Partida Rol por web

Tras las palabras del Sr. Wordsworth, abandonaste la posada y pusiste rumbo al al almacén que había mencionado.

Debía de ser de lejos el edificio más antiguo y destartalado de todos. El techo estaba tan derruido que no se podía hablar de él como tal. Y las paredes... Si su objetivo alguna fue el impedir a la gente entrar distaban mucho de poder cumplirlo. 

Oíste unos pasos metálicos detrás de ti. Al darte la vuelta, viste a un tipo con cara de pocos amigos apuntándote con la espada. Llama la atención su cara; con marcas de quemaduras y cicatrices en el lado izquierdo. 

Estaba patrullando el perímetro tal y como le había pedido su compañera, cuando, al amparo de la oscuridad, pudo reconocer la figura de un joven. ¿Un desafortunado fisgón? ¿O tal vez un agente enemigo? 

Se aceró por detrás en silencio.

-Ni un paso más- Su voz era grave y potente. Su tono amenazador. -¿Quien eres y que haces aquí?-

Le di la carta que me había dado el director diciéndole -Esto me lo ha dado el seño Wordsworth para vosotros - 

De un tirón, arrancó la carta de las manos del intruso y la leyó con atención. 

La mirada del caballero cambiaba de forma alterna entre el papel y el mago, mostrándose algo incrédulo.

-¿Esto en en serio?- Preguntó retóricamente. -Que remedio. Sígueme- 

Seguiste al desconocido hasta el interior de ese almacén medio derruido. Entrando por un hueco en la pared. 

Dentro, a la luz de la noche, pudiste ver a otra persona, una mujer de cabellos violetas. 

El muchacho le entregó la carta, que la leyó con unas reacciones similares.

Leyó la carta, pasando su vista de esta la recién llegado. Suspiró. 

-Si lo dice El Rector no nos queda más remedio- La voz de la chica sonaba grave y un poco raposa. 

Fue hasta ti. 

-El es Himmund, y yo soy Krysta. El Rector... Wordsworth- Se le hacía raro llamarlo por su nombre -ha dicho que colaborarás con nosotros en esta operación. ¿Vas a poder obedecer cualquier orden que te demos-

-Supongo, pero no tengo muy claro el cómo os voy a ayudar- respondí lo más claro que pude a la pregunta que me había hecho. "Esto es muy extraño" 

Himmund refunfuñó algo tras la respuesta de Gal. 

-¿Es que no conoces tu propias capacidades?- Espetó al joven, que parecía tener una carencia total de confianza en si mismo. -Haz lo que sepas hacer y lo que puedas. Y si no se te ocurre nada puedes hacer de escudo humano para Krysta y llevarte una o dos apuñaladas por ella- 

-Himmund, no seas tan borde- Replicó Krysta. -Si lo ha mandado El Rector podrá servir para algo más que de escudo de carne- 

Volvió sus atención hacia Gal. -¿Que sabes hacer?-

-Puedo influir un poco en emociones de los demás- dije con un poco de pánico por Himmund, centrándome más enKrysta -No sé cómo lo hago, pero me ayuda a vender licores-

-Interesante...- Musitó Krysta. -Podrían sernos muy útiles si la discreción falla. ¿Ves?- Se dirigió a Himmund. -Va a ser de ayuda después de todo. Solo hacía falta preguntarle. Venid- 

Colocó un plano sobre una mesa improvisada con unos escombros 

-Este es el almacén veintisiete. Todas las ventanas están bloqueadas. Así como la segunda entrada. La única opción para entrar es por la puerta principal. Está custodiada por dos guardas, y solo se abre desde dentro. Si lo que has dicho es cierto- Miró a Gal, -podrías intentar convencerlos de que nos abran. Si fallan Himmund y yo los abatiremos discretamente. Una vez dentro, nuestras órdenes son destruir todo lo que veamos y acabar con todo ser viviente. ¿Preguntas?-

-Yo tengo una, si se abre desde dentro cómo la abriremos desde fuera? Lo digo por si no consigo convencerlos y tenéis que abatirlos- ​​​​​​​​​

-En ese caso esperemos que tu hechizo funcione a través de portones de acero- Replicó con frialdad al joven Gal. -Y si no... Ya veremos como lo hacemos. Igual nos toca echar las puertas abajo por la fuerza- Se acercó, incomodando al mago. -¿Quieres que use tu cabeza como ariete? Pues no falles- Añadió con frialdad.

-Si quieres lo pruebo contigo a ver si te ayuda con ese mal genio que tienes, aunque creo que no funciona en burros- dije mientras me ponía en frente suya y le miraba fíjamente. 

Con la respuesta de Gal se hizo el silencio durante varios segundos. Hasta que Kryta lo rompió con una sonora carcajada. 

-Himmund... Este polluelo acaba de ponerte en tu sitio- Se burló de su compañero. -Eso te pasa por bocazas y malhumorado. ¿Ves como tienes que ser más simpático?- 

Tras la respuesta del mago, frunció el deño, evidentemente malhumorado. Estaba a punto de agarrarle del cuello y cantarle las cuarenta cuando Krysta empezó a reír.

No tuvo más remedio que resignarse y encajar ese golpe. De otra forma, quedaría cómo esos que cuando no saben que decir se lían a puñetazos. Y él era mejor que eso. 

Dirigió una mirada gélida a Gal...

-Más te vale no cagarla- 

El curioso trío esperó dos o tres horas en ese lugar, hasta bien entrada la noche. Entonces, iniciaron el plan.

Con discreción, fueron hasta el almacén número veintiséis, y pudieron ver, que, efectivamente las ventanas y puerta trasera estaban selladas y la puerta principal de acero estaba custodiada por dos guardias.

Himmund se separó de lo otros dos, y dio un rodeo para ir al lado opuesto del edificio. Así, en caso de tener que pelear, podrían atacar desde dos lados opuestos. 

Himmund ya se había separado de ellos. Mientras, Gal y Krysta esperaron unos minutos prudentes cerca de la esquina del almacén veintisiete a que el templario ocupara su posición. 

-Bien... Te toca. Buena suerte- 

Me calmé para poder hacer bien mi parte de la misión y me concentré, mientras caminaba tranquilo para salir de la esquina y justo antes susurré ​​​​​​-Hipnotismo- mientras hacía objetivo a los guardias de la puerta y esperaba a que hiciese efecto.