Partida Rol por web

Muu no ocultaba su deleite en la música, pero al acabar mostraba una mirada melancólica. Recordó a los camaradas de sus viajes previos y a aquellos que quedaron atrás. En su interior el unicornio meditó sobre el deber de los samurais y se hizo autocrítica para asegurarse si estaba siguiendo el camino correcto.

En el pasado tuvo muchos desacuerdos con el protocolo samurai hasta el punto de cuestionarse si no era un obstaculo para seguir su camino del Bushido. Tras años de amasar experiencia podía sonreir complacido al pasado. A día de hoy seguía opinando que los protocolos deberían ser más flexibles, pero no era un problema para aquellos con el espíritu suficiente para seguir el Bushido.

Ante sus antiguas dudas de si podría ayudar más al imperio y al honor de su clan como un ronin junto a su antigua Otokodate, había descubierto que podía conseguir grandes cosas sirviendo a grandes personas. Se sentía orgulloso de su misión actual. Admiraba a Daidoji Yoshiharu y estaba seguro de que lograría grandes cosas si llegaba a su destino. Se sentía honrado de servir a Daidoji Taik, de luchar codo con codo con sus compañeros de la vanguardia Hiruma Saito, Kakita Ikateria, Kakita Iwao, Shosuro Aiko y Toshiro, y de viajar con eminencias tan destacadas como Isawa Wataru y Kitsuki Rin.

Recordó su competición de caza con Toshiro-san para enseñarle montar a caballo a Rin-san.

Recordó como Taiki-sama le permitió salvar al pueblo en llamas, pese a que pudo poner en riesgo la misión, por eso le seguía sin dudas.

Recordó cómo Rin-san le acompañó lanzandose al fuego para salvar a aquellas gentes, ensuciando con hollín su bello vestido y quemando su blanca piel pese a pertenercer a la más alta nobleza. Por eso la respetaba mucho más de lo que dejaba entrever, aunque discutieran sobre cómo hacer las cosas.

Recordó cómo se preparó junto a Aiko-san ante las presencias fantasmales del bosque, aunque al final no fuera necesario.

Recordó cómo Iwao-san luchó hasta quedar gravemente herido sin retroceder ni medio paso. Cómo Wataru-sama los curó tras el combate.

Muu sonreía con confianza, fortaleciendo su fé en su misión y en el camino que recorría. Miradme desde los cielos ancestros susurró en voz baja.

Estaba, por decirlo de alguna manera, triste, no solo por que el Daifoji nombrara a Asuka onee-sama, si no por los recuerdos que volvían a su mente, cruzando el umbral de de la memoria y trayendo un dolor que creía olvidado, más que nada cuándo se enteró que aquellas niñas habian muerto, en su calidad de invitada, su rostro se mantuvo de marmol, blanco y precioso, pero bajo la fachada, ella quería salir corriendo, para así poder volver a los brazos de su familia, cómo aquella pequeña llena de miedo.

Pese a la sensacion de calidez de Masami-sama, sentía que no quería volver a revivir ese recuerdo, o tomaría su arma y cortaría du estómago de no soportarlo más, para su suerte, la música de la flauta fue menguando, pudiendo voñver a la realidad de los hechos actuales, quiso decir algo, pero se mordió el labio y guardó silencio, reflexionando sobre las pequeñas vidas que busca evitar que sufran cómo ella.

El magistrado estaba exausto, la música le habia trasladado al pasado y tras el extasis de recordar el amor la perdida se hizo más dura.  El corazón frio del Grulla dolía, los recuerdos dolían, sobre todo aquellos recuerdos.

Taiki observó a los demás estaba claro que habian entrado en un estado de gracia similar al suyo. La mirada ultima, sin desearlo, mas prolongada fue para la Escorpión. Aquel ronin tenia un don, estaba claro.

- Vuestras habilidades son dignas de un maestro en el manejo de vuestro instrumento. Os agradezco que hayais compartido con nosotros vuestro arte.-El magistrado hizo una reverencia. - Esta claro que las palabras no hacen justicia a vuestra habilidad. Pero, contadnos ¿dónde habeis aprendido vuestro arte?, ¿quién fue vuestro maestro? ¿Cómo se llama vuestra técnica? ¿Teneis pupilos?...- El Grulla se recolocó en su posición tomando una postura mas augusta- Disculpad mi curiosidad, soy un amante de las artes.

