Partida Rol por web

- Señor, ¿hay algo que os inquieta? a veces vuestra imagen puede infundir respeto pero impediros realizar ciertas tareas. La princesa es mi amiga y no deseo que nada malo le ocurra, es por ello que me ofrezco a ayudaros en velar por la seguridad del castillo, ¿no os fiáis de alguno de esos hombres? 

Sonrío levemente y agarro uno de los dulces que me ofrece Lady Katherine.

-Os lo agradezco, milady -aseguré, con cortesía-. Creo que no he probado bocado desde anoche.

Me aproximo a la joven noble para poder escuchar sus palabras sin que nadie pudiera oír nuestra conversación.

-Si os soy sincero, milady, no me fío de ninguno de estos hombres -reconocí, observando a los varones que se hallaban en los jardines, con gran desconfianza-. Ivan O'Conell fue quien provocó que el ladrón que agredió a la joven Ibb escapase, con un truco de pícaro tan viejo como derramar vino sobre su camisa y fingir, supongo, que había sido herido. Y luego está Sir John Dilheen, algo se trae entre manos con el mozo de cuadras y todavía no he averiguado de qué se trata. Temo que intente hacer daño al rey.

-Aunque el peor de todos es ese -señalé con un gesto de cabeza al atractivo joven noble que permanecía sentado en una banca-. Dice llamarse Javier de Castilla. Ayer persiguió a la princesa por estos mismos jardines y aseguró que hablaría con nuestro buen monarca para que ejecutaran a Enzo por la forma en que se había mofado de él. No he querido revelar nada de lo sucedido al rey Uthor, pues considero que debería ser Lady Elizabeth la que revelase a su padre lo que hizo ese lechuguino, aunque, si por mí fuera, ya estaría en las mazmorras.

Sire, intentaré ser vuestros oídos cuando no estéis. A menudo los hombres pueden ignorar y menospreciar la presencia de una mujer, con mayor facilidad se sincerarán ante mi. Evidentemente a vos no os van a confiar nada, pero a alguien invisible como a mi... nadie repara en una dama. 

Sonrío mientras degusta mi tartaleta, es agradable comprobar que se agradece el trabajo bien hecho. Kurr parece un buen hombre, no me gustaría que fallara en su labor de proteger al Rey, y yo tampoco quiero que nada le ocurra. 

Me alegra que os guste el pastel. Espero que todo el mundo opine igual

Coloco unos cuantos en una pequeña bandeja y voy a caminar hacia el resto de los invitados. Tras hacer una pequeña reverencia al guardia. 

Con una pequeña bandeja en la mano me acerco al señor Mondragón, para ofrecerle un dulce ya que parece estar atormentado en una esquina. 

Comed, caballero, las penas con pan siempre son menos. Y decidme, ¿qué es lo que os atormenta?

-Os agradezco vuestra ayuda, milady -afirmé, en tono educado-. Sabed que es un honor para mí contar con la ayuda de una noble que también quiera el bien para el futuro de la Familia Real y Lady Elizabeth. -Di un pequeño bocado al pastel que me había ofrecido la joven-. Um... En verdad está delicioso. Además de valiente y leal, sois una excelente cocinera, sin duda. Estáis llena de virtudes.

Observé que Lady Katherine se alejaba para ofrecer uno de sus pasteles a aquel joven noble. Estaba deseando saber con qué palabras respondía el hombre, pero tenía otras cosas que hacer en esos momentos. La princesa y Enzo tardaban en llegar, por lo que era de suponer que el rey Uthor debía de estar impaciente por iniciar aquellos juegos matinales.

Degustando el pastel que me había entregado Lady Katherine, decidí salir de los jardines para buscar a Enzo. Llevaba toda la mañana sin verlo. A saber dónde se había metido.

Con la mirada perdida en un punto fijo imaginario en el horizonte, no logra escucharte nadando en un oceano de penurias irreparables.

No sé si echarme a reír por la mirada perdida en el horizonte del caballero. La alta nobleza está condenada a la extinción gracias a actuaciones como la de este hombre. 

Cojo su mano y deposito la tarta en ella para que se la coma. Después sonrío. 

