Partida Rol por web

-A todas las fuerzas de Sirius, sírvanse a abordar inmediatamente su lanzadera asignada, repito, sírvanse a abordar inmediatamente su lanzadera asignada. El descenso general de las fuerzas iniciara en 5 minutos-.

El descenso general había iniciado tras el sonar de los altavoces. Los infantes abordaban apresuradamente a sus lanzaderas para entrar en batalla en los próximos minutos; muchos lo hacían con entusiasmo pero muchos otros despedían una clara sensación de dudas y temores.

Los escuadrones Eco y Gatling que participarían en el descenso general estaban abordando ya sus lanzaderas mientras que el escuadrón Fox a su derecha y algo retirado de los demás se encontraba a la espera junto a un inmenso aparatoste que jamás habían visto. Probablemente el escuadrón Fox entraría en combate mas tarde aunque nadie sabía nada al respecto realmente.

Entre la expectación de lo que sucedía a sus alrededores y de los que sucedería sobre la superficie de Galdonia VI, nadie del escuadrón se percato de la llegada del Coronel Wellington quien los recibió a gritos.

-Pero que diablos esperan soldados, aborden la lanzadera ahora mismo, tienen una importante misión que cumplir y no quiero el más mínimo fallo en la misma-.

Ya han oido al coronel, vayan formando a paso ligero o lo haran a base de puntapies del cabo¡¡¡

Dicho esto mas para animar que para reprender , se coloco a la cabeza del peloton y cruzo liderando sus hombres atravesando las puertas del hangar. Hombres de distintos escuadrones hacian lo mismo desfilando colocadamente y en orden como hormigas bien entrenadas.

Se coloco a un lado de la compuerta ascendente de la nave, ella les llevaria al objetivo, hubo algun soldado que le habia pillado de improviso la llamada, o estaba algo desaliñado.

Cabo digale a ese soldado que se ponga el casco..... y ese que se abroche el chaleco.....

Lentamente repasaba los nombres de los hombres que iban entrando por la puerta del deslizador , como para repasar que estaban todos y al mismo tiempo, quedarse con una foto de sus caras en accion y listos para la refriega, quien sabe si volveria a verlas de nuevo tras bajar hasta alli.

Subiria una vez hubieran subido todos , tal vez dejara un discurso para la bajada, los hombres ya se lo esperarian , era una costumbre en el, guardo la pose marcial, en señal de solemnidad, rigido y los ojos entrecerrados, mas vale que no hubiera dudas, no le gustaba ser molestado con preguntas en ese momento ritual y pobre de aquel que lo hiciera.

Ansioso por comenzar, Becerra se encontraba ya dando vueltas por la zona de despegue completamente equipado y listo para la acción.

Señor Becerra listo para embarcar.

A la orden Señor- dije tras oír al Sargento, dirigiéndome hacia la lanzadera, ansioso y nervioso a partes iguales, pero todo lo listo que podía estar... o eso pensaba hasta que escuche la siguiente frase del Sargento

Maldita sea, el casco- pensé, pues no me había dado cuenta de que lo llevaba en la mano en lugar de puesto -Malditos nervios- me dije mientras me lo ponía todo lo rápidamente que era capaz.

Lo que en un primer vistazo se podía percibir como una desorientación propia de un novato, las voces de armas le empujaron a moverse casi por instinto siguiendo los pasos del escuadrón hacia la lanzadera. ¡Señor! Fue todo lo que era capaz de expresar ante tanta tensión, que cerraba sus ojos más tiempo del que un parpadeo necesita. Hasta que una vez alcanzó su asiento para mantenerlos así un tiempo, buscando un repaso mental de los primeros pasos y la concentración que la batalla requería.

