Partida Rol por web

Los sueños a bordo de una nave del vacío siempre son oscuros y extraños. Quienes han vivido el tiempo suficiente sufriendo esa situación os dirán que se debe a que una pequeña parte del alma nunca se duerme por completo, permaneciendo alerta contra los horrores invisibles que acechan en el frío, oscuro y vacío infinito a su alrededor, incluso cuando estar alerta no otorga ninguna protección real... estabais despertando de vuestro sueño inducido por drogas. Lo único bueno que podíais decir era que había pasado rápido, y con la mente embotada por los químicos no recordabais más que una breve, aunque intensa sensación de malestar.

- Atención. ¿Están despiertos? - Una voz metálica salía de un transmisor junto a la puerta

- Comenzaremos el descenso en unas horas, pueden prepararse. -

Entre todos ocupabais ocho literas repartidas por las paredes de la habitación, la de Arcturus estaba hundida varios centímetros. A vuestro alrededor, vuestras pertenencias estaban repartidas en una serie de casilleros y bolsas cerca de sus respectivos dueños. Un par de diminutos focos iluminaban malamente la estancia, uno de ellos parpadeaba.  

El arbites abrió los ojos y parpadeó repetidamente intentando quitarse esa sensación incómoda y librarse de la visión emborronada. La sequedad, ah la sequedad. Desde que se había hecho operar la vista, cirugía refractiva juvenat, la había llamado el medicae, tenía los ojos mucho más secos.

A tientas abrió el bolsillo del mono de trabajo que usaban para viajar, sacó un pequeño frasco con cuentagotas y vertió un par de gotas en cada ojo. Tras un breve parpadeo disfrutó de nuevo de una vista que no había tenido desde que era un cadete en el arbites. Alabado fuera el Emperador.

Con las gotas chorreando por el borde de sus ojos como si fueran lágrimas se puso en pie. Miró como el resto del equipo se desperezaba a su alrededor y se ahorró un innecesario bufido. Con rigidez militar se dirigió a su macuto y extrajo ropa y equipo, dispuesto a cambiarse el cómodo mono de vuelo por el uniforme del arbites mucho más rígido y adecuado para cualquier encuentro formal.

Imaginaba que todos los demás estarían algo desorientados como él. Quizás Taikel, nacido en el vacío, se sintiera como en casa, pero para los demás los viajes largos eran mareantes y el arbites, poco acostumbrado al viaje interplanetario salvo desde su entrada en la Inquisición ansiaba poner los pies en tierra firme. Comprobó que su equipo estaba completo y ordenado como lo había dejado y sin muestra alguna de pudor alguno empezó a cambiarse de ropa en aquel mismo cuarto.

Orionus se despertó con un pequeño dolor de cabeza igual que en todos los viajes de hibernación. Podría ser el frío, tanto tiempo el cuerpo y la mente en una postura tan rígida y los pensamientos sin dinamismo.

A los pocos segundos recordó que estaba en una capsula de hibernación para comenzar una nueva misión. Vio a sus compañeros de la misión anterior.

En el fondo Orionus estaba contento porque había sobrevivido a su primera misión, sin contar con la de iniciación. Los instructores de la escuela de asesinos les contaban que un 10% de los principiantes morían por falta de preparación o superior dificultad de la misión de lo esperado de la primera misión que les asignaban.

Se escucho la voz de la nave informando si estaban los recién levantados atentos a su voz y les comunico que en pocas horas llegarían a su nuevo destino.

Cuando Orionus salio de la capsula padeciendo un entumecimiento corporal, realizo con suavidad unos pequeños ejercicios para despertar al cerebro y sus músculos. Al ver salir a sus compañeros por completo de las capsulas los saludos, con cierta frialdad y en general con la frase "Hola compañeros" continuo con sus ejercicios hasta sentirse completamente despierto de arriba abajo. 

Isolda soñaba.

Estaba reviviendo el combate contra los servidores, como acabo con uno de ellos disparando con su revólver, como se cubrió para protegerse del segundo, pero una ráfaga de esas armas portadas le segaba el brazo y comenzaba desangrarse. Como la silueta dorada del Emperador la trajo a la vida de nuevo.

Se empezó a despertar y una ligera sonrisa aparecía en su rostro. Había sido salvada por el Emperador y, por tanto, no era su momento aún, tenía que seguir luchando. Ahora rstaban en un trayecto hacia otra misión, en la que tenía la esperanza de encontrarse con el fugitivo y acabar el trabajo.

Se incorporó con la mano en la cabeza y apoyándose sobre el muñón, aún con los ojos cerrados. Estuvo asi un rato para intentar calmar el dolor de cabeza y entumecimiento cerebral que tenía hasta que escuchó la voz del asesino.

