Partida Rol por web

A pesar de que habían ayudado al general daidoji a apartar gente, no fueron las personas suficientes para destrabarle, y Kato recibió un golpe en su cabeza al descubierto,  aunque por suerte no fue demasiado fuerte.

La gente siguió empujando, golpeando y vociferando, llenos de terror.

Los gritos aumentaron desde la otra parte de la sala.

Jotaro consiguió a duras penas sacar a Shosuro Hidetora, su compañero en el gempukku, de una muerte casi segura a manos de la gente presa del terror.

Despues de eso, tanto Murasama como Jotaro, pudieron ver que los guardias que se debatían entre la vida y la muerte, aplastados contra la pared de fuera de la sala, tras sacar sus katanas, se prepararon para hacer algo horrible...

En medio de aquella situación delicada, pudieron ver a Bayushi Sanosuke abriendose paso a base de golpes brutales y sin compasión, hasta que llegó a uno de los guardias y pudo trabar la mano con la que se preparaba para usar su Katana.

Entonces, la desgracia ocurrió.

Los guardias comenzaron a acuchillar a los asistentes a la fiesta, para salvar sus propias vidas, la sangre corrió por el suelo y paredes a raudales, mientras los guardias acuchillaban a ciegas a los que más cerca tenían.

La violenta estampida se recudreció, y si alguien no actuaba pronto, la matanza sería descomunal.

Tras el éxito apartando a un primer samurái, el pequeño cortesano volvió a intentarlo con el siguiente, aprovechando el momento en que tenía únicamente un pie en el suelo para desequilibrarlo con facilidad. Casi ni él mismo se creía que hubiera podido hacerlo. Tal vez su fuerte fueran las situaciones a vida o muerte y no las ceremonias.

Kôkatsu sintió como la ira crecía en su pecho. Después de su desliz con la sombra de la viga había visto a una de las chicas fénix en el suelo en medio de la estampida de cortesanos y al dignatario Daidoji intentando hacer lo más lógico, abrir la puerta para salvarlos a todos. Su deber era salvar el máximo de vidas y eso intentó pero, cuando el primer cortesano al que intentaba salvar le golpeó, todo cambió. La imagen de la chica fénix gritando volvió a su mente como un golpe de tetsubo. Ella se merecía ser salvada mucho más que aquellos estirados de azul fuera de control. Sí no la salvaba no se lo perdonaría jamás. Se dio la vuelta y por, un instante, se olvidó del mundo a su alrededor y se concentró en encontrarla. Buscó dónde creía haberla visto la primera vez. Al instante vio un destello anaranjado de la tela de su kimono. El Hiruma esprintó sin perder un instante, esquivó un par de golpes provenientes de la aterrada masa de cortesanos y paró un tercero interponiendo el antebrazo. Allí estaba ella. Era preciosa. No era momento para la etiqueta. La sacó de allí tirando de sus tobillos un segundo antes de que una rodilla cayera pesadamente justo donde había estado su cabeza. La recogió en sus brazos y se alejó de aquel infierno humano. Mientras observaba si estaba herida.

Cuando sacas a Hidetora de entre la gente, parece como si le faltara el aire, y tras ponerse a respirar muy agitadamente, cae al suelo inconsciente...

Tras correr para ayudar a Daidoji Kato, Katsue comenzó a empujar a los asustados comensales para apartarlos de la puerta y que dejasen paso.

Sabía que cuanto mas tiempo tardase Daidoji Kato en poder hacer algo la situación sería peor y que fuera lo que fuera que ocurriera no iba a esperar a que reaccionasen.

''No puedo creer que se comporten como ratas huidizas y sean incapaces de pensar. Jamás pasaría esto entre los mios.''

Katsue empujó con el hombro a uno de los comensales para ver como este no se movía ni un solo centimetro tras el empujón.

''Además de cobardes, tozudos...'' pensó para si misma justo antes de, enfadada al no conseguir moverlo, tomar al mismo samurai por el kimono y tirar de él hacia atras con toda la fuerza bruta que su pequeño cuerpo llevaba dentro para quitárselo de en medio como si de una hoja seca se tratara.