El Cangrejo se quedó quieto como una estaca, su respiración se atenuó como si en su estado apenas necesitase oxígeno en su cuerpo para residir en la tierra, su mirada se posó sobre cada uno de los invitados de Katsuga Abusame hasta llegar a la figura del León que terminó sobresaltando al Monje, que trató de disimular como buenamente pudo, pero su respiración acelerada y un sus piro profundo delataron que acababa de pasar algo. Algo que no terminaba de entender, pero que; no podía deparar nada bueno.

Los Kami le habían vuelto a ofrecer una visión que no lograba entender y que empezaba a ser algo habitual, lo cual quería decir que se avecinaba algo y que debía prevenir al grupo, como hizo en las inmediaciones de Shinomen-Mori. Pero la pregunta seguía siendo, -"¿Cómo?"

Buscó en su interior mientras se calmaba y recuperaba la compostura, a la vez que la interpretación de Hibiki accedió a sus pensamientos transportándole a esa primera vez. La primera vez que tuvo dudas de sí mismo, pero que consiguió dominar su desequilibrio para que nadie nunca más sufriera lo que había sufrido su familia perdiendo su hogar Ancestral. Ese mal debía erradicarse y a cada paso que daba, Saito entendía que los Oni se alimentaban de las personas más de lo que creía y que para derrotar a ese mal que se cernía sobre el grupo debería superarse a sí mismo y ocupar el lugar que le correspondía como cazador de Brujos.

No podía permitirse el lujo de dudar de sus capacidades, no debía ofuscarse en su propia oscuridad y en sus limitaciones. Solo podía controlar lo que entendía y aprovechar todas las señales que estaba a su alcance para cumplir con su deber y vencer al poder del Jingoku.

Para cuando la melodía se agotó, el Tsukai-sagasu había recordado y comprendido su papel en el tapiz del destino y estaba preparado para afrontarlo con el arrojo y devoción que merecían. Realizó una reverencia hacia el ronin y comentó con suavidad. -"He de reconocer que hacía mucho tiempo que no me deleitaba con una melodía e interpretación tan exquisitas, os agradezco que la hayáis compartido con nosotros. Sin lugar a dudas las Fortunas nos han acompañado durante este corto periodo de tiempo y espero que hayan resultado tan complacidas como nosotros, sus humildes siervos. Domo arigato gozaimasu" Concluyó con una reverencia de nuevo hacia el Hombre-Ola.

El joven ronin hizo una inclinación respetuosa hacia su público. Realmente había conseguido superarse con su última pieza musical, tal y como le había prometido el sacerdote de los Kami. Con una sonrisa alegre, Hibiki se puso a responder a su público:

- Solo soy un humilde devoto de la disciplina musical, Iwao-sama, pero será un placer acudir a Kyuden Kakita a tocar junto a los músicos Grulla. Para mí será también un honor contar con tan noble compañía. - Dijo el ronin con una reverencia antes de pasar al erudito Fénix.- No os subestiméis, Wataru-sama, cuando un samurai se toma la partida como si de una batalla se tratase, su habilidad mejora, pues piensa que en ello le va la vida. Los mortales encontramos la fuerza cuando estamos al borde del precipicio. No se diga más, antes de partir si lo tiene a bien, jugaremos una partida. - Al escuchar las palabras del Unicornio, Hibiki asintió en silencio mirando en su dirección, con solemnidad. Su vista se dirigió luego a la Dama Dragón, una expresión críptica cruzó el rostro del ronin, asintiendo también brevemente en silencio.

