Partida Rol por web

Los tres bushis andaron a buen ritmo para llegar lo más rápidamente posible al pueblo del estómago lleno, y justo cuando amateratsu comenzaba a dejar paso a Onnotangu, pudieron divisar la población.

Era un pueblo grande, algo tosco en sus formas, rodeado por kilométricos arrozales cubiertos de agua, por donde los tallos verdes de las sobresalían. solo odían ver un camino salir o entrar al pueblo, el que estaban pisando en aquel momento.

Si se daban prisa, quizás llegasen antes del anochecer....

El viaje desde Kyuden Doji hasta el poblado había transcurrido casi en completo silencio. Jotaro tenía poco que hablar con aquellos dos samuráis y estaba bastante seguro de que ellos tampoco tenían nada que decirle. Aún estaba sorprendido por la decisión que había tomado Sanosuke de nombrarle líder del grupo, aunque tras haberlo meditado un rato entendió el porqué de esa elección: cuando la base de la misión era investigar y sacar información de forma sutil, no podías dejarlo en manos de un cangrejo o un ronin iracundo. Cuando avistaron el pueblo por fin, el ocaso estaba sobre ellos. Jotaro se paró y se giró hacia sus compañeros.

 -Estamos a punto de llegar, si apretamos el paso estaremos en el pueblo antes de que sea noche cerrada. Todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, ¿verdad?                                                     

Las fértiles tierras de la Grulla sorprendieron mucho a Kôkatsu. Por lo que tenía entendido, a veces era el clan de la Grulla el que sostenía con su arroz a los soldados de la muralla... a un alto precio. Los Yasuki vigilaban esas transacciones con gran celo pero, en los momentos de máxima necesidad, el precio que cobraban aquellos pisaverdes era excesivo. Más aún teniendo en cuenta que, alimentando al clan del Cangrejo, se protegían a si mismos. Si la muralla caía, ellos serían los siguientes.

Llevaban todo el día caminando sin apenas parar a descansar. Los sucesos de la noche anterior y las duras "recomendaciones" de Bayushi Sanosuke-sama habían enturbiado el ánimo de los 2 samuráis a sus órdenes. La enorme lanza de Murasama se balanceaba a cada paso del gigantesco ronin. Aquello no era una caña de bambú. Viendo los desarrollados músculos del hombre ola, se alegró de tenerlo a su lado. Si Kôkatsu lograba distraer al ser que perseguían durante un solo instante, aquella maldita bruja acabaría ensartada en el Mai-chong de Murasama. Podrían vengar a los samuráis caídos y, con suerte, salvar a algunos de los desaparecidos. El guapo Jotaro podría tener su momento de gloria. Parecía rápido tanto de pensamiento como de movimientos. El Hiruma sólo esperaba que no se ensuciara encima al ver al ser al que se iban a enfrentar.

El poblado que era su destino se veía a lo lejos. Quizá la bruja estuviera allí consiguiendo nuevas pieles y asesinando campesinos indefensos. Al pensar esto, la adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo. Apretó el mango del Tetsubo deseando entrar en acción y apretó el paso. Al oír el comentario de su nuevo superior prefirió asegurarse - ¿Qué debemos hacer? Ilústranos, jefe-sama. - dijo observando la reacción del escorpión. Al fin y al cabo, era él quien tendría la última palabra en todas las decisiones... mientras siguiera con vida y dueño de sus actos.

  El viaje había servido a Murasama para cambiar de aires y librarse de aquellas cargas que había ido acumulando desde la fatídica cena. Pensándolo ahora en frío, realmente se había dado cuenta que no había hecho bien al contradecir a Sanosuke, pero ahora aquello ya empezaba a ser agua pasada, aunque podía aprender algo de toda esa situación. Miro a sus compañeros detenidamente, Kôkatsu por un lado era una espada en la que en verdad sentía que podría confiar cuando llegara el momento, en cuanto a Jotaro... en fin, el también se había llevado una reprimenda por parte de Sanosuke-sama, aunque la del escorpión parecía haber sido mucho más severa, de todos modos prefería ser optimista y estaba convencido de que si estaba con ellos y además dirigiendo las cosas, no sería sin motivos y seguramente tenía recursos útiles que aportar a la labor de investigación que llevarían a cabo los próximos días.

