Partida Rol por web

A pesar de vuestras heridas y falta de descanso, Thrommel está conmovido por vuestro compromiso y dedicación -. Ya sea que se pierda o se gane la Batalla de las Llanuras de Emridy -, dice -, su heroísmo no será olvidado.

El príncipe os pide que os reunáis alrededor de la mesa del consejo de guerra mientras despliega varios mapas de la zona. Luego identifica tres misiones diferentes y deja que decidáis cuál abordar:

· Fuego en los pantanos de Tor: Ayudar a un escuadrón de enanos a transportar una gran cantidad de fuego de alquimista.

· Molino en la Colina Calva: Ayudar a defender un hospital de campaña instalado en un antiguo molino.

· La Torre del puente Marchito: Escabullirse tras las líneas enemigas para derribar una torre de vigilancia.

- Se que están cansados y que sus heridas no sanarán si les envío a cualquiera de estas misiones - comenta preocupado mientras fuera se escuchan ya los sonidos propios de la batalla-. Pero debemos darnos prisa. La hora está muy avanzada y ninguna de estas misiones daría tiempo al descanso.

Furen observó en silencio los mapas desplegados. Aguardó un momento, pensativo, y luego se pronunció.

-No negaré que mi espíritu me impulsa a emprender la segunda propuesta, en el molino, para ayudar a ese hospital de campaña. No obstante, todas parecen cruciales para esta batalla, así que lo que decida la mayoría me parecerá bien.

-Voto por acompañar a nuestros hermanos y ayudarles en la vital misión de transporte del cargamento de fuego de alquimista--se pronunció Dain con decisión. Obviamente, el guerrero del mazo comprendía al bueno del sacerdote, pero para él la mejor defensa siempre había sido un buen ataque. 

Asustado con la proposición de Dain, intentó utilizar su mejor rostro pensativo y golpeándose el mentón comenzó a divagar... 

- holino... horre... huego... mmmm - Comenzó a hablar para sí mismo. 

Puso los brazos en jarra y con toda la dignidad que un hombrecillo de su tamaño tenía, dijo: 

- He difici, ero io creo que es mejo protege a lo heridos - Mientras hablaba se aproximó a Furren y le puso la mano en el hombro con aparente seguridad. Sin embargo, en su fuero interno gritaba "No, no y no, mas fuego no". 

Brob escuchó las opciones. Todas le parecían letales. Si sus compañeros querían la compañía de los enanos, a él le parecía legítimo y como no quería alejarse de ellos, pues asintió a la propuesta de Dain.

- Un equipo de saboteadores enanos lleva un suministro de fuego de alquimista, bordeando las líneas enemigas arrastrándose a través de los pantanos de Tor. Les vendría bien ayuda para llegar a las afueras del templo - explica el príncipe.

Rápidamente os ponéis en marcha con unos caballos proporcionados por la Hueste Justa.

En pocos minutos al galope, alcanzáis una llanura pantanosa llamada pantanos de Tor donde dejáis vuestras monturas para pasar a pie a través de los pantanos de difícil acceso. Tras media hora de búsqueda os encontráis con que... ¡Una enorme hydra de al menos siete cabezas os estaba persiguiendo y parece que estáis en en su menú del día!

Gruñendo más que un enano, si eso es posible en un gnomo, siguió a sus compañeros... Si el carro explotaba, saldría corriendo. Había tenido suficiente fuego para una temporada... En cuanto el pantano los engulló, se olvidó su aprensión al fuego y su ira pasó al pantano, los mosquitos y las aguas embarradas... Hasta que un enorme monstruo de varias cabezas les salió al paso. 

-¡HOSTIA PUTA!--exclama Dain Dankil cuando contempla la muerte con patas que se les viene encima.

—Bueno, pues hasta aquí llegamos, señores.

Comenta Brob con resignación.

—¡Atentos!..— gritó el paladín al ver al monstruo 

Brob, desesperado, lanza unos rayos a la hidra con la esperanza de espantarla o al menos amedrentar a esa monstruosidad.

La hidra avanza rápidamente por el terreno como si estuviera acostumbrada a este entorno. Sus cabezas se lanzan feroces a por Dain y Glohrim aunque no todas consiguen alcanzar sus objetivos.

Ver caer al bueno de Glohrim no hizo más que encolerizar al maltrecho luchador enano que, olvidándose de su propia seguridad, se lanzó a por aquella maldita sierpe sin reparo alguno. Disfrutando ya del merecido descanso que se le avecinaba, Dain Dankil recordó fugazmente los buenos momentos que el grupo había compartido: las cervezas aguadas, los innumerables combates y las risas al calor del fuego. La suerte estaba echada... pero en esta ocasión habían perdido la partida.

Furen lanzó un hechizo contra la criatura. Acto seguido, cargó hacia ella como lo había hecho su compañero Dain.

Una de las cabezas de la hidra se cercena de su abdomen al no poder evitar la llama consagrada de Furen.

Sin apenas reacción, la criatura cargó y uno de los enanos ya estaba en el suelo... Se concentró en el elemento que ahora más odiaba, el fuego y lanzó un orbe de fuego a la dichosa criatura.