Abrió los ojos para encontrarse con la escena del anciano cambiándose de ropa allí mismo. Eso no le importaba a Isolda por dos cosas; la primera que no le interesaban esas cosas, la segunda que ella con un muñón no era del interés de nadie, pero aun así empezó a moverse y cogió sus cosas para cambiarse en un lugar más privado.

Con su mano cogió su petate y su equipo como pudo y salió en busca de un compartimento privado vistiendo una sencilla túnica. Una vez encontrado el lugar comenzó lo que era su periplo particular desde el día de su sueño. Poco a poco, con lentitud, torpeza y frustración, Isolda empezó a vestirse. Iba despacio pero segura, comprobando que cada prenda estaba bien puesta y ajustada, muchas veces sujetándola con el muñón contra su cuerpo y ajustándola con la mano. No quería que nadie se ofreciera a ayudarla, por el Emperador que no era tan inútil. 

El psíquico se despertó igual que el resto. Pero de mejor humor. El familiar dolor de cabeza y el entumecimiento mental agradable le traian buenos recuerdos. Era casi como estar en casa. Esperó a que se le pasara un poco y se incorporó. Lo primero que vio fue al arbites cambiandose de ropa, y por alguna razón quiso poder despertarse de nuevo y probar otra vez. No funcionó.

- Buenos dias, equipo, Habeis dormido bien? - Dijo alegremente mientras se levantaba y se acercaba a sus pertenencias. - Ha sido un viaje agradable, no creeis? - Continuó hablando. Sabia por años de experiencia que conversar después de un sueño químico así ayudaba a despejar la mente mas rápidamente. Siguiendo el ejemplo del viejo, empezó a cambiarse de ropa y ponerse algo mas formal que un mono de descanso y colgarse sus armas en su sitio. 

- Atención. ¿Están despiertos? - Una voz metálica salía de un transmisor junto a la puerta

- Comenzaremos el descenso en unas horas, pueden prepararse. -

Me despierto con la cabeza pastosa y la sensacion de tenerla cargada. He hecho antes viajes espaciales en despliegues de la guardia, asi que esto no es nuevo para mi y se que la sensacion no tardara en irseme. Pero tampoco he hecho tantos como para acostumbrarme. Ni siquiera estoy segura de si lo que me deja la cabeza asi es el viaje en si, o las drogas que nos dan para dormirnos.

Veo como el viejo se va a una taquilla y empieza a desnudarse. ¿Para que desnudarse? Yo ya llevo un mono que vale para todo, ya sea dormir o llevar encima el blindaje. Cuanto menos se lleva, mas ligera es la carga del petate. Uno nunca sabe cuando va a tener que patear kilometros, y prefiero reservar el espacio para armamento. 

De todos modos, lave el mono antes de visitar a Magnus asi que esta incluso limpio.
Miro al viejo desnudo, miro mi mono, y encogiendome de hombros voy a mi taquilla y me pongo el blindaje, la tunica que uso para cubrirlo y el resto del equipo.

- Buenos dias, equipo, Habeis dormido bien? - Dijo alegremente mientras se levantaba y se acercaba a sus pertenencias. - Ha sido un viaje agradable, no creeis? - 

Cuando he terminado de prepararme, me tumbo en el catre mientras me masajeo las sienes. Empiezo a tener algo de migraña, aunque se me ira cuando estemos en tierra. - Tan agradable como meterme un cactus por el culo. -Me sigo masajeando las sienes, aunque no protesto mas. Incluso yo se que un viaje en la disformidad puede ser peor, muchisimo peor, que tener un poco de migraña. Aun asi, Taikel parece parece animado. - ¿Es que a ti no te molestan estos viajes?- Le miro, no sin cierta envidia.

La litera de Arcturus se alzó lentamente cuando se irguió sin prisa aparente, echando un vistazo alrededor y dirigiéndose con parsimonia hacia sus petrenencias. Tampoco parecía especialmente afectado por el viaje, aunque era difícil que pareciese afectado por algo. Sin decir una palabra, comenzó a prepararse. Hyeronimus estaba casi preparado, y el asesino y la sororitas también. Taikel parecía haberse levantado especialmente alegre y locuaz; como la soldado Anzerani, aunque esta más locuaz que alegre. Algo parecido a un suspiro pareció salir del cuerpo del tecnosacerdote.
 

El sueño era un lujo que muy pocos al servicio de la Inquisición se podían permitir. Y Urtzi, aunque no era ni de los más veteranos ni de los más avezados, había experimentado lo suficiente como para mantener buena parte de su consciencia en una vigilia forzada. Aún con el sueño inducido, no podía quitarse de encima esa sensación de haber dormido a medias y así se lo confirmó una ligera migraña que atendía más a un síntoma psicosomático que a un achaque real por la falta de sueño.

