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Invasión a Gea.

Capítulo 2. El Sínodo.

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23/06/2017, 08:43
Director

El cielo anunciaba tormenta sobre Alejandría, la ciudad que se había erigido capital de Gea tras los extraños últimos acontecimientos. Se hablaba de una invasión alrededor de todo el globo. Los avistamientos habían sido comunes en muchas regiones y la preocupación de los ciudadanos había sido trasladada a los dirigentes de cada una de las naciones de Gea.

Se dice que el primer avistamiento fue en el norte, en territorio vovit, pero como de costumbre nadie tuvo muy en cuenta las advertencias de los bárbaros que habitan esas tierras. Sin embargo cuando se localizaron algunos de aquellos extraños ingenios surcando los cielos en regiones más sureñas la preocupación empezó a adueñarse de los regentes del orden establecido. Se constataron avistamientos en muy diferentes zonas de Gea y solían coincidir con la cercanía de grandes ciudades. Algunas de las naves fueron localizadas en ciudades como Duartala, Amatanth o Alejandría en Harvaka, Rottenheim en Avidrain o Ricaduna, Ribadera o Floccia en Arthanis.

Muchas fueron las teorías que surgieron. Las más populares hablaban de que alguna de las naciones de Gea estaba preparando un ejército para invadir a sus vecinos tras haber inventado máquinas que podían surcar el cielo. Otras hablaban de la llegada de seres procedentes de otro planeta o del regreso de los antiguos, muchos eran los escépticos que no creían lo que los ojos de otros habían constatado, pero lo que se hizo evidente fue que incluso los más poderosos, los que normalmente más tardan en reaccionar ante cambios tan significativos, se habían hecho eco de las noticias y una reunión de naciones se había convocado.

Alejandría había sido la sede elegida para albergar aquel primer encuentro entre los líderes de todas las naciones de Gea. Por sus características era sin duda la ciudad mejor posicionada para acoger el evento. Que fuera una ciudad moderna, con servicios y hospedaje suficiente para todos los que deberían desplazarse hasta allí y principalmente su puerto, el más grande conocido sobre Gea y el que acogía un mayor tránsito de embarcaciones alrededor de todo el planeta, fueron las principales razones de la elección.

Ediberto I rey de Catán, había ultimado los preparativos para la llegada y la acogida de los principales mandatarios sobre Gea y a su llegada todo estaba listo para el sínodo que marcaría el final de una era y el inicio de una nueva. Acudieron mandatarios de prácticamente todas las naciones de Gea. El rey elfo de Gaizkan Rocondil Nacil y su homólogo en Amaranth Nermith Ithalante no faltaron a la cita como tampoco lo hicieron el emperador rojo Nabim Jaffir o el demacrado emperador umnio Haràld Drudod’u. También acudieron a la cita los monarcas de los reinos vecinos de Messia, Arhem, Mistosia, Berthal o Finell, incluso acudió el rey enano de Altos Montes, sin embargo hubo sonadas ausencias como la del rey de Athellolis o el presidente de la República de Finell. También se personaron representantes de reinos lejanos de Harvaka como fueron el rey de Rintor o el Emperador del Imperio del Sol, pero fallaron el rey de Ultar, Shalt, Sauk y el emperador nazquiano. De Avidrain tan solo acudió el Emperador del Imperio Anoriano, Valac Anorian y procedentes de Arthanis se personaron a la cita un representante de los tres reinos élficos, el rey de Vadain Daglos Lathendil, dos representantes de los reinos humanos el rey de Bajo Anza Hucon el Grande y el rey de Marlia Castain Ula así como el cacique trasgo de Eusur Gimba Moc y varios representantes de pequeñas naciones situadas en las llamadas islas Occidentales.

Aquel sínodo se celebró en el palacio imperial de Alejandría el cual estaba siendo custodiado por tres millares de guardias de las diferentes naciones. El palacio estaba abarrotado por monarcas, consejeros, diplomáticos e invitados especiales, pues el debate era sin duda de interés general, nadie debía ser ignorado y cualquier idea o aportación debía ser escuchada, de ello dependía el futuro de todos. Ediberto Dolfini sabía cómo llevar esa clase de situaciones. Era una persona que no había nacido para ser rey, pero su gran carisma, su templanza ganada en su juventud durante las muchas guerras en las que tuvo el placer de combatir y sus casi veinte años gobernando una de las naciones más poderosas de Harvaka le habían dotado de la capacidad necesaria para acoger aquel evento.