  Parecía que la noche empezaba a saludar al trio y aquello le recordó al ronin la necesidad de sacar rendimiento a todo el tiempo del que disponían. Así, que como si acabara de despertar de un sueño estiró los brazos y aligeró un poco el paso para evitar quedarse rezagado, hasta llegar a la altura de Jotaro.

-Al igual que a Hiruma-senpai me gustaría saber si deseáis que tomemos alguna medida particular de proceder cuando lleguemos a la aldea.- Comenzó a decir mientras pasaba al lado del Hiruma dedicándole una sonrisa. -Se que ahora mismo somos yojimbos del importante Bayushi-sama que busca descanso en su camino hacia... ¿O debería de suponer que barajáis otra opción?- Miro al escorpión en espera de una respuesta, en verdad no tenía del todo seguro que aquella fuera la idea que tuviese, pero viendo el aspecto de su viejo compañero y el suyo propio le parecía la opción más sencilla de explicar considerando el tiempo que había pasado como guardaespaldas para los Yasuki, aunque por otra parte Jotaro parecía una persona perspicaz y quizás había dado con una mejo idea. En cualquier caso seguía atento en espera de respuestas, igualmente no estaba muy seguro de si querrían usar sus nombres, en verdad por su parte Murasama sería un perfecto desconocido, pero quizás sus compañeros con familias importantes preferían algo distinto.

Jotaro bajó el tono de voz antes de continuar hablando del plan. Estaban cerca del pueblo y no quería arriesgarse a que algún devoto de la bruja de las ciénagas les escuchara.

 -Un yojimbo ronin no llama la atención, pero un ronin y un miembro del clan del cangrejo como yojimbos de un escorpión sí. Recordad que es un poblado de heimin y hinin en su mayoría. No tenemos por qué dar explicaciones a un puñado de campesinos. Si se ponen demasiado curiosos, bastará con enseñar los sellos que nos entregó Sanosuke-sama y decir que somos enviados del magistrado esmeralda en misión oficial a Otosan Uchi. Eso debería bastar para cerrarles la boca.

Así que el plan era llegar, preguntar y si no colaboran, incentivar. Por contra de sus compañeros de escuela, a Kôkatsu no se le daba especialmente bien "presionar" a la gente. Aprendió los rudimentos de la amenaza velada y, en alguna ocasión excepcional, había logrado sacar una mínima parte de la rabia que llevaba dentro logrando ser bastante intimidante. Tampoco tenía los enormes brazos y estatura de sus hermanos Hida... Miró a su lado. Sí, el ronin lo conseguiría bastante bien. Kôkatsu confiaba en su buen corazón pero, incluso cuando se reía, parecía monstruosamente peligroso. En especial cuando lo hacía a carcajadas.

El Hiruma sólo dijo una palabra. - Wakarimashita.-  y continuó avanzando hacia la población.

  -Bien, pues si ese es el plan, me ceñiré a el mismo lo mejor que pueda. Aunque me inquieta un poco el hecho de que si llegamos al punto de tener que mostrar aquí los sellos imperiales. Estoy de acuerdo a que desde luego cerraremos las bocas de muchos, pero creo que aun llamaríamos más la atención de posibles agentes encubiertos.- Murasama no quería incomodar al nuevo líder del grupo, pero seguía sin tener del todo claro como iban a poder pasar desapercibidos, aunque prefería actuar sobre la marcha estaba con personas con las que apenas había coincidido, mucho menos trabajando y por su parte era la primera vez que tenía que realizar una misión de ese tipo.

  Aún con todo, realmente estaba calmado, ahora mismo, más que la respuesta del escorpión esperaba por poder llegar a la aldea de una vez por todas y poder relacionarse con los lugareños, especialmente si eso les permitía entrar en alguna casa de te a compartir algo de sake con ellos, una risilla ansiosa empezó a resonar en su cabeza abstrayéndose un poco de los otros dos mientras aceleraba el paso inconscientemente.

El trio se fue acercando al pueblo, y mientras lo hacían, pudieron observar que no había nada fuera de lo normal.

Finalmente llegaron a lo que parecía la entrada principal. varias casas de pobre manufactura, seguramente en posesión de agricultores del pueblo, así como las escasas luces que daban el alumbrado nocturno al asentamiento. También observaron como varios heimin andaban por el lugar tranquilamente.

Si era un pueblo sospechoso por los acontecimientos supuestamente allí ocurridos, no lo parecía a primera vista.

