Partida Rol por web

Invasión a Gea.

Capítulo 4. Nueva Cathonia

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21/07/2017, 10:43
Ediberto Dolfini

 Ediberto avanzaba dolorido por las calles en ruinas de lo que fue la capital comercial de Gea. Su aspecto no era para nada el del monarca que fue como tampoco el de un general como también fue en el pasado. Sus ropas aunque se veían de buena calidad estaban rasgadas y cubiertas de polvo. Más bien parecía un mendigo que había encontrado en un estercolero ropajes desechados por algún noble, que el hombre de la categoría que realmente era.

Algunos de los desgraciados ciudadanos que habían tenido la suerte o la desgracia de sobrevivir al ataque con los que el soberano se cruzaba, parecían reconocerle. Algunos se dirigían a su rey y otros en cambio seguían sumidos en su propio infortunio. Sin embargo y aunque le dolía como una daga clavada en el corazón, Ediberto Dolfini rey de los cataneses nada podía hacer en esos momentos por ninguno de ellos.

Ediberto escaló las ruinas de un edificio que se había desplomado en lo que aparentemente fue hasta no hace mucho, la avenida de los Cipreses, una de las principales zonas comerciales de Alejandría. Debía seguir avanzando hacia as afueras y aquellos escombros le impedían el paso. Desde lo alto de aquellos cascotes vislumbró una zona algo más despejada de escombros y en ella una gran cantidad de ciudadanos los cuales se habían reunido entorno a algunos soldados de capas y calzones negros y corazas doradas, la uniformidad de la guardia de la ciudad desde que Ediberto se coronara rey.

En ese momento el rey se sintió orgulloso de sus hombres, quienes pese a la desgracia que había sumido a su pueblo en la más profunda pobreza y desesperanza seguían en sus puestos tratando de ayudar a los pobres infelices que seguían con vida. Sin duda eran dignos de llevar ese uniforme y de ser llamados soldados. Fue en ese mismo momento en el que la idea de reunirse con el resto de hombres pudientes de Gea para planearla defensa y el contraataque se difuminó de su mente.

Deseaba venganza, eso era evidente y no se le había borrado de la cabeza. Pero su pueblo le necesitaba más que nunca y no podía abandonarlo ahora. El resto de mandatarios de Gea podía ocuparse de la defensa contra los esbirros de Chcath el Destructor, como acababa de apodarle Ediberto. Pero su sitio ahora estaba allí, junto a sus súbditos.

El rey descendió hasta aquella explanada. Tosió varias veces llevándose la mano a la boca y descubriendo que su palma se había manchado de sangre justo en el acto. Si tenía una hemorragia interna era muy posible que no sobreviviera demasiado tiempo, pero el tiempo que le quedase lo utilizaría en cumplir con sus obligaciones como monarca de Catán. Al alzar la vista se percató de que los allí presentes ya le habían reconocido y le miraban asombrados con una mezcla de dolorosa súplica y esperanza en sus miradas.

El pelotón de unos veinte hombres se colocó en formación y avanzó hasta la posición de su rey y general. No todos iban debidamente armados. Algunos portaban alabardas, otros sables, algunos iban armados únicamente con dagas y pocos eran los que aún conservaban sus fusiles o pistolas de mano. Su uniformidad dejaba mucho que desear, sucia y harapienta como la suya propia, pero aún así trataban de lucirla con dignidad y con el honor que el cargo de guardia alejandrino conllevaba.

- ¡Usted! - Señaló Ediberto ala cabeza de un joven recluta. - ¿Dónde está su gorro reglamentario?

- Disculpe majestad. - Respondió aquel soldado. - Lo perdí durante el bombardeo, su majestad.

Ediberto sonrió ante aquel joven cuadrado ante su general como si nada hubiera pasado y como si realmente sintiera en su interior que había cometido una falta contra el código de la guardia. Pese a todo seguían siendo hombres disciplinados y seguían estando con él pasara lo que pasara. Eso le gustó y le satisfajo.