SEÑOR!!!! - rapidamente me dispongo a subir a la lanzadera con todo el equipo que pude cargar - realmente espero una mano alla abajo!!! - digo a mis compañeros mientras subo la rampa

El explorador se presentó a la zona de embarque listo para la partida. Revisaba mentalmente todas y cada uno de sus enseres, de que estuvieran en orden y lugar. Mientras abordaba la lanzadera y las palabras del sargento retumbaban en el lugar, reflexionaba en la misión y los posibles resultados. Como un mantra automático, sus labios soltaron un - ¡Señor! ¡Si! ¡Señor! - mientras escalaba a su asiento.

Se acomodo en su lugar, y aseguro su traje a los soportes. Repaso con su mirada a sus compañeros, pensando su rol en lo que estaba por ocurrir.

Me aproxima a la lanzadera y con una sonrisa en el rostro abordo la nave, pronto sabremos si este pedazo de chatarra nos llevara a destino. Miro atras tratando de recordar por que estoy aqui y luego me preparo en el interior para el lanzamiento.

Y todo comienza, los gritos del Coronel son los que marcan el inicio de nuestra misión, quizá esperaba otra forma de empezar pero ninguna es mala si al final conseguimos nuestro objetivo. Con presteza sigo de cerca al sargento hasta la lanzadera, y antes de que pueda decir nada sobre el casco el infante sabe lo que tiene que hacer, seguido de cerca por todos los demás que lo siguen al interior. 

Al ver que todavía hay algunos rezagados, salgo un momento y les espoleo para que entre, ¡Vamos, Vamos,Vamos!, !¿acaso queréis llegar tarde al baile?! , vuelvo al interior y mientras el sargento está en la puerta, me muevo por el interior comprobando que todos y cada uno se colocan en su sitio, cuando todos están en posición para que los arneses nos inmovilicen durante el ascenso, echo una mirada al sargento y con un gesto con la cabeza indico que todo está preparado, ocupo mi lugar, y miro hacia el frente, intentando no pensar demasiado en el descenso, una de las partes más peligrosas donde todos dependemos de la habilidad del piloto en llegar hasta abajo. Allá vamos ...  otra vez. 

- Señor! Si, señor!

Alice agarro el casco y se lo coloco, con las prisas, antes incluso de meterse en su arnes de seguridad. Maldijo en voz baja ante la dificultad de maniobrar para colocarse el arnes con el casco puesto pero se las apaño para conseguirlo.

Estaba nerviosa, no podia negarlo. Aquellos hombres se habian compartido en familia para ella. No queria perderlos. Sin embargo, la guerra era la guerra y hoy iban a morir muchos. Ella lo sabia pero la sensacion de presion y de responsabilidad era la misma pese a saberlo.

Escucho los gritos de los oficiales y, de alguna manera, la tranquilizaron. Para cuando el ultimo soldado se hubo sentado, el miedo habia dado paso a la excitacion.

Iban a hacer historia.

El corazón me latía muy deprisa. Había intentado aplacar los nervios comprobando una y otra vez el estado del equipo. No me dejo nada, llevo munición de sobras para acabar con media colmena yo solo.

Y llegó entonces la hora de embarcar, la potente voz del general anegó la sala desde los altavoces sacándome de mi rutinaria comprobación y regresaron el ansia y el miedo con fuerza. - ¡Sí señor! - Digo ante las palabras del Sargento. La disciplina militar aplacó considerablemente mis nervios. Mientras embarcaba junto a mis compañeros, los gritos ansiosos de estos lograron transformar el miedo en euforia y valor, pero en su mente sólo cabía un pensamiento: Sobrevive...

soy uno de los ultimos en entrar a la lanzadera aunque ya llevaba tiempo con todo el equipo listo, paso por el lado del cabo y del sargento y palmeo sus hombros mientras asiento , sus gritos nos llenan de animo y ayudan a cortar la ansiedad.

al sentarme y en mi lugar veo las caras de  asombro , nervios y alegria en el escuadron, - compas sera un honor bajar de nuevo con ustedes al fuerte helado, no podria tener a mejores infantes cubriendo mis flancos , vamos por la gloria heat!!!!!