  Arrollado por una multitud aterrorizada el ronin solo pudo ceder como un gran embalse ante la crecida de un río. Incapaz de contenerlos pronto se vio envuelto en la vorágine que lo arrastraba y golpeaba. Sus maldiciones no estaban siendo de mucha ayuda hasta que logró hacerse firme y deshacerse de algunos de aquellos asustadizos. Maldita sea, ya me he cansado de tonterías, si no logro ayudarlos al menos abriré otra vía de escape para estos inútiles. Rabioso trato de ver donde demonios había terminado, parecía que el general de la grulla no andaba muy lejos de allí y aunque el hombro le volvía a doler a raudales se dirigió a sumar sus fuerzas a las de Kôkatsu y algunos samuráis más para despejar la zona antes de abrir aquella puerta.

Gracias a la ayuda recibida, finalmente Daidoji Kato consiguió llegar hasta la puerta y abrirla, ayudado por rinji, mientras los demás le quitaban gente de encima.

Su alegría fue grande cuando vio que al otro lado estaban guardias de la grulla en posición de alerta, por los ruidos que habían escuchado procedentes del interior.

Demasiado alertados...

...Justo al abrir la puerta, Kato tropezó y cayó sobre rinji, y despues al suelo, aunque los guardias solo vieron el momento en el que rinji hacía el intento de agarrarlo sin éxito. Les pareció una agresión, y todo, sumado al espectáculo que se había montado, creyeron que el ronin había atacado presa del pánico a Kato.

Rápidamente, dos Yari atravesaron a Rinji, una por el estómago y otra por el cuello, con precisión y fuerza. Todos los que se encontraban en dicha puerta, contemplaron con pena como el heróico ronin caía al suelo agonizando, entre gorgojeos sanguinolentos, agarrándose la garganta. Murió rápido.

Al instante, Kato se levantó hecho una furia gritando

-NOOO!!- dijo en primera instancia

-CONTROLAD LA SITUACIÓN, SIN MUERTES!-

Entonces, 6 guardias Doji, armados con Yaris, comenzaron a reducir a los aterrorizados asistentes que se encontraban alrededor de Kato, lo cual fue fácil despues de ver la terrible escena en la cual había muerto Rinji.

Tras esto, Kato corrió por el pasillo exterior, para llamar a mas guardias y controlar de una vez aquella situación desastrosa.

Hicieron falta 20 guardias para finalmente aplacar los ánimos, pero el precio había sido terrible.

Todos pudieron ver dichas consecuencias, casi una veintena de muertos, por diferente índole, algunos habían sido aplastados contra las paredes hasta la asfixia, incluidos dos guardias de la puerta izquierda. Otros no habían tenido mejor final, al ser pisoteados hasta la muerte por aquella masa presa del pánico.

Y finalmente, estaban aquellos los cuales habían sido acuchillados por las katanas de los desesperados guardias. Un auténtico desastre que acarreraría gravísimas consecuencias para todos. Hubo varias imágenes que jamás se borrarían de los supervivientes, en especial de los que habían pasado su gempukku aquella misma tarde.

Ikoma tenbo, aquel bardo león, yacía en el suelo con el cuerpo totalmente retorcido en una forma totalmente incompatible con la vida, con los huesos rotos y astillados, los cuales en varios puntos le habían provocado fracturas abiertas. Había sangre por todo su kimono.

Mirumoto Kiyomasa, el joven dragón que había empatado a puntos con al ganadora del gempukku, estaba encogido en posicion fetal contra la pared, parecía a salvo, pero un vistazo a su rostro pálido, con los ojos vueltos y un fino reguero de sangre saliendo por todos los orificios de su rostro delataban que fue uno de los que sucumbió ante el aplastamiento.

Por último, puedieron comprobar entre varios cadáveres más, sobre un gran charco de sangre y trozo de carne al cangrejo Hida giichi y la unicornio Shinjo Hikari, probablemente habían tratado de impedir a los guardias acuchillar sin perdón a la geente, o simplemente se hallaban en el lugar equivocado.

