Partida Rol por web

Everett paladea el licor pensativo, tarda un poco en responder porque tiene un sorbo en la boca y se resiste a tragarlo demasiado deprisa, que hay que aprovechar estas exquisiteces que nos ofrece la naturaleza.

- Bah, lo que pasó en esa casa creo que lo tenemos mezclado con las fantasías nebulosas propias de la edad que teníamos entonces, seguro que vista con ojos adultos no deja de ser una ruina decrépita carente de cualquier interés, salvo quizá como refugio temporal para algún desgraciado vagabundo... de hecho, creo que deberían demolerla antes de que haya algún accidente, suponiendo que no se haya derrumbado ya por si misma.

Ah, con que no, ¿eh? ¿Y cómo explicas que todos soñásemos lo mismo hace poco? Y bueno, las consecuencias de aquello... Tragó saliva al recordar el estallido de la escopeta.

En fin, si no crees nada de esto... ¿A qué venía lo del fantasma cuando venías hacia la puerta? ¿Eh? ¿Eh? Acompañó cada “eh” con un suave codazo.

En realidad, de la casa poco quedaba. Ahora en la Cabecera de Kingsport, tras atravesar el bosque oscuro, estaba la torre del telégrafo. Un amasijo de hierros que tomaba y tomaba altura hasta muchos metros sobre lo que antes había sido la vivienda de William Bane.

- Bah, lo del fantasma... y por cierto que menudo oído tienes... lo murmuraba porque ya me ha pasado un par de veces que parece que han llamado a la puerta y luego no hay nadie.

En fin, no se, ha pasado mucho tiempo ya de aquello, aunque algunos sigamos aún pensando en ello más de lo que deberíamos...

Everett toma un nuevo trago de licor y se queda saboreándolo pensativamente.

Te da la impresión de que Everett está un poco inquieto.

Enarcó una ceja y su rostro mostró la confusión que sentía.

—¿Llaman a la puerta y no hay nadie al otro lado y aún así sigues renegando de nuestro pasado? Escucha Everett, sé que te pasa algo. Tienes la misma actitud que cuando nos colamos en el granero de los Miller. ¿Recuerdas aquella? Rió negando con la cabeza. Te pasaste dos semanas negando que tu padre te abofeteó cuando llegaste a casa, y solo conseguí sacártelo a base de insistencia. Así que si no quieres otras dos semanas de mí diciendo “Everett, ¿Qué te pasaaaaa?”, cuéntamelo ahora y prometo escucharte como siempre. ¿Vale? Venga, colega, desahógate.

Apuró el vaso de licor y observó a su amigo. Tenía muchas ganas de llevarlo a la Cabecera para que ambos comprobaran con sus propios ojos que todo aquello había ocurrido. Quería que fuese verdad, sentía que lo era, recordaba que lo era. ¿Dudaban los demás de lo acontecido? ¿Era el único del grupo que ni siquiera se había planteado hasta hoy que no fuera realidad? Recordó a su padre negando la existencia de fuerzas mágicas en Kingsport, pero después del encuentro con el Moco... Don había comprobado que sus sospechas eran ciertas. De ningún modo iba a renegar de su pasado, estuviese la casa o no, la Cabecera era un portal entre dos mundos y Don estaba seguro de ello.

- A mi no me pasa nada, cuando vives en una cabaña aislado del mundo no puedes tomarte en serio según que cosas porque de así hacerlo acabarías por perder la cabeza. Lo de la puerta es, evidentemente, el viento, y por eso mismo he instalado esa bovina que habrás visto en la puerta, ya sólo abro cuando llaman con la bocina.

No me preocupa lo más mínimo.

De hecho, nada me preocupa lo más mínimo ahora mismo.

¿Nada le preocupa? ¿A Everett? Algo le pasa, a mí no me engaña.

Le mantuvo la mirada buscando indicios de mentiras en sus gestos faciales, corporales, y en su tono de voz. Tenía experiencia en comportamiento humano de tantas horas lidiando con clientes y observando a los habitantes del pueblo.

—Si no te pasa nada... ¿Subirías conmigo a la Cabecera? Una aventura nocturna después de cenar para bajar a ese jabalí. ¿Qué me dices? Será como en los viejos tiempos.

Lo que sea que inquiete a Everett está en el bolsillo de su camisa.

Realmente, ahora que lo piensas, un poco inquieto si que estás. Te palpas el bolsillo de la camisa, donde has guardado aquella cadenita. Podría ser algo caro, algo que luego te acusen de haber robado. No estás en una situación tan por encima de toda sospecha en el pueblo, y en los pueblos las gastan así.

Sientes como si alguien te estuviera mirando por encima del hombro.

Everett pone una cara como si le hubiesen propuesto ir nadando hasta Irlanda.

- ¿Ahora? ¿Quieres ir ahora mismo a la Cabecera? Anda ya... que no tenemos 10 años, se nos supone algo de sentido común, especialmente a mi que trabajo aquí de guardabosques ¿Acaso quieres que la foto de nuestros cadáveres congelados sean portada de algún periódico?