El infante pensaba en las últimas palabras dichas por el Coronel Wellington entre el griterío de todos los demás infantes infundiéndose valor para el aterrizaje y las ordenes atronadoras de los sargentos poniendo a ralla cualquier minucia que se apartara de la regularidad prevista. -Recibido ¡A la orden!-

Su mayor temor en este momento es que los tipos de inteligencia hubieran planeado utilizarles de cebo o en el peor de los casos de simple carnada para "ponerlos ahí, a ver lo que pasa".  Sin embargo, la presencia del Capitán Sugufu le inducia a esperar un mejor desenlace.

Con los infantes del escuadrón Heat a bordo de la lanzadera y ya ubicados en sus asientos, el piloto tomó la palabra al tiempo que activaba los seguros en los asientos. –Esto será muy movido, los bichos han intensificado el bombardeo al ver el despliegue de tropas. Intentaré que lleguemos enteros-.

No hubo tiempo de responder nada, o al menos no para que el piloto lo escuchara pues al tiempo que terminaba la transmisión, los motores iniciaban su característico sonido acompañado de una fuerte vibración.

A los pocos segundos de que la lanzadera se alejara de la nave, las maniobras evasivas se hicieron llegar causando que una poderosa fuerza G que jalaba a los infantes de un lado a otro con brusquedad.

Y por si esto fuera poco, las transmisiones de radio entre las lanzaderas que alcanzaban a escucharse de forma confusa por el sonido de los motores dejaban en claro la mal que la estaban pasando todos. Varias veces se escucharon gritos y llamados de auxilio; varias veces esas llamadas fueron respondidas para luego quedar en silencio; varias veces el estruendo de explosiones se hizo sentir y el desaliento y miedo de los pilotos empezaba a infectar a todos.

Aquellos momentos fueron eternos para los infantes, y aun cuando en realidad no hubieran pasado mas de 10 minutos antes de que dejaran lo peor atrás, para muchos el tiempo había sido tan largo que sentían que habían envejecido un año por lo menos en aquel trayecto debido a la tensión acumulada.

Para un infante era fácil combatir el miedo en batalla a través de la ira respondiendo el ataque. Pero cuando el infante se encontraba impotente y no tenía modo de responder, era muy sencillo que ese miedo lo envolviera y lo llevara incluso a la locura.

La paz llego de forma súbita, los infantes se encontraban tan concentrados en agarrarse con fuerza a los seguros que no se percataron de esto hasta que los pilotos retomaron la comunicación.

-Estamos entrando en orbita, tocaremos tierra en casi un minuto. Tal parece que aquí casi todos lo han logrado-. La trasmisión finalizo sin mas detalles. Para los infantes lo importante era que pronto podrían salir de allí para hacer lo que sabían hacer, matar bichos.

No era mi primera vez en una lanzadera, ya había efectuado varios descensos en ellas... pero esta vez era diferente. Hasta ahora, lo más que había notado, eran los temblores y sacudidas normales al entrar en la atmosfera, pero lo de ahora, descender en medio de un bombardeo de los bichos, no se parecía en nada a lo que había hecho hasta entonces. Bandazos y sacudidas continuos, bruscos giros a causa de las maniobras evasivas y los temblores causados cuando el fuego enemigo pasaba demasiado cerca... y por si fuera poco, las transmisiones de radio eran caóticas y confusas, pero lo poco que se entendía no era nada esperanzador... en el mejor de los casos maldiciones y gritos de auxilio, en el peor, el simple ruido de una explosión y luego el silencio que indicaba que otra lanzadera había sido derribada.

Quiero salir, quiero salir, quiero salir, llegar a tierra y salir de aquí- repetía en voz baja una y otra vez. En tierra tal vez hubiesen bichos esperando, pero al menos podría hacer algo para defenderme, pero ahora no había nada que pudiese hacer... solo esperar, impotente y rezar por qué llegásemos debajo de una pieza -Quiero salir, quiero salir, quiero salir, llegar a tierra y salir de aquí- volví a repetir.

