Partida Rol por web

Saludos hermanos.

Dice mientras realiza con el puño el saludo típico de los seguidores de Bahamut.

Espero que el Dragón de Platino os traiga sus bendiciones.

Tras una escueta conversación sobre detalles de poca importancia os comenta.

Ayer llegó a la ciudad una sacerdotisa de Pelor. Es una chica joven y animosa. Me preguntó si conocía gente valerosa y dispuesta a hacer un servicio al bien mayor. Al preguntarme esto me acordé de vosotros y vuestros amigos y le comenté que quizá estaríais interesados en escuchar su oferta. Si os interesa, se está alojando en la casa de Sylas, el superior de los peloritas de la ciudad.

- Gracias por pensar en nosotros, hermano Jaeme -dice Ruphus mientras estrecha con energía la mano del sacerdote-. Intentaremos estar a la altura del honor que nos concedes.

El dracónido comprueba que los ajustes de sus armas y armadura están en orden, se atusa un poco y se vuelve hacia Mikael con una sonrisa de ore... de un lado a otro de la cabeza.

- ¡Vamos, Mikael! ¡La aventura nos aguarda!

Después de dar las gracias al hermano Jaeme y despedirnos de el con el saludo del puño de Bahamut, Mikael no cabe en si de gozo y así lo comparte con su compañero:

¡En efecto, mi amigo Ruphus, no podían haber pensado en alguien mejor para esta misión! Cualquier servicio es poco para ayudar a la causa del bien, y más si se trata de la orden de Pelor. No comparto todas sus ideas, pero me caen bastante bien...

Y se pierde hablando de las diferencias entre ambas religiones, sin duda debido a su entusiasmo, que le hace no poder parar de hablar.

Pero al final se ve obligado a parar para rezar una rápida oración según pasan frente al altar y enseguida salen del templo rebosantes de optimismo para dirigirse a la posada donde les aguardan sus compañeros.

Bueno y que tal Ruphus' es verdad que haz encontrado situaciones como para contar mil y un veces por que a mi no me haz contado nada y la verdad que me gustaría oír alguna historia ya estoy cansado del aburrido de las historias de Morodar siempre con las mismas ya se que ha leído mucho pero para historias de dragones y tal las que me contaba la mi abuela junto al fuego ya les conté sobre mi abuela es la mujer mas atareada que conozco era capaz de contarnos un cuento...

Y una vez mas parecía que Ruphus seria el blanco de las interminables historias del mediano, si tan solo hablara mas despacio......

Cuando Ruphus y Mikael salen del templo se encuentran con Zenram, que esta vez afortunadamente elige a Ruphus como víctima de sus largas historias. Cuando llegan a la posada, sus compañeros de viaje apenas acaban de levantarse y están tomando un frugal desayuno. Sin darles tiempo a terminar de tragar el último bocado el clérigo exclama con energía:

¡Chicos, tenemos trabajo! El sacerdote de nuestro templo en la ciudad, ya sabéis, el hermano Jaeme, nos ha dicho que una sacerdotisa de Pelor ha llegado hace poco buscando un grupo de valientes para una buena causa, ¡es perfecto, justo la oportunidad que estabamos esperando!

Depués de asegurarse de que todos le han oido y entendido, al ver la cara de desconcierto de algunos que casi se atragantan por el sobresalto de su voz, se tranquiliza un poco y añade:

Nos han dado sus señas, al parecer se aloja en la casa del superior de su orden, un tal Sylas. Deberíamos ir en cuanto termineis vuestro desayuno...

Y empieza a recoger sus cosas nervioso y a prepararse para la visita sin hacer mucho caso a lo que le rodea.

Ruphus escuchó, o más bien habría que decir oyó la incansable charla del mediano durante todo el camino, con los ojos muy abiertos y una sonrisa en la que se leía claramente: No me estoy enterando de nada, pero parece tan contento hablando que sería una pena detenerlo...

Morodar se levanto con el sol y dedico unos momentos a escuchar a su mente y ordenar sus pensamientos. No es que tuviera muchos últimamente, llevaban en la ciudad varias semanas y cualquier interés inicial se estaba consumiendo como una vela en la noche.

Abrió la puerta del armario y sacó su ropa, la desplegó en la cama y con gran ceremonia se fue vistiendo. Organizó su mochila y bajó a desayunar.

