Partida Rol por web

El encierro, el sol abrasador y su caricia de fuego no pudieron con mi orgullo. La piel arde como en llamas y la manera en que me frotan no mejora la situación, pero debo reconocer que esperaba torturas mucho peores y el episodio quedará en mi recuerdo como una larga meditación junto al Señor de la Luz.

No pronuncio una palabra a mis captores y cuando arrojan la ropa a mis pies me limito a anudarla a mi cintura. Nunca dejo de mirar fijamente a los carceleros, con mis ojos de piedra y fuego trato de llegar a su alma.

Los sirvientes te dejan de nuevo en las “cuidadosas” manos de los guardias, quienes al notar tu fiera mirada, hacen pasar una lanza junto a tu cabeza. Otro de ellos no obstante, les carraspea seriamente y menea la cabeza negativamente. Hay órdenes.

Con esa escolta, te introducen en la sombría frescura del lugar. El cambio brusco hace que parpadees un poco, después de tantos días al sol directamente cuesta un poco enfocar de nuevo… El paseo es breve, no obstante. Te llevan a una pequeña salita, amueblada con sencilla elegancia, en el ala norte. Por un lado las ventanas cerradas indican donde da hacia afuera. Al otro, unas pesadas cortinas ocultan la continuación del lugar. Puede que un dormitorio o algo así.

En la misma, espera alguien, aunque a primera vista cuesta dilucidar que es. Tras aproximarte notas que se trata de un hombre joven, aunque la túnica (negra y amplia) oculta la mayoría de sus rasgos salvo el rostro. Este se encuentra tiznado con algún polvo negro, curiosamente.

-Bienvenido. +saluda con un leve cabeceo, indicándote al costado con la diestra+ Por favor, tome asiento. Mi nombre es Kaled Gargalen, segundo hijo de la casa y castellano de estos salones… Quisiera que intercambiemos unas palabras.

Su voz es calmada y relajada, la de un hombre seguro.

La joven te guía dentro del recinto, adecuando su paso al tuyo. El paseo es distinto al de la otra vez. En lugar de llevarte al salón principal, te guía al área norte, donde encuentras una salita parecida a un recibidor. Las cortinas de la ventana indican por donde da afuera. Al otro lado, unas más pesadas se corren, revelando un dormitorio… y a otra persona. Se trata de un hombre, joven por sus rasgos, aunque cubierto íntegramente por una capa negra. Es el que vieras hace varios días en la entrada, hablando con la agresiva muchacha. 

-Buenos días… Soy Kaled Gargalen, castellano de esta casa y segundo hijo de la familia.

Cruza las manos frente a si, mientras toma asiento en uno de los sofás del lugar.

-En un momento tendré otra entrevista. Entretanto esperaras en la habitación de al lado, junto a mi hermana, y escucharas todo atentamente. Pasaras cuando te lo indique. Si intentas algo antes, cualquier cosa, Arianne acabara contigo en un segundo. +explica, yendo al grano enseguida, aunque su tono es claro y suave. Seguidamente te indica con un cabeceo las cortinas por donde ha salido, mientras añade.+ ¿Alguna pregunta?...

Observo al hombre pesándolo con la mirada. No debe pasar las 7 arrobas y está bastante sucio para estar en su casa. Calculo que podría partirle el cuello con las manos antes de que los guardias logren detenerme. Pero el ya no es mi enemigo, mis enemigos son los traidores y entregadores. Y ese hombre al que ya no quiero nombrar, que me quiso expulsar de la Casa Drakengaard, que usa a mi querida hermana como moneda de cambio, que me envió a esta aventura alocada, seguramente a la espera de que muera.

Tomo asiento sin decir una palabra. Nunca dejo de mirar fijamente al hombre, la vista clavada en sus ojos.

Entrecierra los ojos, descansándolos un momento, antes de continuar.

- Bien, será difícil mantener una charla si no habláis. Espero que no sea por timidez o vergüenza. No hay deshonor en la derrota… aunque me lo halláis puesto tan fácil. No. Lo vergonzoso es no asumirla dignamente, ni aprender de la misma. Una cosa te hace soberbio, y la otra estúpido. Malos atributos para un líder que desee durar en el cargo.