Si quieres ir a echar un vistazo no tengo inconveniente, pero saldremos por la mañana temprano y bien pertrechados, aparte que a estas horas ya no íbamos a ver una mierda. Podríamos si quieres incluso dejarlo para pasado mañana y dedicar el día de mañana a buscar por si a alguien le apetece unirse a la expedición.

Por cierto, te regalo esta cadena, me la encontré por ahí tirada, lo mismo te dan algo por ella.

Deja encima de la mesa la cadenita y echa un vistazo rápido alrededor, como si buscase algo en la casa.

La imagen de la portada del periódico que evoca Everett consiguió estremecerle.

—Bueno, bueno—Dijo sirviendo dos tragos más.—Quizá me he dejado llevar por la bravura de las alcachofas. Está bien, avisaremos al resto y prepararemos una expedición. Será interesante y... ¡Oh! Gracias amigo. ¿Dónde la encontraste? No quiero tener problemas con la justicia si aparece el dueño de forma repentina.

Examinó la cadena buscando una inscripción. Al percatarse del comportamiento de Everett arrugó la cara.

—¿Qué buscas? Se le habían puesto los bellos de punta.

Mientras esperaba su respuesta él también miró en derredor. Aprovechó el vistazo para mirar cuánto le quedaba al estofado. Estaba hambriento, y con cada sorbo del licor su voracidad aumentaba un poco más.

- Podría ser de Tris, pero no lo se seguro, puedes preguntarle si quieres, si no considérala tuya. Me la encontré tirada cerca de la puerta de casa.

Ignora conscientemente la pregunta acerca de qué está buscando y cambia de tema de la que se levanta a recoger y servir el humeante estofado.

- Bueno, pues entonces en eso quedamos ¿No? Mira en el pueblo a ver quien se apunta y ya vemos cuando nos viene mejor hacer la excursión. Mayo o junio sería buena época, ya haría bastante mejor clima...

Espero que te guste, le he echado unas setas deliciosas que crecen en los troncos marchitos de los árboles muertos cuando empiezan a pudrirse, pero no te preocupes, que el licor de alcachofa tiene efectos desinfectantes y además están cocinadas.

En el mismo instante en que Don tocó el cuerpo de la Serpiente de Plata, muchas impresiones llegaron de su mente, a través de la piel de ambos en contacto íntimo.

Don era una entidad completamente diferente a Everett. En cierto modo, también era un Guardián, aunque tenía su propio reino. La pista de lo que necesitaba la Serpiente de Plata aquí estaba mucho más fresca. Casi podía sentir la dirección que tenía que tomar para llegar a su destino. Y Don era una mente mucho más maleable, seguramente por que su cuerpo estaba consumiendo aquella cosa que llamaban "Alcachofa".

Jabalí para cenar, nada menos. Y regado con licor de alcachofa. La comida transcurrió apacible. Bebían, comían, charlaban. La excursión sería interesante: recordar viejos tiempos era bueno cuando el tiempo era frío y la vida en el pueblo resultaba aburrida. No, si al fin iban a echar de menos a los malditos turistas.

Sentados junto al fuego, con sendas copas en la mano, tras la pantagruélica cena, los dos amigos sintieron que era la hora de... lo que fuera. Everett no pudo sofocar un monstruoso bostezo. Don miraba la puerta, sin ganas de internarse en las heladoras profundidades del bosque oscuro, con la carga que llevaba en la barriga. Y se estaba cayendo de sueño.

Sobó la cadena que le había entregado Everett. La había guardado en el bolsillo hasta decidir qué hacer con ella.

Ambos miraban por la ventana, con las barrigas llenas y la sombra del sueño pesando en sus párpados. La negrura del exterior se le antojaba como un pozo sin fondo; atrapando la luz y devorándola en su vacío eterno.

—Tienes buenas manos para la cocina. Estoy llenísimo y no estoy acostumbrado a esta situación. Aunque podría acostumbrarme rápido. Jajaja Observó el fuego danzando en la chimenea, chimenea limpia y accesible que él mismo se había encargado de preparar para el invierno. El caso, amigo, es que siento que mis piernas se niegan a desandar lo ya andado... y mis ojos pretenden echarse un sueñito sin contar conmigo. Dijo parpadeando con lentitud. Me preguntaba si me dejarías pasar la noche aquí. Ya sabes que no necesito mucho, puedo dormir en cualquier parte...

- Eso ni se pregunta hombre, ya sabes que esto no es el Hotel Capitol pero en el sofá puedes dormir perfectamente y tengo mantas de sobra. Pero luego no te quejes si mañana te despierto temprano, que ya sabes que el de guardabosques es un trabajo exigente...

Everett se pone en pie y cierra puertas y contraventanas a cal y canto, como todas las noches.

- Si quieres ir a mear ahora es el momento, que voy a echar el cierre.