Partida Rol por web

Las calles rebosaban de vida al mediodía, y aunque campesinos y samuráis por igual abrían paso deferente a la comitiva, la verdad era que el espacio no estaba demasiado abarrotado; simplemente rebosaba alegría y actividad. La Dama Sol bendecía con una mañana fresca pero soleada las calles de Maemikake, mientras los tenderos voceaban sus productos y los niños jugaban entre risas. Tras un agradable paseo pese al ambiente agridulce debido a la indiscreción anterior, la comitiva llegó a las puertas de la residencia de Kasuga Abusame, cuyas puertas de nobles maderas labradas estaban protegidas por un trío de guardias Kasuga. El que parecía estar al cargo se adelantó para daros al encuentro con gesto neutro, como si esto fuese parte de un protocolo.

- Espero que hayan comido arroz hoy, señorías, mi nombre es Kasuga Nobutada, y estoy al cargo de la seguridad de la puerta a la residencia de mi señor Kasuga Abusame. - El joven aún no llegaría a la veintena, pero cumplía con su obligación de manera eficiente.- Si son tan amables de presentarse y presentar el motivo de su visita, me encargaré de que sean atendidos de acuerdo al protocolo.

El Daidoji se acerca al hombre:

-Espero que el vuestro fuera de vuestro agrado. Soy Daidoji Taiki miembro de la magistratura- dice mostrando el sello- Hiruma Kage, Daimyo local de Maemikake, nos ha recomendado visitar a vuestro señor antes de continuar nuestro camino.

El Monje se mantuvo a una distancia prudencial dejando que Daidoji Taiki llevase la iniciativa, pues después de todo, él era el Magistrado al cargo de la misión. De repente reparó en que no llevaba ningún presente para Katsuga Abusame. Saito se ruborizó tras de su máscara, esperando que alguno de sus compañeros hubiera reparado en ese pequeño detalle. Aunque, si fuera necesario, regalaría algún objeto preciado en su posesión para evitar la vergüenza de la comitiva.

No dijo nada esperando que el Magistrado presentase a los integrantes de la comitiva, pero si por lo que fuera, no lo hiciera, solamente diría su nombre, Hiruma Saito.

Wataru se mantuvo también en un segundo plano, sumido en sus pensamientos.

La kuge mantenia aquel aire de dragón cabreado, más la solemnidad de su rostro no se podía apreciar nada de ese sentimiento.

Sin embargo estaba muy presente en ella

El joven asintió con una breve pero protocolaria reverencia:

- Entonces son la visita que esperaba, Daidoji Taiki-Sama, prepararé todo para que les guíen hasta la sala de reuniones. - Un rápido y discreto vistazo al grupo, del que Iwao, Muu, Saito y Rin, entre otros fueron conscientes, hizo que el joven fuese consciente de quienes eran los integrantes más ilustres del grupo.- Del mismo modo, si en algún momento, sus ilustrísimas deseasen algo, se lo ruego, háganlo saber como si fuese su propio hogar. Mi señor, Kasuga Abusame-Sama, siempre insiste en que sus visitas se sientan como en su propio hogar, pese a los humildes medios de que disponemos.

A la vista de semejante hacienda, lo de humilde era en sí mismo, una forma de quitarle relevancia a la belleza de la residencia, que pese a pertenecer a un miembro de un Clan Menor, podía rivalizar con la hacienda privada de un Daimyo menor de un Gran Clan. Desde esa posición, Iwao y Mu, quizás por su tradición guerrera, se fijaron en unos jóvenes que entrenaban en uno de los jardines cercanos al pequeño edificio que era el dojo. La técnica de esos jóvenes no era conocida por ninguno de los dos bushi, pero no era de extrañar siendo un Clan Menor. Era un estilo que inspiraba tranquilidad e inmovilidad, antes de ejecutar golpes estudiados para desarmar al rival o acabar con él. Habían oido hablar de la Guardia Kasuga con anterioridad, por lo que no era raro preguntarse si ésa era precisamente la escuela que se ensañaba en el dojo. Además, el hecho de tener un pequeño dojo en su residencia indicaba algo fuera de lo común, que un samurai de su posición tuviese un dojo para entrenar a su propio séquito... Interesante y poco común.

