Partida Rol por web

A María no le hizo falta que se lo dijeran dos veces, era importante arrancar el puñetero coche para salir de allí de una vez.

No tenía que ser muy difícil, lo había visto en un montón de películas y siempre funcionaba, así que sin tener más idea de mecánica que la de nivel usuaria... se puso a manipular sobre el salpicadero del coche... sacó varios cables y los miró con cara de poquer... ¿sería el rojo el verde o el puto morado?

El golpe lanzado por Sam acierta en el cadáver andante, pero no lo suficiente para detenerlo. Sin embargo, justo después de que ella lanzase el cuchillo, Alex sale como un rayo, hacha en mano, dispuesto a cortar cabezas. Por fortuna para ellos, emuló al más avezado guerrero enano de aquellos relatos que gustaban a cierto tipo de gente, y la cabeza de aquel hombre quedo partida en dos, quedando la mitad sujeta al cuerpo por un delgado trozo de cuello y mientras la otra salta por los aires.

El cuerpo cayo hacia atrás con el hacha todavía clavada en él.

María como buena deportista, no estaba dispuesta a dejarse vencer tan fácilmente... a pesar del serio peligro que corría su integridad física y humana... de manera que frunciendo el ceño de manera exagerada, tanto que empezó a dar más miedo que los propios mordedores  y maldiciendo la nación del coche... alemana por cierto... se puso a probar suerte nuevamente con los dichosos cables para conseguir arrancar el puñetero coche.

Sam miró a su alrededor antes de acercarse al coche y vio lo que estaba haciendo Maria. Había un montón de cables y parecía que la latina había estado probando a la cuenta de la vieja. Era un milagro que no se hubiese elctrocutado

¿Pero que...? Joder Maria, esos son los cables de la radio. A ver si aciertas ahora gruñó acercándose para ayudar.

El hacha se quedó clavada en el zombie, no solía pasar pero cuando pasaba era desagradable. El sonido a succión que se producía al destrabarla le ponía los pelos de punta y dejaba un regusto amargo en el fondo del paladar.

Mientras sus compañeras intentaban hacer un puente, estiró del hacha y, como siempre, Alex tuvo que tragar saliva al escuchar ese sonido.

Con el hacha ya en la mano volvió al coche para subirse en él.

—¿Seguro que queréis largaros en este trasto? Va a hacer un ruido de mil demonios y vamos a ser comida en lata

Sam se había cruzado de brazos mirando a su alrededor. Estaban montando bastante ruido y eso no era bueno y si encima encendiían el motor....ÑAAAAAAM ÑAAAAAAAAAM

¿Has oído culogordo? Mejor ver a tus hijos un poco mas tarde que no llegar, o que llegar con una jauría detras

En serio...¿Como diablos comerá el jodido Kyle-zombie?Si ya no le quedaban dientes

Por fortuna para María el vehículo tenía ya algunos inviernos sobre su chasis y eso significaba que quedaba abierta la posibilidad de trastear con los cables para ver si podía arrancar el motor.

A pesar de que Sam llegó como un elefante en una ferretería y tiró de un par de cables, eso no desconcentró a la mujer, que tras uñarada de chispazo escuchó lo que quería oír.

¡Brrrrrrrrr!

No seas tan pesimista. - dijo Alexander entrando en el coche justo después de escuchar el motor arrancar. - Llegamos en coche y habríamos vuelto en él si no nos hubiésemos estrellado.

En marcha María, que se está haciendo de noche. - Alex pensaba en su familia, lo que oyó en el walkie no le guató nada, pero aquel no era el momento que preocupar a quien tenía que llevarles hasta el campamento.

- ¿Culo gordo...? Si no fuera porque en el fondo estoy de buen humor te dejaba ahí tirada para que te hicieras amiga de esos puñeteros zombies...- le espetó María ofendida por el calificativo que había recibido su precioso trasero respingón- Tira pa dentro que nos vamos ¡COÑO!

Pssssssss

Sam no veía problema en que la dejasen tirada así que hizo un gesto palmeandose su trasero....a cinco centimetros de donde estaba, como insinuando que el culo de Maria era del tamaño de su país de origen. Sin decir más se subió a la parte trasera del coche con la mano bien cerca de la portezuela por si tenía que salir a toda hostia. 

Y sin embargo...sonreía

El coche avanzo rápidamente por la carretera. Algún caminante a uno de los lados de la carretera era lo único con movimiento que se encontraron en su viaje. Más de los que se habían cruzado en su ida al pueblo del que casi no vuelve.

