Partida Rol por web

La suerte te sonríe, en cuanto llegas al nivel 4 encuentras la salida, vuelves a tener ventaja sobre tus compañeros, ahora te encuentras en una habitación en penumbra, solo unos hongos fluorescentes alumbran el lugar. Las paredes sur y este han sido grabadas con patrones geométricos, y un olor a moho llena el lado norte de la habitación. 

Curiosas apuestas, las de los patrocinadores. ¿Quién quería su muerte? Por descarte debía ser Lea, tal vez molesto por ser el único que no había visto una sola moneda, mientras los demás recibían oro en cada visita. Fuera quien fuera, estaba dispuesto a que no viera cumplido su deseo. No pretendía morir allí.

Los hongos de extraño brillo iluminaban las paredes, creando una extensa penumbra en la que costaba distinguir nada. Contra otros tributos, si alguno llegaba allí, podía ser una ventaja, pero seguramente las criaturas de ese nivel estarían adaptadas a las sombras del lugar, habrían desarrollado otros sentido más importantes en la oscuridad que la vista, y el sigilo no serviría de mucho. Al menos, sabría contra lo que luchaba.

El halo de luz¹ que le rodeaba ganó intensidad, dejando que viera un poco mejor a corta distancia. Poca cosa, pero serviría a sus propósitos. Por lo demás tendría que apañárselas.

Se aseguró que el bastón de cristal celestial estuviera bien sujeto a su espalda y, al lado, que las correas de la ballesta mantuvieran ésta en su sitio, sin que estorbara sus movimientos pero siendo fácil soltarla si llegaba el momento de usarla. Los virotes, en horizontal sobre la parte baja de su espalda, cubriendo sus riñones, se mantenían inmóviles en su aljaba, a mano.

El garfio de escalada iba sujeto al cinturón, junto a la cuerda enrollada y bien atada, y seguido dos bolsitas, una con las cápsulas alquímicas de contraveneno y otra con el pequeño espejo pulido y la tiza; en el extremo opuesto de la cintura colgaban los elixires de sangre de dragón y la palanqueta, a la que daba bastante uso. El resto de cosas iban en la mochila, a excepción de las piedras de trueno que llevaba en los bolsillos y la pértiga, que por supuesto llevaba en las manos. Esa fina vara de 10' de largo no servía para combatir, pero le había salvado la vida más de una vez, saltando trampas que, de otra manera, le habrían complicado mucho el camino.

Asegurado su equipo, dedicó unos minutos a aplicarse las cremas, tintes y accesorios² y listo para avanzar, empezó por explorar esa sala a conciencia, dirigiéndose al final a uno de los arcos del sur, con la pértiga por delante por si algo se le había pasado por alto en el registro de la habitación.

Después de tomarte tu tiempo poniéndote las cremas y maquillajes, avanzas, no ves nada en el pasillo, pero con cautela sigues avanzando hasta llegar a una nueva habitación, muchísimo más pequeña que la anterior, la habitación está completamente vacía

Negó, contrariado, algo indeciso sobre que hacer. No había encontrado absolutamente nada, ni en la habitación anterior ni en el pasillo, y por lo que parecía tampoco parecía haberlo en esa nueva sala. Solo que tenía que haberlo, no podía haber acabado en un lugar cerrado por todos lados y sin salida.

Pértiga por delante, atravesó el cubículo, de vuelta al inicio, y comenzó a buscar a conciencia, en busca de alguna puerta secreta que se le hubiera pasado por alto.

Vuelves al inicio para comenzar a buscar concienzudamente por todos lados una puerta secreta, pero tus intentos son fallidos, no encuentras ninguna

Definitivamente, había acabado encerrado en una zona ciega de la torre, y si había algún pasillo oculto, alguna puerta que le pudiera sacar de allí, era incapaz de verdad. O bien estaba demasiado bien escondida, o allí había magia jugando con su mente. Una poderosa, si le pasaba desapercibida.

No le gustaba pedir favores de esa manera; cuando había salido del Capitolio por última vez lo había hecho confiando en ser capaz de superar cualquier prueba por si mismo. Por desgracia, no empezaba con buen pie, y no le quedaba otro remedio que buscar ayuda en quienes gobernaban a capricho ese lugar.

Sudrak había demostrado ser demasiado imprevisible; la última vez, para encontrar el camino, le había mandado a un nivel anterior, lo cual no era precisamente lo que tenía en mente. Otros tres le debían favores, así que iba a tener que ser uno de ellos. En este caso, optó por Kron; quería conocer que clase de mecenas era antes de entregar más dinero a su causa.

—Kron, por favor —dijo en alto—. Necesito de tu intervención para encontrar el camino hacia el resto de este nivel.

