Partida Rol por web

Enzo aún no podía quitarse la sonrisa de la cara tras haber embarrado a base de bien al bueno del mercader Ivan O’Connell. Bueno, eso hacía un eliminado digno de mención. Pero aún no había cazado a nadie que mereciera la pena de verdad.

 -¿Dónde estarás, Javiercito?

El bufón rellenó sus tarros con más lodo y se quedó esperando un poco más por allí, a ver si aparecía otro alguien interesante.

La cara de Artai quedó totalmente desencajada. Sin duda Ibb pudo leer en su rostro que los temores de Artai no estaban relacionados con nada de eso. El joven novicio negaba una y otra vez con la cabeza y rápidamente retiró la mano de la que parecía querer conspirar contra La Reina.

¿Qué... qué estás diciendo? Dijo Artai poniéndose en pie sin saber hacia dónde dirigirse. Los juegos aún no habían terminado y marcharse de allí en mitad de ellos no tenía sentido. Luego buscó a la reina por allí y comprobó que no estaba, que se había ido. Lo cuál le hacía dudar si de verdad La Reina estuviese trazando un plan para acabar con su marido.

Luego recordó esa actitud tan extraña que tuvo cuando se reunió con ella y comprendió. Artai se volvió a sentar. Ibb había confiado en él para contarle aquello y realmente el novicio no tenía ningún dato para negar sus palabras. No... Dijo el joven sin saber por dónde empezar. No... No tiene nada que ver. Te has asustado y has dicho cosas que no son. Yo no tengo nada en contra de La Reina, Ibb. Nada, de verdad. Realmente, podría decir todo lo contrario. Me está ayudando con mis problemas e incluso me sorprende que pienses algo así. Pues ella se ha dignado en hablar de tú a tú con un joven como yo. Escuchar mis problemas y tratar de ponerle una solución.

Pero Artai quería averiguar más cosas sobre lo que Ibb pensaba. Te lo he dicho antes, siempre estaré de tu lado. Siento mi reacción, pero me ha pillado por sorpresa. Pensaba que de verdad sabías lo que me pasaba, y por un momento pensé que era algo más público de lo que yo imaginaba. Pero ya veo que no, veo que aquí están pasando cosas de las que no había oído hablar nunca. De hecho me pidió que enviara a Kurr a investigar al capellán. Se está aprovechando de mi, y del resto de novicios. Ya que estaba contándolo todo no veía razón para no terminar de abrirse. Pero no laboralmente, no sé si me entiendes. Por eso me dijo que hablara con Kurr para que enviara a un soldado a infiltrarse en la habitación y le pillara en plena... no supo que palabra usar, así que simplemente dejó que la imaginación de Ibb terminase la frase.

El nerviosismo que antes sentía por la sospecha de que la Reina estuviese utilizando a Artai para sus pérfidas manipulaciones, se ve sustituido por una angustia que me deja lívida ante sus palabras. Una lágrima se desliza por mi mejilla, y me llevo las manos a la boca, en un gesto de espanto.

-...¿Qué? Oh, santo Dios.

Me inclino hacia adelante rápidamente, para atrapar al joven novicio entre mis brazos, y estrecharle fuertemente contra mí, sollozando junto a su oído.

-Dios mío, cuánto lo siento. ¿Por qué no me lo habíais contado antes? Lo siento mucho, muchísimo.

Y yo contándole enrevesados planes cortesanos al pobre muchacho, sin sospechar que su mente estaba anclada en algo más mundano, casi al alcance de todo el mundo, y sin embargo, oculto a ojos vista. Deshago mi abrazo y sostengo su rostro entre mis manos, para mirarle a los ojos.

-¿Puedo hacer algo por vos? Por favor. Eso que os está ocurriendo es... es despreciable...

Por un instante siento un latigazo de náuseas en el estómago, recordando el lugar donde he pasado la mañana, y me tienta compartir con él mis propias vivencias, para que comprenda que no está solo, que le entiendo...
Pero tal y como he dejado las cosas, quizás sólo serviría para levantar más sospechas sobre mí misma, así que tras un breve titubeo, decido guardar silencio.

Al ver desenvainar la espada y escuchar las palabras de Kurr, el noble Arturo Mondragón, aún bajo su sobrenombre de Javier de Castilla, se pone lívido - ¿Pero que hacéis? ¿Como os atrevéis a amenazarme? ¡Pagaréis por vuestra insolencia!

El joven desenvaina su propia espada y se apresta a rechazar el ataque de Kurr, pero el hombre no ha llegado a capitán de la guardia real por otra cosa que no sean méritos propios, por lo que tras un par de golpes, la espada de Kurr consigue herir a Arturo en un brazo. El noble retrocede unos pasos, sin poder creerse que aquellas es su propia sangre, pero enseguida se revuelve, colérico - ¡Tendré vuestra cabeza por esto!

