Partida Rol por web

Introducción: el nacimiento de la Compañía umbría.

Hace casi un aňo que el elfo Aerandir y el hobbit Jooy se conocieron. Este último se encontraba perdido y desanimado entre la umbría vegetación del bosque Negro. Había salido de la Comarca con la ilusión de conocer Erebor, y Valle, y Esgaroth, y tantos y tantos lugares maravillosos de los que el seňor Bolsón había hablado desde su vuelta a la Comarca, tres años atrás. Sin embargo, nada resultó como esperaba. No consiguió encontrar la bella Rivendel, y una vez dentro del bosque Negro, no tardó en perderse. Allí, desesperado y triste, lo encontró el elfo Aerandir, hijo de Caranthir, y no tardó en ofrecerle su ayuda y su compañía. En la oscuridad del bosque, el hobbit sonrió esperanzado y decidió que desde entonces conformarían la Compañía Umbría.
Primero visitaron Erebor, donde se les unió el enano Khargûl, y en Valle hizo lo propio Farald, un bravo hombre de Bardo. Desde entonces, la Compañía umbría ha prestado algún que otro servicio, repartiendo siempre las ganancias a razón de una cuarta parte de lo obtenido para cada compaňero, y ha caminado no pocos caminos.

El sol de la tarde brilla en su camino hacia el oeste, iluminando la ciudad del Lago. Es la segunda vez que la visitáis, pero el elfo Aerandir vuelve a impresionarse al reconocer los detalles que delatan la ayuda que su pueblo prestó para la reconstrucción de la ciudad.
Volvéis de vuestra última aventura. Ésta ha consistido en escoltar a Eurico, un mercader de Esgaroth que comercia con los pequeños poblados al noreste del Lago. La ciudad de Valle hace valer su influencia y a su alrededor los asentamientos de hombres proliferan.
El viaje no ha sido especialmente duro. Llegáis al puente, y esperáis para cruzarlo. Cuando llega vuestro turno, Eurico se adelanta y paga las tasas pertinentes al funcionario de la puerta. Acto seguido, los milicianos os inspeccionan y os franquean la entrada. Ya dentro, Eurico os paga lo poco que puede y se despide deseándoos la mejor suerte y recordándoos que si os dais prisa aún encontraréis comida caliente en alguna posada de la calle del Puente.

Mientras avanzáis os encontráis grupos de enanos reunidos. Parecen preocupados, hablan a susurros y sus palabras apenas son audibles para vosotros, pero podéis adivinar la inquietud en sus rostros.

Le hago un gesto a mis amigos.

- Aguardad aquí. Dejadme hablar con ellos. Quizá se abran más a mí que a vosotros.

Me acerco a los enanos.

- ¡Saludos, mis señores! Veo que algo os turba. Quizá, mi compañía y yo podamos seros de ayuda... No está bien que, en estos tiempos inciertos, un khâzad no ayude a un compañero khâzad, ¿no?

Uno de los enanos se vuelve hacia Khargûl, extrañado, y en alta voz le habla.

-¡Salud! De ayuda precisamos, ya lo creo, y ello es justo porque algo nos turba. Pero ¿quién eres tú? Con pocos amigos de tu propia raza debes de contar si aún desconoces lo que nos inquieta.

- ¡Khargûl, hijo de Marghîl!- Saludo al tiempo que hago una reverencia quitándome el capuchón a la manera de los enanos.- A su servicio. Me temo que no es la falta de amigos lo que me impide saber, sino el haber llegado ahora mismo a Esgaroth. Llevo días sin contacto con civilización alguna. ¿Qué sucede? ¿Algún pesar sobre los hijos de Durin?