- Descanse. - Respondió Ediberto. - Lo dejaremos pasar por esta vez. - Le guiñó un ojo. - A partir de ahora no me llamen majestad, pues no mereceré ese honor hasta ver decapitados a nuestros agresores, pero si les pido que me sigan a la batalla como su general. ¿Están conmigo?

Todos los hombres allí presentes sin excepción respondieron afirmativamente con un grito de venganza. Ediberto se acercó hasta uno de sus hombres y desenvainó su sable apoderándose de él.

- Juro por la Gran Madre que vengaré la ofensa con la que nos han agraviado hoy, o moriré en el intento. - Dijo alzándolo la espada hacia el cielo y luego apuntando hacia sus soldados.

- ¡Lo juramos! - Gritaron todos al unísono.

Fue entonces cuando uno de aquellos soldados, uno que lucía una capa dorada a diferencia del resto y que le identificaba como un guardia real se acercó hasta el rey y éste lo identificó al instante como uno de sus más portentosos guerreros.

- Frantis de Villaverde. - Ediberto pronunció el nombre de aquel hombre con orgullo y satisfacción. - Es una alegría verte de nuevo, hermano.

- La alegría es mía, mi rey. - Respondió aquel hombre de pelo canoso.

Ambos se fundieron en un prolongado abrazo mientras reían felices por el reencuentro. Frantis era un soldado veterano con el que Ediberto combatió durante todo un largo invierno en las guerras contra los pueblos Sauk. Ediberto antes de ser rey fue soldado, pues aunque desde la cuna perteneció a una adinerada y noble familia, al ser el octavo hermano en la sucesión al título de señor de la villa de Peregasto, nunca supuso que acabaría ostentando ese cargo, aunque la muerte prematura de todos sus hermanos mayores acabó retirándole de la guerra.

- ¿Sabes algo del estado general de Alejandría? - Preguntó el rey a su íntimo amigo.

- Se que en la zona norte han empezado algunas escaramuzas entre algunos de nuestros hombres y invasores trasgos. - Respondió Frantis. - Íbamos a reunirnos con el grueso de nuestros soldados cuando nos encontramos con estas gentes y tratamos de ayudarles a salir de la ciudad.

- ¿Cómo sabes eso Frantis? - Preguntó Ediberto.

- La gente que huye lo hace hacia el sur y hacia el este y trae noticias acerca de las escaramuzas en la zona norte. - La respuesta de Frantis fue convincente. Era todo lo que Ediberto Dolfini, señor de Peregasto y Primero de Catán debía escuchar para saber cual serían sus próximos pasos.

- ¡Bien, pongámonos en marcha entonces! - Ordenó el rey y general de los cataneses. - Si el enemigo está al norte, allí debemos estar nosotros. - Sentenció.

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30/07/2017, 13:16
Noxais

Noxais había bajado a las ruinas de la ciudad de Alejandría con el fin de buscar supervivientes y acabar con cualquier intento de revuelta.

Luchad sólo cuando se enfrenten a vosotros—habían sido las palabras del almirante Gnish.

Chcath quería construir una nueva ciudad sobre las ruinas, así que era normal que quisiera aprovechar la mano de obra. Liderando una cincuentena de gnomos, el comandante inspeccionaba la zona norte de la ciudad. A diferencia de Gnish y de otros gnomos, Noxais no servía a Chcath por devoción o ambición.  A él le gustaban las cosas simples, cosas que se podían comprar con un puñado de oro. Y mientras el dinero fuera suficiente como para no tener que contarlo, él seguiría siendo comandante del golem.

Noxais lideraba la marcha cuando al girar una esquina, un soldado con el uniforme destrozado se abalanzó contra ellos sable en alto.

¡Por la Gran Madre!

El gnomo sacó una de las seis pistolas y le disparó en el hombro. El soldado cayó al suelo herido, pero no mortalmente. Noxais se acercó al hombre herido y llamó a uno de los médicos del batallón.

Cura a éste hombre—le ordenó, después se dirigió al soldado—. Y tú, el próximo disparo no irá más a la derecha. Y acuérdate que todo este sufrimiento es culpa de tu rey. Él tomó la decisión de que esta ciudad acabara así.

