¿Y ahora qué? Si alguien llegase, ¿Ganará o perderá? - Pregunté divertida ante el hecho de topar ese vacío tan ovbio en las normas.
Arta miró a Ibb, tenía un rostro muy hermoso y aquella posición parecía hacerla aún más dulce y deseable. Asintió ante su pregunta, sí, conseguí hablar con él. Y tienes razón, yo tampoco recordaba la última vez que me dirigía a él. Dijo encogiéndos de hombros. La Reina parecía ocupada y me pidió que le transmitiera un mensaje, tan solo era eso. Concluyó sin darle muchas más explicaciones mientras continuaba observando el desarrollo de los juegos.
Asiento ante las parcas palabras del novicio, y regreso mi atención sobre los juegos.
-Si yo fuera la reina, también estaría preocupada... -murmuro, para acto seguido sonrojarme- Disculpad, no debería hablar así de nuestra reina.
Frunzo el ceño al mirar a Artai, y alargo una mano para retirarle una pequeña pluma que se le había adherido al flequillo.
-Me refería a que... bueno. El rey está envejeciendo, y aunque estoy segura de que todos amamos a nuestro príncipe...
Dejo la frase en el aire, interrumpiéndome bruscamente, consciente de que, de nuevo, he vuelto a hablar demasiado.
Artai dejó de contemplar los juegos y miró a su amiga sorprendido. Agradeció el gesto que recibió, sentir se mano tan cerca provocaba que el corazón le latiera a cien por hora, y tras las dos afirmaciones la cosa no ayudó.
¿Qué está pasando con la reina y el príncipe? Preguntó intrigado. Artai en el fondo siempre estaba muy aburrido en la Corte, por eso un poco de misterio e intriga la daba un poco de alegría a su vida y el ayudaba a olvidarse de sus verdaderos problemas.
Alzo las cejas ante las palabras de Artai, en un evidente signo de sorpresa.
-¿Qué está pasando? -Repito su misma pregunta- Yo sólo... bueno, me refería a que... en fin. El príncipe no parece una persona demasiado... seria para gobernar. Incluso entre vuestros rezos habréis escuchado los rumores.
Me inclino hacia el muchacho, mirando a ambos lados por si hubiese oídos indiscretos a nuestro alrededor.
-No me malinterpretéis, por favor. Jamás se me ocurriría criticar a la familia real. Les estoy muy agradecida por darme trabajo y cobijo, y nunca soñaría con un lugar mejor para vivir. Pero... como habitante de este reino, creo que preferiría que fuera Elizabeth quien gobernara. Es la primogénita, y es mucho más cabal y responsable, ¿no os parece?
Inquieta, me muerdo el labio inferior.
-Por favor, no le digáis a nadie que he dicho algo así. Ya se sabe que a los criados desobedientes se les acaba despidiendo, azotando o algo peor... yo... yo... No sé por qué os he dicho esto. -Me cubro el rostro con las manos, avergonzada- ¿Podréis disculparme?
Enzo se tapó la boca para no estallar en carcajadas. Tras tranquilizarse un poco, se acercó a la “Princesa” y susurró:
-Supongo que dependerá de a quién vean primero. Así que escondeos detrás de mí, Alteza.
¿Algo que deba saber digno de mención?
Pregunto a mi querido bufón mientras ocupo posición tras él
-He gastado la miel rancia y las plumas, así que he estado usando barro para… “Eliminar” a los concursantes. Pero no me he encontrado con nadie interesante, Alteza. ¿A vos qué tal os ha ido?
yo he descubierto que hay pocos lugares oscuros en este juego, querido bufón
-Y a pesar de eso, no me he cruzado aún con Javier de Castilla. Cómo deseo llenarle hasta las cachas de barro…
Querida Ibb, no te preocupes por lo que estás diciendo. Yo soy una tumba. Jamás diré nada que pueda perjudicaros, al contrario. Mataría por vos si fuese necesario, incluso aunque mi religión me lo prohibiese. Dijo acariciándola el pelo y dedicándole una amplia sonrisa de confianza.
De todas maneras no, no sabía nada de eso. Mis labores en esta corte son las de ayudar al capellán, y me he mantenido siempre al margen de rumores y cualquier tipo de dichos que hubiera entre la corte y los sirvientes. Nunca me he puesto a pensar o a valorar quién está más o menos capacitado para heredar. Es más, ni siquiera había pensado en que algún día llegaría ese momento. Dijo encogiéndose de hombros.
Tras aquellas palabras el rostro de Artai se volvió más serio y más duro, como si hubiese recordado todos los problemas que tenía...
Jamás diré nada que pueda perjudicaros, al contrario. Mataría por vos si fuese necesario, incluso aunque mi religión me lo prohibiese.
Sonrío cortésmente ante sus palabras, aunque le retiro la mano de mi cabello con suavidad, para sostenerla entre las mías.
-Contened vuestra vehemente amistad, Artai, o conseguiréis hacer que me sonroje -respondo con modestia, aún sonrojada por el cariz que ha estado tomando la conversación.
Sin embargo, un cambio en su rictus me hace apretarle la mano entre mis dedos, y frunzo el ceño.
-¿Os ocurre algo? -Me inclino hacia adelante, con una mueca de preocupación en el rostro- Decidme, ¿qué os aflige? ¿Os duele algo? ¿Queréis que llame al maestre?
Asumo que ambos os quedáis en el número actual?
No, Ibb, no me pasa nada. No te preocupes. Estoy en vías de acabar con lo que me aflige, pero no es un dolor, aunque sí quizá una terrible pena. Dijo encogiéndose de hombros. Pero no me apetece hablar de ello ahora. Dijo mirando a todos los que les rodeaban. No sabría si alguien escuchando, y tampoco creo que sea un buen momento ni una buena cosa meterle en mis asuntos y preocupaciones. No te preocupes. Dijo esta vez quedándose quieto sin hacer ningún otro gesto.
Al llegar a la torre encuentras un panorama similar al que habías encontrado en el Banco de los Enamorados, solo que multiplicado por idez por lo menos. Parece que habías salido de allí justo a tiempo, y que el bufón había llegado poco después, montando una escabechina con los desprevenidos competidores que se peleaban por llegar a la torre.
Al estar solo, puedes elegir tres números nuevos
Motivo: Buscar
Tirada: 1d20
Resultado: 6
Motivo: Buscar
Tirada: 1d20
Resultado: 17
1
19
16