Las palabras del Magistrado sacaron una sonrisa inocente del ronin, que se dispuso a responder:
- Me honran vuestras palabras, Taiki-Sama, al igual que me honra el haber podido compartir mi humilde arte con vosotros. Sólo soy un instrumento de la gracia que los Kami tienen a bien derramar sobre mis oidos. Aprendí mi arte de un monje sohei que se ocupó de mi educación, sobre todo de la no marcial, cuyo nombre era Nanahara-No-Mouri. Mi técnica aún no tiene nombre oficial, consideré que primero debía perfeccionarla antes de nombrarla, pero algún día se llamará Hibiki-No-Gorin (El Eco/Sonido de los Cinco Anillos). No tengo la maestría suficiente para tener pupilos, pero algún día transmitiré la técnica si demuestro mi maestría, y encuentro un lugar y unos alumnos dispuestos. No os disculpéis, Taiki-Sama, responderé a toda pregunta que pueda responder con sumo gusto.

Hibiki asintió y dedicó una reverencia al sohei, antes de añadir:
- Yo os doy las gracias a vosotros, la melodía que habéis escuchado solo ha sido posible gracias a vuestra presencia inspirándola, ya que de no ser vosotros, no habría sonado así. Yo solo observo, y los Kami deciden qué sonidos deben inspirarme para tocar.

La música de Hibiki había relajado el tenso ambiente y la espera, justo a tiempo para que un sirviente del Kasuga avisase de su llegada. El reverenciado anciano avanzaba con paso firme pero calmado, como si cada paso fuese parte de una ruta premeditada hasta el atrio. Junto a él caminaban dos hombres a los que todos reconocieron como la mano derecha del Kasuga y al que suponían era el jefe de seguridad de su residencia. Los tres hombres ocuparon el atrio con el debido decoro, antes de que toda la atención se centrase de nuevo en Kasuga Abusame. Su bigote era largo y blanquecino, a juego con el color de su melena exquisitamente recogida. Sus ojos evidenciaban una vida dedicada a la serenidad y la observación, y cada uno de los presentes sentía esa mirada analizandoles al detalle. Había un silencio total. Entonces llegó el turno de las reverencias protocolarias, acabando con la del insigne huésped. Su voz tenía un tono embriagador, el tono que un orador experimentado o un maestro del comercio sabría explotar, pero lo adornaba con una elegancia que elevaba ese tono a la categoría de señorial:

- Sed bienvenidos a mi residencia como mis nobles invitados. - Paseó de nuevo la mirada entre todos.- Me complace tener una visita tan distinguida y variada, si bien los motivos por los que ésta se ha de dar no sean del agrado de ninguno de los presentes. - Hizo una pausa tensa de dos segundos.- No me andaré con acertijos protocolarios en referencia a lo que estoy a punto de decirlo, y lo hago sabiendo el precio que habré de pagar por mis palabras. Hay males, que si se pronuncian en voz alta, tornan su mirada hacia aquel que se atreve a ponerles nombre. Y a su vez, hay males que no olvidan una transgresión.

Alzó las manos mirando a la pared que tenía frente a sí, al otro extremo de la sala. Un enorme mapa de Rokugan y algunas de las zonas alrededor del Imperio Esmeralda colgaba de esa pared. Parecía que el anciano intentase abarcar todo el Imperio en sus manos ya cansadas.

- El Imperio Esmeralda, creado a imagen y semejanza de la Corte Celestial. Nuestro hogar, al que todos amamos, y al que algunos hemos dedicado una vida entera, se enfrenta a su hora más oscura. Si estáis aquí, es porque el Destino y vuestros Señores, os han considerado dignos de ello. Algunos, como nuestro ilustre Daidoji Yoshiharu y su leal Guardia de Honor del Magisterio Esmeralda, pensarán que ha sido un giro fortuito de los acontecimientos, pero yo veo a la mano del Destino en los sucesos que os han llevado a mi puerta. He consultado los augurios de mis Omnyouji (Shugenjas Adivinos) y he leído atentamente a las misivas de otros Señores con mis preocupaciones, y solo lamento ser lo bastante viejo para no poder emprender más que un papel en lo que ha de venir. Antes de pasar a relatar los infortunios que se ciernen sobre el Imperio, me gustaría despejar cualquier duda que traigáis con vosotros. No os contengáis, pues no habrá otra ocasión para sacar sabiduría de las memorias de este ajado cuerpo.

Y con la solemnidad que le caracteriza, la Tortuga Centenaria observa a los presentes, esperando tener tiempo de resolver todas las dudas que portan.