Una fría voz metálica salpicada por la estática del sistema de comunicaciones los despertó completamente para avisarles de que debían estar preparados para el descenso. -Buenos días.- Respondió con un hilo de voz al psíquico. Le resultaba extraño hablar de día y noche encerrados en este cascarón metálico después de haber viajado por un espacio que tenía muy poco respeto por las convenciones del plano real. -Yo no lo explicaría de una manera tan explícita como Gianna, señor Taikel, pero puedo asegurarle de que agradable no es la palabra que yo usaría para describir un viaje por el inmaterium.- Añadió tras aclararse la garganta para recuperar buena parte de su voz. La sensación de malestar se mantenía aunque ahora en un discreto segundo plano. Su frágil aunque ya curtido organismo estaba terminando de deshacerse de los químicos que introdujeron en su cuerpo para el largo viaje. Sin mediar más palabra, el adepto se acercó hasta su taquilla para equiparse como era debido. Cogió primero su placa de datos a la vez que aseguraba su correcto funcionamiento para luego coger el resto de sus bártulos. 

Taikel se sorprendió y luego se rió por la contestación de Gianna y la replica del adepto. 

- Me producen malestar como a todo el mundo... - Me expliqué. - Pero en realidad prefiero estar aqui arriba viajando o paseando por la nave o en Gravedad 0 pero allí abajo. Esto es como estar en casa. - Le dije sonriente. 

Orionus miro a Taikel por la primera pregunta que formulo al grupo y asintió en señal (estoy bien). Después de realizar unos ejercicios durante unos minutos, haber ejercitado todos los músculos y despejado la mente, el asesino estaba de nuevo con buenas facultades para cumplir la siguiente misión que les asignaran.

Se fue a recoger el equipo dejándolo al lado de la taquilla, luego se desplazo a las duchas con una toalla y se refresco el cuerpo. Más tarde volvió con la ropa plegada sujetándola con una mano y la otra mano sujetandola toalla que tenia enrollada en las piernas. Dejo la ropa encima del catre para que la lavaran, se vistió con su indumentaria, equipo y armamento preparado para recibir las ordenes.

Estuvo unos minutos solo sentado encima del catre para centrar la mente.

Poco a poco comenzasteis a sentiros más cómodos y despiertos. La gravedad artificial era ligeramente menor a la de un planeta promedio, y en consecuencia vuestros movimientos eran algo torpes, pero si el anuncio del piloto era correcto, pronto llegaríais a Escintilla y no tendríais que preocuparos por aquello.

Eventualmente, todos terminásteis de prepararos, y a falta de alguna actividad que hacer buscásteis el camino al puente de mando. Pronto os dísteis cuenta, mientras atravesábais los estrachos pasillos sin apenas encontraros más que con media docena de operarios, un par de ellos tecnosacerdotes del mechanicus, de que la nave era relativamente pequeña, y no parecía un auténtico transporte para viajes a través de la disformidad; pero por otro lado el Imperio nunca ha aprobado el otorgar recursos excesivos para causas sin importancia, y había que admitir que vosotros no erais importantes, y tampoco os desplazabais para cumplir una misión, sino que volvíais de la última.

Finalmente llegásteis al puente de mando. Era una única habitación bastante ámplia a dos niveles de elevación, la más baja contenía unos pocos cogitadores que mostraban información siempre cambiante, y se abría directamente al espacio, separada únicamente por el enorme cristal que había en el otro extremo y en las paredes, permitiendo una visión de casi 180º.

- ¡Hey! Han llegado. - Se escuchó la voz desde el nivel más elevado. Justo encima de vosotros había un pequeño saliente accesible por escaleras en espiral situadas a ambos lados. Desde la parte inferior pudisteis ver a unas 4 personas trabajando sobre cogitadores de gran tamaño repartidos en un cubículo bastante más pequeño. Uno de ellos, presumiblemente quien había llamado vuestra atención, bajó aprisa a recibiros.

- Me alegro de verles en pie. El despertar siempre es duro, para algunos más que otros. - Mientras hablaba se acercaba al cristal y os hizo un gesto para que le acompañárais. - Nuestro punto de entrada está ahora mismo cubierto por nubes de tormenta, lo que nos está retrasando, pero, según una transmisión del planeta, clareará lo suficiente para descender dentro de treinta minutos. - Os señaló una dirección, ligeramente inclinada hacia abajo desde vuestro punto de vista.

Escintilla era un planeta de gran tamaño, dividido en 3 continentes, y con un remarcable pico en uno de sus polos, donde se encontraba una acumulación de grandes montañas entre la que destacaba la más alta de todas, volcánica, como un dominuto faro para las naves espaciales. Aquello no fue lo que encontrasteis. El planeta era mucho más pequeño, los mares eran de un color azul tan oscuro que casi parecía negro, y la tierra de un color marrón rojizo surcado de vetas grises, al menos allí donde podíais ver el planeta, ya que furiosas nubes de tormenta eléctrica y acumulaciones de nubes de polvo anaranjado y humo negro cubrían su superficie por doquier.

