Partida Rol por web

Hodrum se dirige a la pared y empieza a subir por ella como quien sube una leve rampa. Sabe que uno de los esqueletos está preparado para saltar sobre el primero que pase el umbral de la puerta, pero aun así no puede evitar la necesidad de ayudar ya que es incapaz de mantenerse como un simple observador mirando mientras sus amigos son atacados sin contemplación.

Se prepara y empieza a cruzar la parte superior del marco sin perder de vista al huesudo felino, esperando que salte sobre él en cualquier momento. No deja de enfocarlo con la mano como si intentase controlarlo y reprimir sus ansias de atacar.

- Ven misifú y te llevaras una calurosa sorpresa aunque me cueste la vida -

Barakanar invoca a un Leon en la sala, que furiosamente carga contra el esqueleto que combate contra Ser Talasek, conectando dos zarpazos rapidamente que hacen que el esqueleto se tambalee. El mordisco que iba al cuello, es esquivado por el esqueleto que ahora combate entre dos enemigos.

Barkanar satisfecho da un paso para atras mientras esta atento por si se acerca algun enemigo

El gran felino convocado por Barakanar ataca con un rápido movimiento a uno de los esqueletos, propiciándole dos violentos zarpazos y dejándole renqueante. Aún así, el esqueleto sigue en pie y parece dispuesto a contraatacar.

Sentía como las fuerzas se desvanecían en su interior. La sangre se escapaba, empapaba sus ropas y se perdía en el suelo. La conciencia se tambaleaba y su mente parecía querer desvanecerse en la nada. Su dios, en ese instante, quedaba muy lejos, así como el poder que ofrecía y la vida en si misma. Aunque aún escuchaba los sonidos de la batalla, éstos se iban perdiendo, convirtiéndose primero en un murmullo lastimero y, después, en un simple eco, tan absurdo que perdía todo el sentido, todo el significado. A medida que el calor la abandonaba y el frío se instalaba en su cuerpo, notaba como el corazón empezaba a latir con cada vez menos ritmo. Y mientras el palpitar se iba volviendo lento y difuso, sus manos fueron volviéndose débiles.

Ella, paladina de Heironeus, adalid de la guerra, dejó que su espada y su escudo, el orgullo de su vida, cayeran al suelo. Incapaz de controlar el temblor de sus cada vez más pálidos dedos, de todo su ser, emitió un gemido de desesperación que apenas pudo escucharse ante el grito de Sir Talasek, que llegaba tarde en su ayuda.

Un último estertor marcó su final. Con los ojos aún abiertos, cayó al suelo y dejó escapar el poco aliento que aún quedaba en sus pulmones. Ni siquiera sintió como se quedaba sin aire. Élise, en un momento, sucumbió a sus heridas y murió.

El tigre se lanza a por el ahora ágil Hodrum que no duda en descargar su hechizo preparado.

Una gran llamarada sale de las yemas de los dedos del mago pero el esqueleto se mueve entre el fuego con una rapidez asombrosa, procurando recibir el menor daño posible. Aún así, parece estar a punto de hacerse añicos.

Entre el fragor de la batalla se escucha un grito procedente del paladín:

¡Rápido Raff! Intenta ayudar a Élise, estará perdida en pocos segundos si no actuamos.

La situación era crítica, el tiempo apremiaba pero Raff sabía que no podía ser rival físico para semejante bestia. Había pensado en taclearlo, pero realmente dudaba que fuera a ser más que una pequeña molestia y que el animal se lo sacaría de encima con un solo movimiento.
Realmente necesitaba un milagro, asique mientras cargaba de nuevo su ballesta y daba unos pasos al frente susurró una plegaria a todas las deidades y a ninguna en particular. Apretó el gatillo del arma... y los dioses lo ignoraron.

De forma épica, Raff logra asestar un virotazo en el mismo cráneo de la bestia esquelética que amenazaba la vida de Élise, haciéndola añicos.

En ese mismo instante, Talasek acudió en su ayuda. Imponiendo sus manos sobre la sacerdotisa mientras pronunciaba una cálida plegaria a San Cuthbert.

De este modo, Élise recuperó la consciencia con parte de sus heridas sanadas.

El renqueante esqueleto se lanza de nuevo a por el paladín pero este se defiende con la ayuda de sus protecciones de tal forma que el tigre no puede traspasarlas.

Barakanar espera fuera de la sala, sus compañeros parece que tienen la cosa controlada mientras azuza al leon para que ataque al esqueleto que esta atacando a Ser Talasek

Aunque lo intenta, el esqueleto facilmente esquiva todos los ataques

Hodrum se coloca justo encima del tigre más cercano a Élise mientras recarga su ballesta, no tiene intención de seguir con los brazos cruzados ya que su compañera casi muere por culpa de no haber reaccionado a tiempo.

Para él en cierto modo era una ventaja el poder caminar por el techo. Podía avanzar sin tener los enemigos al lado o al menos que les fuese un poco más dificil que le atacasen, y no dudó en aprovecharla.

- Sonríe al pajarito Tigretón - Apuntó al felino y disparó sin miramientos precedido por un crujido de algo astillandose.

La oscuridad se abrió mostrando un único rayo de luz, que pronto la bañó por completo. El frío abandonó sus huesos, la carne volvió a doler, se sentía pesada, herida. Viva. Aspiró una larga bocanada de aire antes de aquellas fuerzas la abandonaran de nuevo y abrió los ojos.

Los esqueletos seguían allí, luchando. A su lado, Sir Talasek la protegía; él, sin duda, era quien la había salvado. Un enorme león luchaba contra los tigres y los demás permanecían atrás, disparando contra los muertos. Tenía que luchar, pero sabía que estaba débil, que apenas se mantenía en pie. De intentar levantarse, seguramente un solo zarpazo la devolvería a la inconsciencia.

Con sus últimas energías, haciendo un esfuerzo máximo, alzó el escudo que permanecía entre sus débiles dedos y lo alzó frente a ella. Al menos, aquello, serviría para protegerse de los ataques y, si no, podría ayudar a que sus compañeros triunfaran dónde ella se sacrificaba.