El Grulla escuchaba atentamente y con respeto al honorable Kasuga, el problema de las dudas que le acechaban es que eran tan profundas que no era capaz de ponerle palabras. Hizo una profunda reverencia a su anfitrión mostrándole el respeto merecido. - Honorable Kasuga-Sama. La habilidad se adquiere y la sabiduría se transmite, por lo que la sabiduría es altamente valiosa por su capacidad para llegar a quienes sepan valorarla. Lamento no poder poner en palabras todas las preguntas que tengo, pero será un verdadero honor escuchar cuanto tenga a bien compartir - Después de las palabras, ocupó su lugar dispuesto a escuchar el relato que aquel veterano samurai, se disponía a compartir, atento también a cuantas dudas pudieran plantear sus compañeros. 

La melodía del ronin en parte había ayudado a rebajar la tensión que instintivamente había invadido al joven Kakita debido a la presencia del Matsu. La historia con esa familia estaba demasiado arraigada en su corazón como para ser ignorada incluso con una melodía tan cargada de espiritualidad. 

Con cuidado se fijó en sus compañeros, buscando pistas sobre el impacto que había podido tener en ellos. Recordaba el viento y la lluvia de las tierras de su clan como algo ya lejano, de alguna manera este exilio era apropiado, a fin de cuentas sólo él había sido el responsable de que sus padres hubieran perdido todo aquello que era importante para ellos en su momento. Sólo le quedaba obedecer y poder llevar el honor y la gloria que habría conseguido su hermano aunque le costara la vida... poco precio sería ese. 

Wataru se limitó a asentir cortésmente ante la invitación de Hibiki. No quería interrumpirle, y no había nada más que añadir. Sería, desde luego, un encuentro estimulante, y estaba muy contento de que los kami le hubieran brindado esa oportunidad. Decididamente, quería saber más sobre aquél sujeto...

Fue en ese momento cuando se produjo la entrada del Kasuga. Este acaparó, como es lógico, la mayor parte de su atención, pero el shugenja se detuvo a observar discretamente las reacciones de los desconocidos (en especial, Hibiki) ante el anciano. O, al menos, ese era su plan inicial. El discurso directo del sabio Tortuga, su tono dramático y las referencias a los Onmyōji le recordaron los presagios que él mismo había percibido.

-Vuestra gloria os precede, Kasuga Abusame-sama -comenzó Wataru-, y para un humilde discípulo del Fénix como yo es un inmenso honor y un alivio que alguien de vuestra talla exponga sus ideas dando más importancia a la claridad que al protocolo. Espero que no lo consideréis una arrogancia si me tomo la libertad de corresponderos tanto como me permiten el respeto y el decoro y os manifiesto, sin más ambages, que los kami han tenido a bien compartir conmigo la presencia de una amenaza sobre vos. Ahora, al escuchar vuestras palabras, no me cuesta creer que nuestro encuentro obedezca a razones más profundas que la mera casualidad, y no puedo sino alentaros a que nos ofrezcáis más detalles sobre cómo podemos serviros a vos y al Imperio. Es posible que, como bien apuntáis, los asuntos menores que nos han traído hasta vos puedan estar de alguna manera conectados, pero sin lugar a dudas pueden esperar a que finalicéis vuestro relato.

-Bueno -añadió torpemente al darse cuenta de que había hablado por sí mismo, sin tener en cuenta la opinión de sus superiores-, siempre y cuando no haya otra opinión más autorizada y más sabia que la mía que sostenga lo contrario, claro está.

-Kasuga-sama- el Daidoji hace una profunda reverencia- Que los Kamis y las Fortunas permitan vivir muchos años más. Entiendo vuestra preocupación y es por ello que venimos a pediros consejo. Esperamos que de esta forma podais tomar parte activa en nuestras pesquisas.

Viniendo hacia aqui hemos sido asaltados por un grupo de forajidos. Vencidos y huidos dejaron atras un carro con un cofre en su interior. En el encontramos un texto que no esta escrito en rokuganes y queriamos que lo revisara para ver si, en la inmensidad de su conocimiento, fuera capaz de darnos algún indicio de su significado o su procedencia.

