la supervivencia, entre ellos había un droide, al verlo moverse se le ocurrieron un par de maneras de mejorar la fricción articular de sus piernas para que su movimiento fuera más rápido. Tendría que comentarlo más tarde.

- Para disparar hay que tener algo que dispare, yo voy a mirar ese cuadro de luces, seguro que se puede desconectar, es un mecanismo muy básico, poco digno de mirarlo, pero hay necesidad...- el humano conocía de sobra la cantina, de las ocasiones en que echaba un trago de algo infame mientras negociaba las tarifas de los trabajos.

¿Por qué corría? ¿Porque todos corrían? ¿Porque había pasado algo? Kaled tenía demasiadas preguntas pero había abandonado hacía un rato la esperanza de obtener respuesta. Estaban los seis corriendo escapando de sus perseguidores y fueron a meterse en la cantina. Aquello no tenía demasiada buena pinta. Kaled no sabía cuanto más iba a aguantar corriendo así que optó por ganar tiempo. Si conseguía pasar desapercibido dentro de la cantina, conseguiría una posición de ventaja o incluso librarse.

La enorme wookie era bastante más ágil de lo que se podía intuir por su tamaño, por lo que se movió como una centella hasta la barra, donde le devolvió al camarero devaroniano una mirada furibunda.

—Aarrragghuuhw uughghhhgh wuuh aaaaahnr huuguughghg raaaaaahhgh huuguughghg huuguughghg raaaaaahhgh uughghhhgh raaaaaahhgh uggguh uughguughhhghghghhhgh*

Sin mediar más palabra —o tal vez debería decir "gruñido"—, Fay se ocultó tras la barra de un salto. Ante todo era una estratega y sabía que aquella podría ser una buena cobertura en caso de disparos. La twi'lek había dicho "fuego cruzado", así que esperaba que tuviese algún plan. De no ser así, intercambiaría impresiones con los gamorreanos al viejo estilo wookie.

Con un gesto experto, Fay sacó su blaster por si las cosas se ponían feas y para demostrarle al devaroniano que iba en serio.

La situación era realmente cómica a ojos de Klee. Para comenzar estaban aquellos cinco pazguatos que habían echado a correr tan pronto habían aparecido aquellos gamorreanos mandados por la babosa hipertrófica de Teemo. Pero, ¿qué se creían? ¿... que iban a por ellos? Probablemente se habían contagiado por el carisma natural del rodiano y habían echado a correr pensando que tal vez sus captores les habían confundido con compinches del piloto más arrojado del sector. A punto estuvo en varios momentos de advertirles que no iba con ellos la cosa... para que luego digan que el bueno de Klee no puede ser un buen samaritano cuando se lo propone. Pero fue incapaz... le dio la risa floja.

Y es que si aquellos que huían le parecían que estaban en una situación de lo más hilarante, sus captores no lo eran menos. Aquellos cerditos a la carrera, con su divertida forma de mover los jamoncitos y sus gruñidos de cansancio hacían que la risa aflorara de nuevo. De hecho, Klee no la ocultaba... más bien al contrario. La dejaba escapar como un sonido metálico que repiqueteaba de forma divertida. 

Y así, entre risas, sin comerlo ni beberlo... van y se meten en una cantina.

—Como este tugurio no tenga salida trasera va a ser una carnicería*. —musitó más para sí que para ningún otro mientras intentaba contener la risa y recomponerse de la carrera.

Cada cual empezó a desplegarse tomando posiciones con tal presteza que la idea de que quizá aquellos también eran perseguidos por los secuaces del Hutt apareció en la mente de Klee. De ser así, quizá... solo quizá... podrían llegar a ser aliados si consiguiesen escapar de aquel antro con el objetivo común de escapar de Mos Shuuta o, de ser posible, del maldito y polvoriento Tatooine.

Cierto es que algunos de ellos lo tenían más fácil para ocultarse. Los humanos era eso... humanos. Lo más común de toda la maldita galaxia. Para pasar desapercibido en una cantina llena de humanos nada mejor que ser uno de ellos. Al fin y al cabo todos tienen la misma cara. El droide... joder, si se mete tras la barra y se queda muy quieto podría pasar por un nuevo modelo de cafetera. El twi'lek se metió junto con la bailarina entre banbalinas... ¿por qué no se quedaba en pelotas y bailaba con ella? Ningún escondite es tan bueno como uno a plena vista. Eso era de primero de truhán. Y luego estaba aquella diosa de peluche... una hembra guerrera y deseable que blandía su orgullo wookie por dónde iba y a la que Klee no habría dudado en dar cobertura en su regazo si no hubiera sido él uno de los perseguidos. El más perseguido, de hecho.

Pero ahora tocaba buscar escondrijo y debía de hacerlo rápido. Conforme entró en el salón se dirigió hacia la mesa en el reservado grande de la derecha, justo dónde la pared hacía un recoveco. Una mesa grande le serviría de cobertura grande. Y los clientes arremolinados en masa bien podrían hacerle un hueco y dejarle parapetarse ahí. Además, una vez entró en la sala y se sentó junto a los clientes les miró con los ojos entornados mientras sacaba el blaster y lo disponía para disparar. SIn duda la idea del fuego cruzado sonaba a gloria bendita.

