Partida Rol por web

Mientras te acercas al Banco de los Enamorados, ves a varios competidores correr de un lado a otro. Al llegar allí, descubres que el lugar esta desierto, pero se pueden ver manchones de miel y plumas por el suelo y algunas de las paredes vegetales. Sin duda, el bufón ha estado allí dando buena cuenta de los primeros desafortunados, por lo que no debe de andar lejos.

Artai estaba sentado junto a Ibb e incluso le sudaban las manos y estaba nervioso. Cuando le preguntó por su presencia en los juegos negó en rotundo. Jamás intentaría participar en un concurso así. Además, el premio está relacionado con la princesa y yo no tengo un interés en ella. Es más, ni lo tengo, ni creo que debiera tenerlo. Concluyó encogiéndose de hombros mientras se partía de risa tras lo que acababa de hacer su amigo Enzo.

En la torre te encuentras con un buen número de participantes que se pelean por subir a lo alto y así conseguir la ventaja, pero son tantos que ninguno consigue estar mucho tiempo arriba antes de ser empujado por los demas. El primero que te ve da la voz de alarma y todos salen corriendo en todas direcciones, pero te da tiempo de sobra de hacer una buena escabechina. Aunque de nuevo, nadie de verdadero renombre.

Le echo una ojeada de reojo, ignorando su azoramiento para evitarle más vergüenza. Quizás esté nervioso por el devenir de los acontecimientos, pero a nadie le gusta que le recuerden su propia incomodidad. 

Observo el movimiento de los participantes en silencio, durante unos minutos largos. Lo cierto es que, al menos desde aquí, el juego resulta más aburrido de lo que esperaba.

-¿Conseguisteis hablar con Kurr? -Pregunto finalmente, apoyando la barbilla sobre mi mano.- Me resulta curioso, creo que nunca os había visto juntos ni en la misma habitación. 

¡Maldición y ofuscación! ¿Dónde diantres se meterían los peces gordos? Nada, nada, esa zona estaba vacía de gente interesante, eso estaba claro. El bufón rellenó las tinajas de barro y se movió hacia una nueva localización. ¡A la tercera tenía que ir la vencida!

Con cuidado y todo el sigilo del que era capaz, cargando como estaba con los recipientes llenos de barro, Enzo fue moviéndose desde el centro hacia la pérgola de verano. ¿Quién sospecharía que el bufón iría a ocultarse a un lugar tan expuesto? Claro, que un lugar más oculto como el túnel también era un buen lugar para acechar a los incautos… O tal vez la casa del jardinero, que ofrecía un buen lugar para esconderse para observar a ver quién pasaba por allí. Sí, había que pensar estratégicamente si quería localizar y eliminar a su enemigo más odiado. ¡Javier de Castilla acabaría embarrado de la cabeza a los pies por haberse atrevido a mancillar el honor de su amadísima Princesa!

-Sin duda una divertida coincidencia, capitán.- sonrío con un leve gesto de cabeza antes de seguir a Kurr torre abajo y marcharme en otra dirección.

Eleanor subió a la balconada donde la nobleza se deleitaba con los juegos. La muchacha había elegido un vestido ligero de día en tonos verdosos, y había dejado suelto su cabello rizado. Saludó con una leve reverencia al monarca y a su primogénito, los dos miembros de la familia real que se encontraban allí, y tomó asiento cerca de ellos, al ser los únicos a los que conocía. 

-Un espectáculo excelente, Majestad -comentó por cortesía. Aunque desde luego era original -cualquiera habría esperado una justa o un combate entre los entrenados caballeros- el número de la miel y las plumas del odioso Enzo le ponían de los nervios. 

En el mal llamado Culo del Rey no tienes suerte, pero al acercarte al Seto Rojo, ves que alguien más ha tenido la misma idea. Se trata de Ivan O'Conell, el comerciante. Parece distraido obervando el lugar, pero al verte te saludo con un asentimiento de cabeza.

Me voy a desplazar al túnel, estancia 14

El juego continuaba, con cada vez menos participantes a medida que los proyectiles de Enzo hacían de las suyas, aunque la mayoría todavía estaba en juego.  La incansable búsqueda por la princesa continuaba, pero esta, confiando en la suerte que había tenido hasta ahora, ni siquiera se había movido del sitio, y reposaba a la sombra tan tranquila mientras decenas de hombres se desvivían por unos momentos con ella.

Tanto el capitán Kurr como Sir John Dilheen abandonaron la Torre ante la imposiblidad de llegar a la parte alta. Kurr se acercó entonces al mal llamado Culo del Rey, pero allí tampoco había nada. Su siguiente paso fue ir hasta el Seto Rojo, casi haciendose con la victoria, ya que la princesa se hallaba muy cerca de allí. Pero en el Seto tan solo encontró al comerciante Ivan O'Conell, en un breve encuetro tras el cuál ambos partieron cada uno por su lado.

Sir John, por su parte, se dirigió hacia el Banco de los Enamorados. Grande fue su suerte, pues fue por un camino distinto a Enzo, que había salido de allí. Econtró pues, el lugar vacío. No así el bufón, que llegó a la Torre para encontrarla llena de competidores que pugnaba por subir a ella. Aquél que lo vió primero dió la voz de alarma, y todos salieron corriendo de allí como gallinas sin cabeza, no sin que Enzo tuviera tiempo suficiente de hacer una auténtica escabechina con los más rezagados. El número de participantes se acababa de reducir considerablemente.

Tras eliminar a gran número de participantes en la Torre, apenas ves a nadie más en la pérgola o en la casa del jardinero, pero en el túnel encuentras una grata sorpresa, nada más y nada menos que la "princesa"

Llegas al túnel sin que nadie te moleste, allí también está oscuro y será fácil ocultarte. Al cabo de un rato, ves una figura acercarse. ¿Sería el fin del juego? Por suerte, quien te ha encontrado no es otro que el fiel Enzo, cargado de tarros con miel, plumas y barro con los que ir descalificando a los participantes.

El bello jardín en espiral te quita un momento el aliento a causa de su belleza, pero sigue sin haber ni rastro de la princesa. Por suerte, tampoco lo hay del bufón esta vez.

A través de la Grieta, adelantas camino al no tener que dar tanta vuelta, pero de nuevo sin suerte. No obstante, al llegar a la esquina en la sombra, descubres casi por pura suerte, un trozo de vestido enganchado en una rama. ¡La princesa había estado allí! No puede estar muy lejos entonces.