Partida Rol por web

-Arreglado, entonces. +termina de decir el escorpion, que habia estado hablando con la geisha en voz baja. Mira a sus dos compañeros y al Suzume. Aprecia que el Grulla ya esta mejor, y dice.

-Bien, parece que los Kami les han oido. Por mi parte desearia que revisaras mi herida, Iuchi, y luego regresare al castillo. Asi hablare de esto con Togo-sama y Chomei-sama... Les informare de tu estado, Daidoji-san, como tambien que permaneceras aqui. Creo que seria conveniente si Iuchi-san tambien se queda, asi podra ayudarle mañana... Que opinais al respecto?+acota, mirando al decir esto ultimo al Unicornio.

Iuchi asiente y procede a llamar a los kamis para que le ayuden a curar al Bayushi. Mira de reojo a los extraños, no confía en ellos para revelar lo que observó en el camino.

La magia de Iuchi funciona perfectamente, cerrando las dos heridas de Bayushi sin un rasguño. El escorpion se levanta y hace una ligera reverencia.

-Te estoy muy agradecido, Iuchi-san. Si me disculpan entonces, buscare una lampara y me ire. Te deseo un reposo reparador, Daidoji-san. Hasta mañana.

Incorporándose con dificultad, el Daidoji se dirige a una de las habitaciones de la posada

- Hasta mañana

Bajo la mirada en una leve reverencia y después de que se aleja me retiro a mi habitación para ponerme presentable y ahora si tomo el Aiguchi y escondo entre mis ropas el Manhari-Gata e ir ante el samurai Escorpión.

Bayushi te espera en el pasillo antes de entrar al salon central del comedor. 

-Lo mejor seria que mantuvieramos vuestra ida en secreto, de momento. Os solicitare que salgais por este lado, mientras yo lo hago por el frente... +dice, indicandote el costado de la posada hasta donde este da al muro bajo. Así no los verian irse juntos...+ y nos encontraremos en la calle. 

-Claro, en completo secreto Samurai Sama.-Me parece curioso lo que indica pero hago caso y sin más palabras salgo  esperándolo en la calle.

Seguimos en la otra escena

El Bayushi se retira a la parte posterior de la posada y la geisha, con una reverencia, le sigue al cabo de unos instantes en silencio. Pocos momentos despues Hiroto regresa, solo, con una lampara de papel. Saluda nuevamente a sus compañeros, y sale por el frente. 

El gunso Suzume a todo esto, ha tratado de hablar con la posadera, pero parece que la heimin no esta en condiciones... Se vuelve a ustedes.

-Honorables invitados, si les parece, les acomodaremos atras en alguna de las habitaciones. Me temo que no habra servicio esta noche... Preferis dormir juntos los ...tres?+esto ultimo con una ligera mirada a Suzue, que como siempre, permanece sentada atras del Iuchi, sin articular palabra. 

- Me es indiferente; después de lo que ha ocurrido esta noche, entiendo que las cosas estén un poco complicadas para acomodar a todo el mundo. Yo solo necesito descansar.

Suzue seguía igual que siempre. El pensar que había fallado a aquella joven y que estaba así por su culpa no había dejado de atormentarle.

En efecto, creo que los tres podremos quedarnos esta noche en una sola habitación. La situación está bastante peligrosa, y no me refiero solo a las empinadas colinas que protegen el castillo.

El bushi asiente y los ayuda a acomodarse en una de las habitaciones posteriores que esta desocupada. Uno de sus hombres guardara el pasillo, mientras otro esta en el frente, con los etas que vendran a llevarse los cuerpos, y luego vigilando. 

La habitacion es sencilla, limpia y funcional, un cuadrado de 4x4 con tatami de hierba, futones bien lavados, algunas pinturas y poco mas. Daidoji se puede acomodar en uno, mientras hay otro para el Iuchi, junto al cual ponen uno para Suzue. 

-Oyasumi nasai, honorables invitados. Vendre a buscarles en la mañana. +se despide el gunzo, antes de irse cerrando. 

Antes de echarse a dormir, el Daidoji se dispuso a coserse sus propias heridas. El Unicornio había hecho un buen trabajo con el hechizo, pero aún dolían y necesitaban algo de atención. No se le ocurrió pensar que quizás el Unicornio se sintiese incómodo; él ya había realizado tales operaciones en pleno campo, a ojos de sus compañeros de armas, y nunca le había parecido algo antinatural.