-Pori, hijo de Floi -se presenta, a su vez, el enano-. Nada has podido oír entonces, pues el hecho es reciente, o al menos lo es la noticia del hecho. Dos mensajeros partieron de la Montaña Solitaria con un encargo, y nada se sabe de ninguno de los dos. Han desaparecido. Hraf, hijo de Hbrabin, un cuervo de la montaña, fue el portador de tales noticias. El propio Gloin está preocupado, y ha hecho saber que recompensará a cualquiera que le brinde noticias sobre los desaparecidos.

El ceño se me frunce en una mueca al oír eso.

"Malas nuevas."

- En ese caso, mejor que mis compañeros se acerquen a escucharlo.- Les hago un gesto con la mano, para que se acerquen.- Glóin, uno de los héroes que formaban la compañía de Thorin Escudo de Roble, ofrece una recompensa por ayudar a unos enanos. Yo digo que vayamos de inmediato. ¿Qué opináis vosotros?

Nunca dejará de maravillarme, desde luego se nota el cuidado de los elfos en la ayuda que prestaron.

Ensimismado como siempre, camino siguiendo sin cuidado a mis compañeros una vez entramos de nuevo en la ciudad del Lago. Me es imposible no maravillarme y fijarme en cada detalle que me parece nuevo.

El encuentro con el grupo de enanos me devuelve a la realidad de las calles. No salimos de una y nos metemos en otra, ¡yo ni siquiera he almorzado! Farfullo hasta que escucho nombrar a Gloin y Throin, inmediatamente me acerco para escuchar más.

-¡Saludos amigos! No puede ser una cosa menor para preocupar a Gloin en persona -Exclamo recordando a los dos grandes personajes- Para mí sería un placer poder ayudarles, sin olvidarnos compañeros de que hace rato pasó la hora del almuerzo claro... - Añado dando unas palmadas en mi vientre.

La Ciudad del Lago- pienso mientras cruzo las pasarelas de madera que crujen bajo mis pies- una maravilla sostenida por gentes muy cercanas a Valle, parientes de hecho.

Siempre me deleité recorriendo sus estructuras, sus pasarelas y admirando el magnífico trabajo de reconstrucción en el que habían colaborado elfos y enanos. La ciudad se levantaba sobre las aguas todavía más bella que en su más reciente pasado, cuando fue devorada por las llamas del poderoso y malvado Smaug.

Khargûl se separa para acercarse a un grupo de enanos que parecen preocupados por algún tema importante así que Farald se encoge de hombros y se coloca en cuclillas mirando por encima de la pasarela, hacia el verde profundo de las aguas del lago. Un par de carpas mordisquean un bollo de pan que a algún despistado se le ha caído y los dos animales picotean espasmódicamente para arrancarle el preciado bocado.

- Glóin, uno de los héroes que formaban la compañía de Thorin Escudo de Roble, ofrece una recompensa por ayudar a unos enanos. Yo digo que vayamos de inmediato. ¿Qué opináis vosotros?

- Mmm?- me levanto despacio y estiro mis ropas mientras me acerco al grupo de enanos en el que Khargûl nos hace gestos para que nos acerquemos- admiro tus deseos de ayudar a tu pueblo, Khargûl, pero tal vez deberíamos saber primero qué es lo que ha ocurrido o porqué necesitan nuestra ayuda. Soy Farald- saludo inclinando la cabeza- hijo de Folkmarr, hijo de Farulf, de la ciudad de Valle, a su servicio. Cuéntennos amigos, ¿qué es lo que ha ocurrido?

Los viajes habían sido varios y pintorescos, yendo de un lado a otro realizando trabajos menores junto a la compañía de sus nuevos camaradas quienes eran tan variados como las mismas aventuras. Se habían dispuesto a volver a Esgaroth, la ultima vez le habían quedado lugares por visitar y contemplarse por tal arquitectura bañada en toques elficos que no eran dificiles de reconocer. 

Se mantuvo al margen cuando el enano les indico aquello, tenía razón con lo de tratar con los suyos, si bien Aerandir no tenía mucha experiencia tratando con otras razas fuera del bosque oscuro, si que conocía lo orgullosos que podían ser algunas razas para con las otras. 

