Partida Rol por web

Al rato de marcharse Artie, os montáis en un taxi hacia la Biblioteca Pública. El camino se hace corto, pues os sumís en vuestros pensamientos acerca de adónde os llevará todo esto. No es hasta que el taxista os avisa y veis la imponente fachada neoclásica del edificio delante vuestra, que volvéis a la áspera realidad. Allí, los leones de piedra guardianes del conocimiento y la escalinata que representa el ascenso al panteón de la sabiduría, guardan millones de ejemplares salidos de los puños de los mejores escritores del planeta.

Atravesáis la puerta y os recibe el sonido de vuestros mismos pasos rebotando entre las columnas de piedra. A pesar de ser de día, unos candelabros de piedra de cuatro metros de altura con una docena de velas en cada uno de ellos permanecen encendidos, dando al lugar el toque de calidez que se espera de él. Atravesáis el vestíbulo y subís las escaleras "en Y" hasta la gran sala plagada de escritorios donde sentarse y dejarse llevar, iluminada por esos grandes ventanales de medio punto. A vuestro alrededor, centenares y centenares de estantes recubriendo las paredes y formando callejuelas como una pequeña ciudad infinita. Todos ellos, llenos de libros perfectamente catalogados.

Aquí y allá, separados entre sí por gran distancia, profesores, aventajados alumnos, curiosos y, también simples paseantes que ansían embriagarse contemplando las litografías, por el aroma del papel, la tinta, la cola... Allí dentro, el silencio cobra vida. Diminutos cuchicheos, el pasar las páginas, la respiración... Todo se confabula para formar el perfecto silencio que acompaña una buena lectura.

- ¿Hablar con ella? - Dice Eve, y luego risas compartidas entre ella y Rose. - Tenga suerte con ello, Sr. Gumshoe. Es una mujer muy ocupada y la gente no puede simplemente conducir hasta la puerta de su mansión y decirle que quiere conversar un rato con ella, como hace con nosotras.

Rose alza las dos palmas de sus manos y añade:

- Bueno, bueno, no despojemos la ilusión del Sr. Gumshoe. Si decide probar suerte llamando a esa puerta, vaya y hágalo - enfatiza levantando al aire el Tom Collins, ya por la mitad -, ¡por supuesto! Tendrá que conducir al norte, más allá de White Plains, un par de horas, y otro tanto para venir. Quizá más, puesto que las carreteras están cubiertas de hielo en estas fechas. Creo que irá demasiado justo de tiempo si además quiere tener allí una charla con la Srta. Carlyle y estar de regreso a tiempo.

- Si, suponía que no iba a ser fácil ir hasta allí, tocar a la puerta y entrevistarme con una mujer de su nivel. - Sonrió. Se llevó la mano al mentón y se quedó pensativo unos momentos.

Tenía una localización, que no una dirección. Suponía que sabiendo la localidad donde vivía y el nombre completo, podría conseguir algún tipo de información en la guía telefónica o alguna dirección concreta indagando un poco más y así poder enviarle un telegrama pidiendo una cita con ella. Posibilidades tenía de tratar de comunicarse con ella desde donde se encontraba y a las malas podría ir hasta Westchester y tratar de asaltar a Erica en su casa. Ahora conocía la ruta.

- Creo que entonces... - Esgrimió su mejor sonrisa. - ¡Me quedaré con ustedes  celebrando que las he conocido! - Soltó una risotada y alzó su copa de ginebra. - ¡Un brindis por éste casual encuentro!

Tras brindar con ellas y comer el estofado que le sirvieron, se limpió la boca y se puso en pie.

- Si me disculpan, iré un momento al lavabo. - Dijo.

Pero antes se pararía en la barra del bar y le pediría al camarero si tenían alguna guía telefónica de Westchester. De ser así, la consultaría en el trono, mientras hacia lo que todo el mundo hace, con suerte una vez al día.

Atraes alguna mirada cuando te ven entrar al lavabo con la guía de teléfonos, pero no consigues encontrar el nombre de Erica Carlyle, por otro lado, normal en gente de su status.

Ofelia estaba visiblemente deslumbrada ante el tamaño de la biblioteca. Había oído hablar, pero no era lo mismo que estar dentro de esos salones. El silencio, el olor, el tipo de gente que había, era para ella como un sueño. Siempre la habían llamado "rata de biblioteca", y ahora se sentía henchida de orgullo por ello.