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31/07/2017, 16:40
Ediberto Dolfini

- ¡Yo soy ese hombre! - Dijo alguien desde la retaguardia del grupo de Noxais. - ¡Yo soy ese rey!

El gnomo se giró sobresaltado al igual que la gran mayoría de los hombres que estaban bajo sus órdenes. Tras de ellos se hallaba un reducido grupo de guardias de la ciudad, una veintena de ellos a la que se habían sumado algunos civiles armados con tridentes, cuchillos e incluso alguna espada posiblemente requisada a alguno de los guardias fallecidos durante el bombardeo. Un total de una treintena de harapientos hombres dispuestos a luchar y a vengar la muerte de sus seres queridos y la destrucción de su amada ciudad.

Noxais cambió el gesto al percatarse de que al menos diez soldados vestidos con capas negras y corazas doradas habían formado una linea de cinco a pie y cinco agachados apuntándoles con mosquetes y pistolas. Junto a ellos se encontraba el resto de la tropa armas en mano y dispuestos a efectuar una carga en cuanto les fuera posible. Al frente de éstos parecía encontrarse dos curtidos veteranos. Uno de ellos era el que había hablado, un hombre de cabellera canosa que le caía sobre los hombros al que faltaba un ojo pero que vestía de forma elegante pese al polvo que llevaba encima y las rasgaduras de sus ropas. El otro vestía de una forma diferente a la del resto de los guardias, pues aunque el uniforme era similar, su capa en cambio también era dorada.

- ¡Fuego! - Gritó sin dudarlo un instante el hombre del parche en el ojo y que se había identificado como rey de los cataneses.

El pelotón acató la orden y él mismo disparó dos pistolas que habían permanecido ocultas entre sus ropas. Tras un estruendo de fuego y humo ocho de aquellos desprevenidos gnomos yacían en el suelo malheridos o muertos y el resto se replegó para afrontar el combate. Fue entonces cuando el hombre tuerto al mando de aquellas tropas locales dejó caer las pistolas y desenfundó su sable. Lo mismo hizo el pelotón que había detonado sus armas y entonces el rey de Catán sable por delante, con expresión de odio y con la mirada de su único ojo puesta en los enemigos de su pueblo cargó contra éstos seguido por los últimos de sus fieles.

- ¡A la carga! - Gritó Ediberto Dolfini señor de Peregaso y primero de Catán. - ¡Por lo caídos, por Catán y por Gea!

Notas de juego

¿Un combate?

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29/08/2017, 15:19
Ediberto Dolfini

Las fuerzas del rey cargaron contra las tropas extranjeras con ira y con rabia, pues les habían arrebatado todo lo que tenían y habían borrado del mapa todo lo que conocían. Aun estando malheridos, fatigados y tras el bombardeo con un equipo y un armamento mínimo, hicieron frente a sus enemigos supliendo sus carencias en gran parte gracias a la inquebrantable fe en la victoria de su general, Ediberto Dolfini.

El choque de las dos facciones fue brutal y la sangre, el coche que metales y los gritos de dolor no se hicieron esperar. Pese a que las tropas locales partían de inicio con cierta desventaja numérica, pronto se empezaron a igualar las tornas, pues con aquella acometida, los soldados de Noxais empezaron a caer bajo los filos de los aguerridos soldados del rey.

- ¡Acabad con ellos! – La voz de Ediberto se alzó por encima de la del resto. - ¡Matadlos a todos, ellos han matado a vuestros hijos! – Trató así de arengar a sus hombres.

Notas de juego

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31/08/2017, 10:28
Noxais

Los habían cogido por sorpresa. La próxima vez que viera al almirante iba a decirle que dejase de ahorrar dinero en bombas. Pero Noxais no era un hombre que se quedase helado en situaciones como esas así que no tardó en dar órdenes a sus hombres mientras iba sacando pistolas con las que disparar.

