Partida Rol por web

"Si vais a continuar con la búsqueda de esos enanos, tened cuidado: estas partes de las ciénagas están demasiado cerca de las Montañas del Bosque Negro y ya sabes los peligros que moran aquí."

La compañía descansó esa noche sin contratiempos más allá del sucio olor de las ciénagas que parecía impregnarlo todo a su alrededor más aún tan cerca del río Podrido.

A la mañana siguiente, la única certeza que parecían atesorar era la de que el rastro de Balin y Óin se había perdido justo donde habían decidido montar también su campamento. No dejaba de ser un buen punto para continuar el rastreo, pero el territorio por el que deberían moverse no entraba para nada en la idea de un paseo de placer, pues más allá del río Podrido, el curso de agua atraviesa manojos de vetustos sauces muy agrupados entre sí, que tapan la luz del sol incluso cuando éste es más brillante. Sus colgantes ramas llegan hasta el agua, y sus raíces mohosas parecen hincarse profundamente en el lodo gris. El río termina desapareciendo en un vasto pantano sin viento ni corriente alguna.

Tu cabeza no para de hacer memoria acerca de cualquier dato de información que pueda seros útil. Primero intentas evocar cualquier recuerdo de pasajes o textos de los libros que has estudiado para, más tarde, tratar de rememorar canciones que pudieran hacer mención alguna a la parte del Bosque Negro por la que avanzáis. Es entonces cuando unos versos en la lengua de tu gente te traen de improviso a hace unas pocas noches, a aquel campamento que compartisteis con los hombres del lago y, en especial, a ese anciano y sus palabras: "Si vais al sur en las ciénagas tened cuidado: pisad ligero y temed a la hierba del ahorcado..."

Trotter se levantó con el ánimo apesadumbrado. Dormir en mitad del río podrido bajaba el ánimo de cualquiera, incluso del animoso hobbit.

Sin embargo, se esforzó por ver el lado positivo. Al fin y al cabo estaban bajo la pista de los enanos perdidos, y pronto encontrarían el lugar donde estos habían ido a parar, si todo marchaba correctamente.
Tomar el primer desayuno con sus compañeros también le ayudó a ver mejor la situación y, justo al acabarlo, comenzó a buscar indicios de los enanos. No encontró ningún objeto que les perteneciera por la zona, pero sí un rastro que, aunque antiguo, podían seguir para tratar de conocer el camino recorrido por Balin y Óin.

Pese a los acontecimientos del día anterior y la noche pasada a tirones de sueño, la certeza de que habían estado siguiendo el rastro correcto fue suficiente para que Beli se levantase con el ánimo más leve que en días anteriores. Mientras recogían sus petates el enano aprovechó para reavivar las brasas de la hoguera e improvisar un desayuno caliente para la compañía consistente en pan, una infusión caliente y huevos pasados por agua.

- Para que haya un enano contento, primero debe haber un estómago contento!, sentenció usando un conocido proverbio enano.

Beran se levanta al amanecer sintiéndose saludable y listo para enfrentar al oscuro bosque. El desolador terreno no derrumbó la actitud optimista con la que se había despertado. Puede que el encuentro con Galion le diera fuerzas y reforzara la esperanza con las que partió el viaje.

Se acerca a Beli, Caranthir y Trotter, y con una sonrisa en el rostro saca de su mochila unas raciones de comida para compartir con sus compañeros.

—Otro día más, seguimos en pie y los estómagos nos rugen —dice Beran mientras reparte las raciones—. Si queremos encontrar a Balin y Óin, necesitaremos mantener nuestras fuerzas.

La guardia del elfo se había ido entre prestar atención a los sonidos del bosque y a los signos sospechosos y rememorar viejos relatos y cuentas sobre la zona. Y todo lo que había podido recordar eran versos sueltos que terminaban por relacionarse de algún modo con la rima del anciano en el campamento de los esgarothinos. Pisar ligero desde luego no era un problema para los elfos, pero Caranthir sospechaba que era una forma de decir "anda con cuidado". Sin embargo, la referencia a la "hierba del ahorcado" le tenía desorientado pues no acertaba a relacionarla con nada que los elfos situasen en el bosque. Tal vez por ello era que el alba de la nueva jornada, así como sus compañeros, había sorprendido al elfo más taciturno, torvo y frustrado que en días anteriores.

- Hierba del ahorcado... No hay árboles donde se ahorque gente en el Bosque Negro... Por tanto, la hierba que creciera a sus pies tampoco puede ser... ¿Tal vez una alusión a las excrecencias que cuelgan en las ramas de los árboles?... No, demasiado rebuscado para algo tan obvio...

Caranthir murmuraba cosas parecidas para sí mientras se unió a sus compañeros durante el desayuno.