Arata solía confiar en la gente y no se le daba bien leer entre líneas o discernir la verdad de la mentira, pero empezaba a creer que el daimio Suzume sabía más de lo que le había contado cuando le pidió que se pusiera a las órdenes de Kasuga Abusame tras entregar el presente. Como fuese tenía una obligación que cumplir y lo mismo volvía con un puñado de buenas historias a tierras Gorrión.

—Honorable Kasuga Abusame-sama—, Dijo casi gritando, al darse cuenta de ello bajo el tono y continuo hablando. —Yo no tengo preguntas porque admito no saber muy bien que está ocurriendo, tampoco se en que podría ser de utilidad alguien como yo comparado con el resto de distinguidos invitados, pero sería un honor ponerme a vuestro servicio para cualquier tarea que consideréis oportuna—. Volvió a hacer una reverencia, pero esta vez puso las manos en el suelo y tocando el suelo con la frente permaneció en esa postura hasta que Abusame le dio permiso para levantarse, mostrando así el máximo respeto por el anciano Tortuga.

Volvió de sus reflecciones ante la entrada de un anciano que ella no conocia, para el que debía ser Kasuga Abusame, más a ella no le importaba mucho, si no lo que este tenía para decir, de forma cortés se inclinó y mostró respeto por el, más no hizo comentario alguno, pues se dedicó a analizar las palabras una por una.

Hablenos de esas calamidades Kasuga-sama

Saito escuchó con gran atención las palabras del sabio Tortuga a la vez que observaba sus gestos y lenguaje no verbal. Lo que proclamó en primera instancia era peligroso, como si lo que había escuchado sobre su persona fuera cierto y un destino sombrío se cerniese sobre su futuro a medio plazo.

Sopesó durante unos instantes las posibilidades desempolvando los pergaminos de las estanterías de su mente. Estaba claro que ese hombre conocía la existencia de todo cuanto Daidoji Taiki le había consultado, pero además, seguramente se habría informado sobre cada uno de nosotros, por lo que jugaba con ventaja.

El Cangrejo valoró la posibilidad de tratar de ver lo que los Kami tenían que decirle sobre él, si es que había algo que mostrarle. Así que relajó sus hombros y tomó aire profundamente en silencio mientras cerraba sus ojos y trataba de abrir su percepción espiritual a la espera de que pudiera discernir algo sobre el Kasuga o por lo menos conocer algo que pudiera servir al grupo para poder negociar con él, si llegase a ser necesario.

El Kasuga respondió uno a uno a los allí reunidos, comenzando por el último, que era el humilde Gorrión:

- Arata-San, hasta el más humilde de los samuráis, armado sólo con una gran determinación, puede cambiar el destino de un Feudo o una guerra. Tengo un propósito que ofreceros, a ti y a cualquiera que quiera aceptar mi humilde petición, una vez haya respondido a vuestras preguntas.

Abusame hizo una inclinación gentil hacia el Magistrado, sin embargo su rostro impasible mostraba a ojos de éste una tristeza:

- Los Kamis y las Fortunas os den a vosotros una larga vida, este anciano ya ha vivido bastantes años, y lo seguirá haciendo hasta que llegue lo inevitable. - Miró a toda la comitiva, antes de volver a Taiki.- Será un honor ayudar a la Justicia. Si puede ser traducido, habéis acudido al lugar idóneo. Sin embargo, el hecho de que unos forajidos porten algo tan inusual, me lleva a pensar que hay algo más en esa historia que se nos escapa.

A continuación, dirigió su mirada a Iwao, a quien dedicó una sonrisa amable y genuina:

- La pequeña grulla ha dado paso a una grulla majestuosa, Iwao-San, ha pasado mucho tiempo desde que hablamos por última vez, aunque he de reconocer que hace mucho menos tiempo que pude maravillarme viéndote en el Campeonato Topacio. No todas las preguntas pueden formularse con palabras, no toda la sabiduría puede ser otorgada, la experiencia de un mortal en Ningen-Do complementa al mejor de los estudiantes. Recorrer la senda hasta encontrar el lugar donde reside la maestría.