Conseguir que reinase el orden en aquella abarrotada sala no iba a ser fácil. Haràld Drudod’u, emperador umnio y hombre más anciano de los allí reunidos había sido designado como el guardián del orden y pese a que golpeaba con insistencia el mazo sobre la mesa nadie parecía hacerle caso y el alboroto se incrementaba con cada mazazo. Ediberto miró a Haràld y este le devolvió una mueca de disgusto. El rey de Catán rebuscó entre sus pomposas ropas y extrajo una pistola, apuntó al techo y apretó el disparador.

La detonación causó en los presentes un vuelco al corazón y aunque la bala causo daños en los relieves del techo, cumplió el objetivo con el que había sido disparada, pues tras los gritos iniciales fue el silencio quien ganó la partida. Ediberto I de la familia Dolfini, rey de Catán mostró su mejor sonrisa mientras su único ojo disfrutaba con ver el enfado y el miedo reflejado en el rostro de los allí congregados.

- ¡Se da por iniciado el sínodo que dirimirá el nuevo orden mundial y las acciones que emprenderemos conjuntamente todas las naciones aquí presentes por tal de averiguar, combatir y desterrar a los invasores de Gea! – Dijo el emperador umnio con un solemne tono de voz. – Doy paso al primer testigo.

Dicho esto un cabizbajo campesino que sujetaba su sombrero contra su pecho con ambas manos y que miraba hacia el suelo, fue conducido custodiado por dos guardias reales hasta un pequeño atril junto a la mesa donde se sentaba el presidente de aquel sínodo. Los rasgos de aquel joven eran duros y su expresión alicaída. Debía tener una treintena de años a lo sumo pero el duro trabajo al sol le hacía parecer dos décadas mayor.

- Cuenta, hijo. – Le invitó a hablar el rey de Catán.

- Si… - Aquel joven alzó la mirada y al ver los expectantes rostros de los más poderosos hombres sobre Gea tragó saliva y tembloroso reunió las fuerzas necesarias para empezar a hablar. – Fue hace cerca de tres primaveras cuando lo vi. – Su voz era entrecortada y hablaba casi entre susurros.

- Más alto, hijo. – Intervino Ediberto. – Si quieres que alguien te oiga claro.

- Era algo así como un barco surcando los cielos. – Dijo por fin en un tono más elevado. – Nadie me creyó y me llamaron loco. Se burlaron de mí. Muchas burlas de muchos durante mucho tiempo, pero luego llegaron las noticias de otros barcos voladores.

- ¿De dónde eres chico? – Preguntó Ediberto.

- De las afueras de Peregasto, mi señor. – Respondió el campesino.

Durante más de tres horas se sucedieron testimonios como el anterior. Fueron muchos los testigos que fueron conducidos hasta el palacio real. Algunos de forma voluntaria y otros a la fuerza. Gentes de toda clase y condición aportaron sus experiencias, lo que habían visto a lo largo y ancho de todo el globo. Casi todos los testimonios eran muy similares. Aquellas gentes avistaron en los cielos lo que parecían ser barcos voladores que surcaban el firmamento apareciendo de la nada y poco después volviendo a desaparecer de la misma manera en la que habían hecho su aparición. 

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27/06/2017, 15:02
Director

Alejandría estaba protegida por el amparo de una bahía natural en la que tres rocas de enormes proporciones recibían en la orillas a todo el que llegase por mar. Esas tres enormes rocas estaban bañadas en su estrecha base por el mar y culminadas en su cima por una densa vegetación del mismo estilo que en el resto de la costa. Aquel inmenso puerto estaba repleto por centenares, sino millares de barcos de toda clase que se mecían al ritmo de la marea.

La primera línea portuaria se componía de edificios de entre tres y cinco alturas. Edificios de colores desgastados en tonos pastel desde el ocre hasta el coral, sin olvidar tonos más verdosos o azulados. La construcción era en piedra y todos los edificios mostraban persianas de madera pintadas de colores verdosos o terrosos. Los tejados en pendiente estaban cubiertos de tejas para ayudar a que el agua de la lluvia bajara ordenadamente por la canal hasta el alcantarillado.

El centro de la ciudad estaba separado de la zona portuaria por una gran muralla defensiva. Tras de esos muros se abría paso una enorme ciudad donde debían vivir millones de personas de todo tipo. Desde su posición en las alturas se podían diferenciar con claridad diferente barrios que parecían agrupar a las diferentes castas de la ciduad agrupándolas por su capacidad económica.