¡Tomad posiciones y parapetáos! ¡Buscad el cuerpo a cuerpo, están mucho peor que vosotros!—gritó— ¡Y tú! ¡Rey de pacotilla! ¡Sólo tenías que haber hincado la rodilla y tu pueblo habría vivido su época de mayor gloria! ¡Tú has matado a tus propios hijos!

No es que a Noxais le interesara mucho quién era responsable de qué, pero las órdenes del almirante eran claras. Si había contacto con los locales había que culpar al rey. Seguramente había llegado la hora de pedirle un aumento a Chcath.

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31/08/2017, 10:52
Ediberto Dolfini

Tirada de ataque de las tropas de Ediberto Dolfini.

Resultado: 7+1 ganar ronda = 8 x 2628 = 21.024

- Tiradas (1)
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31/08/2017, 11:05
Noxais

Tirada de ataque de Noxais: 9 x 2754 = 24786

- Tiradas (1)
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31/08/2017, 11:16
Director

La batalla llegó a un punto en el que pareció estancarse por unos momentos, pues ambas fuerzas quedaron bastante igualadas y la batalla no parecía decantarse hacia ninguno de los dos bandos, aunque lo cierto fue que los gnomos de Noxais poco a poco empezaron a ganar terreno. Las fatigadas tropas de Dolfini empezaron a sentir la fatiga y el dolor de las heridas una vez pasó el efecto de la arenga inicial del Rey de Catán y el efecto sorpresa dejó de ser transcendente.

Ambos ejércitos se batían en el centro de aquella destruida plaza que se había convertido en improvisado campo de combate. La sangre corría entre los escombros y los gemidos de los heridos y moribundos se escuchaban a gran distancia, pues las construcciones que en el pasado hubieran silenciado aquellos gritos agónicos, ya no se alzaban imponentes tras el bombardeo.

- ¡Ediberto! – Gritó Frantis de Villaverde. - ¡Hay que hacer algo, nos están cogiendo ventaja!

- ¡Maldición, eso intento! - Fue la respuesta del Rey.

Notas de juego

Tropas de Noxais 24.786 

Tropas de Ediberto 21.024

Diferencia: 3762

Pérdidas de Noxais: 3762/ 9 = 418

Pérdidas de ediberto 3762/8 = 470

Puntos ejército siguiente ronda Noxais: 2336

Puntos ejército siguiente ronda Ediberto: 2158

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31/08/2017, 12:47
Director

Tirada de ataque de las tropas de Ediberto Dolfini.

Resultado: 10 ganar ronda = 10 x 2158 = 21.580

- Tiradas (1)
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31/08/2017, 12:49
Noxais

Noxais vio agradado cómo sus hombres empezaban a tomar ventaja. La furia con la que luchaban los alejandrinos sólo les había servido en los primeros compases de la contienda, pero más allá de ello no tenían nada que hacer.

¡Empujad! ¡Empujad!—ordenó— ¡No cedáis ahora!

Los hombres de Ediberto iban cayendo muertos o heridos, hasta que las fuerzas lideradas por el gnomo comenzaron a superar aplastantemente a las del enemigo en un orden de diez a uno. Noxais sintió la tentación de acabar con todos de una vez, pero recordó las palabras de Gnish.

Nosotros tenemos que ser los héroes, no los bandidos. Haz que te vean como un héroe.

Esta lucha no tiene sentido. No queremos que nadie muera. ¡Rendíos!

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tropas de Noxais 42.048
Tropas de Ediberto 21.580
Diferencia: 20.468
Pérdidas de Noxais: 1137
Pérdidas de Ediberto :2046
Puntos ejército siguiente ronda Noxais: 2336
Puntos ejército siguiente ronda Ediberto: 2158

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31/08/2017, 13:05
Director

Sobreviven al combate Ediberto y Noxais, Frantis cae.

- Tiradas (3)
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31/08/2017, 13:23
Director

Una estocada a punto estuvo de cercenar el cuello del Rey, sin embargo pudo desviar el ataque en el último momento. Ediberto ensartó a uno de aquellos gnomos, pero viéndose superado y rodeado recibió finalmente una estocada desde atrás en sui costado derecho. Aquel filo se clavó profundo en su cuerpo y el señor de Peregasto gimió dolorido perdiendo gran parte de las fuerzas que aún le quedaban.