Coma caballero, el mundo se ve mejor mucho mejor con el estómago lleno. 

El rey desde su balconada, se interesa en quien ha aceptado la invitación al juego del laberinto de setos y quien no. Pregunta a sus más allegados y observa a los reunidos abajo mientras hablan y comen algo ligero.

Quiero saber quien juega, quien no, y porqué. Quizás una cena con mi hija no es suficiente aliciente. Uthor se remueve disgustado en su silla.

-Majestad -me dirigí al rey, nada más entrar en los jardines-. Vuestra hija no tardará en llegar. Se encuentra acicalándose para los juegos.

Tras realizar una profunda reverencia al monarca, me acerqué hasta la posición donde se encontraban Edmund y Sir John Dilheen, y procedí a conversar con ellos.

-Sir Dilheen -dije, entre susurros, situándome a su lado, pero con la mirada fija en la balconada del rey-. La Casa Real ha percibido vuestras conversaciones privadas con el mozo de cuadras. Ignoro cuáles son vuestros interés para con este joven, pero si vuestras intrigas pueden suponer una amenaza a la Casa Real, le harán caer al menor síntoma que perciban. Considerad estas palabras como una advertencia y no como una amenaza: hay personas de esta corte muy interesadas en vos. Dependiendo de vuestras acciones, algún día podríais terminar convirtiéndoos en uno de los hombres más poderosos del reino o, por el contrario, caer en el más estrepitoso de los olvidos. Yo prefiero la primera opción. Espero que sepáis apreciar la información que os he proporcionado.

- Creo que os estáis equivocando en vuestras sospechas, Capitán- Contesto con una leve inclinación a modo de saludo- Aunque supongo que sospechar de todo lo que rodea a sus Majestades es parte de su trabajo. 

-No os preocupeis, solo estaba preguntándole al joven Edmund por el estado de Ibb, Supuse que otro miembro del servicio tendría más trato con ella que alguno de los nobles presentes. Además creo que debo agradecer que sus guardias pasaran por allí antes de que ese tipo acabase con nosotros...- sonrío, llevando la mano por instinto al antebrazo aún magullado. Tras esto, echo a andar hacia la barandilla para mirar el Laberinto en el que se iba a llevar a cabo la parte principal de los Juegos.

- Por cierto- digo antes de girarme hacía el guardia de nuevo- Aunque agradezco y aprecio su advertencia, no crea que le dejaré ganar en los juegos, al fin y al cabo no estoy tan mayor como para haber perdido el espíritu competitivo...

La princesa avanza junto al buzón directa a los laberintos vegetales del jardín.

Tanto ella como Enzo tienen un papel importante en los juegos del rey, de modo que no se detienen a extenderse con el resto de la corte. Su lugar está dentro del laberinto y si alguien quiere acercarse a ellos, deberá hacerlo siguiendo las reglas estipulados por su padre.

Me mantuve impertérrito ante las palabras de Sir John Dilheen, aunque ante sus últimas palabras no pude evitar esbozar una leve sonrisa, complacido.

-Descuidad, Sir John, mas yo sí que os dejaré ganar si la oportunidad se presenta. Conviene que seáis vos quien cenéis esta noche con Lady Elizabeth.

Tras la conversación mantenida con Sir Dilheen, decidí mantenerme apartado, aguardando a que llegara el resto de la Familia Real para que dieran comienzo los Juegos.

Estaba listo para participar.

El bufón de la corte había llegado a los jardines en compañía de la Princesa Elizabeth para ocupar su puesto en el juego organizado por su Majestad el Rey. ¡Qué emoción y qué algarabía! ¡Cómo le gustaban a él esas sanas diversiones! Especialmente si tenían miel rancia y plumas para castigar a los desafortunados que le encontraran dentro del laberinto. Ojalá tuviera suerte y pudiera emplumar a más de uno… Si no sería un día de lo más aburrido.

Mientras caminaban juntos, el bufón susurró:

 -Si os veis en aprietos, acudid a mi puesto Alteza. Y procurad que nadie os mire muy de cerca ni demasiado tiempo. Con lo que os habrá costado poneros ese corsé no creo que queráis arruinar la tapadera ahora, ¿no?