Partida Rol por web

Cogido del brazo de mi hermana, siempre desapercibido a la sombra de su belleza, me adentro en los jardines mientras miro en derredor con intención de hacerme una idea de qué ha preparado padre para este día.

Los que se adentran en los jardines pueden ver como estos han sido decorados exhaustivamente con guirnaldas, cintas de colores que cuelgan de los árboles, los setos y de postes levantados para la ocasión, también coloridos. El lugar ya era bonito de por sí, pero ahora es directamente precioso, aunque alguien podría pensar que un poco recargado. Y sobretodo, esta concurrido. Los criados últiman los preparativos para los juegos organizados por el Rey, y los invitados presentes en la sala del trono han seguido a los príncipes hasta los jardines, quedando a la espera de que llegue todo el mundo para que el evento pueda tener lugar.

Miro alrededor sorprendida, ¿por qué están todos los jardines engalanados?, Will no nos había explicado exactamente que era lo que padre se traía entre manos, aunque por lo que veía, ¿podía ser un baile o algo así?.

- Hermano, ¿entiendes algo?, ¿quizás hayamos olvidado algo que padre mencionó ayer?, o puede que se nos haya adelantado y él mismo haya organizado un baile...

Ahora mismo lo averiguaremos

Intercepto a otro de los sirvientes. En este caso Modo, uno de los jardineros de palacio.

Modo, ¿podrías por favor explicarnos en qué consiste todo esto?

Modo con actitud solícita nos explica a mi hermana y a mi los planes de padre y su propuesta de juego. A medida que va hablando, los ojos del príncipe se hacen cada vez más grandes por la sorpresa hasta casi salírsele de las órbitas cuando menciona que el premio es su hermana.

Esto... gracias, Modo. Puedes retirarte. - Le digo con expresión confundida cuando termina la explicación del juego y bajo la voz para continuar hablando con la princesa.

Hermana, ya has oído. Padre ha perdido definitivamente la cabeza. Está claro que padre no iba a actuar preguntando primero, pero, tú... ¿tú te prestas a esto? - Pregunto aún perplejo.

Cuando el criado nos cuenta los planes de padre no puedo más que sorprenderme, ¿por qué hacía todo eso sin consultarnos?, y lo que era peor... ¿por qué era yo el premio de todo aquel lío?, no sé en que estaría pensando cuando se le ocurrió pero no me hacía ninguna gracia, yo no era ningún objeto que pudiese conseguirse así por así, era una persona, y nada menos que la princesa del reino. Estaba enfadada, muy enfadada. Cojo a mi hermano del brazo tras despedirme del criado y lo alejo de miradas y oídos indiscretos.

- No pienso hacerlo, ¿en qué demonios estaba pensando padre?, no soy algo que se pueda conseguir como si de cualquier objeto valioso se tratase. Y me da lo mismo lo que argumente padre, voy a encerrarme en mis aposentos y no voy a salir de allí hasta que todo esto acabe.

Le susurro esperando su respuesta antes de salir de allí como alma que lleva el diablo.

Calma, hermana. Calma. Hagamos las cosas bien. Te propongo dos soluciones. La primera es solución a medias: Te libras de la cena pero sigues siendo percibida como el premio, así que no es la mejor opción, desde luego. Tú te escondes en la madriguera, ¿recuerdas cuándo eramos niños ese hueco bajo el árbol que usábamos? Yo soy varón y las reglas del rey dicen que todos los varones pueden participar independientemente de su condición, así que participo. Entro al laberinto y cómo nadie mejor que yo se lo conoce, voy directo a buscarte. Juntos salimos y boicoteamos el juego de padre dejando claro que no somos peones en su ajedrez.

La otra solución es más divertida - Digo esgrimiendo una sonrisa pícara. - MUCHO más divertida

Menos mal que siempre podía contar con mi querido hermano, suspiré ya más calmada al escuchar sus sabias palabras y una sonrisa malévola empezó a dibujarse en mi rostro.

- Perdona, la ira me ha jugado una mala pasada, pero... tienes razón, no es una mala idea, aunque me gustaría escuchar la que dices que es más divertida. Además estoy segura de que si necesitamos la colaboración de alguien Enzo estará encantado de ayudarnos, ¿no crees?.

Fastidiar los juegos de padre era muchísimo mejor que encerrarme en mis aposentos como si fuese una niña pequeña con una rabieta.