Ediberto miró a un lado y a otro desolado. Todos sus hombres, sus valerosos guerreros habían muerto o pronto lo harían. Se trataba de una escena dantesca en la que la sangre, las vísceras y los miembros amputados reinaban entre los muchos cadáveres de los caídos en aquel desigual combate. Pensó en las palabras de su adversario. Si hubiera hincado la rodilla su pueblo aún seguiría en pie. Nadie hubiera muerto y quizás podría incluso haber firmado una alianza duradera.

No obstante, descartó ese pensamiento de inmediato. Nadie con un poder como el que había demostrado tener Chcath ofrecería un pacto tan favorable a una nación tan inferior en tecnología y en fuerzas de combate como la suya. No podía ser que aquel extraño ser de piedra y fuego fuera tan benevolente. No podía creerlo o bien no quería creerlo, porque de ser así su error habría sido mayúsculo.

Fue entonces cuando vio como el gnomo que parecía dirigir el ataque se batía en duelo singular con su viejo camarada Frantis de Villaverde. Aquel hombre había sido su amigo durante muchos años. Pensó entonces que sin duda aquel fatídico combate sería el último en el que ambos lucharían codo con codo. Sus días sobre Gea habían concluido, aquello lo tenía muy claro.

Ediberto cayó de rodillas. Sudoroso, herido y cansado dejó caer su arma y posó la mirada en el suelo. Esperaba su final, una final que esperaba fuera rápido. Se reuniría con los suyos si es que los dioses se lo permitían, aunque lo cierto era que en ese momento recordó demasiados asuntos turbios que sin duda no serían del agrado de la Gran Madre ni de quien fuera que debía juzgar sus acciones en vida.

No se arrepentía de nada, pues siempre había hecho lo que creía correcto o en su defecto lo que más le beneficiaba a él o a los suyos. Había tenido una larga vida, la cual había disfrutado como el que más y había obtenido la corona del reino de Catán, algo a lo que no estuvo nunca predestinado. Mirando su vida desde ese punto, se podía decir que había sido alguien con suerte, aunque lo que si le pesaba era que sus últimas decisiones posiblemente conllevaran la destrucción de la patria que tanto amaba.

Y fue entonces cuando Noxais habló y de sus palabras Ediberto Dolfini, señor de Peregasto y Primero de Catán, dedujo que no moriría todavía.

- ¿Rendirme? - Preguntó Ediberto con una enigmática sonrisa en el rostro. - No me quedan fuerzas ni para eso.

Notas de juego

He recalculado los puntos para la siguiente ronda. 

Tropas de Noxais 42.048
Tropas de Ediberto 21.580
Diferencia: 20.468
Pérdidas de Noxais: 1137
Pérdidas de Ediberto :2046
Puntos ejército siguiente ronda Noxais: 1.199
Puntos ejército siguiente ronda Ediberto: 112

Ediberto ha perdido más del 90% de sus puntos iniciales por lo que pierde el combate.

Noxais recupera el 20% de tropas restantes el 20% de 1199 es aproximadamente 240 por lo que le los puntos de su unidad quedan en 1439.

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31/08/2017, 13:31
Director

Recalculando ahora puntos a soldados de Noxais: quedan 1439 / 15 nivel general = 95,9 / 5 nivel tropa = 19 soldados. 

Recalculando ahora puntos a soldados de Ediberto: quedan 112 / 25 nivel general = 4,48 / 5 nivel tropa = 0,89 soldados.

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05/09/2017, 10:59
Noxais

¡Sanadores!—ordenó el gnomo—¡Encargáos de los heridos! ¡Los suyos y los nuestros! Quiero el mínimo de muertes.

El gnomo se acercó hasta el rey con unos grilletes en las manos. Mientras esperaba la reacción del monarca se encendió un puro. Al ver que Ediberto no iba a seguir presentando batalla lo maniató.

Se acabó majestad—dijo echando el humo por la nariz—. Es hora de empezar a construir.