El pueblo parecía tan normal como cualquier aburrida población de mayoria campesina. Sin embargo Jotaro no pensaba bajar la guardia. Se acercó al primer heimin que vio y le dijo:

 -Campesino, ¿dónde hay un lugar en el que tres viajeros puedan descansar tras un largo día recorriendo el camino?

Lo primero era establecerse y descansar un poco. Una vez tuvieran lo más básico cubierto, ya entrarían en detalles sobre lo que deberían hacer para investigar el lugar.

 "Hemos llegado, al fin" pensó para sus adentros el grandullón de Murasama, mientras caminaban por la aldea se dio cuenta de algunas diferencias entre los pueblos a los que estaba acostumbrado a visitar en sus viajes con los Yasuki y en el que estaba ahora mismo, desde luego las gentes humildes parecían poner mucho menos énfasis por distinguirse de los demás que los nobles, pero aquello de algún modo lo hacia sentir más cómodo, al menos podría actuar tranquilamente sin tener que andar pendiente de la etiqueta y de más patrañas. Jotaro se desvió a buscar algún campesino que le pudiera ayudar a orientarse, por su parte el trató de avanzar un poco más sin perder nunca de resto a sus otros dos acompañantes, lo último que deseaba era perderse o estar solo y que se repitiera la misma escena de su anterior y fatídico viaje, con la esperanza de dar con el lugar de descanso por el que había preguntado el escorpión y de paso observar la clase de gente que por allí se movía, que tampoco sería mucha dadas las horas en las que se encontraban.

Nada parecía extraño en ese poblado. Mucho Heimin atareado y poco más... Quizá fuera un poco tarde para que aquella gente anduviera por la calle con tanta tranquilidad. Aunque bien pensado, aquello eran tierras grulla. Los campesinos tenían más miedo de las plagas que podían comerse sus cosechas que de los trasgos que podían comerse a sus hijos.

Jotaro-san había preguntado por algún lugar donde dormir, no era un gran comienzo pero, desde luego era lo que se esperaba de ellos. Mantendría las máscaras en su lugar.

El Cangrejo no apreciaba al Escorpión y mucho menos su belleza. La muralla era un lugar lleno de veteranos cargados de narices rotas, cicatrices y hasta muñones. El delicado rostro del Bayushi atraía a la gente, el Hiruma había comprobado el efecto que causaba en las mujeres. Lo detestaba por ello pero, quizá podrían sacarle alguna utilidad en aquel pueblo.

Siguiendo a su superior directo, Kôkatsu escudriñó los alrededores y sus gentes esperando encontrar cualquier cosa que no encajase.

Jotaro cogió al campesino encendiéndose la pipa, tras lo cual, se inclinó hasta casi tocar la frente con el suelo

-Samurai-sama, la caseta de guardia está  lejos de aquí, pero fácil de llegar, siga toda calle hasta encontrar fuente, en fuente, girar a la izquierda, casa grande y lujosa, allí encontrar a la guardia, las demás posadas ser heimin, no para samurais-

Jotaro asintió y dio las gracias al campesino. Después hizo un gesto para avisar a Kôkatsu y Muramasa de que le siguieran y comenzó a caminar siguiendo las indicaciones que le había dado el heimin.

A pesar de que Dama Sol ya se había ocultado, aún había mucha gente caminando por las calles. Incluso podía verse a niños jugando mientras en sus casas sus madres terminaban de prepararles la cena. Un par de bellas muchachas que regresaban a sus hogares tras un largo día trabajando se cruzaron con el joven bushi, el cual no pudo evitar dedicarles una seductora sonrisa y un guiño sólo para ver cómo sus mejillas se ponían deliciosamente encarnadas. Si terminaban con éxito la misión, se aseguraría de pasar por una buena casa de té. Echaba de menos la compañía femenina.

Al cabo de un rato Jotaro llegó a la casa que el campesino le había indicado, pero esperó a que sus compañeros le alcanzaran antes de entrar.

El cangrejo se quedó mirando al campesino. Casi no le entendía cuando hablaba. De seguro aquel infeliz era analfabeto pero ni estaba desnutrido ni le fataban los zeni para fumar en pipa.

Cuando terminó la conversación, Kôkatsu siguió a Jotaro. El escorpión iba lanzando miradas indiscretas a las heimins. Algunas de las chicas eran en verdad bellas y sus ropas de labranza iban recogidas enseñando gran parte de sus piernas pero, ¡eran heimins! ¿Cómo podía Jotaro mirarlas siquiera después de haber estado en presencia de la chica Isawa?