Le tocaba el turno de responder al Shugenja, a quien deliberadamente había dejado para el final, sabiendo que su respuesta y lo que quería comunicar iban de la mano. Alzó las manos como si abarcase a todos los presentes:

- El honor de contemplar a tantos samuráis dispuestos y leales al Imperio es mio, Wataru-san. Un protocolo que no favorece la claridad es un protocolo que falla en cumplir su misión. - Se atusó la barba como quien contempla una partida de go.- Agradezco que hayáis consultado a los Kami sobre mi destino, soy consciente de la amenaza, y me temo que en parte, ese destino os ha traído hasta mi puerta y a la amenaza. - Hizo una pequeña pausa en sus palabras, como si tuviese que tomar aire para expresarlo todo con sumo cuidado.- Los Kami están en lo cierto, hay una desafortunada e inintencionada confluencia de males moviéndose por el Imperio en estos momentos. Supongo que todos estaréis al tanto de la muerte del Kensei y Comisionado Esmeralda Tsume Hojo y sus cuatro yoriki, aparecidos de manera misteriosa en la costa Fénix, sin indicios de cómo ni cuándo han acabado allí. Se piensa que han sido las bandas de Wako¹ que acosan esas costas, pero algunos sabemos que se trata de las acciones de un grupo organizado, poderoso y con lazos en la Burocracia Imperial. Un cáncer que se ha infiltrado y extendido a todos los niveles del Imperio, al que llamamos los Ningyotsukai², porque de mencionar su verdadero nombre, si hubiese alguien dominado por sus extrañas técnicas de supresión de identidad, se lanzaría a por nosotros sin ser siquiera consciente de ello.

Se hizo un silencio tenso, y cada uno de los que compartía tal confidencia sintió como si las sombras de la habitación fuesen más profundas debido a la gravedad que implicaban las palabras del Kasuga:

- Tal es su poder. Su intención no es otra que acabar con el Imperio tal y como lo conocemos, corrompiéndolo a su imagen y semejanza. Sólo conocer esto representa un peligro mortal, y para aquellos que sabemos más e intentamos activamente detenerlos, representa una sentencia a muerte pospuesta a diario a base de sacrificios y lucha constante. Tsume Hojo y sus yoriki no han sido los últimos en caer siquiera, cada misiva puede portar la nueva de más bajas por obra de nuestros enemigos. 

Como si el destino quisiese jugar una ironía, un sirviente llamó antes de entrar con suma reverencia y protocolo portando un rollo de pergamino lacrado. Tras entregarlo en manos del hatamoto del Kasuga, el sirviente procedió a retirarse con ceremonia mientras el hatamoto pasaba el pergamino a su señor. Abusame leía el pergamino con una cara de neutralidad que en algunos momentos delataba una mezcla de furia y horror causadas seguramente por el texto:

- La aldea de Himeshima ha sido pasto de las llamas, y quienes han podido ser testigos lejanos aseguran que monstruosas criaturas del Jigoku se encontraban en su interior. Incluso el gobernador de la villa, Hideyori Kiyomori y todos cuantos se encontraban en su residencia han perecido... - Abusame intentaba encontrar las palabras para expresar sus pensamientos.- Kiyomori-san era el custodio de algo valioso. Sabiendo que está en malas manos, será una calamidad. Esperemos que sea el trabajo de un solo brujo, y no sea el comienzo de algo mucho mayor, pero con lo que han robado temo lo peor. - El anciano parecía repentinamente agotado, como si el conocer este suceso hubiese supuesto una carga muy pesada.- Demasiadas cosas suceden bajo la luz de Amaterasu, pero pocos ojos son capaces de verlas.

El extraño mecanismo que hacía a los Kami otorgarle visiones parecía que no funcionaba en ese momento, sin embargo, lo último que contó el anciano Kasuga si le permitió advertir ciertos apuntes. Los brujos generalmente trabajaban solos o en ocasiones, con un aprendiz, ya que guardaban celosamente sus conocimientos como el más paranoico de los Shugenja. Sin embargo, los más peligrosos brujos desarrollaban cultos alrededor de su persona como hizo hace siglos el infame Iuchiban, cuyo nombre no debía ser pronunciado. Ese tipo de cultos de sangre eran un peligro latente aunque escaso en número, y si había uno que había obtenido un botín importante, de seguro sería con un objetivo en mente.

