Partida Rol por web

En cuanto entrasteis, Demian fue a hablar con el dependiente, pidiéndole los trajes reservados a nombre de Edward Collingwood (el cual supusiste que debía de ser su padre) y que además sacaran algo para que su amigo se lo probase (el cual ya te imaginabas que eras tú).

Mientras el dependiente iba a por lo que el joven le había pedido, Demian se acercó a ti para agarrarte con más delicadeza que su hermano por el otro brazo.

 -No te preocupes Fujimoto-san. Eres nuestro invitado esta tarde, así que nosotros corremos con todos los gastos que puedan surgir. Incluidos los de la ropa que te quieras comprar.

 -Exacto. Por darte un capricho no te vas a morir, hombre.

Dicho esto, te llevaron hasta la sala de probadores, donde el dependiente esperaba allí ya con dos elegantes trajes de color azul marino y un perchero con varios trajes de diferentes colores.

 -Venga va Fujimoto-kun, pruébate al menos uno. A ver qué tal estás.

Chris-senpai es demasiado efusivo. Otro tirón así y acabará por arrancarme el brazo. Demian-senpai en cambio es más sereno, más adulto. Pero igualmente, ambos acaban obligándome a entrar en la tienda con ellos. Calamidad. ¿Qué debería hacer ahora? Rechazarlo una vez me han repetido que es un regalo, es de mala educación. Pero aceptarlo es un capricho demasiado egoísta, cuando seguramente el dinero que cueste la chaqueta ya valdría suficiente como para alimentar a mi familia 6 meses.

Maldita presión de grupo. Miro a uno y a otro, buscando una ruta de escape en mi mente que se disipa al verles tan de cerca.

Al final, estoy tan aturdido por lo buenos que están su carisma y simplemente me dejo llevar a donde quieran. A DONDE QUIERAN.

— P-pero sólo probar... —murmuro muy bajito, como si tuviera miedo de que lo escucharan. Pero dicho está, que conste.

Siendo así, busco entre los trajes y cuando miro la etiqueta del primer traje y veo el dinero que cuesta, suelto la etiqueta como si me hubiera quemado y mi corazón da un latido fuerte como diciendo "bájate, que yo me paro". C-como sólo es probar y devolverlo sin -espero- accidentes, prefiero no saber los precios y simplemente ir a lo que llama mi atención. Al final incluso me lo paso bien, porque disfruto comparando el tacto de la tela de esta ropa y la de mi casa. ¡Que diferencia! Así no me cansaría nunca de lavar, coser y planchar.

Cuando quiero darme cuenta de lo poco viril que resulta mi actitud, encuentro lo que quiero probarme entre el montón de ropa sin gusto del dependiente. A diferencia de los ostentosos trajes de Emporio Armuni*, los chalecos son igual de elegantes como discretos. Me gusta.

Con la guardia baja, entro en el probador que aunque es sin duda más grande que los que acostumbro a ver en las tiendas baratas, igual me las arreglo para tropezarme.

Te habías distraído mirando los trajes lo suficiente como para que los gemelos hubieran desaparecido de tu vista para probarse los trajes que tenían encargados. Pero… es que era para distraerse. Te habían traído un montón de trajes elegantes confeccionados con telas carísimas. No te atrevías ni a mirar los precios, a sabiendas de que tus padres necesitarían tres trabajos para poder comprar ropa en esa tienda de manera habitual.

No obstante, conseguiste encontrar una prenda más asequible, más de tu estilo. Un cómodo traje de estilo casual, con camisa blanca y chaleco y pantalones a juego. Y además parecía justo de tu talla (o eso ponía en la etiqueta del pantalón), así que lo cogiste y te dirigiste al probador para ver qué se sentía al llevar un traje como aquel.

Sin embargo, tu mala suerte golpeó de nuevo cuando, nada más entrar a la zona de probadores, un tropezón de los que eran tan habituales en ti te precipitó hacia uno de los probadores que estaban ya ocupados. Caíste de rodillas delante de unas piernas masculinas enfundadas en un pantalón azul marino. Cuando subiste la mirada, te encontraste con un caballero de mediana edad y abundante barriga, que te miraba bastante confuso. Y para empeorar las cosas, podías oír las voces de los gemelos en la zona de probadores, hablando acerca de cómo les quedaban los trajes nuevos.

Al principio, ni siquiera me fijo en que hay otra persona en el probador. Las rodillas me duelen del golpe y un par de lágrimas asoman por mis ojos. ¡Sí, ya sé! Ya debería estar acostumbrado al dolor, a pelarme las rodillas, a los moretones y a la vergüenza de ser un patoso sin remedio. ¡Pero no! Es igual de doloroso y humillante.

Pero, sin duda, lo peor de todo es alzar la cabeza y ver a... ¡puag!

Tan rápido como puedo, me levanto y me aparto hasta que mi espalda da con uno de los laterales del probador.