No pasaron desapercibidas aquellas miradas para Artie. Aunque no le dio importancia. Al final, no había nadie allí que pudiera relacionarle con nada. O eso esperaba, tenía la suficiente experiencia como para no dar nada por sentado. 

Como esperaba, no encontró nada en la guía telefónica y tras asearse un poco en el baño del local, regresó a la sala, entregó la guía y se propuso seguir disfrutando de lo que restaba de tarde, hasta que tuviera que ir a su cita, con aquellas dos simpáticas y hermosas mujeres.

Al entrar en la biblioteca el Dr. Bedford noto una sensación de paz que solo un templo del conocimiento como aquel podria aportar a un hombre de sus intereses.

Acostumbrado a visita aquel sitio en otras ocasiones fue indicandole a sus acompañantes la distribución de la biblioteca manteniendo el tono de voz adecuado para no molestar y intentando dirigir la busqueda , tras esto le fue grato ver como la señorita Lexington  se desenvolvio gracilmente en la busqueda de información de manera precisa y eficaz por lo que apartandose a un lado cuando la joven ya parecia tenerlo controlado decidio asistirla en la busqueda en vez de dirigirla, Al fin y al cabo un viejo estudioso como el debe dejar que las nuevas generaciones se sumerjan bajo las paginas llenas de conocimiento y salga de ahi siendo futuros maestros del conocimiento.

Al igual que sus acompañantes aquel territorio era patria propia, el hogar, la casa donde se podía quitar los zapatos y recorrer en pantuflas con la comodidad de quien pisa la alfombra de un conocimiento por descubrir y que está al alcance de la mano. Como siempre, como un ritual, pasó con suavidad la yema de sus dedos por una de las filas de estantes, acariciando la tapa de todos aquellos libros de un modo netamente platónico. Suspiró quedamente para sus adentros, mostró una sonrisa sin dientes de contenida felicidad, y se sumergió en la búsqueda de aquello que habían ido a buscar...

Os lleva varias horas recorrer las baldas llenas de libros y discriminar la información que consideráis interesante del resto. Durante todo ese tiempo, apenas hacéis alguna pausa para tomar un té o café e ir al baño, pues tal es la curiosidad que os mueve que el tiempo se escapa de vuestro control. A pesar de las pocas migajas que vais encontrando a lo largo de la tarde, éstas os conducen hasta un comienzo, una premisa de la que partir. La Expedición Carlyle con nombres y apellidos.

En un libro de crónicas expedicionarias recientes encontráis de pasada una mención a la Expedición Carlyle, la cual zarpó de Nueva York en 1919 bajo la dirección de Roger Carlyle, de 24 años de edad, millonario y playboy quien, inexplicablemente, se apartó de su vida de vagancia para financiar y dirigir una expedición arqueológica a Egipto. Los principales miembros de la misma eran Aubrey Penhew, Hypatia Masters, Jack Brady y Robert Hudson. Ya no se recoge más información de la misma.

Agotados, cerráis el libro y el Dr. Bedford consulta su reloj de bolsillo, comprobando que son más de las siete de la tarde.

Tras observar el Reloj y ver que tarde se estaba haciendo , las prisas incurrieron el Doctor Bedford- Debemos irnos, se acerca la hora del encuentro   y no debemos llegar ni un minuto tarde - dice instando a sus compañeros a tomar caminon

Las horas vuelan con Eve y con Rose en el Double Seven. Por desgracia, ya es tarde y debes acudir a la cita en el Hotel Chelsea mientras en el taxi aún canturreas el estribillo de la canción que Rose, copa en mano, se ha puesto a cantar sobre una silla mientras el resto de hombres aplaudían divertidos. Benditas mujeres sin complejos que sólo buscaban divertirse en la vida, y quizá, algún día puedan hacerlo sin tener que esconder sus marcas en la piel, como esos moratones que viste en la espalda de Rose mientras reía a carcajadas.

- Ya hemos llegado, te interrumpe el taxista.

La voz del taxista teletransporta tu mente del Double Seven a las puertas del hotel, donde te saludan tus compañeros.

El taxi os deja en la puerta del hotel. La noche ha caído y la ciudad se ilumina con millones de bombillas y neones. Apenas cuando vuestro taxi se marcha, otro aparca en la puerta, del que baja Artie emanando vapores alcohólicos.

15 de enero de 1925. 19:56.

