Partida Rol por web

Al escuchar la primera explicación de por qué estaban allí Orionus asintió con la cabeza en señal de agradecimiento al piloto que les estaba hablando.

Luego sus compañeros realizaron bromas entre ellos e Isolda consulto quién modifico nuestro destino. El piloto se debía al imperio y al dinero eso que la Inquisición se puede decir que nos aprecia si nos van a encargar una misión con cierta complicación y ya sabiendo que resolvimos la última misión confían en nosotros para investigar y posiblemente juzgar.

Hieronymus también sugirió que lleváramos nuestras pertenencias ya que lo más seguro es que a la vuelta viajáramos en otra nave, Orionus contesto de nuevo asintiendo con la cabeza expresando que sí. Ya que Orionus ya llevaba todo su equipo ataviado y guardado en la mochila que posaba en el suelo.
 

Urtzi estaba terminando de ajustar su equipo sin intervenir en la conversación que sus compañeros trataban de mantener con el miembro de la tripulación que los informó de su llegada a Solomon. Tan solo cuando el veterano arbites lo requirió para una conversación en privado fue que dejó en un segundo plano la revisión de sus pertenencias. El adepto frunció en entrecejo ante tan extraña petición aunque enseguida asintió. -Por supuesto.- Dijo para tratar de disipar el breve momento de duda. Pero el momento de la charla no pareció llegar pues la desinformación del hombre parecía sacar de quicio a todo el mundo lo suficiente como para posponer la conversación.

Por su parte, el tripulante, además de no aportar gran cosa para resolver todos los interrogantes, simplemente se alejó para perderse entre los pasillos del transporte que los llevó hasta tan curioso planeta. -Supongo que no conoceremos nuestro cometido hasta llegar a la superficie del planteta.- Dijo hacia el grupo de acólitós encogiéndose ligeramente de hombros. Él ya había aportado sus sospechas pero nada de ello tendría peso real hasta conocer el verdadero motivo de tan repentino cambio de planes. 

Mientras sus colegas peroran, Arcturus rebusca en su memoria datos sobre este planeta sobre el que se hallan inesperadamente...
 

Si era el designio de la voluntad imperial que Solomon fuese su destino, bien estaba. El tecnosacerdote esperó pacientemente, comprobada por enésima vez su equipación, balanceándose de forma casi imperceptible.

- ¿Vuestras órdenes incluían proporcionarnos alguna clase de equipo o suministro? Si es así, creo que este sería el momento oportuno -

El individuo se había alejado sin contestar a la pregunta, o bien no la había escuchado, o bien no había querido contestar. En cualquier caso no era una buena señal.

La entrada en el planeta y el aterrizaje fueron tan bruscos como se había prometido. La mayoría de los operarios se habían apresurado a ocupar los asientos de seguridad que pudieran escasos momentos antes de que comenzara. Incluso bien afianzados en vuestro lugar era como ser agitado dentro de una lata, además de los crujidos y repiqueteos que acompañaron el descenso, en una nada silenciosa amenaza de que la nave se partiera por la mitad.

Finalmente los ruidos cesaron y el movimiento de la nave se redujo a un leve temblor, y, por último, se posó con suavidad sobre el suelo.

El ambiente en el exterior era imponente y desolador. En una dirección, una llanura desierta de polvo y roca desnuda, con furiosas nubes de tormenta relampagueantes en la lejanía. En la otra, la ciudad. Una extensión tan enorme como la propia llanura; tanto era así que no alcanzabais a ver su final en profundidad, a izquierda o a derecha, tan solo veíais un mar de edificios desde vuestra posición a cierta altura, varios de los cuales se elevaban sobre los demás, amenazantes.

En breve os dieron las señas para llegar a vuestro destino, era una torre cercana al puerto de desembarco, destacable entre los edficios cercanos. Os indicaron un piso, una puerta y un modo concreto de llamar, una secuencia de golpes rítmicos. Del mismo modo os dieron las señas para que pudierais contactar con ellos en el puerto si era necesario, recordándoos que hasta que la nave principal no volviera, no podrían abandonar el planeta.