— Uh... ehm... l-lo siento... discúlpeme, he tropezado y... n-no quería... ¡de verdad, perdón! —hago una reverencia e intento escapar del probador. Me da igual que los gemelos vean que me he equivocado de probador y he entrado en uno ocupado, ¡no quiero permanecer ni un segundo más ante este hombre! Su gran barriga me perturba.
 

Saliste a toda prisa de aquel probador dejando a aquel pobre hombre bastante confundido. Nada más asomarte al exterior te encontraste de frente con los gemelos Collingwood, que estaban perfectamente vestidos con sus trajes nuevos, los cuales les quedaban como un guante y les hacían parecer dos hombres de negocios de éxito mundial.

Te agarró para ayudarte a que te levantaras.

 -¿Estás bien? ¿Algo te ha asustado en tu probador? Si es un bicho, me lo cargo de un manotazo.

 -No creo que haya sido eso, más bien que Fujimoto-san ha entrado por accidente en un probador ocupado.

El muchacho se recolocó las gafas y miró la ropa que tenías en los brazos.

 -¿Ese es el conjunto que ibas a probarte? Te pega, es de tu estilo, Fujimoto-san. Me gustaría mucho ver cómo te queda.

Al ver que su hermano hablaba sobre ropa y probarte, te miró ahsta dar con el traje que tenías seleccionado.

 -¡Eh, como mola! Seguro que quedarás hecho un pincel. ¡Vamos, ven a probártelo!

Ya los había oído hablar desde dentro del probador pero, ¿por qué me tengo que caer ante sus narices? Me levanto con la ayuda de Chris-senpai (aunque sería más correcto decir que me dejo levantar) y rápidamente compruebo la ropa, no vaya a ser que se haya estropeado.

«Aah, es horrible lo buen observador que es Demian-senpai» pienso cuando éste resuelve acertadamente lo que ha sucedido. Aunque me siento un poco humillado porque Chris-senpai piense que podría salir huyendo así de un bicho... probablemente también habría gritado, por lo que aprecio que no sea eso.

Cuando quiero explicarles lo que ha sucedido, los gemelos se fijan en mi ropa y cambian drásticamente de tema, prácticamente obligándome a ponérmelo ya. Uh. Me siento tan aturdido. ¿Quién podría decir que no a dos ejecutivos tan atractivos? Balbuceo estúpidamente un par de veces y acabo metiéndome en un probador vacío (esta vez lo compruebo antes de entrar).

Me miro nervioso en el espejo. «Yo no creo que me quede como un pincel...». Empiezo por dejar la ropa de mi elección perfectamente doblada sobre una silla, luego me quito la mojada chaqueta del uniforme y la coloco cuidadosamente en una percha. Con pasividad, empiezo a desabrocharme uno a uno los botones de la camisa.

 -¿Ya estás listo Fujimoto-kun? Va, sal ya, no tengas vergüenza…

La voz de Chris sonaba impaciente, como un niño al que se le ha prometido un helado después de la ronda de tiendas con mamá.

 -Ten paciencia Chris. Apremiarle sólo conseguirá que se ponga la ropa deprisa y corriendo y le quede mal puesta o arrugada. Estas cosas llevan su tiempo.

 -Ya, pero es que tarda mucho…

Se hizo el silencio fuera del probador durante unos momentos, hasta que la cortina que te protegía de miradas indiscretas se abrió de sopetón dejándote expuesto a las miradas de los hermanos.

 -Venga, va, ya te ayudo yo a vestirte, así tardamos menos.

Y aunque su tono era el de un chaval con voluntad de ayudar, en su mirada podías ver cómo brillaba un destello de lujuriosa maldad adolescente.

En cuanto llegaste a casa te pusiste a trabajar diligentemente en tus tareas. Tus padres sabían que eras un chico dedicado con ciertas cosas, pero no podían imaginarse qué demonios estarías haciendo que te mantenía tanto tiempo en tu cuarto.

Entre los deberes, cosas del club, tu madre llevándote una taza de té y unas galletas y los últimos preparativos de la cita, el tiempo se te fue volando y ya sólo quedaba una hora escasa para ir a recoger a tu adorada Kirei. ¡Tiempo de prepararse para salir!

Parecía que me hubiera bebido ocho tazas de café cargado o algo parecido por que no me estaba quieto ni medio segundo. Tuve que ir al baño y mojarme la cara para poder relajarme y prepararme con calma. Primero abrí mi armario y estuve un rato mirando la ropa sin saber que elegir y aún dudando cogí mis mejores pantalones (sin llegar a ser formales), una chaqueta de cuero negra y una camiseta blanca sin mangas. Me peine con por lo menos medio bote de gomina y cuando creía estar preparado vi una arruga en la camisa y planche absolutamente toda mi ropa.

