Partida Rol por web

Después de un ajetreado día investigando, finalmente llegáis a vuestras habitaciones en el Pez Silbador. No ha ocurrido nada sospechoso durante la tarde ni las primeras horas de la noche por lo que os disponéis a descansar haciendo guardias y tomando las medidas oportunas para salvaguardar vuestra integridad. 

Con el primer atisbo de luz del día, durante la última guardia, algo perturba vuestro sueño: un fuerte golpeo en vuestra puerta os pone rápidamente en alerta. Para vuestra sorpresa, se trata de Gruenab, el posadero.

- Disculpad amigos- dice el gigante. - Un señor ataviado con una túnica marrón rojizo ha dejado un mensaje para vosotros hace unos minutos. Me dijo que era muy urgente y por eso he subido lo antes posible.

Recuerdas que los Clérigos de San Cuthbert visten ropas de ese color.

Hodrum se levanta rápido tras los golpes que cási tiran la puerta. Aunque posiblemente para Gruenab fuesen unos tímidos golpecitos antes de entrar.

- Barakanar... - para un momento meditando ante las posibilidades de encontrar al misterioso hombre con la túnica marrón entre la multitúd - Da igual, aunque te transformases y salieses volando sería cási imposible saber quien es ni en que dirección se ha ido. -

Divagando entre posibles opciones por poco se olvida del mensaje.

- Grácias Gruenab por avisarnos tán deprisa - a la vez que pensaba que Nithael habría añadido algo sarcástico por su llamada a la puerta, por suerte él no era así - ¿si es tan amable podría entregarnos el mensaje?. Porque supongo que a ese señor no lo conocerá o sabrá si pertenece a algún culto religioso o clase social ¿no?. -

Maldijo en silencio: se habían quedado dormidos. Incluso él, que hacía la última guardia, había sucumbido por culpa de los últimos rastros de alcohol que aún le quedaban en el cuerpo. Cuando los golpes en la puerta le hicieron dar un salto en la silla sobre la que cabeceaba, se llevó las manos instintivamente a las armas antes de darse cuenta de que sólo era era Gruenab. El amable gigante que regentaba la posada había subido hasta allí para darles un mensaje. La buena fe de aquél... humanoide, seguía sorprendiéndole, pero más aún el que volvieran a tener un mensaje. Empezaba a pensar que les estaban gastando algún tipo de broma, pero lo importante era saber que decía aquél correo. "¿Otra advertencia? ¿Una amenaza directa? ¿Una reunión?" Una idea tras otra sustituía a la anterior. Podía ser cualquier cosa.

Pero esta vez si se imaginaba quien podía haberlo dado. Antes de que el tabernero respondiera al mago, intervino él. 

- Por las ropas, el recadero debe de ser un clérigo de Saint Cuthbert. O alguien haciéndose pasar por uno - Sonrió. Más de aquellos seguidores del combativo dios de la fe y la sabiduría. Si seguían así iba a tener que hacerse feligrés de aquella deidad; a lo mejor incluso si les seguían ayudando algún día le devolverían el favor no persiguiéndole por alguna fechoría menor en la que le pillaran. Una suave risa se escapó de sus labios antes de mirar de nuevo al dueño de la posada -. Muchas gracias, ¿tienes por ahí la carta? Si no, bajamos en seguida - Dijo mientras evitaba un bostezo, y después se estiraba poniéndose en pié.  

- Veamos el mensaje primero, comenzó el druida.

- Una vez que localizemos al sospechoso no tengo inconveniente en perseguirle disfrazado, pero no tengo la capacidad de estar todo el dia convertido en un animal. El druida se gira a sus compañeros,

- Si este mensaje es amenazante otra vez, vayamos a buscar entre los guardias o las ruinas, pero esta taberna esta claramente vigilada por quien quiera ser nuestro corresponsal anonimo

Abrís la puerta para recibir al enorme gigante y este os extiende la mano con el mensaje.

El mensaje que Gruenab os entrega está escrito en un pergamino con una cinta de seda blanca. Éste reza: "Talasek ha sido atacado y está al borde de la muerte. Su futuro está ahora en manos de San Cuthbert. Ha preguntado por vosotros y dice que tiene información que es cuestión de vida o muerte. Venid inmediatamente. Puede que San Cuthbert lo tome en sus brazos pronto."

El gigante se queda pensando en las palabras de Hodrum mientras leéis el mensaje. Ensimismado mientras os escucha leer, se lleva una mano a la cabeza intentando pensar.

Raff estaba recostado en su cama "descansando los ojos" cuando el gigante golpeó la puerta. Se enderezó disimuladamente mientras los demás lo recibían. Luego se acercó al grupo y leyó la nota por sobre el hombro del mago. Las suposiciones de Nithael parecían ser coherentes con lo que decía la nota.-¿Cuantas veces se puede estar al borde de la muerte en sólo 3 días?- musitó para si.- Sea una verdad o una emboscada, promete información sobre el asunto. Preparémonos rápido y salgamos.

Hodrum había sido más rápido que él en levantarse y coger la carta, así que tras hacer el amago simplemente se volvió a dejar caer en la silla sobre la que hacía guardia. Con gesto despreocupado, se recostó y cerró los ojos, fingiendo ignorar al mago, aunque atento a lo que leía en voz alta para todo el pequeño grupo. El posadero también permaneció allí, escuchando, aunque a nadie le importó pues ninguno desconfiaba de sus intenciones: al fin y al cabo, si hubiera querido jugársela podría haberlo hecho ya. 