Rin reparó más en un trío de samurais, una Grulla, un León y un Gorrión, que habían estado observando el entrenamiento, y que ahora eran guiados hacia el interior del edificio principal por un cortesano Kasuga de mediana edad, que presupuso, sería el hombre de confianza de Kasuga Abusame. Quizás su reunión tenía más invitados de lo esperado, o ellos tendrían audiencia en otro momento. Por lo que había escuchado en su estancia en la residencia de Hiruma Kage, el Kasuga era dado a organizar reuniones grandes para cimentar buenas relaciones entre los Clanes. Quizás por eso la gente lo adoraba, aunque Rin tendía a intentar ver más allá de las acciones de los mortales.

Saito, en la extraña posición que le confería ser un tsukai-sagasu, a la vez monje y guerrero, observaba un plano más general y a la vez espiritual. El lugar despedía armonía, una paz serena que inundaba el alma, pero de nuevo sentía que algo se cernía sobre la residencia. El dojo entrenando a jóvenes guerreros en una residencia de un dignatario, las visitas de miembros de varios clanes junto al dojo, el hecho de que la reunión se había logrado a través de un Daimyo ajeno en lugar de mediante una petición a la mano derecha del Kasuga, todo era inusual. La tortuga estaba prisionera de su propio caparazón, o al menos era la sensación que transmitía.

Muu se quedó mirando fijamente los entrenamientos y lanzó una mirada al guarda y a Daidoji-sama. Se notaba que quería preguntar al respecto pero, probablemente por la seriedad de la situación, decidió no abrir la boca.

Miró al frente e intentó mantener una actitud de "no me importa" muy poco lograda.

Taiki se fijó en los mones de los otros tres visitantes, por si veia algún mon familiar, o alguna cara que le resultara conocida.

La grnte le extrañaba un poco, el León, la Grulla y el gorrión les enseñaban, tal vez entrenaba un ejército personal.

Más no siguió indagando con su investigación, dio un suspiro y sujetó a su espada y la mantuvo cerca.

Muu observó durante la conversación protocolaria del Magistrado cómo entrenaban los guerreros Kasuga. No tenía experiencia en sus técnicas, pero a juzgar por los movimientos, podría ser una escuela de yojimbo. En algunas de las katas alternaban desviaciones del arma enemiga con golpes rápidos dirigidos a puntos débiles, en otras parecían interceptar un ataque bloqueando la hoja enemiga, algo muy poco común en Rokugan y que al Unicornio le recordaba en parte al estilo de sus antepasados Ujik-Hai. Si ya era inusual tener un dojo en la residencia de un miembro importante de un Clan, tener encima una escuela de guardaespaldas era ya signo de que el anciano era precavido o tenía enemigos poderosos.

Observando a los tres samuráis que se dirigían al interior, Taiki no consigue obtener ninguna información sobre su heráldica. Sabía que eran un León Matsu, una Grulla Kakita y un Gorrión Suzume, pero no tenía más información personal a simple vista. Sin embargo, otras dos figuras no muy lejos de éstas llamaron su atención. La primera era un hombre vestido con ropas resistentes en un color marrón claro por fuera y un color más oscuro en su kimono interior, que llevaba un sombrero de paja y parecía a todas luces un ronin al carecer de mon de Clan, teniendo solo un mon personal que no supo identificar. No podía ver mucho de su rostro, salvo sus labios. El tipo sonrería y asentía a la segunda figura antes de retirarse hacia el interior del edificio. La segunda figura era un hombre de ropas sobrias y resistentes en los colores de los Kasuga, cuyo mon personal tampoco pudo identificar, pero cuyo gesto serio le resultaba familiar. Tras haber dado lo que parecían unas instrucciones al ronin, se acercó a un guardia y le comunicó algo, antes de alejarse en dirección a la residencia. El guardia se iba acercando hacia el grupo de Taiki.

El Kakita fluía con el ritmo vivo de las sencillas gentes que atendían sus quehaceres diarios. Llevaba la jingasa sujeta con la mano derecha mientras caminaba con paso firme. La anterior ruptura de protocolo había quedado en el olvido para el joven Grulla, pues era la esencia de su clan, alcanzar la perfección en todo y para ello los errores debían ser usados como aprendizaje. Por su parte el asunto estaba resuelto. 

La llegada del sirviente que les recibió fue más que correcta, lo cual podía traer a la mente de algunos la falta de protocolo anterior, sin embargo no dudaba que en aquella reverenciada casa, se comportarían. El Kakita hizo la correcta reverencia a modo de saludo y antes de entrar, colocó el daisho con el filo hacia arriba como muestra de paz y lo pasó al lado derecho haciendo más difícil el acto de desenvainar, un símbolo de paz a su llegada a un hogar. 