La unicornió estaba claro que había fallecido debido al shock y la pérdida de sangre producida por haber perdido el brazo de un tajo poderoso. El cangrejo pareció sufrir más antes de perecer, ya que tenía bastantes cuchilladas en su enorme y musculado cuerpo.

Una escena terrible, todo el gran salon de la grulla lleno de sangre y cadáveres, un mancillamiento impío del lugar diseñado por la mismísima Kami Doji, inalterado desde su construcción. Una oscura página en el clan de la grulla la cual no se olvidaría por el resto de los años venideros, un día, que estaría marcado en todos los libros de historia imperial,  y en la boca de todos y cada uno de los historiadores que transmitieran su conocimiento.

Era primavera, pero la noche arrancó gélida y sombría.

En mitad de todo el espectáculo macabro, notas una presencia que te observa en la lejanía.

Cuando te das cuenta, compruebas que Bayushi Sanosuke te está mirando fijamente.

Te mira cubierto de sangre ajena, empapado en ella, con el líquido vital rezumando por su Kimono hasta formar un pequeño cahrco en el suelo. Con su máscara demoníaca realmente parece un demonio surgido del Jigoku, tiene los puños cerrados con mucha fuerza.

Y te mira fijamente, una mirada penetrante, de las que abrasa el alma y duelen, una mirada acusadora que te perseguirá por el resto de tu vida, una mirada, al fin y al cabo, que  ha visto la gravedad de tus acciones y que, de una manera u otra, se cobrará el precio de haber obrado de manera mezquina y egoista.

Con unos ojos verde que parecen jade ardiente, ante la oscuridad de las tierras sombrías, y no se despegan de ti.

Finalmente, se da media vuelta y se dirige hacia Asahina Tamako.

Pero aun asi y con todo, no logras sacarte de encima aquellos ojos acusadores.

La gente moría y eso era un hecho pero aquello era diferente. Forcejeando con los invitados histéricos había visto a Kato conseguir abrir la puerta con ayuda de Rinji y al pobre ronin ser asesinado al instante. Había sido eso, sólo un instante, pero para Hirachi el tiempo se había ralentizado. Había visto ambas armas abrirse paso por la carne del chico hasta atravesarlo y la confusión de su rostro. Lo único que podía hacer era preguntarse qué habría pasado de haber estado él en su lugar, si en vez de caer sobre Rinji lo hubiera hecho sobre él. ¿Se lo habrían pensado dos veces los guardias antes de atacarle por el color de su kimono? ¿Entonces, le había matado su condición de sin-clan?

Casi no había tenido tiempo de horrorizarse y ya había muerto. Los guardias comenzaron a pasar al interior para imponer orden y Hirachi se apartó de la puerta, pegándose contra la pared temiendo que hubiera más accidentes como el que había tenido lugar pero lo que realmente consiguió fue una vista perfecta de lo que había ocurrido a su alrededor sin que se diera cuenta por el jaleo. Según iban siendo reducidos los invitados las consecuencias del alboroto empezaban a dejarse ver. Las primeras víctimas mortales comenzaron a asomar retorcidas, aplastadas, sanguinolentas…  y entre ellas samuráis a los que se había enfrentado sólo unas horas atrás para medir sus habilidades y contra los que había perdido irremediablemente.

Uno de los cuerpos del suelo, con la cabeza en una posición verdaderamente extraña tenía todavía los ojos abiertos. El joven cortesano no podía apartar la mirada de aquel par de ojos que le observaban sin ver, aquellos ojos vacíos que pertenecían ahora a la propia muerte y le habían atrapado como en un macabro hechizo. Todo a su alrededor daba vueltas a excepción de aquellos ojos con mirada de pez muerto.

Su respiración se había vuelto corta y acelerada con aquella visión digna del mismo infierno y la sensación de su consciencia queriendo escapar de su cuerpo paralizado cada vez era más fuerte. A duras penas podía mantenerse en pie.