- Bienvenidos a Solomon. -

En el momento te das cuenta de porqué esa nave no parece estar preparada para viajes en la disformidad, es porque estáis en la misma zona del espacio donde se encontraba Desarbolada. Por la posición de las estrellas, seguramente en su mismo sistema estelar.

El viaje debe haber sido mediante simple propulsión motora.

Solomon, ese nombre os suena. Es un mundo colmena conocido por su elevado, nivel tecnológico (además de contener piezas de tecnología imposibles de encontrar en otros lugares del imperio). Según parece en ese planeta yacen enterradas restos de antiguas colonias humanas de antes de la gran cruzada, que o bien quedaron abandonadas allí o bien sucumbieron presa de la toxicidad del planeta o su gran actividad volcánica.

Actualmente a duras penas soporta la vida humana, y para ello necesita de unidades de procesamiento de la atmósfera en funcionamiento constante. Su mayor utilidad para el imperio consiste en sus grandes "granjas de energía" donde mediante enormes máquinas a gran profundidad convierten el calor del magma en energía.

De los recovecos de tu memoria rescatas unos rumores sobre los orígenes del planeta dentro de la estructura imperial. El nombre de Solomon viene de su colonizador, el comerciante independiente Solomon Haarlock, si es que se puede llamar colonizar a establecer tu guarida en un planeta deshabitado con un clima letal.

El apellido Haarlock se ha vuelto al mismo tiempo una leyenda y objeto de temor, ya que aunque hace casi un siglo que dejaron de escucharse noticias sobre cualquiera de ellos, es sabido que su último miembro reconocido, Erasmus Haarlock, transformó el nombre de su familia en pura infamia, e incluso se aventuró a viajar al Halo de Estrellas, una peligrosa zona del espacio cercana al sector calixis sin cartografiar, sobre la cual circulan los más extraños rumores y las más oscuras y siniestras leyendas.

El arbites se cuadró ante quien les había recibido en el puente. Desconocía el nombre de aquel hombre y, algo que le molestaba aún más, el cargo de éste. Sin saber si aquel individuo era el capitán de la nave o simplemente uno de los pilotos, se limitó a asentir con la cabeza cuando el planeta se mostró ante sus ojos.

- Solomon - musitó. Aquel no era el destino que habían esperado, pero tampoco demostró extrañeza, a fin de cuentas Escintilla no era su planeta natal y carecía de sensación alguna de apego por éste o un deseo de volver al habítaculo que les asignara la Inquisición y que ahora debía llamar hogar.

No le pareció extraño que la Inquisión les hiciera viajar a otro lugar en lugar de informar. De hecho, en el tiempo que habían pasado en Desarbolada tras la fuga de Ignatius Wolfe habían enviado informes regulares al Tricorne. La Inquisición sabía ya la mayor parte de lo descubierto. Respecto a llegar a su destino sin apenas información, aquello le disgustaba, como tantas cosas. Era un hombre metódico, riguroso y odiaba la improvisación y las sorpresas. Podría decirse que estaba acostumbrando a la forma de actuar del Inquisidor Vorn, pero eso sería faltar a la verdad. Quizás fuera adecuado decir, que al menos ya no le sorprendía.

Mientras intentaba recordar las lecciones de la Schola Progenium sobre estructura y gobierno del sector¹, se volvió hacia Urtzi y dijo tan sólo - ¿Solomon? - el sabio sin duda podría iluminarles, más allá de su propia educación, sobre el planeta, su gobierno sus reservas ya fueran éstas metalúrgicas, religiosas o humanas y con ello su valor para el Imperio. Su valor para la Inquisición.

Arqueo una ceja, extrañada -¿Solomon?- No me suena de nada, pero trato de hacer memoria- Nuestro destino es Escintilla, a no ser que las ordenes hayan cambiado mientras viajabamos por la disformidad. -Esto ultimo se me haria raro, no estoy segura siquiera de si se pueden recibir comunicaciones en la disformidad. Hay algo raro aqui.

Isolda se había reunido con el grupo tras terminar de vestirse, una ardua tarea a la que empezaba a acostumbrarse, y acompañó al grupo cuando fueron llamados, y estaba en con ese individuo que les decía que el planeta en el que estaban era Solomon y no Escintila. Escuchó la pregunta de Heyronimus y la puntualización de Gianna.

-Y si nuestra misión a cambiado, podrían informarnos de los objetivos y demás antes de decirnos que descenderemos en treinta minutos -la voz era dura, pero eso era normal en la sororita, que mantenía el muñón del brazo a la espalda y la mano buena apoyada en las lumbares, en un amago grotesco de la posición de descanso típica militar.