Saito reflexionó sobre el ataque a la villa. Himeshima era una pequeña villa apenas conocida por quienes tropezaban con ella establecida hacía menos de cien años en las llamadas Tierras No Alineadas o Tierras Fronterizas. Contando a Kiyomori, sólo tres gobernadores habían dirigido la villa. Si al parecer custodiaba un pergamino valioso y peligroso, no era extraño suponer que sus dos predecesores también. Ésto, llevaba al cazabrujos a suponer que alguien, un grupo poderoso de la Burocracia Imperial, se había propuesto crear una villa para enterrar un secreto que ahora un culto de brujos quería arrebatarles con oscuras intenciones.

Sobre el otro grupo, los Ningyotsukai, Saito no conocía más que rumores sobre samuráis que repentinamente cometían actos terribles y contrarios a su naturaleza, o asesinatos sin causante aparente, cuentos de viejas para muchos, como los míticos ninja, sombras demoníacas salidas de las antiguas leyendas que asesinaban sin dejar rastro. Lo que estaba claro era que el anciano pertenecía a un grupo poderoso que deseaba el bien para el Imperio, y había sido marcado para morir por los Ningyotsukai, cosa que al parecer aceptaba como inevitable, concentrando sus últimos momentos en atraer a más luces para luchar contra la oscuridad.

Ikateria seguía silente. Discreta en su lugar, observaba y escuchaba con determinación de aprender, sin que su presencia se donotara lo más mínimo.

- Ya entiendo la razón de mi presencia aquí. No sabía cuando era el momento de presentarse para que si hiciera patente que se le había mandado aquí para eso, así que, ensalzando la gloria Grulla, no pudo más que presentarse voluntaria. Bajó la cabeza, hasta tocar la cabeza, la frene, al tatami sobre el que estaban: - Esta humilde exploradora Grulla prestará sus servicios para que los maleantes desaparezca y la paz regrese a estas hermosas tierras.

No podía más que hacer eso, y, ser la primera en prestar su voluntariedad, determinación y compromiso con la misión. No hará preguntas. No podrá objeciones. Si es volutaria, es voluntaria, y se descubrirá si es capaz de sibrevivir a este encuentro. Al tropiezo con esa banda organizada.

Arata analizó cada palabra que salía de la boca del anciano Tortuga, sin duda era información tan peligrosa como valiosa. Mentalmente empiezó a repasar todo lo que había leído sobre enemigos o tesoros del imperio, que no era poco, intentando desglosar sus recuerdos para ver si era capaz de recordar algo lo Ningyotsukai o algún tesoro que albergase la aldea de Himeshima.

El buen humor de Muu dió paso a la curiosidad ante la presentación de Kasuga-sama, cuando explicó su historia esta dió paso a la seriedad y cuando escuchó del destino de aquella aldea su rostro se afiló con enfado.

Sólo las bestias atacan a los inocentes. La situación era grave, pero sabía que no tenía suficiente rango para decidir ofrecerse voluntario. Miró atento a Taiki-sama para observar su reacción.

Aceptó el saludo con una profunda reverencia, llegando a tocar el suelo con la frente, cualquier Grulla estaba educado correctamente y sabía como debía tratar a un superior. 

Las palabras de Kasuga-Sama eran tenebrosas, no sólo por el mal del que hablaba, si no por los actos que habían sido realizados. Entendía que la razón del ataque era claramente hacerse con lo que fuera que guardaba alguien llamado Kiyomori. 

Si realmente el enemigo al que hacían frente era capaz de arrasar una ciudad con el simple hecho de ocultar un robo, estaban hablando de un enemigo realmente peligroso. No era labor del Kakita confirmar la ayuda, aunque no dudaba que debían ir allí. No sólo por acabar con una plaga tal para el Imperio, si no para poder averiguar más sobre esa tenebrosa fuerza que desea acabar con aquello que forjaron los Kami. 