Iniciáis la marcha del cuarto día sabiendo que el tiempo corre en vuestra contra, pero sobre todo en contra de los enanos desaparecidos. A ratos podéis continuar sobre el bote, pero en otros momentos os veis obligados a peinar la zona abandonando el bote y avanzando con el agua hasta las rodillas o, en el caso de Trotter, hasta la cintura.

Este último, continuando con su labor de explorador, cree divisar algo adelante vuestra y os señala un punto concreto del río, donde podéis encontrar un pequeño bote hundido bajo las aguas pantanosas, pero visible desde la superficie puesto que donde se encuentra, el agua tiene poca profundidad. A priori, no encontráis señal alguna de enanos en los alrededores.

El día no mejoró mucho más tras el desayuno. Caranthir rumiaba las referencias a la "hierba del ahorcado" con aire mucho más taciturno que los días anteriores. El hedor malsano de la vegetación en descomposición que se amontonaba debido a las aguas estancadas no era un buen acompañante en aquellas ocasiones en que debían desembarcar y mojarse en las aguas nauseabundas para buscar otros rastros cuando el fondo impedía el paso del bote.

Ni siquiera que Trotter avistase un bote hundido en aguas poco profundas levantó el ánimo del elfo. En su lugar, la mente de Caranthir empezó a imaginar aciagos destinos u horripilantes razones por las que la embarcación, posiblemente de los emisarios enanos, había acabado de ese modo. Observó en derredor, como si esperase encontrar a un oscuro enemigo responsable del hundimiento del bote y del infortunio de los enanos, al acecho bajo las sombras de las ramas. O sobre éstas.

- Si vais a examinar la zona, daos prisa. Yo voy a vigilar. - El tono torvo delataba el escaso interés del elfo en que le discutieran. Con paso rápido, buscó una zona seca o, al menos, con una profundidad superficial, desde donde pudiera otear tanto el bosque y la maleza como las aguas verduzcas.

El humor taciturno del elfo no bajó el ánimo de Trotter, al que encontrar la barca semihundida había animado. El barco allí, sin signo de los enanos, tenía que querer decir que habían tenido que seguir a pie. Y podrían seguir sus rastros. Mientras que no encontraran sus cadáveres, había esperanza, y la esperanza era el centro de la vida de un hobbit, a la que Trotter se podía aferrar sin duda alguna.

Sin embargo, no encontró en el bote nada que le sugiriera quienes habían sido los navegantes, ni huellas que salieran de él en dirección hacia el bosque. Se concentró en esta última tarea; ¿quizá si se esforzara llegaría a encontrar algún rastro que les permitiera hallar a los enanos?

La barca semihundida podría explicar algunas cosas, por ejemplo, parecía ser una explicación plausible para la desaparición de los enanos. Una hipótesis podría ser que hubieran tomado la barca de noche para burlar la vigilancia de los elfos y que en la oscuridad la barca hubiera encallado en las raíces de los centenarios sauces negros.

Siguiendo a Trotter en su exploración y búsqueda de rastros, Beli se centró en buscar indicios en la barca, ¿había sido abandonada o se había hundido por algún impacto o agujero en su estructura?, ¿se habrían dejado los enanos alguna cosa atrás que les permitiera seguir teniendo esperanza?

Beran pudo soportar el paseo por las aguas que llegaban a sus rodillas, su efecto era más desagradable que pesado. Con el aviso de Trotter, al ver el pequeño bote hundido, se acercó para inspeccionarlo. Si se trataba del bote que habían utilizado los enanos, le pareció muy extraño que lo hubiesen abandonado en estas aguas.

—¿Puede ser que este bote perteneciera a Balin y Óin? —preguntó a Beli y Trotter, quienes se encontraban revisándolo mientras Beran se mantenía alerta. Era posible que estuviera tallado un distintivo de Erebor o de Esgaroth—. Tal vez lo utilizaron para cruzar estas ciénagas antes de que algo les interrumpiera. ¿Por qué lo abandonaron? Unos enanos emisarios serían capaces de arrastrarlo a orilla y reparar su rotura. ¿Algo les sorprendió?

Beran alzó la mirada, recorriendo el camino más corto hacia la orilla. Pensó que los días trascurridos en el río y la temblorosa tempestad pudieron mover el bote. Si de verdad pertenecía a los enanos, era muy probable que hubiesen continuado su camino a pie. Antes de decidir lo que hacer, dejó que sus compañeros siguieran revisando el transporte, con esperanzas de que el escenario se mantuviera pacífico.

Trotter se acerca y parece dejar de lado la propia inspección del bote para centrarse más en encontrar huellas o rastros para ver hacia dónde continuar la búsqueda, y efectivamente consigue arrojar luz sobre lo que ya algunos de sus compañeros intuían, pues dejan atrás la parte más navegable del río para adentrarse en las ciénagas al este. Beli, por el contrario, investiga el bote descubriendo que este está dañado claramente, como si algo lo hubiera rasgado con zarpas o colmillos.