Desde su privilegiada posición destacaba una gran avenida a cuyos lados se levantaban edificios pintados en colores básicos de hasta cuatro plantas. La mayoría de ellos presentaban un estado de escaso mantenimiento pues sus muros estaban descoloridos y desconchados. En el centro de aquella concurrida avenida se vislumbraba una línea de grandes árboles de madera blanquecina y de hoja caduca que daba sombra a todos los ciudadanos que frecuentaban los muchos comercios de la zona.

Hacia el oeste se abría paso una amplia área situada a ambos lados de un desnivel del terreno con apariencia de torrente, aunque en esos momentos estaba completamente seco. En ambas elevaciones del terreno se abrían paso pequeñas construcciones elaboradas a partir de madera y materiales reciclados. No tenían nada que ver con los palacios del centro de la ciudad, ni los modernos edificios de múltiples colores del centro. De hecho, las viejas viviendas destartaladas de los barrios más bajos de Alejandría, habrían sido la envidia de cualquiera de las chabolas que allí se agolpaban unas casi encima de las otras.

Alejandría estaba adornada para la ocasión. En el centro de la ciudad donde se erigían los grandes palacios de los nobles y burgueses más adinerados y donde las calles adoquinadas eran más anchas que en el resto de la ciudad, los grandes árboles daban sombra a los viandantes estaban engalanados de serpentina y papeles de múltiples colores. Las flores traídas de todos los confines del reino lucían hermosas en cada esquina y las bandas de música no dejaban de tocar en unas calles abarrotadas por un improvisado mercado y diferentes entretenimientos tales como juglares, acróbatas, malabaristas y un sinfín de artistas que trataban de aprovechar el momento para ganarse la vida. Allí destacaba un gran templo con cuatro torreones que era visible a muchos kilómetros a la redonda y también desde el mar.

A medida que uno se alejaba del centro, las calles empezaban a estrecharse, los edificios eran más bajos y los adoquines escaseaban, pues las malas hierbas empezaban a ganarles terreno. Los edificios estaban pintados de colores alegres y los balcones repletos de flores que trataban de perfumar el ambiente y contrarrestar los malos olores de las nefastas conducciones de aguas sucias que en la mayor parte de ocasiones estaban a ras de suelo.

Sin embargo toda la actividad parecía agolparse alrededor de un gran palacio precedido por una enorme plaza amurallada. Dicha estructura se elevaba con un basamento almohadillado  del que se eleva el cuerpo principal sustentado por enormes columnas de mármol gris, material con el que estaba construido el total del palacio. Entre las cada una de las columnas se abrían ventanas y balcones y lo mismo sucedía en los pisos superiores. La fachada estaba dividida en tres pisos por medio de cornisas voladas, decorando la balaustrada superior con las estatuas de todos los monarcas que habían reinado en Catán. No era el más hermoso de los castillos de Gea, pero si uno de los más grandes y sin duda el que más invitados podía recibir.

Notas de juego

Lo suyo es que tras la descripción aparezca la flota en el cielo alejandrino.

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28/06/2017, 12:26
Chcath

Unas pequeñas motas aleteantes surgieron en el cielo de Alejandría. Los pocos ciudadanos que miraron en el cielo se sorprendieron ante ello, pues sobre la ciudad sólo había nubes que anunciaban la tormenta. Sin embargo, los pequeños cientos comenzaron a aumentar en tamaño y número y cuando quisieron darse cuenta ya era demasiado tarde, sobre la ciudad ya había varios cientos de dracos.

La voz de alarma comenzó a propagarse cuando de las nubes comenzaron a aparecer varias decenas de... ¿barcos voladores? Quizás fuera esa la mejor forma de definirlo, porque al menos  lo parecían en parte. Sin embargo no todos los barcos eran iguales. Aunque por lo general tenían diferentes formas y tamaños, se podían definir de dos tipos. 

Unos tenían unos cascos elegantes y pulidos. Parecían barcos sin mástil y velas, sino que en su lugar tenían tanto en la popa, a estribor y a babor una serie de bloques de color anaranjado. Un material que no existía en Gea. Los otros tenían un diseño mucho más agresivo, se sostenían en el aire por lo que parecía una especia de bolsa inflada y emitían un humo negruzco, típico de combustiones violentas.

En menos de media hora, el cielo de Alejandría estuvo plagado por una turba de barcos y dracos. Chcath, desde su propia nave, El Puño de Acero, un modelo que mezclaba las mejores características de las naves gnomas y trasgo, observaba desde la cubierta como el miedo y la alarma se expandían por tan gran ciudad. Complacido, el golem se preparó para su entrada y dio orden a sus hombres de no hacer nada, hasta que él lo mandase.