—No estoy aquí, ¿vale? —dijo a los clientes de la mesa elegida. —Ni me habléis, ni me miréis, ni pongáis esa cara de "dios mío somos cómplices un fugitivo". Hale... a beber, a jugar al sabbac o lo que sea que estuvierais haciendo. Y si os portáis bien os pago una ronda en acabar, ¿hecho?** Y ahora me meto bajo la mesa pero que ninguno se baje el pantalón o le haré un agujero auxiliar en la parte de delante, ¿está claro? 

Nada más entrar en la cantina, Klee hizo un comentario de lo más acertado, puesto que la cantina no tenía salida trasera. El grupo se distribuyó tomando diferentes posiciones en el interior del establecimiento. Algunos optaron por mezclarse con la clientela del lugar y tratar de pasar desapercibidos ante los ojillos porcinos de sus perseguidores. Kallia'star logró convencer a la twilek que bailaba en el escenario de que le dejase pasar a la zona que había entre bastidores y se apostó en aquel lugar mientras la bailarina trataba de seguir con sus ágiles movimientos como si nada pasara. Coldo apagó las luces del ya de por sí oscuro establecimiento ante la queja del devaroniano que guardó silencio en cuanto la wookiee saltó ágilmente la barra y se colocó a su lado con el bláster en una mano y la cara de malas pulgas en su semblante. UK-47, Kaled y Klee también optaron por esconderse y pasar desapercibidos, aunque el último de ellos lo hizo colocándose bajo una mesa donde se jugaba a sabacc y con el bláster preparado para la escaramuza. Kaled, en cambio, se colocó como si llevara toda la tarde en la barra disfrutando de una bebida de jugo Juri. El droide por su parte, se escondió tras una de las mesas del fondo de la cantina.

Apenas unos segundos después de que el grupo se ocultara, entraron por la puerta los seis gamorreanos, seres de rostros porcinos armados con pesados garrotes y que inconfundiblemente servían a Teemo el Hutt. Sus ojillos saltones parpadearon para adaptarse a la penumbra mientras examinaban el local. Algo confusos, pues todos ellos hubieran jurado que habían visto a los fugitivos meterse allí, pasearon sus miopes miradas por el establecimiento. Llegaron a fijarse en Coldo trabajando en el cuadro de luces, pero por algún milagro no lo reconocieron. Como no vieron nada de interés, intercambiaron unos gruñidos y gañidos en su primitiva lengua y se dieron la vuelta para salir por donde habían entrado. Un auténtico alivio, aunque todos ellos sabían que aquellos seis puercos no dejarían de buscarlos hasta dar con ellos, e incluso era probable que dejaran a un par vigilando la cantina mientras daban una vuelta por los alrededores, y que después era probable que terminaran por registrarla. Si querían librarse de ellos tenían ante sí un buen momento para hacerlo ahora que les daban la espalda. 

Fay se asomó por detrás de la barra con uno de sus peludos dedos en el gatillo del blaster. Las anchas espaldas verdes de los gamorreanos eran un blanco fácil aún en la penumbra de la cantina, por lo que no le costó acertarle a uno de los matones tras proferir un gruñido.

Al ver a la wookie que disparaba a los gamorreanos despistados, aprovechó la oportunidad para sacar la cabeza por detrás del escenario y apuntar al que no había recibido el disparo de la wookie.

Este es el fuego cruzado que me refería.

Pensó recordando las palabras del droide

El resto del grupo se había decidido a disparar, la jugada de quitar las luces (vaya un sistema simple, decepcionante)  había salido bien, pero seguramente los gamorreanos les iban a esperar fuera, meterse enmedio de los tiros no es buena idea, pero Coldo se acercó por si alguno decidía cubrirse por donde estaba él.

Klee torció el morro desde su escondrijo. ¿Cómo se les ocurría atacar ahora que estaban a punto de irse? Para una vez que habían despistado a esos cabeza-puerco... Afortunadamente los tiradores parecían acertar y aquella pequeña guarnición porcina pronto estarían criando moscas en el callejón. El rodiano se asomó desde su escondite parapeta y apuntó con presteza a uno de los gamorreanos que aún no habían sido alcanzados.

—Me haré un sandwich con tu jeta, marrano... —pensó el piloto con malicia a la vez que apretaba el gatillo.

Sin duda, aquel pálpito que al rodiano le había dado antes respecto a que aquel extraño grupo que corría junto a él podrían ser aliados, comenzaba a tornarse cierto. Pero le escamaba que el droide, con la pinta que tenía, aún no hubiese hecho ningún destrozo. Esos modelos eran auténticas máquinas de matar... al menos eso se decía en según qué círculos. 

Desde el lugar en que se encontraba apenas se veía algo por culpa de la gente que había en las mesas y sobretodo por la oscuridad. Por suerte, activó su visión nocturna y pudo contemplar todos los objetivos que había al frente. Más aún, pudo ver cómo varios de los que le habían acompañado en la huida estaban disparando a los gamorreanos que se habían quedado vigilando la entrada.