Se apoyo en un pilar del puente conversando con el hobbit y el humano, tenía una pequeña sonrisa en el rostro y los brazos cruzados, disfrutaba de la compañía de ambos y sobre todo la mentalidad viajera que solían expresar, sin miedo a nada y con energías para realizar todo tipo de trabajos. Miro por sobre el hombro al notar que Khargul les invitaba a la conversación, al fin. Llegó hasta el lugar y escuchando las palabras presentes no demoro en añadir a las palabras de Farald. -Mi nombre es Aerandir, Hijo de Caranthir del bosque negro. -Hablo con tranquilidad y una leve sonrisa en los labios. -Sera un placer ayudarles caballeros, pero tal como dice mi amigo Farald y complementando con Jooy. -Puso su mano derecha en el hombro del hobbit casi como presentandole. -Sería un agrado compartir una comida caliente y una bebida fría mientras nos dan más detalles sobre lo ocurrido. -Si viajaban enseguida se perderían la comida, no quería permitir aquello ya que las tripas le sonaban levemente. Espero una respuesta positiva mientras miraba a los enanos.

Pori los mira uno a uno mientras se presentan y luego, girándose hacia Khargûl le dice: -Un mediano hambriento y un hombre de Bardo: curiosa compañía para un enano..., por no hablar del elfo.

Mira de nuevo a Jooy, con curiosidad y complacencia esta vez, y comenta:

-Es la primera vez que veo a un mediano con mis propios ojos, y el último que vieron estas tierras se llamaba Bilbo Bolsón; cinco años hace ya de aquéllo. El mismo tiempo que ha transcurrido desde que el rey Thranduil ofreceira su hospitalidad* a la Compañía de Escudo de roble. Yo no compartiré comida con un elfo, Aerandir, hijo de Caranthir, y no sé si Gloin se sentirá cómodo en tu presencia después del trato que recibió de los tuyos.

Soy Farald. Cuéntennos amigos, ¿qué es lo que ha ocurrido?

Tras decir esto, se gira hacia Farald: 

-Nada más sé, a parte de lo que le he contado a Khargûl -le dice-. Y si Gloin conoce más sobre esta historia o no, también lo desconozco, pero eso es algo que debéis averiguar vosotros mismo. Preguntad por él en el barrio del Ayuntamiento. Allí, en un bello palacio, ejerce sus labores como emisario del Rey Bajo la Montaña.

Tras decir esto, se gira hacia Khargûl y le habla en lengua enana para que los demás no lo entiendan: -Si el elfo no es de fiar, no lo lleves ante Gloin.

Le respondo en enano también, a toda velocidad.

- No estaría con este elfo si no fuera de fiar.

Acto seguido, vuelvo a la lengua común de los hombres.

- Pori, hijo de Floi, te agradecemos el servicio. Iremos de inmediato a hablar con Glóin.

Me giro hacia el resto de mi compañía, y les comento en voz baja.

- Amigos, esta es una ocasión única. Si hablamos ahora con el hijo de Groin, podremos ir a comer más tarde con un trato bajo el brazo.- "Y no podría comer tranquilo cuando hay enanos en peligro..."- Quién sabe qué podría pasar. Mi consejo es que vayamos cuanto antes. El barrio del Ayuntamiento no está lejos, creo. ¡Vayamos de inmediato! Quien sabe, si hacemos buena impresión podemos comer incluso con el mismísimo Glóin...

"Aunque con un elfo entre nosotros... ¡Esperemos que las heridas le hayan cicatrizado en el corazón!"

Es una gran oportundiad, conocer en persona a uno de los héroes de las aventuras de Bolsón y quién sabe, quizá correr por fin una aventura que merezca un hueco en su libro... Me pierdo en ensoñaciones mientras terminan de hablar, sin prestar mucha más atención.