Escondido en la madriguera a la espera de la víctima predilecta, escuchas un sonido lejano, algo metálico. Tardas unos segundos en darte cuenta de que lo que estas oyendo son espadas chocando. ¡Alguien se esta batiendo en duelo en mitad del juego! El ruido parece indicar que proviene del paseo de las estatuas.

Llegando al Seto Rojo, escuchas un sonido lejano, algo metálico. Tardas unos segundos en darte cuenta de que lo que estas oyendo son espadas chocando. ¡Alguien se esta batiendo en duelo en mitad del juego! El ruido parece indicar que proviene del pasillo de las estatuas.

Se supone que el asunto está en manos de la Reina y ahora del soldado de Kurr. Dijo mientas lo buscaba entre las paredes del laberinto. Solo queda esperar que le descubran aprovechándose de uno de los novicios. Artai negó con la cabeza. De mi no será, yo ya no estoy dispuesto a consentirle algo así, pero creo que, por desgracia, uno de nosotros tendrá que ser sorprendido para que sepan lo que está pasando y le destituyan. Dejó de mirar a Kurr y ahora agachó la mirada contemplando sus sandalias. La verdad, me gustaría que expulsaran al capellán de la Corte, e incluso me gustaría que me nombraran a mi como futuro capellán, pero sé que aún soy demasiado joven y tengo muchísimo que aprender. 

Luego miró a Ibb a los ojos. ¿Crees que podrías ayudarme a desenmascararle?

Cada vez van quedando menos participantes y es más raro que los que quedan en el laberinto se encuentren. La princesa va moviéndose entre sus localizaciones, esquivando hábilmente a los que la buscan, hasta detenerse en el Pasillo de la Gloria, un lugar apropiado en el que recibir al ganador, rodeado de estatuas representando héroes y hazañas heroicas. 

Finalmente, dos de los contendientes llegan al lugar. Uno de ellos es Kurr, el capitán de la guardia. El otro, es el noble Arturo de Mondragón, que algunos ya conocen bajo el nombre falso de Javier de Castilla. Ambos empiezan a andar hacia la princesa, pero de repente, Kurr desenvaina su espada y ataca al noble. Este es sorprendido y consigue defenderse al principio, pero se ve claramente como es herido en un brazo a los pocos golpes. 

La consternación se eleva entre los espectadores. Es imposible oír que se ha podido decir para que se llegue a esa situación, pero aún así se está atacando a un noble a plena vista - Majestad, ¡¿Qué significa esto?! - exclama furioso el padre de Arturo, Eduardo de Mondragón, uno de los nobles más poderosos del reino.

La verdad, me gustaría que expulsaran al capellán de la Corte, e incluso me gustaría que me nombraran a mi como futuro capellán

Sus palabras consiguen hacer que se me erice el cabello de la nuca. Por un instante, tengo la ridícula sensación de que Artai podría ser... otro conspirador. Alguien que desea un lugar de poder y está dispuesto a pasar por encima de quien sea necesario para conseguirlo. Incluso por encima del capellán, a quien podría estar acusando falsamente. 

Una sensación de náusea me embarga por dentro, al tiempo que me embarga la angustia de pensar que realmente... que realmente no puedo confiar en nadie en esta corte.  

Yo no sé jugar a las conspiraciones, sólo soy una criada. Una ladronzuela. No sé nada de clavar cuchillos en la espalda, de difundir mentiras y calumnias, ni de crear redes de aliados. Pero recuerdo la expresión del Príncipe al pedirme matrimonio, y trato de respirar hondo.

Una expresión de disgusto me recorre el rostro ante las palabras del novicio. El capellán debe ser un hombre tremendamente despreciable. Sin embargo, mi respuesta se pierde en el revuelo causado por Kurr dentro del laberinto, y dirijo una mirada preocupada hacia los jardines, buscando el origen del mismo.

Vaya, no sabía que el guardia tuviera tanto interés por tener una cita con la princesa...

Aprovechando que todo el mundo tiene su vista puesta, más que nunca, en los juegos, me inclino hacia Artai y le susurro al oído.

-Os ayudaré, -le aseguro, apretando sus manos entre las mías- pero debéis prometerme que no confiaréis en la Reina. Desea asesinar al Príncipe para que reine el hijo de Elizabeth y quedar ella como regente; si es capaz de manipular así a sus propios hijos, ¿qué no haría con nosotros, Artai, una vez ella se hiciera con el poder? ¿Me prometeréis que seréis cauto?