En contraste con Desarbolada, las calles parecían menos atestadas de gente, aunque tal vez se debiera al hecho de que las calles eran más grandes. Aun así, seguía habiendo una gran multitud adondequiera que fueseis. La torre parecía un edificio corriente, solo que más imponente. A vuestra llegada comprobasteis que parecía vacía; al menos os concedió unos momentos de silencio respecto al bullicio del exterior...

Heinrich prepara su querida escopeta, si la vida en la inquisicion le ha enseñado algo es a esperar lo inesperado. Al igual que hiciera en Desarbolada, asume que el entorno es hostil.

-Hieronymus, misma formacion que en la mansion de los Wolfe? Abro la marcha.

Dice y empieza a andar hacia la torre.

Conseguí engancharme y amarrarme bien justo antes de que empezara el traqueteo. Mi estomago no estaba hecho para esto... Entrar a trompicones en un planeta con un cachivache de nave que parecia que iba a partirse. Demasiada gravedad para cuando has estado casi toda tu vida sin ella. 

Cuando porfin cesó la amenaza de estrellarse y la nave empezó a ir suave me relajé y me dió el tiempo justo para girarme y vomitar. Por suerte no me maché la ropa. Antes de salir fui a asearme un poco mientras pensaba que que tendria de malo vivir en una nave por siempre, y olvidarse de los trozos de roca medio muertos como este. 

Una vez aseado y recompuesto agarré mis trastos y mi arma. Heinrich ya se habia adelantado adoptando la formación con la que ya eramos expertos y un instante despues, y sin decir palabra me coloqué en mi puesto, rifle en mano. Comprobé que estababien cargado antes de caminar tras el soldado. 

Orionus tomo una postura de descanso al ver como el hombre que les hablo se alejaba. La nave comenzó a producir un traqueteo, Orionus cogió su equipo y se movió hasta llegar al objeto fijo más cercano con el que poder apoyarse para no perder el equilibrio.

Luego cuando aterrizaron volvió con el grupo, se puso en marcha con el equipo saliendo de la nave en grupo. Al salir de ella Heinrich le propuso a Hieronymus organizarse en formación de combate, Orionus cuando escucho esa propuesta entre ellos expreso con su cara (¿estos que están haciendo?).

Al salir de la nave Orionus estuvo observando el panorama de la ciudad.

Isolda se mantuvo impasible, todo lo que pudo al menos, durante el viaje y el trayecto. Ese lugar era imponente, no por el hecho de que hubiera un mar de edificios, no, sino por el corte que había entre una zona natural del planeta que tenía pinta de ser completamente hostil a la vida humana y, de pronto, una gran aguja de colmena, con todos sus edificios apelmazados e imponentes.

Siguió al grupo hasta llegar a su destino. Llevaba la mano buena apoyada en la funda del bolter, el cual esta vez tenía pensado usar. A cadera cambiada llevaba el revolver, por si necesitaba usarlo de forma rápida y eficiente; pero durante el trayecto no lo necesitó, aunque el hecho de que esa torre pareciera vacía no ayudaba mucho- No me gusta -dijo sin más mientras intentaba captar algún tipo de trampa.

El arbites había recibido sólo silencio en respuesta a sus últimas preguntas y no era algo que le hubiera dejado un buen sabor de boca. El viejo no estaba acostumbrado a no recibir respuestas. No era gracias a sus educadas preguntas si no por la autoridad que representaba y porque aquellos que no se aprestaban a responder solian encontrarse más tarde en la situación nada envidiable de una sala de interrogatorios. Sin embargo en aquella situación poco podía hacer y el tiempo apremiaba. Había pasado todo el descenso callado y aferrándose al cinturón de seguridad y tampoco había abierto la boca cuando les dijeron dónde y cómo llamar. Al menos aquello era un punto de partida; quizás en aquel lugar recibirían las instrucciones que esperaban. Quizás - se dijo malhumorado.

Fue Heinrich, como siempre quien le sacó de su rumiada hosquedad.

- Hieronymus ¿misma formacion que en la mansion de los Wolfe? - había dicho el soldado - Abro la marcha - se ofreció.