- Señor Gumshoe.. Artie - dice examinando su estado - Hemos estado indagando en la biblioteca y aunque no hemos encontrado gran cosa, tenemos una lista exacta de todos los nombres y apellidos de los que formaron la expedición desde ahí. Y aun así sigue pareciéndome muy extraño que de repente un 'playboy' - dice haciendo el gesto con los dedos - deje su vida de excesos y decida hacer una expedición para unas ruinas ¿egipcias?

Sin darse cuenta, abrió y su agenda y repasó de nuevo los nombres, mas que nada para asegurarse que tenía todo en orden. Se apunto mentalmente que debería trazar un perfil de cada uno de los que fueron, para ver si algo de eso cobraba sentido. Quizá el señor Carlyle había sido coaccionado? 

- ¿Entonces, vamos a ver al señor Elias?

Artie bajó del taxi algo tambaleante. Su rostro estaba enrojecido, su mirada distraída, su habla pastosa y su aliento etílico. Normal después de toda la tarde tomando ginebra, whisky y cerveza. Era un hombre de buen beber. No solía emborracharse por mucho que bebiera, pero en aquella ocasión le había afectado más de la cuenta. Trataría por todos los medios de no demostrar su estado. Con suerte en una hora se le habría pasado ese mareo tan tonto que tenía en esos momentos.

- Buemas tardesh, señoritah Lexington. - Saludó a su secretaria. Se dio cuenta el mismo de que estaba hablando de forma que evidenciaba demasiado su borrachera. - Buen trabajo. - Le felicitó haciendo un gran esfuerzo por pronunciar todas las letras sin demostrar demasiado su estado. - Yo también he descubiertoh algo. - Desveló. - Lady Carlyle viveh en Westchester. - Les contó a sus compañeros, aunque posiblemente también ellos lo hubieran descubierto. - Vamosh con el señor Elias. - Confirmó finalmente, aunque agradecería que fuera otro quien llevase el peso de la conversación.

No puedo evitar soltar una risita aguda al ver al detective en aquel estado. No era lo habitual, y las personas ebrias solían hacerle una gracia inherente a su condición. Pero rápidamente se contuvo, no ser que Gumshoe le oyera y se lo tomara a mal, o que su falta de tacto evidenciara una carencia de etiqueta por otra parte irreal. Porque otra cosa no, pero formalito era

-Conduzco yo -se ofreció, gustosamente, adelantándose para que ninguno (y sobre todo Artie) tuvieran la opción de ponerse a los mandos del coche. Desde aquella ocasión, hacía unos años, en que había tenido que conducir al límite para atrapar el pobre trompetista le había cogido el punto a eso de pisarle al acelerador, y aunque en absoluto era un consumado conductor estaba claro que se divertía. -Hay muchas personas con esa clase de inquietudes, señorita Lexington. Yo mismo si poseyera ese dinero, y no tuviera tres alergias que me impidieran realizar semejante viaje (esto último lo dijo bajando levemente la voz), lo haría sin dudarlo. Estamos descubriendo un mundo nuevo, probablemente el señor Carlyle quiera que su nombre permanezca para siempre en los libros de historia

Bueno, la gente extravagante con dinero tiende hacer este tipo de cosas- le dice a Ofelia- al menos este hombre decidió invertir el dinero en una expedición. 

Tras ver el estado de embriaguez del detective, estaba claro que no debía llevar el peso de la conversación bajo ninguna circunstancia- querido- le dijo al detective- le vendría bien tomarse algo caliente y echar una pequeña cabezada.

El Dr.Bedford observo al detective con clara desaprobación, que hubiera acudido  borracho a su encuentro le parecia reprobable- Me decepciona Señor Gumshoe que se haya dejado llevar y se presente a la investigación en estas condiciones los datos que aporta no lo justifican, le pido que intente mantenerse serio y no muestre esa actitud en la reunion- le dice instandolo a que se quede en segundo plano para despues comentar las dudas que le surgian a la señorita Lexington

Bajo mi experiencia como profesor los alumnos adinerados que tuve que  se interesaban en estas cosas acaban convirtiendose en filantropos del arte y la cultura , pero la descripción dada por los periodicos del señor Carlyle es mas la del joven que en su vida ha pisado un templo del saber y hace expediciones como esas para presumir con sus amigos ricos, de la misma manera que asisten a la universidad para contentar a sus padres -dice sin tapujo alguno recordando los cientos, si no miles de alumnos que han pasado por sus clases  y que con los años ha aprendido a leer.

Puedo equivocarme como no, pero nos faltan datos y espero que en esta reunion podamos obtenerlos- determina al final