Partida Rol por web

Madrigal observó con una incipiente sonrisa cómo se alejaba Arianna, tan contenta, a decirle a su madre lo de las lecciones de monta. Allí se quedó el caballero con los dos hijos de Ser Baltrigar. 

- Los caballos de tu padre no tienen nada que envidiar a estos, chaval.- Contestó a Beldyr con confianza, después de todo compartían residencia en el castillo.- ¿Y qué me dices de ti? ¿Te gustan los caballos?- Acarició el lomo de Medianoche, el cual resopló bajando la cabeza hacia la mano de Madrigal, buscando algo dulce en ella.- A Totto no le gustan demasiado. Es muy celoso conmigo, ¿sabes?- El enorme cuervo de plumaje con tonos azulados que reposaba inerte en su hombro no graznaba ni se inmutaba con los gestos del caballero.-Uff, pesa como un muerto el pajarraco. - Los ojos cristalinos del cuervo disecado permanecían inmutables.- Siempre se me dieron bien los caballos. Si loque quieres es llegar a ser tan buen caballero como tu padre deberías ir familiarizándote con ellos. Cuanto más tiempo pases con ellos más llegarás a comprenderlos. Son animales muy nobles.

Cogí la cajita que contenía mi laúd y lo saqué con cuidado, comprobé que sus cuerdas estuvieran correctamente e hice ese intento de tocarlo como buenamente sabía.

Esperó que no hubiera percance alguno en su interpretación tocando una canción de cierta dificultad pero sin embargo embriagadora. Luchó contra las cuerdas por dicha finalidad.

Durante un momento se distrajo pues su curiosidad y su deber le hicieron prestar detalle a aquello que Ser Hadder decía. Le gustaba prestarse atento a cualquier sugerencia del mismo antes de que él mismo se lo dijera

Haudrey, que se encontraba sumido en esos tristes pensamientos, se vio sorprendido por la repentina aparición de Gwraidd y su abrazo. Aquello le hizo esbozar una leve sonrisa, al menos, alguien no se olvidaba de él. Alguien de su familia, que le quería.

-¿Felicidades por qué?-preguntó el chico, volviéndose. Pero aquella pregunta quedó en el aire con la aparición de otro de los habitantes del castillo, uno de los hijos del castellano, Haudrey estaba casi seguro. 

Clarissa miró alrededor, algo ruborizada- Mi señor...-dijo, entre risas- Sólo llenadme la copa. La habéis derramado - acarició distraidamente el cabello del pequeño Carlysle, que miraba impresionado y confuso a sus padres. Suspiró de nuevo, y volvió a besar a su marido, esta vez en los labios. Un beso casto, dado el público, pero un beso digno de una esposa al fin y al cabo- Despreocupaos, disfrutad de la fiesta. La mujer de Jeremyed debe haberos escuchado, y de seguro querrá hablar conmigo.

El gran banquete preparado se fue llenando como siempre, los caballeros ocupaban los mejores lugares de la mesa donde estaban los manjares más exquisitos siendo imposible de alcanzar sin faltar al respeto de éstos, allí hacían hueco a sus señoras incluso a alguna sirvienta de gran belleza.

 Así que todos los aldeanos se fueron al otro extremo formándose grandes colas para poder acceder a alguna vianda, pensaba que nos quedaríamos sin nada que probar en la gran fiesta, pero para mi asombro los campesinos se iban saciando y dejando lugar a otros y éstos a otros hasta que pudimos llegar hacia el banquete y probar bocado.

Ahora lo veía había comida para saciar a toda una aldea, y la bendición que le hice a Los Siete fue de agradecimiento no por llevarme algo de comer que sin duda ya tenía, sino por ser una fiesta diferente a las demás en la cual todo el mundo quedó saciado.

- ¿Escuchar que? - pregunto al acercarme a ellos, alzando una ceja, aunque el grito de Ser Baltrigar me dio una idea.

Mi dios es el herrero, pero el suyo la madre. Ojala le de una niña. Conozco el dolor de haber perdido un hijo, pero no fue como lo que le pasó a ella. Mis brazos no se quedaron vacios esa noche. Aunque los suyos continuan llenos hasta ahora.

Volviendo a lo que pensaba: vivir valió la pena.

Sonrió a su hermano. Le quería, pero a veces tenía unas preguntas tan raras.

- Es Verano. Podremos salir más tiempo a jugar y a explorar - dijo como si eso fuera toda la razón suficiente aunque la mirada de Gwraidd mostraba, claramente, cierta preocupación por su hermano. La llegada de Horace le hizo sonreír.- Hola Horace. Me acuerdo de ti. Del torneo de hace unos años. Te gané en la heráldica... y los dos, no, los tres, caímos al barro con los palos - dice sonriendo- La fiesta está bien ¿verdad?

Resguardados de la mirada de los adultos, Llum y Brandon dieron cuenta de la jarra de vino en pocos minutos. Tal vez, la cantidad de alcohol ingerida no fué excesiva, pero para sus jóvenes cuerpos inexpertos en la bebida resultó demasiado.