La posada en la que se alojaban era un poco ruidosa para su gusto, al estar cerca de la zona comercial era un ir y venir constante de mercaderes, viajeros y demás gente de mundo pero a la vez una buena fuente de información que Morodar atesoraba con interés. Pasados unos minutos bajó Merhin, el enano se sentó a su lado y tras un intercambio de saludos corteses empezaron a degustar el queso y la hidromiel.

Entonces la puerta de la posada se abrió y aparecieron los otros tres integrantes del grupo: Zenram, el mediano; Mikael, el semielfo; y Ruphus, el dragonborn.

Zenram iba contando sus historias, como siempre, pero esta vez le tocaba al paladín aguantarlas.

El mago escuchó atento la tarea que les habian encomendado y sonrió levemente ante la perspectiva de actividad.

- Me alegro de poder salir de aqui para hacer algo que no sea pasear por las calles. ?Sabes qué le sucede a esa buena mujer para necesitar nuestra ayuda?

Merhin comió lentamente, echando de menos un buen asado y una buena cerveza, pero dados los escasos fondos que les quedaban aquel era un lujo que no se podían permitir.

No era un enano gruñón, de hecho presumía de buen humor, sin embargo no se había levantado con muchas ganas y frunció las cejas al ver aparecer al mediano hablando a todo trapo.

"Que lo mantengan lejos de mí", pensó, aunque no se animó a expresarlo en voz alta.

Distraido por la emoción Mikael apenas escucha a Morodar:

¿Como...? ¿esa buena mujer...?

Se queda pensativo mientras sigue terminando de preparar su equipaje, pero al final parece volver en si y contesta al mago:

¡Ah, si, perdona! No, no sabemos detalles aún, para eso tenemos que reunirnos con ella y preguntarle directamente, así que cuanto antes mejor...

Se cuelga la mochila al hombro, comprueba que su armadura y armas estén bien aseguradas en su sitio y os mira a todos con una amplia sonrisa:

¿Que, estais listos para vuestra primera aventura?

Parece bastante seguro de si mismo y sus energías resultan contagiosas, hasta el más cobarde se lo pensaría dos veces antes de declinar esa oferta.

Morodar se limpió la comisura de los labios con un pañuelo que guardó en algún bolsillo oculto de su manga izquierda. Se puso en pie, cogió su bastón y se colgó su mochila.

- Estoy listo, espero que podamos aprender cosas nuevas de esta "aventura" como tú la llamas.

- Lo más importante no es aprender cosas, amigo, para eso están los libros y las escuelas. Lo importante es que podamos ayudar a la buena gente -replicó Ruphus, sonriendo con ilusión.

Morodar miró a Ruphus con la misma expresión en su rostro, ni ofensa ni diversión.

- La formas de ayudar a la gente también se aprenden.

- ¡Qué filosóficos estáis hoy! No me parece mal ayudar a la gente, pero habría que saber si nos puede pagar lo suficiente como para permitirnos mañana comer perdiz y un buen vino.

La dirección a la que acudís es una de las calles cercanas al distrito de los templos. Es un edificio de dos plantas, de construcción algo antigua pero se nota que ha sido restaurado. Mikael llama a la puerta de roble y una semielfa rubia y con un delantal con bastantes manchas os abre.

Buenos días, señores. ¿Qué puedo hacer por vosotros?

Parece haber visto el símbolo sagrado de Mikael y os recibe con una sonrisa.

Consciente de que no todos los miembros del grupo compartían totalmente los mismos intereses de Mikael y Ruphus, cosa que comprendía, el clerigo interviene para intentar que todo el mundo quede contento:

Por supuesto que aprenderemos cosas, este tipo de experiencias son vitales, y mucho más útiles y placenteras cuando sirven para ayudar al mundo.

Respondiendo a Merhin con una sonrisa comprensaiva, pues conocía el apetito del enano, añade conciliador:

Sobre el pago, estoy seguro de que habrá alguna recompensa, y el templo de Pelor es suficientemente importante como para permitirse una buena. No es que a mi me importe demasiado, pero es cierto que no podemos vivir de la limosna, nuestro esfuerzo conlleva unos gastos... tranquilo, seguro que los cubrimos con creces.

Se acerca a la puerta, y comprobando que todos estaban listos empieza a guiarles junto a Ruphus a la dirección que les dio el hermano Jaeme.

- Saludos, amiga -dice Ruphus, hinchando el pecho-. Jaeme nos ha dicho que necesitabas ayuda, y aquí estamos. ¿Qué podemos hacer por ti?