¡Vamos a buscar a Enzo a sus aposentos!

Le digo a mi hermana y cogiéndole de la mano tiro de ella hacia el castillo

Entro

Salgo a los jardines, he escuchado en el desayuno los deseos de su majestad para las festividades de hoy y no puedo cuanto menos sentirme curiosa. Efectivamente los adornos y guirnaldas están por doquier. Si ya me resultaros hermosos los jardines ayer hoy aún brillan con mayor esplendor. 

Llevo unas bandejas con algunas tartas que hemos estado preparando para la ocasión, nada como un dulce para elevar el espíritu tras la actividad. Espero que haya suerte, aunque no sé lo que pensará la princesa al respecto. Se me olvidaba, somos mujeres, no se nos permite pensar. 

Veo que, poco a poco, los invitados del rey Uthor comienzan a irrumpir en los jardines reales: Sir John Dilheen, Ivan O'Conell y Lady Katherine. Incluso alcanzo a ver a Edmund, el mozo de cuadras, quien probablemente sea el que más deseoso esté de participar en los juegos que ha decidido organizar el monarca.

-Majestad -hice una leve y cortés reverencia frente al rey Uthor, antes de apartarme de su posición.

Decidí acercarme hasta Lady Katherine, quien acababa de entrar en los jardines, cargando con unas bandejas en las que varias tartas. La actitud de la joven noble no dejaba de sorprenderme, tanto en la preocupación que había mostrado por ayudar a Sir John Moore como la delicadeza de ser ella misma quien llevase las tartas a los jardines.

-Lady Katherine -la saludo, en tono más amable del que suelo utilizar de forma habitual-. Espero que vos y la joven Ibb no sufrierais ningún infortunio cuando me separé de vos en la noche de ayer. Necesitaba encargarme de realizar una importante guardia personalmente.

Me acerco al joven mozo de cuadras.

Tras depositar la bandeja en una de las mesas me dispuse a repartir y colocar delicadamente las pequeñas tartaletas en las mesas. En ese momento fueron apareciendo distintas personas pero fue el jefe de la guardia el primero en saludarme. 

- Buenos días caballero dije mientras me inclinaba en una reverencia. No debe usted preocuparse, no es su obligación velar por mi, sirve a propósitos superiores señor. Además le puedo asegurar que la criada está perfectamente y como puede usted comprobar yo también. Hoy por la mañana me he levantado con la excelente noticia de los juegos al aire libre y he creído que realizar unos dulces apropiados sería útil. No obstante como buena dama cristiana después iré a velar por la salud del enfermo. ¿Sabe usted como se encuentra el señor Moore?

Me acerco a Edmund con calma.
-Buenos días- sonrío a modo de saludo- Perdona el "asalto", quisiera preguntarte si has visto hoy a Ibb. Me temo que ayer tuvimos un pequeño incidente y ella se llevo la peor parte... puede sonar tonto, pero me gustaría asegurarme de que está bien.

-Discrepo, Lady Katherine -afirmé, en mi habitual tono serio-. Mi obligación es la de velar por todas las personas de esta corte, no solo por la de nuestro monarca, sino también por la de su familia y todos sus invitados. -Esbocé una ligera sonrisa-. Aunque estoy seguro de que sois una mujer lo suficientemente capaz como para no necesitar protección. Estoy seguro de que la Familia Real y todos los invitados le agradecerán que haya preparado los dulces. -Mi tono vuelve a tornarse severo ante la mención de Sir John Moore-. No he podido visitarle desde anoche, pero me temo que no ha habido aún ninguna mejoría. Parece que su vida se halla ahora en manos de Dios.

Aún frente a la joven noble, dirijo una mirada a Sir John Dilheen y el joven mozo de cuadra, Edmund. Ya era la segunda vez que les veía conversando juntos. ¿Qué interés podría tener Dilheen en un sirviente? Era evidente que se traían algo entre manos.

Me siento en una banca a la sombra viendo como la princesa me rechaza y mis sueños, así, se desvanecen poco a poco.

Extiendo uno de los dulces hacia el guardia, esbozando mi mejor sonrisa. 

- Pruébelo usted mismo, hay de sobra. Además no deseamos tener a la guardia con hambre, no se trabaja bien. 

Me detengo a mirar como observa al mozo de cuadra y otro noble al que apenas he tratado. Y le susurro unas palabras.