Habías pedido un favor a los patrocinadores y te lo habían concedido, pero los patrocinadores siempre daban una de cal y otra de arena. De repente te ves en otra habitación, una en la que puedes ver dos salidas, pero no estás solo, has aparecido en una habitación llena de enemigos, puedes ver a ocho ciempies monstruosos y cinco hombre ratas. Si Kron no era el que te quería muerto lo aparentaba bastante mal.

Otra duda más se resolvió en un instante; Kron le quería muerto, no cabía duda alguna, pero le había subestimado. Si el patrocinador creía que eso bastaba para acabar con él, es que no había atendido.

Los enemigos a los que se enfrentaba eran peligrosos no solo por su número, sino porque tanto los insectos como las ratas solían ser portadores de venenos y enfermedades. Era de suponer, por tanto, que sus contrapartes monstruosas o humanoides también hicieran gala de tales herramientas. No lo sabía con seguridad, pero no quería arriesgar. Con un hábil movimiento de la lengua, abrió la cápsula de contraveneno que llevaba en la boca y se tragó su contenido. No era mucho, pero serviría de ayuda. Después, atacó.

Dos fuertes patadas, dirigidas contra los ciempiés,, con las que pretendía abrirse paso, golpearon las cubiertas quitinosas de los gusanos que tenía atrás, pensando en buscar una mejor posición a la que moverse.

Con unos precisos movimientos acabas con dos de los ciempies, retrocedes para colocarte en la esquina y evitar de este modo que te flanqueen. Uno de los hombres ratas mata con su estoque a otro de los ciempies para abrirse paso hacia ti. Otro de los hombres ratas ataca a uno de los ciempies, pero hace un giro extraño con el arma y termina hiriéndose a sí mismo. Dos ciempies intentan atacarte sin conseguirlo, eres mucho más rápido y ágil que ellos, no suponen una amenaza para ti, mientras esquivas los ataques puedes ver como hombres ratas y ciempiés luchan entre sí.

Apareces en una nueva sala, de repente te das cuenta de que no estás solo apareces en una pequeña habitación rodeado de 9 enanos, pero la suerte te sonrie ya que el teletransportador con la salida está allí justo, delante de ti, pero para llegar a él debes matar a uno de los enanos. Justo en la otra punta de la habitación, alejada del teletransportador puedes ver una poción

Los gusanos parecían más una distracción que un verdadero peligro. Aunque no debía descuidarse con ellos, antes de nada debía lidiar con los extraños hombres rata. Lo primero, era tantear a las criaturas.

Lanzó una patada impregnada por la energía sombría que dominaba, creando una doble imagen, un residuo oscuro, que en el último momento se unió al original, dotando al golpe de un frío helador.

La decisión, a pesar de una pequeña duda inicial, estaba clara. Si lograba llegar hasta el teletransportador y salir el primero de esa sala, recuperaría el favor de uno de los patrocinadores, cosa que ahora mismo era más importante que, una poción que no sabía ni de qué podría ser. Además de que tendría que combatir contra los 9 enanos.

Con un movimiento rápido, golpeé al enano que tenía delante para poder acceder hasta el teletransportador.

Golpeas al hombre rata con gran facilidad, tanta que te cuesta imaginar que esa sea la gran amenaza cuando el hombre rata cae muerto. Los ciempies intentan morderte sin éxito, un nuevo hombre rata ocupa el lugar del que acaba de morir pero sin llegar a ser una amenaza real para ti, te mueves demasiado rápido para ellos.

Las ratas restantes comienzan a atacar a uno de los hombres ratas, una de ellas consigue morderle pero no parece que le haya hecho nada

Golpeas con fuerza a uno de los enanos acabando con su vida, sin perder el tiempo corres para colarte en el teletransportador y salir de allí

—Maldita sea.

Estaba perdiendo demasiado tiempo allí, en una lucha que, más que matarle, le iba a retrasar frente al resto de tributos. Kron iba a pagar por lo que había hecho. Algún día.

Lo primero era acabar con esas criaturas, que prácticamente morían de un golpe pero le impedían el paso. Necesitaba un método más rápido, y sabía exactamente cual.

Primero, con un movimiento extraño, desapareció de la vista. Aprovechando el momento, sacó uno de los viales que llevaba en el cinturón, lo destapó y, de un trago, se lo bebió entero. La ardiente sangre le imbuyó de las fuerzas que necesitaba en ese momento, y sonrió al aparecer.

Te vuelves invisible, en ese momento los ciempies y los hombres ratas comienzan a atacarse entre sí, uno de los hombres rata termina herido y dos ciempiés caen muertos ante los estoques de sus enemigos, el numero va menguando por momentos

Aquella tontería iba a acabar en esos momentos. Inhaló profundamente, notando el aire ardiendo dentro de él, como si hubiera tragado unas brasas encendidas, y exhaló. El aliento de fuego llenó la habitación, cubriendo a la mayoría de enemigos con un manto abrasador.