Tras hacer todo eso aún me quedaba media hora para la cita, teniendo en cuenta el trayecto tenía veinte minutos libres aún así que salí a caminar un rato a ver si conseguía relajarme, cuando salí por la puerta saque mi paquete de tabaco y me lleve uno a la boca pero justo antes de que tocara mis labios lo mire unos segundos, pensé en como reaccionaria si me viera fumar, lo guardé en su la caja otra vez, la aplaste y la tire a la basura. Cinco minutos, ya estaba sentado en el coche sin arrancar simplemente sentado esperando no paraba de mirar la hora en el móvil, movía las manos sin parar y con los pies daba golpes al suelo como cuando sigues el ritmo de una canción. Pensé en comprar flores pero sus palabras cuando me dijo que no quería regalos resonaron en mi mente. Revisé mi cartera por si acaso no llevaba dinero suficiente (aunque ya lo había comprobado siete veces).

Finalmente cuando llegó la hora emprendí rumbo hacía su casa, puse una canción tranquila en la radio en otro fallido intento de relajarme. Cuando estaba cerca de su casa hice el último intento me puse a respirar profundamente y al final conseguí tranquilizarme un poco. Aparque frente a la puerta de su casa, me coloqué un poco mejor la chaqueta, mire en el retrovisor que estuviera bien peinado, me acerqué a la puerta y toqué.

— ¡Ya-ya casi estoy! —exclamo cuando Chris-senpai pide que me dé prisa desde el otro lado de la cortina.

Aún siendo el senpai un impaciente, quizá sí he perdido algo de tiempo dejando mi ropa doblada y vistiéndome con cuidado. Empiezo a vestirme por el pantalón y, aunque me aprieta un poco por detrás, es bastante cómodo al tacto a pesar de ser elegante. Aprovecho el espejo para mirar cómo me queda, dándome la vuelta y bajando a la vista hasta darme cuenta de que estaba pensando algo chungo.

«Sigue así y pronto te pondrás a hacer posturitas frente al espejo con una cámara»

Me pongo la camisa por encima y veo inmediatamente que me va algo grande, pero sigue siendo cómoda. Justo estoy empezando a abotonarla cuando la cortina se corre de golpe, dándome un susto de muerte al recordar al gordo del otro probador. ¿Una venganza?

— ¿Eh? ¡O-oye...! —protesto al verme expuesto a los senpais y a toda la tienda. Al ver a Chris-senpai entrar en el probador doy un prudente paso atrás. No es que me ponga nervioso estar en un vestuario con chicos, pero no es lo mismo "vestuario" que "probador" ni "otros chicos" que "Chris-senpai en traje". Por Dios, cállate corazón.

Es extraño que un hombre ofrezca ayudar a vestirse a otro hombre a menos que uno de ellos esté malherido, pero aún así, no dudo de sus intenciones de ayudar. Ni siquiera después de leer tanto shojo, no soy capaz de leer los sentimientos detrás de una mirada. Aunque... algo nervioso sí me pongo. ¿Qué debería hacer? Rechazar la ayuda sería lo más inteligente, sé vestirme sólo y evitaría problemas como una reacción biológica incontrolable.

¡Pero sería idiota! ¿Quién diablos diría que no a este Adonis?

— B-bueno... entonces... ¿me ayudarías a abotonar mi camisa mientras doblo los puños, por favor Chris-senpai? —murmuro con la cara como un tomate, mostrando las mangas de la camisa que son más largas que mis brazos y voy a tener que doblarlas para usar mis manos.

A los pocos instantes de llamar a la puerta, un hombretón enorme abrió y se te quedó mirando como si fueras un marciano recién aterrizado.

 -¿Sí? ¿Quién eres y qué quieres?

Hablaba con una voz profunda, de esas que tienen los cantantes de ópera que se dedican a la lucha libre en su tiempo libre. Te examinó de arriba abajo, observando lo bien arreglado que ibas y lo nervioso que parecías estar.

 -Un momento… ¿Eres el chico con el que ha quedado mi pequeña Kirei?

Viste como su ceño se fruncía épicamente al pronunciar estas palabras.

Sonrió y se acercó para hacer la tarea que le habías pedido. Sin embargo, se tomó su tiempo, rozando tu piel expuesta antes de coger los botones para abrocharlos despacio. No dejó de comerte con la mirada durante todo el proceso.

 -Precioso…

Mientras Chris acaparaba toda tu atención, el otro hermano se había colado en el enorme probador de tienda de lujo, cerrando la cortina tras de sí y quedándose al lado de su hermano, mirándote con la misma intensidad que su gemelo.

Acabó por acercarse más a ti para ayudarte a recoger las mangas de tu camisa.

 -Precioso no Chris. Es perfecto.

Piensa rápido si le caes bien a su padre todo sera mas fácil. Hice una leve reverencia bastante formal.

-Mi nombre es Taka Kirame, ¿señor Osaka?

Educación, cortesía y amabilidad si lo hago bien no le importara que salga con su hija pero al mas mínimo error me da un portazo en la cara.

-Así es señor.

Cada palabra, cada gesto trataba de dar la mejor impresión posible deseando que funcionara.

-Solo dígame a que hora quiere que este su hija aquí y así se hará.