Casi no vuelven. Técnicamente tan solo volvían tres de cuatro que fueron. No habían encontrado ninguna señal de Cutty desde que se separaron durante aquella carrera. Ninguna evidencia de su vida o lo que sería más probable, su muerte.

Se encontraría un zombi con su rostro de camino al campamento o se encontraría su ropa rasgada y manchada de sangre en alguna cuneta.

Encontrar el coche había sido una suerte. Si hubieran ido andando los caminantes que se cruzaban les habrían acechado. Había alguno más que los que habían habido a la ida.

No habían encontrado al negro. Había preferido huir en lugar de esperar y permanecer en el grupo para ayudarse mutuamente, así que era bastante probable que hubiese acabado rodeado por zombies y ahora fuese uno de ellos.

Alexander no quería pensar en lo último que había oído por el walkie, todo aquello de la manada le daba algo de miedo. Tal vez los caminantes se habían organizado y el día del juicio estuviese más cerca. Intentó quitarse esas cosas de la cabeza y trató de volver a ponerse en contacto con el campamento.- ¿Hola? ¿Hay alguien?

Por segunda vez en aquella aventura, Sam se sentía vulnerable. María conducía y ella solo podía observar lo que iba ocurriendo. Como los zombis se acercaban y se alejaban. La manada. La desaparición de Cutty. Bueno, el jodido negro no dejaba de mirarla las tetas y encima había ido a su bola. Que sí, que había que sobrevivir y todo eso. Pero aún así...¿No era mejor tener alguien cerca al que disparar en la pierna para entretener a los zombies? Pero de todos modos ¿Qué mas daba? El mundo se iba a ir a la mierda y ella con él. Si había un puto Dios no jugaba al poker o aquellas chorradas que se decía...si había un puto Dios era como un niño quemando hormigas con una lupa. Un cabrón. Sin saber muy bien que hacer Sam sacó su último porro y lo encendió. Le dio una calada y se lo ofreció a Alex en lo que esperaba respuesta.

—Tienes que probar esto antes de palmar—dijo con un hilo de voz.

María dió las gracias al señor Gibson, estuviera donde estuviera, por haberle enseñado a conducir. Cuando dijo de aprender su marido tuvo sus reticencias... era un jodido machista, pero María había aprendido a manejarlo y sencillamente sólo tenía que saber como hacer las cosas para que se hiciera siempre lo que la señora Ribera quería.

 La carrera desde la maldita ciudad hasta el refugio le hubiera resultado hasta divertida, puesto que le recordó a uno de los videojuegos que tenían sus niños, de no ser por la incertidumbre y la situación en la que se encontraban hasta habría tratado de hacer picadillo de zombie, pero el humor de la mamá futbolista estaba por los suelos y lo único que deseaba era volver a ver a sus mocosos y echarse algo a la boca, aunque fuera un bocado de cualquier cosa en conserva que hubiera por ahí.

Entonces le echó un vistazo a Sam y arrugó el ceño, mientras trataba de encontrar el mejor sitio para aparcar.

- ¿De donde coño te has sacado eso? Me vas a infectar el puto coche...

Un porro de maría... de maría la "yerba" no maría tuyo.

Sam apoyó la cabeza contra la ventanilla cansada. Tras tanta adrenalina la sobrevenía el bajón y se sentía totalmente hundida. Sin ánimo si quiera para fanfarronear o vacilar

¿Cómo puedes saber que no lo he hecho ya?- Le contestó enigmáticamente Alexander a Sam mientras escuchaba atentamente por si el walkie emitía el menor sonido que indicase que su familia estaba bien.

La carretera parecía volar mientras conducían el coche a través de aquel camino de segunda. Después de lo lenta que había sido la salida del pueblo, a través de los tejados, que casi acaba con ellos antes que los caníbales que querían echarles la mano encima, y la interminable calle de salida, aquello parecía el salto al hiperespacio de las películas de ciencia ficción.

Quien hubiera dicho que quejarse por recorrer unas cuantas millas en coche, un tiempo más tarde le parecería la queja de un niño mal criado.

Por la carretera aparecían de vez en cueando zombis que se giraban torpemente al sonido de aquel motor que en otro tiempo parecería sacado de un desguace. Aunque de nuevo, en aquellos tiempos... o sería aquel humo blanco el que distorsionaba los sonidos.

El conductor divisó el cruce por el que tenían que girar a la izquierda y fue cuando vieron una primera señal de lo que había pasado por aquella zona. Un coche. Un coche del campamento estaba allí, parado, rodeado de un grupo de cinco zombies. Dos de ellos sentados, mirando con una mirada aún más perdida de lo normal. El resto se movía lentamente de un lado a otro. Restos de sangre alfombraban la carretera. 