Cuando el arcano terminó de leer la carta, sus sospechas de que había sido un clérigo de Saint Cuthbert se vieron reforzadas, pero lo peor fue darse cuenta de que la "amenaza" con la que había intentado la tarde anterior que el paladín se fuera, se había hecho real. Con Talasek al borde de la muerte, el tiempo corría y se hacía necesario darse prisa, antes de que la información que tenía el devoto guerrero se perdiera. 

- Creo que hoy no desayunaremos, buen Gruenab - Dijo al gigante con un leve sonrisa de desconsuelo -. Será mejor que nos pongamos en marcha cuanto antes.

Sin esperar respuesta se puso en pie de un salto, dejando a un lado sus armas mientras buscaba sus cosas y comenzaba a vestirse y ponerse la ligera armadura para partir rápidamente. 

Os estremecéis al salir de El Pez Silbador y entrar en el frío de la madrugada. Una brisa gélida os corta el aliento después de renunciar a la calidez de vuestras camas. Un cuarto de luna proporciona poca luz: por lo que dependéis de antorchas y linternas para alumbrar vuestro camino. Afortunadamente, no estáis demasiado lejos de La Procesional, y una vez allí, la ruta debe ser fácil. La ciudad dormida no ofrece ningún sonido que os acompañe. Incluso los borrachos y los marineros han conciliado el sueño. Las casas están aún a oscuras aunque algunas de las posadas están iluminadas por pequeñas linternas. La ciudad que bulle con la actividad durante el día se rige por un misterioso silencio por la noche. Hacia delante, podéis ver el Mercado Bajo. Escucháis algunos ronquidos desde las tiendas de campaña y los carros de los mercaderes. Encontráis vuestro camino a través del mercado fácilmente y enfiláis La Procesional.

El druida se despierta instantaneamente al escuchar las palabras, ¿ Talasek moribundo ?, Donde está el poder de Sant Cuberth para impedir que uno de sus sirventes muera, por los Viejos Dioses, vayamos con celeridad.

Mientras se desplaza por las vacias calles de Greyhawk, - No debimos dejarle solo, ya me lo temia yo, dice mientras menea la cabeza.

-Que frío. Debí traer ropa más abrigada...- Pensó Raff mientras caminaba en silencio por la calle, mirando en todas direcciones intentando detectar a cualquiera con actitud sospechosa.

Se arrebujó mejor en su capa, mientras caminaba con la mirada gacha, ignorando por completo la luz de los fuegos e intentando que su vista no se viera enturbiada por ellos. Hacía frío, tenía aún algo de sueño -o más bien el cansancio propio de estar recién levantado- e iba pensando en que broma del destino les había hecho ser peones de una iglesia y sus fieles.

Contrario a su habitual forma de ser, siempre atento a los detalles a su alrededor, esta vez no iba fijando en absolutamente nada de las calles vacías que atravesaban, más atento a llegar rápido a su destino que a cualquier cosa que pudiera pasar...

Nada más salir por el umbral de la puerta un viento frío golpeó su rostro y lo estremeció un pequeño pero exagerado escalofrío.

- Empezamos bien la mañana - dijo con tono sombrio - Primero el ataque de Sir Talasek, y después éste gélido frrrriiiio - terminó diciendo tras otro escalofrío no muy diferente al anterior.

Algo en el frío ambiente hacía herizar los pelos de la nuca de Hodrum, como si unos ojos estubiesen observandoles y el presentimiento le dijese que había algo fuera de lugar. Aunque tras el ataque a Sir Talasek cualquier sombra le parecía un enemigo.

Se cerró un poco más la capucha y agachó la cabeza con la intención de evitar el contacto con el frío matutino pero sin perder de vista al grupo.

Estáis a unos cien metros del mercado cuando de repente ninguno de vosotros puede recordar por qué está aquí. ¿Qué estáis haciendo en la calle en medio de la noche? No reconocéis vuestro entorno y no estáis seguros de dónde venís.

Al deteneros a discutir este problema y tratar de decidir qué hacer a continuación, vuestro grupo es atacado por una banda de hombres con capucha.

¿Por qué hacía tanto frío? Un momento, ¿qué hacía en la calle? ¿Qué hacían todos allí? Miró a su alrededor, incapaz de discernir que les había llevado hasta allí a esas horas, cuando, como era normal, deberían estar durmiendo. ¿Acaso volvían de alguna taberna? Eso también podía ser, explicaría también el ligero mareo que sentía. Si, era lo más probable. Sonrió. Parecía que habían salido a divertirse, y fuera donde fuera donde habían estado, tendría que lograr volver, si lo recordaba, claro. 

Estuvo a punto de reír cuando, de repente, casi una decena de encapuchados salieron de las sombras. Durante un instante se quedó inmóvil, pensando en que narices pasaba y que clase de broma era, pero entonces se dio cuenta de que no era ninguna gracia de un grupo de jóvenes con un macabro sentido del humor, sino que de verdad estaban siendo atacados. 

¡Y ni siquiera había sacado aún su arma!

Barakanr iba ensimismado en sus pensamientos, aunque puede ver algo extraño por un lado, su mente no lo procesa lo suficientemente rapido como para no ser cogido desprevenido por los asaltantes

Una sensación extraña invadió a Raff. Fue como si el sol se oscureciera un segundo, o como si se hubiera desmayado o dormido. Lo desorientó, olvidó completamente lo que estaba haciendo. Tenía la sensación de que era algo importante porque no estaría afuera con tanto frío si no lo fuera, pero no sabía que es lo que debía hacer. No había mucho tiempo para pensarlo tampoco, porque de la nada nueve encapuchados lo emboscaron junto a sus compañeros, sentía como si el tiempo se hubiera ralentizado ¿Por qué no los vi antes? ¿Porque mi mano tarda tanto en llegar a la empuñadura de mi espada?