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05/09/2017, 14:23
Director

- Buena idea. – Dijo Ediberto con una mueca en los labios que emulaba a una sonrisa. - ¿No tienes otro para mí? – Preguntó señalando el puro con la mirada.

- Este es el puro de la victoria, sólo tengo uno. Si hubieseis aceptado la propuesta podríamos haberla celebrado juntos. – Respondió el gnomo de forma tajante. - Ponedle los grilletes. - Ordenó Noxais.

- Lo entiendo. – El rey trató de sonreír, pero una repentina tos le hizo cambiar el gesto y tras un carraspeo con muy mala pinta expectoró un gran coágulo de sangre que manchó tanto el suelo como sus ropas. - Habéis luchado bien, pero tengo que confesar que así como empezó el combate, pensaba que tu cabeza colgaría de una de las paredes de mi reconstruido palacio. Sin duda me equivoqué. - Alcanzó a decir con dificultad una vez recuperó la voz.

Sin ápice de compasión dos de los soldados de Noxais colocaron los grilletes al Rey, aunque tuvieron la gentileza de hacerlo por delante, respetando una posición algo más cómoda para aquel reo. Su estado indicaba que poco o nada podría hacer para zafarse de aquella presa y menos estando rodeado por casi una decena de soldados armados. Realmente ya no era una amenaza para nadie.

Finalmente el grupo se marchó del lugar del combate quedando atrás los sanadores junto a un reducido grupo de soldados que les auxiliarían en cualquiera que fueran sus peticiones. Así lo había decretado el capitán de aquel grupo de reconocimiento y así lo harían.

Los gnomos de Noxais acataron las órdenes de su capitán e inmediatamente se pusieron manos a la obra para tratar de evaluar el estado de los heridos y elegir a aquellos más aptos para la sanación. Los sanadores del ejército extranjero se dedicaron a salvaguardar la vida de los suyos en primer lugar, pues aunque Noxais había indicado claramente que todos los heridos debían ser atendidos para evitar así el máximo de bajas en ambos bandos, el lazo de amistad que les unía con los gnomos prevaleció.

Finalmente tres de los gnomos heridos fue trasladado junto con el resto de la tropa. Por los demás nada se pudo hacer. Tan solo uno de los enemigos fue atendido. El resto presentaba heridas demasiado serias e incompatibles con la vida y simplemente fueron ejecutados por compasión. En cambio uno de aquellos aguerridos guerreros locales armados con arcaico armamento sobrevivió. Uno especialmente importante para el rey de Catán. Su viejo amigo Frantis de Villaverde, a quien Ediberto Dolfini creía muerto, sobrevivió a la matanza y gracias a los cuidados del ejército rival alargaría su vida algún tiempo más.

Noxais se presentó junto con su captura en el Puño de Acero, el buque insignia de aquella armada que acababa de reducir a escombros y cenizas las que hasta ese momento había sido la mayor y más importante ciudad de toda Gea. El gnomo suponía que el prisionero que traía consigo debía ser conducido de forma inmediata frente a su amo y esperaba que su hazaña pudiera ser recompensada de algún modo. No todos los días se capturaba al principal general de la fuerza enemiga. 

Notas de juego

Turno entre tu y tu...

Noxais da novedades a Chcath y Chcath que haga lo que quiera que para eso es el jefe.

Si queires describir el lugar de la reunión de puta madre!

En mi siguiente turno describiré las labores de reconstrucción y finalizaré este capítulo. ¿Alguna idea para eso? ¿Materiales de construcción, estilo de los edificios, algo en concreto?

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07/09/2017, 22:29
Noxais

Noxais entró en el camarote de Chcath junto a dos gnomos que escoltaban al priosionero rey Ediberto. Lo de llamarlo camarote era por ponerle un nombre porque el golem nunca dormía y parecía más una sala del trono en miniatura. Allí estaba su señor, de pie, mirando por una ventana las ruinas de Alejandría.