El Imperio era el hijo de los Kami, aquellos que forjaron los clanes para proteger a los humanos de la insidiosa influencia del Señor Luna, si el Imperio caía, la humanidad caería tras él. Ahora la atención recaía sobre aquel que lideraba el grupo, pero la katana de su ancestro rugía clamando venganza por las almas perdidas en aquella aldea. 

Las palabras del Kasuga pesaron en su alma, como el ancla de un barco hundiéndose en lo profundo del océano. Sabía que, aunque los ojos de sus camaradas no se posaran sobre su figura, todos esperaban que dijera algo, pero había dado su palabra a su Campeón de que acompañaría a Daidoji Yoshiharu hasta Shiro Miya para que pudiera casarse con su prometida.

Su intuición le indicaba que lo acontecido en la ciudad era muy grave y que debía tomar la iniciativa respecto al asunto para tratar de sacar algo de información al respecto, pero no le correspondía a él decidir, sino a Daidoji Taiki. Su fallo de etiqueta en la mañana aún escocía en su pecho y aunque su sangre Cangrejo rugía con rabia para que solicitase a Yoshiharu permiso para dirigirse a la aldea, debía mantener la compostura y esperar a que la buena voluntad de su protegido hiciera acto de presencia y fuera él quien le permitiera ir.

La voz de la samuraiko Grulla le sacó de sus pensamientos. –“Un alma voluntariosa, gentil y valiente… Sin duda, merecedora de lo que le tienen preparadas las Fortunas”. Pensó para sus adentros mientras trataba de no decir nada al respecto de acompañarla.

Wataru permanecía con los ojos y la boca abierta, incapaz de articular siquiera una palabra. La prudencia de su anfitrión a la hora de describir la amenaza a la que con tanto valor se enfrentaba era encomiable. Sin embargo, el shugenja creía vislumbrar alguna de las posibles implicaciones de las ideas tan comedidamente sugeridas por el anciano marino. La mayoría de ellas eran tan aterradoras que costaba trabajo asimilarlas, no digamos ya formularlas en voz alta, pero debía confirmar la certeza de sus cavilaciones. Nunca en su vida había deseado con tanta vehemencia estar equivocado.

-Os ruego me disculpéis, señor -logró decir al fin, ansioso por despejar las dudas que le atenazaban-, si de mi boca no sale otra cosa que necedades, pero ¿sería posible que tan abyectas acciones hayan sido perpetradas por un culto impuro, capaz de controlar las mentes, y que sus infames tentáculos hayan podido llegar a corromper incluso a personas de naturaleza noble, repartidas por todos los rincones el Imperio?

-Tanto si es así como si no -prosiguió-, es mi más ferviente deseo ayudar en la medida en que me sea posible. Deduzco de vuestras nobles palabras que la hechicería no es ajena al problema, y ruego tanto vuestro permiso como el de los honorables líderes de nuestra comitiva para que se me permita retrasar nuestra partida un tiempo prudencial a fin de poder estudiar la amenaza en mayor detalle y buscar posibles maneras de contrarrestarla.

-Hay otros miembros de nuestro grupo más versados que yo en las taimadas artes de los habitantes de las sombras -añadió, mirando a Saito, convencido de que el tsugai-sagasu también estaría interesado en el asunto-, pero pongo a su disposición hasta el último hálito de mi ingenio para hacerles frente. El enemigo que describís es a todas luces extremadamente poderoso, pero el equilibrio celestial impone que toda fortaleza esconda en su misma esencia una debilidad; solo debemos hacerla flotar hacia la luz.

-Tal vez, por ejemplo, el ignominioso mecanismo que habéis planteado pueda utilizarse en perjuicio de sus creadores. Si, como decís, pronunciar el verdadero nombre de la secta podría desatar la locura de sus integrantes, voluntariamente o no, ¿no sería conveniente hacerlo ahora -sugirió- que os encontráis rodeado de samuráis que darían la vida por protegeros y que tal vez podrían, sin llegar a tal extremo, reducir a vuestros enemigos? ¿No sería más astuto, en cualquier caso, que permitirles que maniobren a sus anchas hasta encontrar el modo de atacaros sin que tengáis oportunidad alguna de defensa?