- En efecto Heinrich - respondió Hieronymus de forma mecánica. Se volvió hacia el resto del equipo, que ya se comportaba de forma casi automática como tal, cubriéndose mutuamente en lugar de formar un grupo revuelto cómo había ocurrido cuando se conocieron no tanto tiempo atrás.

- Señores, por lo que sabemos - dirigió un gesto de asentimiento al sabio - esto es una colmena imperial, de gran valor. No hemos sido informados de que se encuentre en estado de guerra o de rebelión, por lo que no debemos, ni necesitamos ser hostiles.

- Eso no quiere decir que no vayamos a correr riesgos - y empezó a impartir órdenes como acostumbraba - por parejas, grupo compacto, armas a mano. Heinrich y yo en cabeza, luego Taikel, Arcturus, Isolda y Urtzi - se interrumpió un instante y miró a los otros dos combatientes - Gianna y Oriouns ¿cubrireís la retaguardia?

El trayecto, al menos inicialmente transcurrió sin incidencias y se fueron acercando a la torre sin que nadie les importunara - Al llegar a la puerta ojos bien abiertos, cubriremos todas las entradas y pasillos. No quiero que nuestra supuesta reunión informativa se convierta en una emboscada - fue todo lo que dijo durante el trayecto.

- Señores, por lo que sabemos - dirigió un gesto de asentimiento al sabio - esto es una colmena imperial, de gran valor...

Mientras continuaba hablando, dirigiéndose a todos los miembros del equipo los ojos del arbites no se habían despegado de los sabio tras haberle reconocido la información prestada. La mirada carecía de hostilidad, pero no por ello era menos fría carente de toma emoción y sólo parecía transmitir un mensaje - No me he olvidado de tí -

El arbites no parecía dispuesto a dejar pasar esa conversación con el sabio aunque tuviera que esperar a tener un momento de intimidad.

Nada más llegar a la plataforma del aterrizaje, los ojos del viejo se apretaron en dos pequeñas rendijas. No sería raro que las comunicaciones de la nave pudieran haber sido intervenidas o interceptadas y alguno de sus enemigos u objetivos, quien quiera que fuera hubiera destacado hombres para espiarles, seguirles o emboscarles. Quizás el secretismo del Tricorne se debía precisamente a que temiera que sus sistemas se encontraran comprometidos. El viejo evaluaba con ojo astuto todo a su alrededor, si algo no cuadraba, lo sabría¹.

Una vez en la torre, su intención no sería distinta, amén de evaluar sistemas de seguridad del edificio, cámaras, guardias, puertas blindadas, cerraduras codificadas².

¹ Durante vuestro camino hacia la torre te sientes observado en todo momento. Miras adonde miras hay personas observándote a ti y a los demás, aunque apartan la mirada en cuanto vuestros ojos se cruzan.

² No detectas ninguna medida de seguridad destacable en el edificio. De hecho, con las puertas abiertas como estaba, parece ligeramente vulnerable.

Arcturus no miraba al arbites Homron mientras éste daba indicaciones. Todos se habían acostumbrado rápidamente a seguir las órdenes del viejo, ya que a todas luces parecía el que mejor conocía "el trabajo", como lo habían llamado cuando le reclutaron, de todo el equipo. Así que no tardó demasiado en ocupar su posición y se mantuvo atento, sin dejar de comportarse normalmente, a cualquier posible eventualidad.

-En realidad, me gustaría saber lo antes posible qué hacemos aquí.

La escueta frase hizo girar algunas cabezas hacia él, desconcertadas por semejante explosión de subjetividad y confianza por parte del tecnosacerdote, en general poco dado a utilizar los códigos de comunicación humanos habituales.

De algún modo la silenciosa torre había ejercido una invisible influencia sobre los acólitos más veteranos, que se apresuraron a tomar posiciones de combate aún sin ser conscientes de si existía algún peligro real, aunque las pocas experiencias que habían tenido todos con el Arbites dirigiendo el grupo habían dejado claro que no dejaba nada al azar y siempre se adelantaba para tomar medidas preventivas ante cualquier eventualidad.