Una vez con su ejército bajo control, Chcath saltó desde la cubierta de su nave y se precipitó hasta la ciudad. El constructó cayó en una de las plazas principales armando un gran revuelo y levantando una gran polvareda. Después permaneció quieto hasta que los guardias de la ciudad se acercaron hacia él.

Tan patéticos, como si pensaran que sus armas pudieran herirme.

Lamento el retraso—dijo—. He venido para asistir al Sínodo.

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28/06/2017, 15:13
Director

Aquella pregunta dejó desconcertados a aquellos soldados uniformados con sus características casacas doradas con pechera y botas negras. Llevaban sus cabezas cubiertas por un bicornio negro con pluma roja a juego con los faldones del mismo color de la casaca y estaban bien armados con fusiles y sables enfundados en sus correspondientes vainas. Un total de una veintena de guardias habían rodeado a aquel extraño constructo caído del cielo. Su aspecto era aterrador y más coincidiendo su llegada con aquellas extrañas naves que habían aparecido en el cielo y que no aparentaban tener muy buena intenciones.

El nerviosismo parecía haberse hecho presa de aquella unidad. Era evidente que nunca se habían enfrentado a una amenaza como aquella y podía ser que por muy experimentados que fueran aquellos hombres, no las tuvieran todas consigo. Sin embargo, un veterano soldado que lucía galones dorados, armado únicamente con un sable y que aparentemente parecía ser quien estaba al mando de aquel pelotón tuvo el aplomo necesario para adelantarse al resto y dirigirse al ser que decía querer acceder al sínodo tras mirar de arriba abajo.

- Mi nombre es Sifano Mariscali, oficial al mando del duodécimo pelotón sección tercera de la guardia real de Ediberto I rey de Catán. – Dijo con un tono serio y guardando la compostura. – No tengo conocimiento de que usted haya sido invitado al sínodo y le pido que retire sus tropas de los cielos, pues de lo contrario podría entenderse como una declaración de guerra en toda regla.

 

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28/06/2017, 15:29
Chcath

Chcath miró contrariado al hombre de los galones dorados. O lo habría mirado así de tener expresiones faciales. Lo que si refulgió fue su fuego interno de una forma amenazante. Sin embargo el golem reprimió su instinto. Realmente admiraba el valor en los mortales. Eran hombres como ese los que le llevarían a consumar su venganza contra los ancianos. 

Oficial Mariscali, he venido desde muy lejos para asistir al Sínodo—dijo mirando a los ojos a Sifani—. Y evitar mi asistencia será interpretado como una ofensa. Y como una declaración de guerra.

El constructo pasó su mirada al resto de los soldados y los miró también a los ojos, con el fin de infundirles temor.

¿Este es el trato que la guardia del rey de Catán dispensa a sus visitas?—preguntó, dando por hecho que iban a llevarle hasta la reunión—¿Acaso no van a escoltarme?

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28/06/2017, 15:45
Director

- ¡Retire su flota! - Exclamó el oficial llevando la mano a la empuñadura de su sable. - Sólo así comunicaré su llegada a mi superior y si éste lo cree conveniente trasladará su petición al rey. 

Sifano hizo un gesto con la mano zurda dirigido a su tropa. Inmediatamente todos ellos apuntaron sus fusiles hacia el gólem. A su orden dispararían contra él y aunque sabía que aquel gesto provocaría una reacción en cadena no podía permitir una intrusión como aquella. Las cosas no se hacían así, no en Alejandría. Llevaba demasiado tiempo sirviendo al reino de Catán como para permitir una ofensa como la que aquel constructo estaba cometiendo. 

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28/06/2017, 15:54
Chcath

En su mente, Chcath ya había partido en dos al hombre, pero no iba a hacerlo. Ese hombre realmente valía su peso en oro. Ofrecer su vida aun sabiendo no tenía posibilidades de sobrevivir por servir a su rey era algo realmente valioso.

Usted sabe que esas armas no van a hacerme ningún daño Oficial Mariscali, así que dígale a sus hombres que bajen los fusiles. No malgaste su vida ni la de sus hombres en una acción tan estúpida. Tiene por delante un futuro brillante si su rey toma las decisiones adecuadas.

El golem se dio la vuelta ignorando a los soldados e interpelando a la población civil.

Puesto que la guardia real no está dispuesta a llevarme hasta el Sínodo, ¿hay alguien que me pueda guiar hasta el lugar de la reunión? Si me ayudan, serán recompensados con mi protección.

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28/06/2017, 17:16
Director

Cuando aquel hombre pétreo con apariencia de máquina se dirigió a la población civil fueron muchos los que huyeron despavoridos mientras chillaban horrorizados antes la visión de tan imponente ser. Algunos se mantuvieron estáticos, más presas del pánico que de la curiosidad y otros pocos se arrodillaron pidiendo la intervención divina de la Gran Madre o la piedad de aquel terrorífico constructo de mirada de fuego.