- ¿Sabesss Brandon? - dijo Llum arrastrando las palabras entre unos labios pastosos - cre... creeo que deberíass ir a por... a por maaaadds vino... jajaja... uops -

Ambos niños abandonaron su refugio y poco a poco, con paso tambaleante comenzaron a caminar en dirección a las mesas de comida...

Despreocupaos. Disfrutad de la fiesta le había dicho su esposa. Parecía mentira que no conociera a Baltrigar después de tanto tiempo. Sí, podía intentar fingir que se divertía y disfrutaba de la fiesta, pero en cuanto se trataba de su familia, mujer e hijos, se ponía nervioso como un flan. Y no dejaría de estar pensando en el asunto todo el rato, con un ojo puesto en Clarissa para asegurarse de que todo iba bien.

- Os dejo a solas para que charléis a gusto. - indicó a ambas mujeres. - Por favor, cuidad de mi esposa. - pidió a Aisa, sabiendo que ambas eran amigas y siempre se cuidaban la una de la otra.

Baltrigar se giró y se llenó su propia copa de vino. Quizá no fuera mala idea darse a la bebida para intentar paliar la angustia y los nervios que sentía en aquellos momentos.

Padre otra vez. Por quinta vez. Se decía pronto. El Caballero vagó con la mirada perdida y sumido en sus pensamientos por la zona, sin dar un paso a derechas, visiblemente sorprendido aún por la noticia. Alegre pero sorprendido.

Din comprobó como sus hombres se desplegaban y cada uno acudía a su puesto para vigilar. Sonrió complacido para sus adentros. Randyl se había integrado bien, al menos de primeras. Y Darién, como siempre, trabajaba bien con los cazadores.

Los sentidos del Forestal se dedicaron entonces a vigilar los alrededores, siempre atento a cualquier señal de amenaza. La fiesta proseguía y de momento todo había salido bien, como era de esperar. Deseaba que no surgiera ningún contratiempo que fastidiara la celebración. Luego sus hombres tendrían tiempo de celebrar y relajarse.

Comenzaba el Verano, época de prosperidad supuestamente, y bajo el mando de Ser Hadder confiaba en que todo fuera cada vez mejor para los habitantes de Aguasclaras, incluida su familia. La fiesta había venido bien a todos, para olvidar y dejar atrás a un Invierno que, si bien no había sido muy temible, era un Invierno al fin y al cabo.

La mente de Din divagó un instante permitiéndose el lujo de pensar en otra cosa que no fuera su entorno. Sentía curiosidad por ver qué ocurría con Armase y Bethan. Con todo el lío que habían armado no estaba seguro de qué castigo les impondría Ser Otter.

Realizando otra leve inclinación, Probis se marchó a cumplir sus órdenes.

Lo primero es avisar a ser Otter. - se dijo.

No fue difícil encontrar al castellano. Su cara de pocos amigos parecía hacer que la gente se pensara dos veces el estar a su lado. El mayordomo se acercó a él y volvió a inclinarse respetuosamente.

- ¿Ser Otter? - dijo, llamando su atención. - Os traigo un mensaje de ser Hadder. "Una orden" hubiera sido más adecuado pero Probis no quería ahondar aún más en su enfado. Había que ser prudente con este hombre. - Ha solicitado su presencia en la sala de ceremonias mañana a primera hora para una reunión privada. Y otra para después del desayuno con el Septón y el Maestre. - No añadió que también estaría él mismo. Ya lo descubriría.

Y aunque tenía prisa, ya que debía avisar al resto, sobre todo a Malcom Ríos, para que fuese preparando todo, esperó pacientemente por si había una respuesta o comentario del castellano.

Eulocis rezaba mentalmente porque la Vieja le otorgara sabiduría para los tiempos venideros. Probablemente Ser Hadder requeriría de su consejo, comenzaba el Verano y había muchas tareas pendientes que tendrían que realizar. Pensó que Ser Hadder estaría pensando ya en movimientos políticos. Asentar su territorio, afianzar su influencia y posición, eran meros ejemplos de lo que podía estar pasando por la cabeza del estratega.

El Septón sólo deseaba que los Siete guiaran los pasos del buen hombre. Instintivamente había desplazado su mano hasta rozar suavemente la estrella de siete puntas que colgaba de su cuello, como símbolo de la Fe que profesaba. Se avecinaban tiempos difíciles, podía sentirlo en sus huesos.

Observó cómo Probis se alejaba de Ser Hadder y se dirigía hacia Ser Otter. Estaba comenzando. El mayordomo seguramente tendría instrucciones para el Castellano. Ah, las intrigas de la corte. Las maquinaciones políticas. Cuán lejos quería dejar aquello Eulocis, pero por más que lo intentara era algo recurrente en la naturaleza humana. Siempre volvía.