La escena era de pesadilla. Hiruma Kôkatsu había visto lo que esperaba más allá de la muralla Kaiu, no era alguien impresionable y aquello no iba a hacer que se derrumbara, él era un Cangrejo. Él estaba acostumbrado a combatir el horror y cabalgar sobre el potro indomable del miedo. Lo que vio en aquella sala cuando los cortesanos histéricos la hubieron desalojado le produjo un nuevo tipo de dolor. Ver morir a tus compañeros de escuela te marca para siempre pero ellos al menos tuvieron un enemigo al que atacar y odiar mientras vendían cara su vida.

Aquellos pobres cortesanos parecían muñecos rotos y se habían matado los unos a los otros. El miedo era poderoso... y era algo que no podía, simplemente, aplastar con su tetsubo. Sólo un poco de sangre fuera de lugar había conseguido aquello. Despreciaba a los cortesanos por su falta de coraje pero no se merecían aquello.

El joven evaluó la situación. Vio los cuerpos sin vida de los jóvenes que recientemente habían alcanzado su mayoría de edad. Todos sus sueños y ambiciones se derramaban por el suelo en forma de un espeso líquido rojo.

Cuando sus ojos se detuvieron en el Cangrejo y la Unicornio, sintió una oleada de orgullo de clan. El Hida se había lanzado sin pensar a salvar a los cortesanos deteniendo a los guardias con las manos desnudas, había encontrado el coraje para morir como una verdadero Cangrejo aún estando tan lejos de la muralla. Kôkatsu se avergonzó por haber perdido el tiempo cuando todo se desató.

La Unicornio había perdido uno de los brazos ayudando a Giichi en su tarea y se había desangrado hasta morir. A pesar de que sólo hacía unos momentos desde que Kôkatsu la odiara por haber robado la gloria a su compañero de escuela todo le parecía lejano y borroso. La samurái-ko se había redimido con creces y su valentía no sería olvidada.

El pequeño cortesano se había derrumbado por la presión. A pesar de su enclenque cuerpo y falta de entrenamiento, se había comportado como un héroe ayudando a Daidoji Kato. Quizá en ese momento no pudiera tenerse en pie entre temblores pero, en el momento de crisis, la pequeña grulla había rugido como un león.

Kôkatsu se pasó un dedo por el pañuelo de su frente preguntándose qué habría hecho Higarashi-sensei. Respiró profundamente haciendo caso omiso al intenso olor metálico de la sangre. Proteger el imperio. Ese era su deber. Lo único que había podido proteger era a la pequeña Fenix.

¿Sería suficiente para alejar la visión de todos aquellos cadáveres a los que no consiguió salvar?

No podía dejar que la chiquilla se despertase en medio de aquello. Debía llevarla a un lugar seguro, con gente que supiera cómo hacer que superara aquello. Parte de su kimono se había descolocado, dejando al descubierto unos blancos y delicados hombros. Pequeñas salpicaduras de sangre cubrían su cuello. Kôkatsu arrancó un trozo de su propio kimono para enjugarlas y lo tiró a un lado tras lo cual procedió a recolocar el kimono de ella.

La alzó en brazos y se encaminó hacia la salida. Murasama estaba vivo. Le hizo una señal de comprensión al ver la mirada furibunda de su amigo.

Al pasar por la puerta, vio el cuerpo atravesado de Rinji. Kôkatsu se había divertido obligando a beber al ronin. Mientras pasaba a su lado con cuidado de no tocar los cuerpos de los fallecidos, recordó vagamente que Rinji le había hecho una pregunta que él no había respondido... Rumiaría aquellas palabras nunca pronunciadas durante mucho, mucho tiempo.

Cuando todo acabó, el joven bushi se dejó caer de rodillas en el suelo, abrumado por toda la muerte y el horror que acababa de contemplar. Pero lo peor no había sido eso. Lo peor con diferencia había sido la dura mirada de Sanosuke quemándole vivo con aquella silenciosa acusación.