Aquel veterano oficial aprovechó que el constructo le daba la espalda para acercarse hasta uno de sus hombres, un joven de corta estatura pero de rápidas piernas que apenas alcanzaría los diez y seis años. Acercó su boca hasta su oreja cubierta por rizos pelirrojos y le susurró al oído.

- Corre tan rápido como puedas, Fidrico. – Hizo una pausa y tras un suspiro acabo de transmitirle el mensaje. – Da la voz de alarma, que se preparen para la guerra.

Fue entonces cuando Fridico salió corriendo en dirección al palacio real. Sin duda era un joven veloz, pues pronto se perdió de la vista del resto. Para ese entonces Sifano Mariscali ya había desenfundado su sable y se había desabrochado la bandana que cruzaba su pecho guardando munición para su fusil. Torció la cabeza hacia un lado haciendo crujir su cuello, miró al constructo y acto seguido hacia el cielo.

- Protégeme Gran Madre. – Cerró los ojos concentrándose en su oración. - Vela por mis hombres y cuida de tus siervos allí donde estén.

Sifano abrió los ojos y elevó su sable. Apretó su puño e hizo descender su arma cortando el aire a gran velocidad.

- ¡Fuego! -  Girtó con todas sus fuerzas y entonces sus hombres no dudaron en presionar el disparador de sus armas.

El estallido de la pólvora no se hizo esperar y las deflagraciones surgieron del cañón de sus armas empujando las balas acompañadas de aquel ruido ensordecedor. Una nube de polvo lo cubrió todo y el silencio tras los gritos de los viandantes que aún quedaban en la zona se adueñó de aquella atmósfera de miedo. Lo que todos esperaban ver cuando la nube se disipara, a aquel gólem masacrado por la infinidad de balas que le habían alcanzado, no fue para nada lo que descubrieron cuando por fin la nube de polvo desapareció.

Chcach se encontraba de pie, inmóvil e impasible con su mirada sin vida clavada sobre Sifano Mariscali. Aquel veterano tragó saliva. Sabía que combatir a ese ser con las armas que tenía a mano iba a ser una labor del todo inútil. Pero debía intentarlo, debía dar el máximo tiempo posible a Alejandría para que se preparara para la contienda. Lo haría por su honor, por sus hijos y por su patría.

Sifano alzó su sable hacia adelante y con un grito ensordecedor cargó contra aquel monstruo  sabiendas de que sería lo último que haría. Tras de él, sus valientes hombres desenfundaron sus armas y le imitaron en un intento estéril por acabar con aquella amenaza. Un sacrificio que esperaban fuera escrito en los libros de historia una vez Catán y Gea hubieran rechazado aquella amenaza al orden establecido.

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28/06/2017, 17:18
Chcath

Mortales. Tan obcecados, tan limitados, tan estúpidos... No eran conscientes de su auténtico potencial. Con la guía adecuada podrían romper cualquier límite. Pero este no era el caso, habían desperdiciado su valor de forma temeraria. Pero Chcath no había llegado para hacer la guerra. No al menos en primera instancia.

El constructo no iba a derramar una gota de sangre hasta que llevara su propuesta a los señores de este mundo. Después ellos decidirían el destino de la ciudad. Así que mientras los soldados cargaban contra él, Chcath levantó su brazo derecho hasta la altura del pecho y unas runas de color verde brillaron en este. Un momento después, todos los soldados excepto Sifano cayeron al suelo sumidos en un profundo sueño. Al oficial lo agarró con su otro brazo y lo alzó hasta mirarle a los ojos.

No deseo matar a nadie oficial Mariscali. No deseo la guerra. Así que se lo preguntaré una vez más. ¿Va a llevarme al Sínodo o tendré que buscarla por mis propios medios?

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29/06/2017, 14:11
Director

Sifano trató de revolverse con tal de escapar de la presa que aquella portentosa mano de piedra ejercía sobre su cuerpo. Pronto se percató de que todo intento de huir sería en vano. Aquel ser le observaba con su mirada vacía mientras él trataba de mantenerse digno y no mostrar flaqueza alguna en su rostro. Si tenía que morir lo haría con honor, como todo guardia desearía.