Mientras tanto Caranthir y Beran permanecen en alerta preocupados de ser sorprendidos por cualquier peligro, quizá como los que hubieran provocado el desafortunado accidente del bote que ahora observan.

Beran observa con horror como Trotter, al alejarse de la seguridad del grupo para seguir el rastro de las huellas que ha hallado, pasa por debajo de unas ramas bajas de un grupo de árboles. Una siniestra planta se descuelga directamente hacia el hobbit y no parece que tenga buenas intenciones. Es entonces cuando, como si de un antiguo recoveco de la mente de Caranthir brotara una revelación, al fin entiende las palabras del viejo Nerulf aunque por desgracia tenga que ser justo en ese momento.

Quizá sólo tengáis un par de segundos para alertar a vuestro compañero antes de que la planta le haga presa.

En el Bosque Verde apenas se recordaban los versos referidos a los pastores de árboles, o a árboles semiconscientes. Sencillamente, nada parecía sugerir plantas con movilidad. Quizás por eso el elfo no asociara la "hierba del ahorcado" con ninguna criatura del bosque. Pero allí estaba una planta, con consciencia maliciosa a juzgar por lo rápido que se abalanzaba sobre Trotter, como si fuera guiada por uno de aquellos seres, pero con un corazón oscuro, lleno de enfado e ira, en busca de una víctima.

- Maese hobbit, ¡retroceded ya!¡Ahora, sin preguntas! - Fue todo lo que se le ocurrió gritar a Caranthir al ser consciente del peligro que podía suponer aquel ser. Ya tendrían tiempo luego, si la suerte les acompañaba, para evaluar el riesgo de la "hierba del ahorcado" comparada con trolls, arañas gigantes u orcos.

—¡Trotter, cuidado! ¡Aléjate de ahí! —grita Beran, junto a Caranthir, en un intento desesperado de alertar al hobbit mientras su corazón se acelera por la inminente amenaza.

Todo parecía indicar que los dos habían visto algo mientras ellos exploraban el bote.

Sin dudarlo, Beran corre hacia Trotter, sosteniendo firmemente su gran hacha en sus manos. No puede permitir que la planta atrape a su amigo. Mientras avanza, calcula la trayectoria de la planta y, justo cuando está a punto de atrapar a Trotter, el beórnida hace un rápido y certero movimiento con su hacha.

El filo del hacha se encuentra con la planta, y con un golpe rápido y preciso, corta la siniestra planta reptante.

Al oír la advertencia de sus dos compañeros, Trotter trató de saltar hacia atrás, pero el agua hasta la cintura le impedía moverse con velocidad para alejarse del bote varado. Fuera lo que fuera de lo que le alertaban sus compañeros, esperó que se encontrara suficientemente lejos como para poder escapar a tiempo.

En ese momento observó cómo Beran golpeaba a un lugar concreto con su hacha. No le había parecido ver ningún animal por la zona, así que miró sorprendido a su compañero y sacó su daga del cinto para tenerla preparada por si necesitaba ayudar en la lucha.

Beli se encontraba todavía revisando la embarcación e intentando determinar que animal podía haber realizado tales marcas, cuando escuchó los gritos de alarma de Caranthir y Beran advirtiendo a Troter de algún peligro que se les había pasado inadvertido. Levantó la cabeza para intentar detectar la procedencia, pero no fue hasta que Beran acudió presto con su enorme hacha que vio los zarcillos que se extendían hacia el sorprendido hobbit. 

Las advertencias de Caranthir y el valiente acto de Beran no llegan a tiempo, o al menos no lo suficiente, pues aunque el hacha del beórnida consigue arrancar varios tallos de la planta, otros tantos más siguen extendiéndose hacia Trotter hasta terminar por enroscarse alrededor de su cuello; la planta es más dura de lo que en principio pudiera parecer y no tiene pinta ninguna de renunciar a su presa.

Ni los avisos ni la acción del beórnida fueron suficientes. Los zarcillos de la oscura planta se enroscaban alrededor del pequeño cuello del hobbit y la situación podía tornarse aciaga si no hacían nada. Caranthir observó su lanza. Su hoja, relativamente pequeña comparaba con la del hacha de Beran, se le antojaba más aguda que afilada y le daba la impresión de ser poco efectiva. Hasta que algo acudió súbitamente a su cabeza...

- ¡Fuego, maese Beli!¡Haced fuego! - Se decía que los enanos podían hacer fuego bajo casi cualquier circunstancia. Aquel momento era tan bueno como cualquier otro para poner a prueba aquella afirmación. Y comprobar si las sospechas del elfo sobre una posibilidad vulnerabilidad de aquella cosa era cierta. Y si su lanza podía ser efectiva o no, era lo de menos. Con ella en ristre, avanzó con decisión e intentó lancear a la planta. O la mataba o lograba que aflojase su presa sobre Trotter.