En cierto modo era plausible, eran otras razas que les costaba urbanizarse. Quizás demasiado impulsivos y hasta salvajes, nada que ver con los droides que eran unos privilegiados, diseñados con tal perfección que no sobraba ni una sóla arandela y por supuesto, con todos los tornillos bien apretados y ni una tuerca suelta. Eran el futuro, el último eslabón de una cadena llamada progreso y apellidada evolución. Por eso, decidió avanzar hacia la salida, tendría tiempo suficiente para llegar y ayudar a rematar a alguna de las dos bestias porcinas que había apostadas en el hall. Con suerte podría requisar alguna de sus armas, aunque fueran bastas.

Y hablando de armas... Miró a ver si de la que se acercaba podía "agarrar" alguna carabina bláster sin que su dueño se dé cuenta. Por si las moscas, desenfundó su cuchillo de guerra y lo ocultó en la mano para que se apreciara que iba con buenas intenciones.

Aprovechando que los Gamorreanos les daban la espalda, el grupo saltó sobre ellos para librarse de caer en sus garras y evitar que les siguieran buscando. Fayynchawlienga disparó desde detrás de la barra acertando a uno de los enemigos justo en el centro de la espalda. Kallia'star disparó desde más lejos, acertando también a otro gamorreano en la parte baja de la espalda e incapacitándolo de inmediato, el gamorreano cayó al suelo dando alaridos. El último en disparar fue Klee, quien logró herir a otro de los seis gamorreanos que se congregaban en la puerta. Los agudos chillidos de dolor de los heridos alertaron a los demás que se volvieron gruñendo y dando guarridos en su lengua para alertar de la presencia de los miembros del grupo. Por último, UK-47 corrió hacia los gamorreanos llegando hasta mitad de la cantina y situándose junto a la barra donde estaba la wookiee al tiempo que sacaba y preparaba su cuchillo.

Al ver que las cosas se ponían feas, el devaroniano se agachó tras la barra y se dirigió al armario que había al fondo para esconderse allí dentro, la bailarina se cubrió entre los bastidores del escenario y la clientela del lugar se agachó bajo las mesas para evitar llevarse por error un disparo de bláster. La música paró inmediatamente en la cantina, y el ambiente se volvió muy tenso. Al esconderse la gente, los enemigos lo tuvieron fácil para detectar a los miembros del grupo que estaban persiguiendo.

Los gamorreanos se dirigieron hacia ellos con sus porras. Uno de ellos corrió hacia Fayynchawlienga y le sacudió un contundente porrazo alzando su musculado brazo por encima de la barra. Otro, giró hacia la pared para cubrirse en una de las mesas y casualmente se cruzó con Coldo, quien se encontraba acercándose a ellos. Ni corto ni perezoso le soltó un doloroso porrazo. Otro reconoció a Kaled en la barra y fue a por él con la porra por delante, atizándole en la espalda. El cuarto Gamorreano salió al encuentro de UK-47 y barrió el aire frente al droide con su porra. No llegó a darle, pero el robot tuvo que tensionar sus sistemas hidráulicos para frenar en seco y esquivar el golpe. El último gamorreano que quedaba en pie fue hacia Klee cojeando por la herida que el rodiano le había causado momentos antes, alzó su porra en el denso aire de la cantina para atizarle, pero Klee podría ser más rápido y volver a dispararle antes de que la hosca porra cayera sobre él.

Fay gruñó al recibir el golpe. El gamorreano era un rival duro de pelar, ya había tenido que medirse con algunos de su especie en los pozos de combate y escaramuzas varias. En combate cuerpo a cuerpo podían ser especialmente problemáticos, pero nada que una wookie entrenada no pueda manejar.

Con la mano libre, propinó un puñetazo al esbirro de Teemo. No iba a dejarse amedrentar por un grupo de cerdos hipertrofiados.

El primer disparo dio en el blanco lo que hizo que Kallia'star probara disparar a otro de los gamorreanos mientras el resto del grupo se enfrentaban directamente a ellos. Intentaría no darles, pero lo principal en aquel momento era deshacerse de sus perseguidores cuanto antes.

No sabía si llegarían más refuerzos o no, pero aquello debía acabar por la vía rápida.

Coldo no se esperaba que un gamorreano fuera hacia su posición, lidiar con malos clientes era el pan de cada día, pero lidiar con tipos armados era otra cosa, por lo que el mecánico dio un paso atrás y lanzo un puñetazo a la porcina cara, no podía dejarse atrapar en el sitio sin dar pelea.

Aquel golpe en la espalda es algo con lo que no contaba. Aquello no debería haber pasado. Pero entonces habría que tomar medidas extraordinarias.

Kaled se movió para coger distancia con el gamorreano y sacó la pistola bláster para dispararle a una corta distancia. No habría querido tener que llegar a eso, pero lo que no iba a hacer era dejarse matar ahí. No, todavía no.