Al ver entrenar a los jóvenes, en realidad no mucho más jóvenes que él mismo, sintió un leve momento de paz, rememorando las largas jornadas de entrenamiento en las tierras de su clan, las cuales habitualmente le dejaban exhausto y satisfecho a la vez, se dedicó unos breves segundos para observar las prácticas, desde luego eficientes aunque no estuvieran a la altura de la prestigiosa academia a la que él pertenecía, sin duda sería interesante poder ver en acción las técnicas que practicaban aquellos guerreros. 

La reunión de un León, un Grulla y un Gorrión quizás fuera más común de lo esperado, pero sin embargo sería algo a tener en cuenta y que llamaba la atención, las tensiones entre los dos primeros clanes desde luego que eran una constante y bien sabía Iwao en lo más profundo de su alma que algunas heridas jamás podrían cerrarse. 

Saito observó la escena con ojo crítico y dejándose inundar por las sensaciones espirituales que todo lugar ofrecía a aquellos que sabían escuchar con detenimiento.

Todo parecía indicar que las manifestaciones que había recibido acerca de Katsuga Aburame eran ciertas. Esa mansión era una cárcel. Un lugar donde tener controlado a su inquilino, pero con ciertos privilegios aparentes; que permitieran al mismo tener un resto de vida todo lo apacible que pudiera. Sin embargo, la pregunta era ¿Cuan dispuesto estaría Aburame a ayudar a la comitiva enviada por su propio captor? o incluso ¿Cuál sería el precio convenido por su sabiduría?

El Monje trató de relajar su postura que se había tensado al entrar por las puertas de la mansión y ver el entrenamiento de los jóvenes Tortuga. Lo inusual del entorno hizo que las alarmas de Saito se activasen y permaneciera alerta por lo que pudiera acontecer durante la visita.

Tras pasar la entrada a la residencia, el séquito había sido conducido a la sala de recepción de la casa del Kasuga. La estancia era amplia y austera, dispuesta de forma rectangular con un atrio donde se sentaría Kasuga Abusame y sus dos samurai más cercanos. Yoshiharu y Rin ocupaban los asientos más cercanos al atrio, cada uno a un lado frente a frente, como correspondía a su estatus, seguidos por el Magistrado Taiki y Kakita Iwao, y así uno a uno el resto de miembros del séquito incluyendo al ronin Toshiro, que portaba el mon personal del Ministerio Esmeralda*. Después, de nuevo en orden de estatus, iban Ikateria y Kumiko a un lado, Koshiro y Arata a otro, para que finalmente, el ronin del sombrero (Ahora sin él) ocupase lugar más alejado, sentado junto al Suzume. Pronto acudiría el Kasuga, pero mientras, la etiqueta exigía que los grupos se presentasen entre sí. Frente a cada ellos había mesitas bajas para dos personas, con botellas de aspecto bello pero humilde llenas de sake, y dos vasos haciendo juego.

Wataru miró en derredor, contemplando la escena con relativamente poco interés. Sentía una cierta curiosidad por conocer los motivos que habían llevado a las demás personas a la reunión, pero ansiaba conocer al célebre Kasuga Abusame, y cualquier formalidad previa se le antojaba un estorbo. En vista de que nadie parecía dispuesto a romper el hielo, decidió presentarse él mismo:

-Que los kami y las fortunas os sean propicios, nobles señores -comenzó, pasando la mirada por los desconocidos-. Mi nombre es Isawa Wataru. Soy un humilde shugenja del Clan Fénix, consagrado al estudio de la medicina y de la relación de los elementos con el Vacío, y tengo el honor de servir en calidad de consejero espiritual a Daidoji Taiki y Daidoji Yoshiharu-sama. Estoy seguro de que la asistencia de Kasuga-sama será de incalculable valor para la empresa que debemos llevar a cabo.

No le correspondía a él dar más detalles sobre el viaje, pero esperaba que esa pequeña introducción, aunque un poco fuera de lugar (o cuanto menos de orden), animase tanto a compañeros como a desconocidos a presentarse y zanjar las formalidades protocolarias lo antes posible. Y quién sabe, tal vez en el proceso pudiera aprender algo interesante.