Subisteis unos pocos pisos moviéndoos con sigilo y precaución, y sin encontrar a nadie en vuestro camino, hasta llegar a la puerta que os habían indicado. Siempre vigilantes, Hieronymus procedió a realizar la secuencia de golpes con los nudillos. Una serie rápida y corta al principio, una larga pausa, un par de golpes más lentos y pausados... Exactamente tres segundos después de terminar de golpear se escuchó un sonoro *clic* metálico y una voz atenuada tras la puerta que dijo con tranquilidad - Adelante. -

Entonces Hieronymus empujó la puerta dejando que se abriera suavemente con el impulso, al tiempo que volvía a aferrar el rifle con rapidez... solo para descubrir que al otro lado de la puerta no se veía a nadie.

- ¿Aún ves enemigos en tu sombra, Homron? - La voz que sonó a vuestras espaldas os heló la sangre por el simple hecho de que no debía haber nada que escuchar allí. Tras daros la vuelta presa del asombro y la alarma que os invadía, comprobásteis que un tramo de la pared se había desplazado como una puerta corredera en completo silencio, y apoyada cómodamente en su marco os miraba una mujer a la que todos conocíais, y esta fue la única razón para que muchos de vosotros no descargáseis toda la munición vuestras armas contra ella.

- Se que no has llegado a viejo por casualidad, pero a este paso vas a morir de cautela. - La frase era algo extraña, pero no dio ninguna explicación al respecto. Mientras continuaba hablando guardó un dispositivo parecido a un control que llevaba en la mano.

- Bien, estamos todos y podemos comenzar, no nos retrasemos más. - os apartó lo suficiente para entrar la primera en la habitación e hizo un gesto como de un mayordomo dándoos la bienvenida. Al pasar todos cerró la puerta y pudísteis ver como tras ella había un altavoz, además de un par de cables que salían de la cerradura y se introducían en la pared cerca de las bisagras.

- El edificio entero está comprado, nadie vive aquí, y por ende, cualquiera que entre sin permiso puede ser detenido de inmediato por los agentes de la ley. Podemos hablar sin tapujos. - Antes de sentarse a la cabeza de una larga mesa dispuesta en un lateral dejó descansar sobre la silla la chaqueta de piel que llevaba puesta. Bajo el volumen del abrigo sus ropas eran bastante reveladoras, y se dejaba ver que conservaba un cuerpo atlético bastante atractivo. Aunque las pocas arrugas de su cara redujeran en cierta medida el efecto, era una mujer imponente.

- Habéis sido trasladados. - Dejó caer la frase como un martillazo, la noticia era tan imprevista como lo había sido la aparición de Lorelii. Pasadas las primeras miradas de incredulidad, continuó hablando - Un inquisidor... mejor dicho, otro inquisidor, ha reclamado agentes de urgencia para realizar una misión, y Severus ha accedido a cederos a vosotros temporalmente. - Deslizó sobre el centro la mesa una placa de datos.

- Este es un planeta algo fuera de lo corriente, alguna de esta información puede seros útil. He reservado un transporte que os llevará a las Cortes de la Cancillería, donde os informarán del carácter exácto de la misión. ¿Preguntas? -

Heinrich acostumbrado a la lealtad debida en la organizacion de la Guardia Imperial, se sintio levemente traicionado por el inquisidor, que disponia de ellos como si fueran meros objetos y los cedia a sus colegas sin una muestra de lealtad ni agradecimiento por los servicios prestados ni los dolorosos sacrificios realizados.

Al menos Lorelii estaba con ellos. Ella habia estado tras la primera mision. Ella habia establecido las bases del vinculo que le unia a Hieronymus.

Camina hasta ella y se cuadra, mostrandole su respeto y obediencia a las nuevas ordenes.

-A su servicio, mi señora.

Tras la presentacion, Heinrich murmura, para que no le oigan ninguno del resto del grupo.

-No habra ningun incidente por el accidente de la mina, verdad?

Dice el guardia refiriendose a las secuelas que arrastraba tras la mision en la mina de Sepheris Secundus, que podrian resultar problematicas si al nuevo inquisidor al que servian ahora, le daba por mirar debajo de su opaco visor. Quiza las lentillas le engañaran, pero no sabia si un recurso tan tosco engañaria a un inquisidor.