"Tarde. Demasiado tarde."
La oferta lanzada por la yoriki es correspondida con veneno. Sin mayor tiento o miramiento, alguno de los extraños pretende ponerse la armadura en lugar de brindar directamente la ayuda pedida. Mis ojos basculan sobre ellos, sobre sus pechos, sobre sus espaldas. Vagan posteriormente por el suelo hasta perderse de nuevo por el bosque.
- Les vamos a perder el rastro. - Murmuro para mí mismo viendo cómo los copos van cayendo sin descanso, sobre las huellas recién hechas inclusive. Me tomo unos instantes para reflexionar. - Maldición.
Devuelvo la atención a Sachiko, a su obi, mientras me arrebujo entre mis ropas exhalando vaho.
- Sachiko-sama, - Anuncio con iniciativa mientras dedico una reverencia formal a la yoriki. - si me lo permiten puedo asistir a los que se demoren y acudir en vuestra búsqueda tan pronto como nos sea posible. - Aunque mis palabras sean serviciales, queda patente y de forma inevitable cierto deje de fastidio. Mi lugar está con ella, no con los extraños... pero ante un asesino entiendo que puede llegar a ser más útil la llegada de dos samuráis tardíos que mi propia presencia desde un principio. - Si me dejan señales claras en los árboles, debería poder seguiros... mientras que la tormenta de nieve no apriete, claro.
Tras una breve pausa, añado.
- ¿Posibles lugares de encuentro si las cosas salen mal? - Pregunto sin mayores pretensiones. - Por si... lo que sea.
Cuando la yoriki dio su permiso para que los viajeros que lo desearan ayudaran en la captura de los malhechores, Ayame asintió con una inclinación de la cabeza.
-Yo os seguiré también, Kijuro-San.
Después se volvió hacia sus dos acompañantes ashigaru.
-Hyo, quédate en la posada y vigila la mercancía. Ten los ojos bien abiertos y no bajes la guardia. Jinzaburo, conmigo.
Había elegido al más veterano de sus guerreros pues estaba segura de que era mejor jinete que Hyo, al haber participado en tantas batallas al servicio del Clan Unicornio y de la familia Utaku.
Se volvió entonces hacia Doji Tensai.
-No pretendo contradeciros, Doji-San, y estaríais en lo cierto en la mayoría de los casos, pero yo permaneceré a lomos de mi montura. Aprendí a montar a la vez que a caminar, y Sukōru no es un caballo cualquiera, es un corcel Utaku. No temo a cabalgar por el bosque, y lejos de retrasarme, si es necesario nos mostrará lo que es la premura.
Comprendía por qué el bushi del Clan Buey caminaría tirando de las riendas de su montura. Si debía buscar rastros con poca luz, le convenía estar lo más cerca posible del suelo. Ella no se encargaría de tal cosa, así que podía permanecer montada por si de repente debían acelerar el paso para dar caza a los asesinos.
Algo le decía que aquel acto atroz tenía que estar relacionado con los problemas que aquejaban a la zona, así que capturar a los malhechores no era solo una cuestión de deber, sino que era necesario para esclarecer la verdad.
Luego miró a la mujer llamada Hanamichi, con una media sonrisa.
-Si estás en lo cierto y hay un Shugenja entre los culpables, debemos agradecer a las Fortunas que hayan enviado a dos para darle caza.
Con un pequeño golpe de talón, hizo avanzar a Sukōru hasta quedar al lado de Kijuro.
-Por mi parte estoy preparada. No perdamos más tiempo y sigamos el rastro mientras aún está caliente.
¿Mis ashigaru llevan las armaduras puestas? Siendo los escoltas de una samurai, ¿está permitido?
Era bastante novedoso que un Ashigaru, y más uno tan joven como parecía ser Haru, hablara sin ser preguntado delante de Samurai. Y no sólo eso, que propusiera un plan de acción.
Pero lejos de sentirse ofendida, Sachiko le dedicó una mirada seria a su subordinado, terminando por asentir firmemente.
Así lo haremos; Utaku-san, Morito-san, Doji-san y vos… miró a Hanamichi …seguidme. les dijo a los aludidos.
El resto, Haru-san os echará una mano con las armaduras y iréis tras nosotros; dejaré cruces en los árboles, estad atentos. miró a los Kaiken y al Shiba.
Si no logramos reagruparnos, nos encontraremos frente a la Magistratura en una hora. esto último lo dijo mirando exclusivamente a Haru, que era el único que sabía dónde estaba el lugar.
Mientras tanto, Hyo asintió marcialmente a las órdenes de Ayame, y comenzó su corto trayecto hasta la posada.
Jinzaburo, para no perder tiempo, dejó estar su Haramaki (Armadura de Ashigaru), pero sí dedicó unos segundos a tensar la cuerda de su arco*.
Sachiko abrió la marcha, y con ello terminasteis de separaos en dos grupos.
*Comentar más que nada para Ayame que en Rokugan los Arcos se llevan sin cuerda. Llevarlos encordados es como ir con armadura; una declaración de guerra.
Vigilad los Destinatarios a partir de aquí. Saludos!