Esta vez la curiosidad fue más fuerte que el orgullo del Hiruma y le preguntó en voz confidencial - Jotaro-san, ayer, cuando estabais de rodillas exahusto por haber salvado a aquellas personas, una shugenja Isawa os pidió que la acompañaseis a ver a los curanderos ¿Era ella Isawa Hanako? - intentando que el rubor no coloreara sus mejillas o al menos que la noche lo disimulase.

Jotaro miró a Kôkatsu y dijo:

 -No. Ella es Isawa Sun. Isawa Hanako… -el joven bushi desvió la mirada volviendo a centrarla en la casa en la que iban a alojarse- …era compañera suya.

Un escalofrío le recorrió la espalda. Cuando recordaba a Hanako lo primero que le venía a la mente era la cara de la fénix colgando de las facciones de la bruja.

  Murasama volvió tras sus pasos para unirse de nuevo a sus dos compañeros, en contra de sus expectativas la aldea estaba mucho más transitada de lo que esperaba. Parecía que el escorpión estaba animado con las campesinas que se iban fijando en él y no pudo evitar entretenerse con aquel juego de miradas. Continuaba avanzando con las manos cruzadas tras la nuca, no era la postura más decorosa para un samurái pero a fin de cuentas ahora estaban en un ambiente mucho más distendido y relajado, lo que le dio ocasión de dejar de lado sus problemas y pensar en las ganas que tenía de poder beber algo antes de ir a descansar, ojala pudieran hacerse con un buen sake, o mejor aún, sochu. Mientras divagaba sobre sus ganas de alcohol le pareció Kôkatsu y Jotaro estaban hablando, por desgracia andaba tan ensimismado dejando volar su imaginación que solo alcanzo a oír las últimas palabras pesarosas del escorpión lo que le freno de preguntar sobre el tema que discutían, aunque para cuando levanto la mirada vio que al fin habían alcanzado su primer objetivo.

-Bueno, al menos hemos dado por fin con un buen sitio para descansar y dejar de lado el cansancio y los pesares por un rato ¿No creéis?- Miraba desde atrás las espaldas de Jotaro y Kôkatsu, esperaba recibir alguna respuesta sobre si preferirían descansar ya o por el contrario aprovechar unas últimas horas para planificar o investigar.

Kôkatsu no dejó de andar pese a la noticia. Entonces Isawa Hanako, la chica que había muerto, era la shugenja que había estado a su lado durante la cena. Aquella por la que había tenido que hacer acopio de valor en el momento de hablarle. La que había intentado proteger de la sombra en el techo... Aquel engendro de la tierras sombrías había terminado con su vida a pesar de haber sobrevivido al tumulto durante la cena.

Isawa Sun. Ese era el nombre de la chica a la que Kôkatsu había salvado. No había vuelto a verla y era de suponer que estuviera en la enfermería cuando Jotaro localizó a la Bruja. Aquello la marcaba como muerta o prisionera a la espera de que tomaran su piel. En cualquiera de los casos, volver a ver a la chica con vida era poco probable y, tratándose de una bruja, no sabrían a simple vista si en verdad era ella. El Cangrejo se forzó a aceptar la perdida de aquella chica que tanto le había impactado.

Cuando el ronin habló, el Hiruma consideró su propuesta. - Creo que deberíamos empezar lo antes posible. ¿Jotaro-san? - dijo mirando al Escorpión a la espera de órdenes.

 -Lo primero es buscar un lugar para descansar. Recordadlo, somos viajeros cansados.

Procuró hablar en voz baja. No le parecía nada adecuado ponerse a hablar de planes ni de nada en mitad de la calle en un poblado sospechoso de albergar el culto a ese ser demoniaco. Cuando estuvieran a solas en una habitación podrían hablarlo todo por escrito sin temor a espías de ninguna clase.

No había nadie en la entrada principal, lo único, un intenso olor a tabaco y opio que emanaba de una sala situada al fondo de la entradilla. Había otras dos puertas a los laterales.

De la sala de donde venía aquel olor, se escuchaban risas, al menos 3 personas, reían y charlaban alegremente, despreocupados. Si supuestamente en aquel pueblo había una Onibaba, los samurais de allí no tenían idea de nada.