Escuchó la petición del gólem. No podía satisfacerle. No le llevaría ante las autoridades de toda Gea reunidas en aquel concilio. Debía darles el tiempo suficiente como para guarecerse del ataque que estaba sufriendo Alejandría. Confiaba en Fridico y en sus grandes zancadas, él daría la voz de alarma y evitaría un mal mayor. Aquella era una invasión a gran escala que debía ser combatida con la unión de todos los pueblos de Gea, pero para eso necesitaban tiempo y tiempo era lo que el oficial trataría de ganar.

- No puedo complacerte. – Dijo de forma escueta. – Haz conmigo lo que te plazca, pero no sacarás de mí ninguna información más.

En ese preciso instante Sifano Mariscali cerró los ojos, tragó saliva y se concentró en su familia. Recordó a su mujer ya fallecidas, a sus dos hijos y a su hija y a todos sus nietos. Aquella última imagen le proporcionaría la paz que necesitaba en ese momento en el que tenía por seguro que abandonaría Gea para acudir a su encuentro con la Gran Madre y ser juzgado por sus actos. Deseaba que su diosa fuera benévola con él y le permitiera ingresar en el vergel donde se reuniría con su amada esposa Mikela.

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29/06/2017, 14:13
Chcath

Chcath estaba cansado de aquel hombre. Deseaba partirlo en dos. Ansiaba hacerlo. Pero no podía hacerlo, no hasta hablar con los asistentes del Sínodo. Así que eso iba a tener que esperar.

Claro que me complacerás. Alguien como tú no se resistirá a mis designios y tú no eres uno de ellos.

El brazo de Chcath volvió a brillar con esas extrañas runas de color verde. Pero en esta ocasión la magia del golem no puso a dormir a Sifano, sino que quebró su voluntad para que quedara a su merced. Después lo volvió a poner en el suelo.

Encabece la marcha oficial Mariscali y si ve a algunos de sus hombres, les disuadirá de cualquier acción hostil.

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29/06/2017, 18:00
Director

El oficial Mariscali con la vista perdida en el infinito cesó de luchar por su liberación. Su mente se quedó completamente en blanco y sumiso como un perro fue depositado sobre el suelo adoquinado de aquella ciudad. Al recibir la orden por parte del constructo se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección al palacio real. Chcath satisfecho comenzó a seguirle.

A medida que se adentraban hacia el corazón de la ciudad las calles eran más amplias y los edificios más altos. Todo parecía estar mejor conservado que en zonas más humildes y se hacía evidente donde se gastaba la mayor parte de los impuestos que pagaban todos los ciudadanos de aquel país. Lo que si era común en todas las calles era la expresión de asombro que se le quedaba a todo aquel que se cruzaba con aquel enorme ser de piedra que estaba siendo escoltado por un oficial de la guardia real.

Ya fueran mendigos, comerciantes, gente humilde, nobles, burgueses, esclavos, raterillos callejeros o guardias de las diferentes casas de Alejandría, todos ellos miraban asombrados a Chcath y le abrían paso apartándose de su camino. Si bien en cualquier otra situación nada más ver a aquella bestia de roca y fuego a mayor parte de los viandantes hubiera huido despavorida, al ir tras el oficial de la guardia el pánico no llegó a cundir. Todos parecían muy seguros pese a su asombro de que si aquel soldado estaba escoltando al gólem, es que tenía la situación bajo control.

Tras algo más de diez minutos alcanzaron una avenida muy grande en la cual cada pocos metros se encontraban diferentes estatuas de antiguos reyes junto a altísimos árboles de tronco claro y abundante copa de hoja perenne. A los lados de aquella gran avenida se encontraban grandes palacios que sin duda pertenecían a la más alta nobleza de Catán y al fondo de ésta se encontraba una amplia plaza, la cual precedía al palacio real.

Una vez se encontraron frente a la plaza detuvo su avance un muro construido en piedra gris hasta media altura y acabado en unas impresionantes barreras de hierro negro forjado acabadas en punta de lanza. Ese hubiera sido el último obstáculo antes de llegar al palacio el rey y en la puerta de éste esperaba toda una sección, casi mil soldados apuntando con sus fusiles hacia el gólem y con un centenar de cañones preparados para bombardear a aquella descomunal mole de piedra si resultara necesario.

¡Alto! – Dijo uno de aquellos soldados que vestía igual que el resto pero que portaba galones, una serie de medallas colgando de su pecho y un reluciente gorro emplumado de metal.

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29/06/2017, 18:01
Chcath

Chcath habría suspirado de haber podido. ¿Cuán tontos eran estos humanos? ¿De verdad creían poder hacer algo contra él? Quizás debería bombardear la ciudad y arrasarla. Todavía no, pero tal y como se estaban comportando esos estúpidos guardias, todo iba a indicar que ese iba a ser el fin.

