Partida Rol por web

Mientras Demian-senpai se apartaba un poco para atender una llamada, le propongo a Chris-senpai para ir al juego de baloncesto en el que tienes que encestar lo máximo posible. Yo soy un torpe y no pienso participar, pero sí que me gustaría verle a él... aunque también es cierto que es más emocionante verle en un partido o en un entrenamiento.

Por desgracia, parece que ambos gemelos se tienen que ir y a pesar de estar pasándolo tan bien, supongo que el cuento tiene que terminar en algún momento. La mano enorme de Chris-senpai me revuelve el pelo, recordándome la tarta que le había prometido. Aunque me sonrojo un poco, consigo (¡otra vez!) mantener la compostura y sonreírles:

- No pasa nada, ¡lo entiendo! Yo también... -Miro el reloj en mi maltrecho móvil y me asusto al ver la hora. - ¡Oh, no! ¡Mirad la hora que es y tengo que hacer la cena, la colada y preparar la comida para mañana!

¿Por qué el tiempo pasa tan rápido cuando estás con dos dioses occidentales?

- P-pues claro que no olvidaré lo del sábado. ¡Y-y-y también llevaré algo para Demian-senpai si me lo pide!

Me quedo mirando a Demian-senpai, aunque en el fondo ya pensaba llevarle algo también... aunque no sé el qué, porque no le gustan mucho los dulces...

Sonrió con dulzura cuando le dijiste aquello.

 -No hace falta que te molestes, Fujimoto-san. Con que vengas es suficiente.

Y tras decir aquello, los gemelos se marcharon junto contigo para llevarte a tu casa en su limusina.

Tras un viaje que había sido casi tan incómodo como el de ida, debido a la proximidad de tus adorados príncipes ingleses, llegaste a tu hogar, cansado, emocionalmente sobrepasado y con las compras que habías hecho en el centro comercial contigo.

Tenías tareas que hacer en casa, pero no te importaron demasiado. Tu mente estaba rememorando los múltiples momentos de acercamiento con los gemelos que habías tenido durante la cita con ellos. Cita… Porque había casi acabado siendo eso, ¿no? ¡Que te habías besado con Demian Collingwood en los labios! ¡Por dios, una máquina de RCP para tu pobre corazoncito! ¿Con qué cara le mirarías mañana cuando te le cruzaras por los pasillos? Porque seguro que les verías, a él y a su hermano. Y quién sabe, quizás te pudieras llevar otro beso gemelar en las mejillas…

Ya en casa y vestido con ropa deportiva tan vieja y raída que está más llena de agujeros que un queso gruyere, dejo el traje que los gemelos me han regalado en el armario con mucho cuidado. Cada vez que lo miro recuerdo la cita (¡Sí! ¡Lo considero una cita a estas alturas!) y mi corazón se revoluciona tanto que si no me da un ataque es porque soy un adolescente sano.

- ¡Mi-chan! ¡Cálmate! -le digo a mi hermana pequeña, quien no para de hacer escándalo porque tiene hambre. En la cocina ya se está cociendo la cena de hoy mientras yo voy arriba y abajo, recogiendo ropa desperdigada por el suelo para luego lavarla. - ¿Ya has acabado los deberes?

Miyako refunfuña porque le obligo a hacer los deberes con el estómago vacío, pero la ignoro y voy hacia la cocina a probar la cena. ¡Hmmm! Está mal que yo lo diga pero hoy mi comida sabe mejor que nunca. ¿Será el efecto Collingwood? Dejo que la cena repose un rato mientras preparo el programa de la lavadora y, para dar ejemplo, me siento al lado de Miyako a hacer mis propios deberes y, de paso, ayudarla un poco con los suyos. Espera. ¿Qué? ¿Que no tengo deberes? Bueno, siempre se pueden estudiar las siguientes unidades formativas...

Cuando la cena está lista, le pido a Miyako que despeje la mesa y, dejando un plato apartado para mamá, sirvo para mi hermanita y para mí y lo llevo todo a la mesa.

- ¿Qué tal te ha ido el día?

Así, mientras cenamos le voy preguntando cosas del día a Miyako, haciendo como siempre el papel de madre.