Partida Rol por web

Suspire con su ultima frase levantando mi mirada hacia el, pues con mis anteriores palabras no había tenido valor para mirarlo a la cara Yo.... Solo haré daño si me quedo, es lo mejor para todos... Tu debes estar con tu mujer y tu hijo, Rowan debe encontrar su lugar en la sala del trono, ya co consejero o rey... Pero dejar de jugarse con sus raíces, Grifith ahora que ya conoce el amor debe dejarse guiar por el y ser feliz... terelmine de nombrar a los hermanos menos uno os preocupáis demasiado por mi... Albert nunca he tenido lazos conmigo y se que el no tendrá problema, pero vosotros.... Vosotros estáis demasiado atados a mi... Y no quiero que destrocéis vuestra vida por mi culpa

Gurne asimilo las palabras, ahora era el quien bajo el rostro, apesadumbrado, pensativo. El no creía que esa fuera la mejor solución, claro que su juicio tampoco se encontraba en su mejor momento. Con cada palabra, su mente recordaba ese amor prohibido, y esa llama de esperanza que en su momento brillo con intensidad pensando que podría alcanzar la verdadera felicidad... Una llama que ahora se apagaba, devolviendo la realidad.

-Tal vez si sea lo mejor... Yo mismo os advertí que estas historias no salen bien, no se de que me sorprendo ahora -añadió con una sonrisa triste.- Sabéis que siempre os mantendré en mi corazón, y.... ahora... ahora si que debo irme.

Ya estaba dicho, al menos por ahora, no creía que pudiese alegar nada mas. Se levanto y se dirigió hacia la puerta, les esperaba un largo día.

Llegué al establo donde había visto por última vez a ese tal Mac. No tenía idea alguna de lo que habían estado haciendo en mi asuencia pero las palabras del recién nombrado protector personal de la reina me avisó desde ese lugar por lo que me dirigí allí tan rápido como me permitían mis pies.

Alli solo viste un niño dando de comer a los caballos

. Su hermano entro en la posada hace un momento señor.

Miré al chico que alimentaba a los caballos y, guiñandole un ojo le dije:

-Gracias chico.-

Tras esto fui directo a la posada a encontrarme con mis hermanos.

Visteis   a Grifith volver. Ya podiais iros si queriais.

De poneros raudos en camino llegariais al castillo antes de la noche.

Aguardé en silencio mientras mi hermano discutía con Mac. No pude evitar asentir a las palabras de Mac. Yo mismo, por mi condición de bastardo del rey, veía desde otro punto de vista como muchas veces los nobles miraban hacia otro lado inundados en su petulancia  mientras que los aldeanos las pasaban canutas. -Yo mismo puedo movilizar a todo el cuerpo de montaraces del reino, podreís contar conmigo y con mis habilidades de rastreo. -Sonreí ante el cumplido de la reina. -Gracias por vuestro cumplido majestad, me honra que me tengaís en tan alta estima. Bajo mi punto de vista, esto no es obra de un brujo sino de alguien que solo quiere inspirar el miedo entre la gente. Tuve la oportunidad de observar uno de esos cadáveres antes del secuestro de la reina y la runa que tenía grabada era una runa mágica si; pero era una runa de magia blanca. Por lo que deduzco que se aprovecha de la incultura de la gente para asustarla.

No pude evitar sonreír al escucharla llamarme con ése apelativo cariñoso que sólo ella usaba. Rebusqué entre mis bolsillos y le entregué a Marian una rosa de madera tallada,del tamaño de un broche de adorno. -Toma es para tí,  lo he hecho yo mismo, es madera de nal, el árbol milenario. -Sonreí otra vez y me limpié las últimas lágrimas que surcaban mi rostro.Abracé a Marian por la cintura. -Lo hice así porque sé que adoras las rosas, y esas flores siempre me han recordado a tí. Espero que cuando la mires sientas que mi amor por tí va a durar tanto como la madera de el árbol del que la tallé. 

Gurne llego hasta los establos, y para variar parecía de mal humor, últimamente parecía que ese estado le iba a le volvía a capricho.

-Vaya, una reunión en los establos y yo sin invitación. 

Dijo, aunque mas para si mismo, se acerco a Niebla y comenzo a prepararlo para cabalgar.

-Podemos tomar dos corceles mas, los he alquilado. Aunque no se si la reina preferirá seguir montando acompañada o prefiere su propio caballo. Como sea partamos, antes de que la nevada se vuelva demasiado intensa.

-Si, de palacio, más concretamente uno de los príncipes. No quiero que estés sola, estaré contigo en todo momento. Es muy posible que por tu relación no lo creas, pero yo al no estar vinculado con nadie soy más objetivo, y podré cogerle en un renuncio. Por lo que me han dicho el asesino es Albert, pero no quiero que tú hagas nada, dejamelo a mi.-

La digo haciendo incapié en que no haga nada ella sola, podría ser peligroso.

La comitiva se puso en marcha. El dia era gris, amenazante de tormetas y nieve.

Los caminos estaban embarrados y los animales se movian por ellos con dificultad, atorandose cada poco, fatigosamente, en una marcha mas lenta de lo que os gustaria.

Cuando ya os encontrabais muy cerca de la capital visteis siete caballos acercandose a vosotros, portaban el emblema de vuestra casa y al acercarse visteis que se trataba del principe Albert y seis escoltas, con el rostro largo y serio.