Cuando el noble se prepara para volver a la carga, reacciono y empujo sobre él una de las estatuas del pasillo de la gloria. La representación de un caballero de dos metros y medio de mármol blanco.

Viendo que "Javier de Castilla" no parece muy versado en el arte de la espada, decido envainar el arma y, agarrando al noble por su brazo herido, lo lanzo contra la estatua que le está tirando encima la princesa, con intención de que le caiga encima.

-Hacedme pagar esto -le espeto, en tono lapidario.

Tras un rato de quedarse esperando a ver si aparecía alguien más, el bufón captó ciertos sonidos cercanos. Sonaba a… ¡Armas! ¡Armas entrechocando! Eso era malo, muy malo. Los invitados supuestamente no tenían que llevar armas ninguno, ¿quién demonios se estaría peleando?

Con una de sus jarras de barro bajo el brazo por si acaso, el bufón se dirigió hacia el lugar del cual provenía el sonido. Si alguna de las personas que apreciaba estaba en peligro, se encargaría de protegerla.

Aquellos juegos estaban siendo realmente aburridos. Al menos lo fueron hasta que Kurr, el hombretón de la guardia del Rey, atacó a un noble con el que se encontró. Qué locura, pensó la muchacha. Si el padre del chico se pone tonto, podrían acabar ejecutándolo.

Eleanor fijó su vista entonces en el príncipe. Estaban cerca. Sigilosamente, tratando de no llamar la atención del Rey -el cual ya había dejado claro por activa y por pasiva que veía en Eleanor una candidata indigna a la mano del tierno e inocente Dionysos- llevó la mano hacia su hombro para llamar su atención.  

Artai chasqueó la lengua. Quizá era demasiado tarde para eso de no confiar en La Reina, ya le había contado todo lo que sabía y ya le había hablado sobre el capellán. Ahora tendría dudas sobre de qué lado estaría Su Majestad. Pero quiso confiar en Ibb y en el fondo La Reina no había actuado de una manera extraña. Quizá simplemente se dedicaba un poco a hacer una papeleta y a tener al servicio contento.

Tranquila. Le susurró al oído también. Pero, ¿crees que podría yo devolverte el favor sobre eso? ¿hay algo que te preocupe o te aflija? O hay alguna posibilidad de que yo pueda ayudarte a ti también. Quizá si nos dividimos, podramos abarcar más. 

Ahora todo se reduce a esto: confiar o no confiar. Si no se lo cuento todo y resulta no estar mintiendo, habré perdido un aliado. Pero si realmente está de parte de la reina... 

¿Debería arriesgarme? 

Ojalá estuviera la princesa conmigo, para decirme qué hacer.

Me muerdo el labio inferior, preocupada, antes de cerrar los ojos y lanzar un largo suspiro.

-Debemos eliminar al Príncipe de la línea sucesoria -murmuro, finalmente- el rey, llegado el momento, deberá poder abdicar o dejar el reino en manos de la Princesa. Sé que la ley actual no lo permite, pero se podría modificar con un edicto real. Debemos convencer al rey de que el Príncipe, en efecto, no es el candidato idóneo para el trono.
Si el Príncipe desaparece de la sucesión al trono, la reina no tendrá que matarle, y la princesa Elizabeth será una monarca igual de justa y cabal que su padre. 

Me tiemblan ligeramente las manos, y aprieto aún más el agarre sobre las de Artai, tratando de afirmarme en mis palabras.

-¿Entendéis que esto es un beneficio también para el pueblo, Artai, y para todos los que trabajamos en el castillo?

No quiero imaginar cómo serán mis días si la reina llegara a alzarse como regente. Cómodos, sí, pero siendo su... títere. Su juguete. Sintiendo desprecio por mí misma en cada amanecer, y apenándome por mi alma cada anochecer.

El noble no se espera la técnica de Kurr y, sorprendido, no puede hacer nada contra ella. Su sorpresa es mayor, pero, cuando ve la estatua que la princesa está empujando con esfuerzo, y que finalmente cae sobre él, aplastándolo bajo su peso. Aunque quizás la mayor sorpresa de todas sea la de Enzo, que, atraído por el sonido del chocar de las espadas, ha llegado justo a tiempo para ver como princesa y capitán se coordinan para acabar con "Javier de Castilla".

Los inteligibles gritos lanzados al aire confirman que el joven todavía está vivo, aunque le resulta imposible moverse, con su cuerpo destrozado por la pesada estatua. No debe de quedarle mucho de vida, unos momentos que sin duda serán agonizantes.

El ruido de las espadas chocar no tarda en apagarse, pero al poco tiempo empiezas a oír unis gritos de hombre desgarradores. Sea lo que sea que haya pasado, está claro que alguien ha salido muy mal parado.