El golem miró al soldado engalonado sin dejar de andar.

No—dijo con el tono lo suficientemente autoritario y elevado como para no dejar hablar al hombre al mando—. He sido paciente y pacífico. He sido atacado y no he tomado represalias. Así que vas a abrir esta puerta y vas a conducirme hasta el Sínodo para hablar con tu rey y el resto de los asistentes. Y por supuesto no vas a usar esos cañones. Vas a obedecerme, porque si no lo haces, ordenaré a mi flota que bombardee la ciudad hasta que no queden ni los cimientos. Así que si te preocupa tu vida, la de tu rey y sobretodo la de los pobres ciudadanos cuyas vidas peligran por unos estúpidos soldados, harás lo que te digo

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29/06/2017, 18:53
Director

Aquel soldado se adelantó dos pasos. Era un veterano, se denotaba en las arrugas de su rostro, su pelo nevado por el paso del tiempo y la tuerta y obcecada mirada con la que enfilaba a aquel constructo que se había personado frente a las puertas del palacio real amenazando la duradera paz que reinaba en Catán desde hacía dos décadas. El soldado enfundó su espada en la vaina y se acercó hasta la puerta sin dejar de observar con detenimiento a Chcath. Cuando se encontró junto al portón dos soldados, dos alabarderos abrieron dicha puerta de par en par y aquel hombre que parecía no temer ni al mismísimo Azrael traspasó los límites del portón colocándose junto al gólem.

- Mi nombre es Ediberto Dolfini, señor de Peregasto, primero de Alejandría y Rey de Catán. – Miró de arriba abajo al constructo. - ¿A quién tengo el placer de recibir? Aunque quiero que sepa que su pretenciosa y prepotente llegada ha resultado un tanto desagradable y hostil para venir en son de paz. ¿No cree?

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30/06/2017, 09:59
Chcath

Chcath bajó la mirada y miró a Ediberto. Al menos ya no tendría que lidiar con estúpidos soldados. Los humanos eran tercos, mucho más tercos que los gnomos, los trasgos o los kobolds.  Ya sabía que la próxima vez no perdería el tiempo intentando razonar con ellos.

El rey en persona. ¡Qué honor!—dijo irónicamente— Soy Chcath, señor de Chnobium, el de los muchos nombres. Y he venido como señor o como enemigo, eso es una decisión suya y de los hombres que aquí ha reunidos. Señores importantes que estarán muy interesados en reunirse conmigo. Y una cosa más—añadió señalando amenazadoramente a Ediberto—, ni mis hombres ni yo hemos sido los primeros que han abierto fuego. Así que no os atreváis a hablarme de hostilidad.

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30/06/2017, 15:03
Director

- Sé que éste no es el lugar para tratar ningún asunto, pero la mayoría de mandatarios y de reyes de las diferentes naciones no son tan condescendientes como yo. – Ediberto sonrió. – No les ha hecho gracia su irrupción en el espacio aéreo de Alejandría… si se puede definir de esa forma. No creo que quieran dialogar nada sin saber cuáles son sus pretensiones antes de reunirse con usted. Y por supuesto no se encuentran a gusto con su flota apuntando sobre sus cabezas.

Aquel hombre parecía muy seguro de sí mismo. No era el típico rey cobarde que se escondía tras sus ejércitos. Había dado la cara poniéndose al frente de la defensa de su palacio y exponiéndose a una muerte casi segura de iniciarse en ese preciso instante las hostilidades. Por su forma de agarrar el sable, las heridas de su rostro, su actitud ante aquella "amistosa charla", su expresión corporal y principalmente por la tranquilidad con la que hablaba, se podía deducir que no era la primera vez que se encontraba en una situación como aquella. Era evidente que había estado al frente de algún ejército y había negociado las condiciones para evitar la contienda.

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30/06/2017, 21:13
Chcath

Parecéis un hombre inteligente rey Ediberto—dijo Chcath—. Si estoy flota tuviera intención de disparar cañón alguno, ya lo hubiera hecho. Podría haber reducido esta ciudad a cenizas con una sola orden y nada habríais hecho para evitarlo. Pero no lo he hecho. En mis años como señor de Chnobium he descubierto que vosotros los mortales, con la dirección adecuada, tenéis un gran potencial. Un potencial que desperdiciáis cada día. Como el oficial Mariscali, que decidió morir en una lucha que no podía ganar contra alguien que en ningún momento había hecho amenaza alguna. Pero sabed que soy un señor generoso y por eso el oficial, sus hombres, como la ciudad, siguen vivos.