- ¡Hermanos, Majestad! - dijo, espoleando el caballo hasta su altura. Tenía el rostro preocupado y pesaroso, y en sus ojos se podía ver que hacía tiempo que no dormía lo suficiente - ¿Estáis bien? Había... yo... diantres, ¡pensé que estábais en peligro y había partido en vuestra busca! ¿Qué necesitáis?

Luego se fijó en un desconocido, y ladeó la cabeza, extrañado.

- ¿Quién sois, extraño?

Te sobresaltaste un poco al ver que la forma de sus ojos y su nariz se parecian demasiado a la tuya...

Tambien recordaste que no podias saber de ninguna manera que la reina habia sido secuestrada.

Comprobó para sí que su actuación había sido perfecta. ¿Qué impresión daba, sino la de un hermano que, de repente, había perdido el rastro de sus seres más queridos y había decidido salir en su busca? Por supuesto, había cuidado al detalle el hecho de que ellos pensaban que era un auténtico mentecato en cuanto a asuntos del combate, la magia y la guerra se referían, así que, ¿qué podrían pensar, sino lo obvio?

Era increíble cómo se asemejaba ese tipo a él. Era imposible que... o ¿espera? ¿Acaso no le había dicho el viejo...? ¿Cómo era posible que, de entre todas las personas, ese tipejo terminara ayudando a sus estúpidos hermanos? No podía asegurarlo todavía, pero lo que sí estaba claro es que no iba a perder de vista al desconocido.

Gurne que encabezaba la marcha, recibió a su hermano Albert con una sonrisa. Realmente se alegraba de verlo.

-Tan solo necesitamos regresar a casa hermano, y hablar con el rey. Ocurrió algo terrible, la reina fue secuestrada, por fortuna Rowan y Grifith me ayudaron en poder traerla de vuelta.

Giro la cabeza para mirar al único hombre que Albert aun no conocía y hacer las presentaciones.

-El es Mac Mardiggan, nuevo escolta de la reina... En cuanto el rey lo apruebe. Mac, este es nuestro otro hermano el príncipe Albert de Asdrom. -Volvió a mirar a Albert.- Mac a ayudado también en el asunto de la reina.

- ¿Secuestrada? ¡Maldita sea! - dijo, apretando el puño contra su palma - Si sólo hubiera vuelto antes de tiempo de la tarea que padre me encomendó... ¡podríamos haber ido todos juntos! ¡Los cuatro hermanos!

Estaba decepcionado, pero visiblemente aliviado de que sus hermanos estuvieran bien. Se dirigió a Lady Marian e inclinó la cabeza levemente a modo de saludo.

- Mi reina, me alegro de que estéis bien. Es una suerte que mis hermanos estuvieran allí para ayudaros donde yo no pude - luego se giró a Mac Mardiggan y sonrió - Es un placer conoceros, Mac Mardiggan. Si la reina os ha acogido como su guardián, será que sois valeroso y apto. Bienvenido a Asdrom. Decidme, ¿de dónde sois?

Cuando vi llegar a mi hermano Albert no pude evitar adelantarme un poco, tenía algunos temas que discutir con él acerca de mis deberes en el distrito mercantil y además él había sido el designado por nuestro padre para realizar los festejos de mi vigésimo noveno cumpleaños.

Al ver su reacción ante las palabras de Gurne, observé que realmente parecía consternado pero, haciendo caso omiso a sus palabras para maese Madmardigan, le planteé sin demora:

-Albert...- ,le dije inclinando levemente la cabeza a modo de saludo, -Espero también esteis al tanto de mis deberes en el distrito mercantil, vos sois principal protagonista de mis decisiones y quería comentar con vos esa y otras cuestiones.-

Tanta prisa por resolver asuntos pendientes consternó a Albert, que no dudó en tomar del brazo a su hermano y sonreir abiertamente.

- Claro, hermano. ¿Qué dudas tienes? - luego cayó en la cuenta de algo y sonrió aún más - Oh... ¡ohh! ¡Tendrías que ver a la doncella que he conocido para tí! ¡Una auténtica joya! ¡La más hermosa e increíble de todas las que he encontrado! Sólo para mi hermano querido. Pero dime, por favor. Me consterna que no puedas esperar a llegar al castillo para consultarme...

Vi la reacción tan apasionada de mi hermano Albert y, al ver sus expresiones faciales, no pude refrenar una media sonrisa mientras pensaba para mí:

¿Os consterna...?

Una vez que terminó de hablar, alcé la vista y exclamé con tono cordial:

-Tranquilizaos hermano, no he de consultaros nada. Como he dicho, tan solo quería comentaros mis decisiones tomadas en el distrito mercantil, dado que vos sois el que siempre ha llevado este tipo de lides quería mostraros mis progresos.- ,al decir esto, enarqué la ceja derecha y concluí, -Creo que ese tema del que hablais podríamos discutirlo mejor en privado, hermano mío, la más hermosa decís, una joya.....alentadoras palabras Albert.- ,dije sonriendo.

De camino a palacio, y casi llegando, aparecen siete jinetes, y al final, tras unos momentos de tensión, descubro que es el príncipe que falta, Albert...

Me pregunta quién soy, y Gurne se apresura a ponerle al tanto.

-El placer es mio.- Le digo. -Soy de la Granja Mardiggan, en el linde del bosque, de aqui, del reino....- Contesto a Albert.

Luego Grifith habla con él de temas de palacio y cosas de ellos personales.

Apreto la mandíbula y miro a Mariam.