Las sacudidas fueron más violentas de lo que imaginaba, se suponía que estaban en vacío, pero las explosiones y la gravedad del planeta intensificaban más el efecto, además de la poca experiencia que el soldado tenía ante tal despliegue. Sólo consiguió cerrar los ojos con fuerza y aferrarse a su asiento lo más estable posible, evitando ser susceptible del pánico. Ni siquiera consiguió articular palabra alguna para expresar su queja. Con la calma y entre jadeos por el gran esfuerzo, añadió, ¿nadie quiere...ehem... repetir? Siendo la escasa entonación la que enfatizaba el sarcasmo de sus palabras.

Y la lanzadera sale del hangar, suavemente, y todo tranquilo como si fuera una balsa de aceite. Eso era lo que me hubiera gustado que pasase, pero no, no es así, como si supieran que ibamos a salir parecía que el bombardeo se ha intesificado aún más si eso era posible, movimientos bruscos de un lado a otro, como si estuviera haciendo un slalom con la lanzadera. Agarrado al arnés intento mantener la compostura, sin pensar en nada más que llegaremos ahí abajo, lo que dicen los pilotos casi ni llego a entenderlo pero tampoco me reconfortaría, y las transmisiones que se escuchan, las que de pronto se ahogan en un  silencio, hacen que me estremezca.

Pero de pronto todo está en calma, tras la información de los pilotos parece que ya estamos en orbita en una zona más segura del bombardeo, es hora de pisar de nuevo ese suelo helado otra vez.

Respiro hondo, me giro hacia la compuerta, se que una vez esta se habra, mis probabilidades de superviviencia bajan estrepitosamente.

Solo deseo que al menos logre conseguir el objetivo y cargarme la mayor cantidad de bichos posibles. Sabia que una vez abajo deberia de repartir la carga, y avanzar decididamente conj el equipo para sentar un primer perimetro si asi era ordenado. La primera opcion una vez en los tuneles seria recrrir al lanza lllamas, claro que lo consultaria con sus superiores para determinar cual seria la mejor desicion, si, seria un literal infierno, una avivado por napal y plomo.

Aquello era lo peor. La falta de control, el estar a merced de la habilidad de otro. En combate, uno pued confiar en su entrenamiento, en su habilidad. Sabe que minimiza las posiblidades de resultar herido o muerto. En el espacio, sin embargo, en las tripas de una nave colosal como aquella, sabe que no es mas que un numero, estadística. Si 1 de cada 4 naves resulta alcanzada, ella es solo un numero, a expensas de su habilidad. Y eso es lo peor. La posibilidad de acaba rmuerto porque si, porque le tocó el turno a su nave.

Alice se agarró con tal violencia a su arnés durante todo el descenso que se dio cuenta de que se había roto varias uñas con la presión. Paradójicamente, estaba rogando llegar ya a un suelo infestado de bichos pero es que asi era como funcionaba su mente. Tan solo pedia que si la mataran fuera en base a su capacidad de sobrevivir, que no dependiera de que un proyectil de aquellos bichos asquerosos coincidiera con la trayectoria de una nave espacial...

Siempre había escuchado de mis compañeros que el peor momento era la espera antes de la batalla, pero una vez empezaba todo era más fácil. Pero eso no tenía nada de fácil. Habían sido los minutos más largos y angustiosos de mi vida, preguntándome una y otra vez si este era mi final, si así terminaba todo; morir en una lanzadera en el espacio, yendo a un planeta abandonado, en una batalla que ni me concierne.

Pero la suerte nos sonríe una vez más, y esta vez será diferente, esta vez es nuestro turno... esta vez, ganaremos.

Allá vamos otra vez...