Dio un trago de su copa de vino aguado para aclarar su garganta y siguió observando a los presentes.

- Por supuesto que me gustan los caballos. - respondo a Ser Madrigal.

- Paso con ellos el tiempo que el resto de mis obligaciones me permiten. - le respondo. Al fin y al cabo tendré que ser un buen jinete si quiero ser tenido en cuenta en un futuro cercano.

- En verdad lo soy para la edad que tengo. - pienso mientras escudriño a mi interlocutor. Y mucho mejor de lo que muchos piensan.

- ¿Qué edad tienes?- Escrutó al pequeño Beldyr, de arriba a abajo.- ¿Diez años?- Sobre esa edad Madrigal ya era un experto jinete. El chaval no parecía gran cosa, pero eso no quería decir nada. El mismo Madrigal era bastante esmirriado.- Aunque de pequeño no podía permitirme un caballo, pasaba gran parte de mi tiempo con ellos en las cuadras del castillo de Puenteamargo. Pasa todo el tiempo que puedas con ellos, aunque no los montes, conocer a tu montura es muy importante para ser un buen caballero.

- No hablaremos muy mal de vos, lo prometo-dijo, con sorna, antes de enganchar su brazo en torno al brazo de Aisa.

Se dispuso entonces a hablar con la mujer del herrero- Después de esto tendré que empezar a pedirle a la Madre sólo por los hijos que ya tengo- emitió un largo suspiro- Que el Septón Eulocis me eligiera hoy ha sido todo un presagio.

- Todavía no los tengo. - corrijo a Ser Madrigal con una sonrisa. Aunque me falta poco para ello.

- Se repite demasiado. - pienso para mi mismo. Veamos hasta donde puede vanagloriarse cuando es adulado.

- Por cierto, no he tenido oportunidad para daros la enhorabuena por el reciente triunfo en el Torneo. - le comento. Lo que hicisteis fué digno de mención.

Daba gusto ver cómo Ser Baltrigar educaba a sus hijos. Su primogénito no tenía ni diez años y ya hablaba como el Septón Eulocis.

- Pues muchas gracias. Ahora sólo me queda demostrar mi valía fuera de la artificialidad de un campo de justas.- Madrigal agradecía que Beldyr no le guardara rencor por haber vencido a su padre en el torneo del año anterior. Toda su familia le había tratado muy bien y eso era de agradecer. Quizás Ser Baltrigar  hubiera perdido contra él en el torneo, pero era un caballero mucho más experimentado que Madrigal en lo que a batallas reales se trataba.- Reconozco que entrené mucho para conseguirlo y que el Guerrero estuvo de mi parte ese día. - Su padre le había preparado para aquel día desde pequeño, aunque para él, al menos al principio, tan solo era un juego. - Cuando eres un don nadie, libre de las obligaciones que a ti te ocupan, es más fácil entrenar duro y fijarse un objetivo. Como bien sabrás, si uno no tiene nada que perder, saca fuerzas de donde no hay.- Sonrió de nuevo al joven, no con la sonrisa especial que guardaba como un tesoro para las damas, pero sí una cálida y amistosa, cargada de afecto.- Me encantaría verte montar un día de estos.

Tras esperar un tiempo prudencial Probis decidió retirarse para ir a buscar al resto de personas con las que ser Hadder quería reunirse.

Se dirigió en primer lugar adonde estaba Malcom Ríos y le comunicó las intenciones del señor del castillo, para lo cual debía adecentar la sala de ceremonias para tal ocasión.

Después fue sucesivamente a buscar al septón, al maestre, a Russ el Matatoros, a Tobías el Maestro Albañil  y a Din el Forestal y les comunicó las órdenes recibidas.

Por último buscó a Vesania por si ya no estuviera cuidando a Lydia.

Tras impartir unas cuántas órdenes entre las sirvientas del Castillo y asegurarse de que no quedaban cabos sueltos, Vesania se dio el lujo de probar un bocado de queso con un mendrugo de pan y regarlo todo con un trago de vino que previamente había aguado. Quizá el vino hiciera que le subiera el color a sus pálidas mejillas. Con todo a punto, estiró el vestido y tomando éste con una mano para no arrastrarlo comenzó a buscar a Probis. No le costó mucho dar con él.

- ¿De qué querías hablar?- El rostro de la mujer parecía más relajado ahora.- Quizás deberíamos ir a algún sitio un poco más tranquilo. Tanto bullicio me ha provocado dolor de cabeza. Me vendrá bien un poco de silencio.

- Sí, está siendo entretenida, aunque me gustó más el torneo, jeje - Contesto sonriente a Gwraidd, después me dirijo al otro chico presente y le saludo con una sonrisa. - Hola, Soy Horace, encantado. - Añado, tendiéndole la mano en aquel momento. A continuación miro a los dos y sigo hablando. - Aunque la verdad es que empiezo a estar un poco cansado de estar aquí sentado ¿Vosotros no? - Comento con un tono rebosante de energía.