El golem hizo una pausa, para que el rey comprendiera si es que aún no lo hacia que si seguían vivos, era porque él así lo había permitido.

Mi propuesta rey Ediberto, es ofreceros entre alcanzar vuestro potencial con mi guía o tomar lo que necesito al precio que sea—y en un tonó irónico, chulesco y retórico terminó—. ¿Me permitiréis ahora transmitir mi mensaje al Sínodo?

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01/07/2017, 07:30
Director

- Entiendo vuestra postura señor Chachat. - El Rey hizo una pequeña pausa. - ¿Chcacth? Como sea… - Miró al gólem tratando de descubrir en su mirada alguna reacción por aquella impertinencia, pero sus facciones eran indescifrables para él. - Pero lo cierto es que no puedo responder más que por mí y por mi reino. No todos los dirigentes de Gea son tan atentos como yo. Como ve sólo yo he acudido ante usted.

Ediberto bajó la mirada y girándose noventa grados comenzó a caminar hacia un lateral mientras se llevaba la mano al mentón. Parecía pensativo y tras varios pasos se detuvo, alzó la mirada y de nuevo encaró al constructo. Menando el dedo mientras apretaba los labios se acercó hasta Chcath y se colocó a corta distancia de él. Miró hacia arriba para encontrarse con su mirada vacía y comprobó así que por mucho que quisiera no podría propinarle un puñetazo en su barbilla de piedra, pues le sacaba varias cabezas.

- Pero tengo una propuesta. – Dijo al fin aquel prepotente mandatario. – Si lleva algo más de un año espiando este planeta con sus artilugios voladores, supongo que no le importará esperar una semana más. Hablaré con los dirigentes aquí reunidos y convocaré una nueva reunión con ellos y con usted. No le aseguro que todos quieran acudir, pero intentaré que la mayoría lo haga o envíen un substituto capacitado para dicho encuentro. ¿Qué le parece eso al señor de Chonbium?

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03/07/2017, 10:19
Chcath

Chcath comenzó a reír. Pero era una risa fría y falsa. ¿Acaso se pensaba ese rey que era idiota? ¿Una semana para prepararse para la guerra? Ni mucho menos.

No—se negó—. No voy a conceder tiempo. Si esos señores son tan estúpidos como para no reunirse conmigo es que ya han decidido su respuesta. Y no quiero a mi lado señores orgullosos que hacen gala de su estulticia.

Si guerra querían, guerra tendrían.

Sé lo que pensáis de mí rey Ediberto. Creéis que soy un tiránico conquistador que gobierna a su antojo satisfaciendo sus caprichos. Lo único de todo eso que es cierto es lo de conquistador. Pero desde que tomé la primera porción de tierra en Chnobium me aseguré que todos y cada uno de los que habitaban bajo mi mandato, tuvieran acceso a una buena vida, por eso no he atacado esta ciudad y he decidido. Pero todo tiene un precio, recompenso el talento y castigo la ineficacia. Lo que haría cualquier líder. Lo que estoy seguro que hacéis vos. Así que seré directo—Chcath hizo una pausa—. Dado que el resto de señores no ha querido oír mi oferta, os la haré a vos. La unión hace la fuerza rey Ediberto. ¿Queréis que vuestro reino sea más fuerte bajo mi protección? ¿O preferís enfrentaros a mí?

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03/07/2017, 13:39
Director

- ¿Nos conocemos de algo? – Sonrió el rey de Catán. – No, creo que no. – Afirmó con rotundidad. – Sabe señor Chcath, no suelo hacer tratos con nadie sin saber de sus verdaderas intenciones y puesto que no le conozco no conozco sus intenciones. Soy rey de uno de los reinos más poderosos de Gea y no doy protección a otros más débiles sin esperar nada a cambio. El populacho se me echaría encima, ya me entiende. No pongo en duda sus intenciones caritativas, pero antes de decidir nada sería más sensato debatir los pormenores y consultarlo con mis actuales aliados.

Ediberto se quedó unos instantes en silencio mientras miraba de forma inquisitiva a aquel ser tratando de hallar algún gesto en la mirada vacía de aquel ser de piedra y fuego. Negó con la cabeza al fracasar en aquella encomienda.

- Si mi decisión debe ser tomada aquí y ahora mi respuesta es no. – Dijo rotundamente el Rey. – No es nada personal contra usted, sino que suelo meditar bastante mis decisiones, más en un tema tan complejo. Espero que lo entiende y me considere algo más que una herramienta para sus propósitos o un ser inferior que debe capitular ante todas sus pretensiones. Si pretende que seamos aliados debemos estar a la misma altura y debe respetar lo que le pido.