Buen día Chcath—dijo el gnomo con un tono amigable mientras se encendía otro puro. El gnomo era de las pocas personas que se tomaban esos lujos—. La ciudad está completamente despejada. Siguiendo las órdenes del almirante, estamos atendiendo a los heridos y ya hay 500 hombres empezando la limpieza para preparar las labores de reconstrucción. También le he traído un regalo. Uno que creo que merecerá una mejora en mis emolumentos.

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07/09/2017, 22:41
Chcath

El golem se giró hasta ver a Noxais con el rey Ediberto. Si Chcath estaba complacido, el gnomo nunca lo supo. Pero lo estaba, tener a Ediberto prisionero podía facilitar el sometimiento del reino de Catán. Por eso le permitía a su comandante mercenario que la hablara con familiaridad.

Ya te pago lo suficiente comandante Noxais, algunos incluso dirían que demasiado. Yo creo que justo lo que te mereces, porque la final siempre haces lo que espero de ti. Ahora márchate, deseo hablar a solas con su majestad.

Cuando el gnomo y sus dos hombres se marcharon, el enorme golem se sentó en su trono, y bajó la vista mirando al rey de Catán.

Una lástima—dijo extendiendo su brazo hacia la ventana y señalando las ruinas de Alejandría—. Nada de esto era necesario rey Ediberto. Tanta destrucción. Pero no temáis, este no es el fin. Como os dije antes de despedirnos, construiremos una ciudad más grande y magnífica de lo que fue Alejandría, Nueva Cathonia. Una pena que las vidas perdidas no puedan recuperarse.

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09/09/2017, 06:39
Director

- Todavía no sé cuáles son tus oscuros propósitos. – Respondió el derrocado rey de Catán. – Pero sé que nadie que amenaza a otro pueblo con la destrucción trae buenas intenciones y sé que ningún pueblo se somete a la tiranía por mucho tiempo. 

Cualquiera que conociera a Ediberto Dolfini sabría que se encontraba muy desmejorado. Nada más ser presentado frente a aquel conquistador, a aquella mole de piedra y fuego cayó de rodillas frente a él escupiendo sangre coagulada por la boca. No hincaba la rodilla, nada que ver, sin embargo las fuerzas le abandonaban. Las heridas que había recibido eran numerosas y poco a poco iban recortando los últimos instantes de la vida de aquel monarca que nunca estuvo predestinado a serlo. Aquel hombre era un soldado, no un político, quizás por eso no había querido rendir pleitesía al que él consideraba un invasor. Quizás su orgullo no se lo permitía, pero lo que le hizo decidirse por la lucha no fue otra cosa que la idea de que una nueva esclavitud se estableciera en Catán.

Cierto era que Ediberto durante gran parte de su vida fue uno de los propulsores del esclavismo. Pero esa época había pasado. Un viejo amigo, un gran guerrero al que había echado de menos durante aquella contienda le hizo abrir los ojos. Daithoborgh el norteño cruzó medio mundo en busca de los miembros robados a su pueblo. Cruzó medio mundo para vengarse de los trasgos esclavistas y liberar a todo aquel que a una cadena de servidumbre forzada había quedado ligado. Su destino se topó con el de aquel Rey y pronto le hizo comprender la verdad sobre aquella práctica.

Ediberto siempre había conocido el esclavismo. Lo aceptaba como algo normal, algo cotidiano, algo que siempre había existido y que siempre existiría. Mientras hubiera fuertes y débiles aquella práctica no sería erradicada de Gea. Pensaba además que los sometidos a aquella realidad eran felices con sus vidas y en muchos casos lo eran. Veían la esclavitud como una forma de vida y en parte como una liberación de su dura realidad anterior. Pero Ediberto entendió que aquellas gentes únicamente aceptaban su condición por miedo y desesperación o porque era lo único que habían conocido.

Todo individuo merecía ser libre. Todo individuo merecía una vida digna y en libertad. Algunos habían nacido con privilegios y otros no, pero los segundos tenían el mismo derecho a la vida que los primeros. La esclavitud no era la solución y debía ser el Estado el que paliara esas diferencias y garantizara a los segundos una vida digna. Un hogar decente, un oficio con el que pudieran ganarse la vida y la libertad para elegir como querían que fuera el camino que cada uno debía recorrer era a lo que la nueva Catán liderada por aquel soldado debía aspirar y en cierta manera estaban llegando a un punto en que aquellas premisas estaban quedando garantizadas. Chcath era un paso atrás. Ediberto no lo podía permitir y perdió.