Pero Khârgul vuelve a hablar de comida y suena al unísono un rugido de mi estómago, casi respondiendo al enano. -Es realmente tarde compañeros - Remarco mirando al sol en el cielo - pero si Khârgul tiene razón y podemos comer a la mesa de Gloin, ¿me pregunto con qué gustará regar sus comidas? Por mi vayamos ya, si lo que tiene en la mesa es un buen vino bien vale la pena intentarlo... y de una sabremos si podemos ayudar. - Entonces recuerdo lo que dijo Pori sobre Aerandir - Aerandir, yo no he conocido a más de tu raza pero desde luego por ti ¡pondría la mano en la boca del dragón! Ante el propio Gloin si es necesario.

Estoy seguro que Gloin será comprensivo, pero diré todo lo que haga falta o si no se podrá ir olvidando de nuestra ayuda Y no creo que encuentre mejores candidatos...

Había oído acerca de la legendaria testarudez de los enanos y su empecinamiento en recordar viejas afrentas pasadas. Recordaba las palabras de un artesano de Valle, un enano que ayudaba en la reconstrucción de la ciudad. "Los odios entre los enanos duran generaciones." le dijo "y no perdonan una afrenta hasta que la deuda queda saldada". Aquello de Gloin con Aerandir no tenía buena pinta pero, sin duda, la posibilidad de conocer a uno de los héroes de la batalla de los cinco ejércitos no podía perderse. Era una de esas cosas que pasan una vez en la vida.

- Gracias a Gloin y sus compañeros hoy vivimos en paz en estas tierras- argumento- creo que es justo que si pide ayuda, tratemos al menos de concedérsela. Y en cuanto a Aerandil- miro al elfo encogiéndome de hombros- tendrá que confiar en él si quiere nuestra ayuda. Que khargûl lo haga debería significar lo suficiente para él, al menos para otorgarle un voto de confianza.

Nunca pensé que el hablar con un enano fuera tan dificil, Khargul había sido el primero y uno de los pocos con los cuales había entablado una conversación más agradable, aunque había escuchado por parte de otros elfos lo enorme que podía ser su orgullo en contraste con su tamaño. Sin embargo, aún sentía una simpatía con aquella raza gracias a las historias de su padre y la deuda que poseían con aquella raza.  

-Tampoco conozco muy bien todas las grandes historias que han sucedido entre elfos y enanos. Aunque no les culparía por tener enojo por los nuestros. -Escuche las palabras de mis compañeros y mostre una sonrisa colocando las manos en los hombros de los cercanos. -Lo mejor sería ir en camino, descuiden no haré nada que pueda causar un problema para la compañía y los enanos. Solo esperemos que el voto de confianza de Khargul sea suficiente para los demás enanos. -Dije esperando a que Khargul guiara el camino hacia el Ayuntamiento, no quería estar en primera linea cuando nos viera Gloin, lo más seguro es que aquello le disgustara más aún que el solo tener a un elfo en el grupo. 

Preguntando, llegáis hasta la única puerta de acceso al barrio del Ayuntamiento. Ésta está guardada por una barraca y por media docena de milicianos. Os acercáis, y uno de ellos os da el alto.

-¿Quiénes sois y qué buscáis en esta parte de la ciudad? Que hable sólo uno, y que el resto espere a parte.

Cuando llegamos a la puerta del barrio del Ayuntamiento, vemos que está bien guarecido. Es bueno que se preocupen por la seguridad. Pienso mientras nos detiene uno de los milicianos.

-Saludos, buen hombre - contesto aunque haya indicado que solo hable uno. Bien podré saludar pienso yo. Y acto seguido miro hacia Khargûl dejando claro que creo que es él el que debe exponer nuestras intenciones. Espero que consiga que entremos todos, será mejor así.

El miliciano mira a Jooy de arriba a abajo después de que éste lo haya saludado, y le dice:

-Tú mismo, niño, acércate y dime, ¿quiénes sois y qué asunto os llevan a cruzar esta puerta?