Dejandolos a tras sin dificultan avanzaron con el coche por la nueva carretera, carretera que se volvía cada vez peor conservada a medida que seguían en dirección al campamento. Cada vez más caminantes que esquivar. Cada vez menos espacio por el que maniobrar. 

Una ventanilla se baja. El humo que inundaba el habitáculo se disipa lentamente. Un instante después el coche se detiene. No pueden avanzar más. Un muro de muerte se extiende ante sus ojos. Apenas treinta pies delante de ellos se extendía lo que una vez fue su campamento. Ahora estaba plagado. Imposible entrar en él.

Como esta es imposible. La cultive yo antes de esta mierda...

Sam se iba relajando. De hecho ya no saltaba cada vez que veía un zombie tirarse contra el coche. Había asumido que aquello, para bien o mal había terminado. Nada más lejos de la verdad. Cuando llegó al refugio pudo ver la cruda realidad.  Estaba totalmente infestado. Entre los zombificados pudo distinguir sin mayor problema a Jane, la niñita pija que la miraba como si su mierda oliese mejor que la suya. La chica no sintió ninguna compasión por ese proyecto de scort que ahora se movía al paso de la insufrible "thriller" de Michael Jackson. Sin embargo en aquel momento el fino vello de sus brazos se erizó, sin atreverse siquiera a mirar a Maria y a Alex... Vale joder. El chucho había tenido una posibilidad entre 100 de haber salido vivo pero los niños... y los padres de Alex... y el marido de Maria. Aquello era imposible.

La chica tenía la pistola descansando sobre sus rodillas. La había sacado dispuesta a volarse la cabeza cuando vio la situación en el campamento. Ella no se convertiría en una muerde-culos sin cerebro. Prefería ser un cadaver con medio cerebro reventado, pero por primera vez no estaba sola, formaba parte de un grupo y ¡joder! lo que acababa de pasar era la hostia. 
 

Era extraño, el camino al campamento estaba mucho más lleno de zombies que de costumbre, pero era mucho más extraño que absolutamente nadie contestara al walkie talkie.

El coche rodeado por zombies tampoco era una buena señal, pero Alex confió que los del campamento estuvieran bien, seguro que había cientos de explicaciones razonables para lo que estaba pasando, aunque justo en ese momento no se le ocurriera ninguna.

Cuando por fin llegaron a lo que antes era campamento lo comprendió. Una lágrima cayó por su mejilla mientras la verdad se le revelaba de una forma clara y diáfana. Dios les había abandonado hace mucho tiempo, Alexander sabía que el día del juicio estaba cerca, muy cerca, pero ahora tenía la certeza de cuando ocurriría. Cada día quedaban menos y el todopoderoso estaba esperando a que el último de sus hijos cayera para volver a levantarlos y reclamarlos nuevamente ante su presencia.

El chico cerró los ojos recapacitando, ya no había ningún sitio al que regresar, ni ningún Crawford al que desilusionar por no seguir sus pasos, ni siquiera ninguna familia a la que sus actos pudiesen afectar negativamente. Tampoco estaba su madre, la única de toda su familia que se preocupaba por lo que él sentía.

Durante unos segundos pensó en bajar del coche y entregarse al destino. Podía esperar el día del juicio siendo un zombie, esperaría hasta que toda la humanidad se hubiese convertido sin ninguna preocupación, sin nada que hacer salvo vagar hasta que encontrar algo que comer.

Pero ese no era él, ese no era Alexander Crawford. Podía hacer eso, pero también podía ser el último en trasformarse antes del juicio.- Da media vuelta María, no hay nada para nosotros aquí.

Alex se recostó en el asiento.- Creo que ahora sí que probaré tu María.- Le dijo a Sam con la carismática sonrisa de los Crawford dibujada en su rostro.

María detuvo el coche con los ojos completamente desorbitados... Sus niños... habia dejado a sus niños allí pensando que estaban seguros, que cuando volviera de aquella locura que había supuesto la excursión a la ciudad, volverian hacia ella corriendo y la abrazarían para comenzar a registarle los bolsillos en busca de algo para ellos... que después su marido se le echaría encima y le metería mano, que cenaría los cuatri gusanos que encontraran y que dormiría a pierna suelta para tratar de sobrevivir al día siguiente... pero aquello se había salido por completo de su guión.

- ¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!- grito- MIS NIÑOS... MIS NIÑOS- exclamó gritando de pena y desesperación, mientras las primera lágrimas comenzaron a inundarle la cara y sus manos comenzabana tratar de desabrocharse el cinturon de seguridad.