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11/09/2017, 09:39
Chcath

Sóis un necio Ediberto Dolfini. Así os recordará la historia, como el rey necio. Me acusáis de oscuras intenciones. ¿Por qué? Por mi... ¿aterrador aspecto? ¿Tan simple es la mente humana? Me acusáis de tirano, ¿pero no sois vos lo mismo? Acaso vuestro reino se forjó mediante la paz. Todo reino y todo título real viene precedido de una guerra. 

El golem se levantó imponente.

Necesito este mundo. Necesito lo que hay en él. Y voy a tomarlo. Las vidas que se pierdan por el camino las decidiréis vosotros habitantes de Gea. Si me hubiéseis permitido hablar en el Sínodo habrían sido muchas menos. Así que culpaos Ediberto. Culpaos porque no sólo seréis responsable de las vidas que se han perdido en Alejandría, sino que también lo seréis de las que se pierdan de aquí en adelante.

Chcath volvió a sentarse.

Viajaréis a Chnobium y conoceréis mi dominio de primera mano. Así podréis conocer la oportunidad que vuestro pueblo ha perdido.

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12/09/2017, 15:55
Ediberto Dolfini

Ediberto bajó la mirada tras las palabras de Chcath. Por primera vez desde que conociera de su existencia y le instara a hincar la rodilla reconociendo su reinado sobre Alejandría y Gea, pensaba que era posible que se hubiera equivocado no permitiéndole hablar en el Sínodo. Era posible que la única salvación para los cataneses y para el resto de los moradores de aquella bella tierra con la que habían sido obsequiados, hubiera sido aceptar a aquel gólem como su señor.

No lo admitiría ante éste. No al menos de momento. Había tomado una decisión y debía ser consecuente con ella. Podía ser que se hubiera equivocado, pero ya era tarde para rectificar. Demasiadas muertes en vano, demasiada destrucción, hacían imposible ahora el cambiar de opinión. Aquel ser tampoco se lo permitiría, ya había tenido su oportunidad y como él mismo Chcath debía ser orgulloso.

Su orgullo era quizás lo que le había llevado a tomar aquella decisión. No quería reconocerlo, no podía pensar en que toda Alejandría había caído por su testarudez, por querer conservar el trono de aquel reino a toda costa. Ediberto se creía una persona honorable. Trataba siempre de ser fiel a su palabra y de mantener a toda costa su dignidad y su honra. Eso lo había demostrado no rindiéndose ante la adversidad, pero de nuevo todo había sido en vano.

La escasa resistencia de Alejandría había sido desmontada por Noxais y aquellos extraños enanos de facciones redondeadas. Eran buenos guerreros, mejor armados y más numerosos. Su ardor, su ferviente afán por recuperar lo que legítimamente era suyo y sobretodo su sed de venganza no habían sido suficientes para igualar las tornas. Había sido derrotado y humillado.

Tan sólo él había sobrevivido a aquella matanza. Tan sólo él era testigo de sus malas decisiones. Ese era quizás su único consuelo, el alivio de un cínico cuyas decisiones habían conducido a la destrucción de prácticamente todo lo que conocía. Como castigo por todo aquello esperaba una ejecución dolorosa. Quizás por haber combatido de forma honrosa sería una muerte rápida, pero no esperaba mucho más. No esperaba volver a ver un amanecer y aunque posiblemente no volviera a ver a Seyran surgiendo por el este, tampoco moriría.

Un extraño viaje le esperaba. Eso había dictaminado el único juez que podía juzgarle por sus malas decisiones. Su peor enemigo no le mataría y en cambio, según había dicho, le iba a mostrar las maravillas de un mundo nuevo, las mismas maravillas de las que Aljandría y Catán podrían haber gozado de haber tomado otra decisión totalmente opuesta.