En aquel lugar se había reunido un grupo bastante variopinto de personas, aunque salvo el ronin y él todos eran miembros de los grandes clanes, así que decidió esperar respetuosamente a que los demás se presentasen.

Mientras esperaba, iba analizando el mon y los distintivos familiares de cada uno de los presentes. Intentaba averiguar a qué rama familiar pertenecía cada uno, aunque lo hacía más por comprobar hasta donde llegaban sus conocimientos de heráldica que por un interés real. Cuando creyó oportuno presentarse hizo una profunda reverencia y algo nervioso empezó a hablar.

—Es un honor estar en presencia de gente... de personas tan importantes y respetables—. Respiro profundamente para tranquilizarse un poco y prosiguió. —Mi nombre es Suzume Arata y me temo que no tengo una gran historia que contar, ya que estoy aquí en calidad de mensajero para entregar un presente a Kasuga Abusame-sama. 

Cuando termino estuvo agradecido de no tener nada interesante que decir, estaba seguro de que había hecho el ridículo y apenas había hablado. Después se quedó callado con la esperanza de que los presentes ignorasen al humilde Gorrion durante las conversaciones, porque temía volver a meter la pata.

Cuando estaban llegando a la reunión, Muu escondió de su boca una cañita que estaba masticando. Cuando tocó el turno de Muunokhoi, este tardó un poco en darse cuenta. Hinchó peso y con una mal disimulada humildad se presentó.

-Yo soy Shinjo Muunokhoi, Bushi, jinete y explorador del clan Unicornio. Soy ex-miembro de los Siete jinetes del Trueno y portador de la legendaria O-Yoroi de Temujin-Khan. Tengo el honor de trabajar para los Daidoji Taiki-sama y Yoshiharu-sama.

Satisfecho con su arrogante presentación, realizó una reverencia protocolaria algo torpe mostrando su falta de práctica con los protocolos diplomáticos.

El Kakita, habló en el momento oportuno en que había espacio para ello. Llevaba el kimono de buena calidad propio de su clan, portando el mon de su clan, Grulla, en la espalda y el de su familia, Kakita, en el hombro izquierdo, cerca de su corazón. El daisho en perfecto estado, se encontraba a la derecha; un gesto de paz al estar en una posición difícil de desenvainar además de llevar el filo hacia arriba, complicándolo aún más y dejando claro que su presencia en aquel lugar era totalmente pacífica. 

Su rostro era agradable y relajado, como buen Grulla sabía moverse en contextos sociales, hizo una reverencia hacia los tres invitados, con un único detalle, relevante para aquellos duchos en la manera de comportarse en la corte. La reverencia dedicada al León, fue ligeramente más breve que la de los otros dos samurai. 

Escuchó con respeto y calma al humilde Gorrión, un bajo clan nacido de su propio clan al que guardaba respeto - Es un honor conoceros Suzume-san. Mi nombre es Kakita Iwao, Campeón del Torneo Topacio y guardaespaldas de Daidoji Taiki-sama. Hijo de Kakita Hiromasa, coronel de gran reputación dentro de nuestro clan que ha hecho frente en múltiples batallas a los enemigos de La Grulla - mientras decía esto, una sutil mirada, apenas perceptible se desviaba hacia el lugar en el que se encontraba el samurai León - Nieto de Kakita Kazuo, Campeón del Torneo Topacio en presencia del Preferido de Amateratsu, Hantei XXXVII, conocido como "Grulla Soberana" por su imbatible dominio del arte del duelo. Descendiente directo del aclamado Kakita Hatake, La Grulla Errante, el mejor espadachín de su generación, poseedor de un dominio del arte de la espada que sólo podía ser una bendición de las propias fortunas, el cual renuncio a su retiro en un monasterio en pos de viajar por Rokugan para sacrificarse por el bien de sus gentes - Una vez terminada la presentación realizada con una cadencia más que correcta, volvió a tomar aire, una presentación como esa estaba cuidada, medida y estudiada. Como buen Grulla buscaba la perfección en cada uno de sus gestos y una presentación debía realizarse directa y medida, sin tomar aire durante la misma a menos que sea excesivamente larga. Satisfecho con lo realizado, tomo despacio aire, sin remarcarlo manteniéndose en su posición, simplemente alguien que pudiera ver a través de sus ropajes podría notar como se erizaba el vello de la parte trasera de su cuello al observar al Matsu.