El joven Bushi cerró los ojos, pero aún sentía esa mirada cayendo sobre él. Esos ojos verdes eran como los de… No, era una situación completamente diferente, pero Bayushi Jotaro no podía evitar comparar la mirada acusadora de Sanosuke con los ojos de su hermano muerto. Mirándole en silencio. Perforándole el alma.

  Lo habían logrado, la última puerta se abría y ahora la gente al fin podría escapar a salvo de aquel caos... Los sucesos que sucedieron a continuación hicieron estallar a Murasama haciendo que un grito mudo saliera de su garganta al ver como el inocente y valeroso Rinji era asesinado en medio de aquel caos. Presa de la ira el ronin trató de buscar su lanza para lanzarse contra los guardias, pero sus manos jamás la lograron alcanzar, y entonces se dio cuenta de que toda su rabia nunca serviría para enmendar aquel horror. A su alrededor muertos y más muertos por culpa del miedo, un miedo que no habían sido capaces de dominarles un enemigo que Murasama conocía desde el día que también había tratado de acabar con él, aunque fuera de otra forma.

 Su tamaño y fuerza apenas habían logrado servir para nada, se tomaba por una persona valiente y fuerte y de qué le había servido. Apenas pudo sentir como una lagrima en solitario descendía por su mejilla, la gran cena se había olvidado ya y ahora se preguntaba si en verdad no había cometido un error al aceptar entrar en aquel juego al que había sido invitado si solo podía dar esto de si mismo.

Tras apartar a aquel cortesano de un fuerte tiron, Katsue observó aliviada por un segundo como la puerta se abría finalmente para ver justo un instante despues como las yari atravesaban a Rinji.

Se quedó fija mirando a aquel ronin, volviendose pálida mientras veía como se desangraba hasta la muerte. ''No... No puede ser...'' Pensó para sí.

Justo después se dió la vuelta para contemplar, como si mirase a la muerte a los ojos, todos los cuerpos, la sangre y las visceras cubrian la sala.

Tuvo que apoyarse en una de las paredes, manteniendo la mirada fija, respirando agitada y llevandose una mano a su pecho. Sin duda alguna, Katsue había presenciado una de las peores imágenes de toda su vida.

Una vez que se consiguió calmar aquella horrible tragedia, Asahina Tamako se dispuso a dar órdenes a puro grito, totalmente iracundo por lo sucedido.

Todos los asistentes que habían sido presas del pánico fueron mandados a sus habitaciónes bajo una fuerte presencia militar.

A los heridos se les llevó a las dependencias médicas, y a los cuales habían ayudado a mitigar aquel suceso, se les dio la libertad de descansar sin vigilancia, como premio por sus servicios.

Antes de que se llevasen a Hidetora en camilla, ya que aún se encontraba inconsciente, este parecía hablar desde su estado onírico, únicamente repetía las mismas palabras.

-sora...sora...-

Fue la casualidad, la que quiso que al pasar al lado del cortesano Doji Hirachi, el escorpión abriera los ojos momentáneamente, y en un movimiento fugaz, le tocase el hombro al pobre Hirachi, el cual estaba abatido por la pena tras lo ocurrido, poco despues, volvió a la inconsciencia de nuevo.

a Isawa hanako también se la llevaron en camilla, pero esta no dijo ni una sola palabra desde la inconsciencia.

Cuando Sun despertó, antes de que se la llevasen en camilla a la sala médica, se apartó del cangrejo que la había salvado, con cierto gesto de asco, tras lo cual, miró a Jotaro desde su posición, al haberse levantado, los asistentes del médico de palacio la obviaron.
 

La muchacha se acercó al joven escorpión, el cual también se encontraba abatido por los sucesos

-Jotaro-san- comenzó diciendo con una voz temblorosa y llena de miedo

-¿podríais acompañarme hasta la sala médica? no me encuentro muy bien, por favor...- parecía un ruego más que una pregunta

Moto Lao-tsé. cubierto de sangre ajena, se acercó a la pobre Katsue, sumida en la pena.

-Tranquila, Katsue-san, no te preocupes, te acompañaré a tus aposentos, necesitas descansar, los bushis no nacemos hechos de hierro- Le dijo de manera reconfortadora.