Su tono es levemente pedante, como quien recita una lección básica a un alumno, aunque en su voz no hay animosidad o violencia. Más bien parece una charla casual. Luego de unos instantes, espabila y devuelve la mirada a la realidad, sosteniendo la tuya con entereza.

- Mi querida hermana me ha contado lo que sabe de vos. Por desgracia ella no esta tan familiarizada con los nombres de casas distantes, pero yo si he escuchado algo de los Drakengaard y he tenido oportunidad de comentar al respecto con algunos consejeros de su Majestad... Ahora, no obstante, me interesaría mucho escuchar vuestra historia, para compararla con los dichos que he recolectado en Lanza del Sol.

Junta las manos, cruzando los dedos a medida que enumera los distintos puntos.

- Quienes sois, porque nos han atacado, el número y tipo de las fuerzas que quedan, si sabéis sobre mi padre o mi hermano… Cualquier detalle, así sea ínfimo o muy evidente, puede ser interesante. Según vuestro grado de cooperación y honestidad, podéis cambiar la jaula por una habitación,… o algo mucho más incómodo. 

Empiezo a hablar congestionado de furia. - Fui engañado y enviado a una trampa. Sin información y sin recursos. No sé una mierda de tu familia, tu padre o tu hermano. – Hago una pausa y por primera vez bajo la mirada al suelo – Cumplí la última orden para ese viejo bastardo. – Escupo sonoramente en el piso – Escupo sobre el nombre Drakengaard.  – Hago una pausa con los dientes apretados. Levanto la mirada una vez más llena de ira, pero esta vez no está dirigida a mi intelocutor.  – Pero los mayores entregadores, mil veces malditos, son esos afeminados Hammsemight. Ellos tenían que darme el apoyo, y en cambio envían una banda de inútiles. ¡Sin escalas! ¡SIN ARIETES! – Mi voz sube junto a la temperatura. – Y esa mujer, supuesta informante, INUTILES. No trajo una palabra que sirviera de algo. Mi lealtad me hizo meterme en una empresa con más preguntas que garantías. Y créeme que he aprendido mucho de eso. Me importa un carajo si me pones en la jaula donde recibo el abrazo de R´hllor y en donde quieras.

Escucha con atención, mientras cabecea suavemente, asimilando la información. Tras una breve pausa al final de tu diatriba, descruza las manos y las apoya en sus piernas.

- Comprendo el motivo de vuestra ira... Es muy posible que en esa situacion tambien me sintiera muy enfadado, pero le solicito conserve la calma, por favor... Quisiera insistir en algunos detalles más. Por lo que comprendo, esta alianza con los Hansemigth tiene raíces profundas. La boda de su hijo mayor con una mujer de las Islas de Hierro es conocida en el reino, ya que hubo muchos invitados. Pero, ¿Cuáles fueron los argumentos para convencerlos de realizar este ataque? Me gustaría entender los límites y condiciones de vuestra alianza.

Hace una pausa.

-También quisiera saber si hubo alguno de ellos participando, ya que imagino no lo dejarían todo en vuestras manos. Lo mismo algo que podais añadir sobre esa mujer que mencionáis… la supuesta informante. 

Afortunadamente la mujer adecua su paso al mío, y es que cada paso es un infierno. Aunque lo prefiero a ser arrastrado como un perro.
La situación me tiene bastante desconcertado, y si consigo disimularlo es porque tengo que poner demasiadas energías para seguir vivo como para que se me note ningún tipo de sorpresa.
Finalmente conozco a aquel otro hombre, y aunque de primeras puede parecer más abierto al dialogo, algo me dice que será igual de letal sino más que su hermana.

-No se preocupe mi señor. Le aseguro que no haré nada. Ya conozco los cuidados de su hermana.

Que repitan lo de las tonterías me hace pensar que no piensan tanto en una fuga sino en otra cosa. ¿Qué me van a mostrar?
Aunque me muero de curiosidad no pregunto nada, prefiero parecer impasible. Aunque algo me huele muy mal de todo esto, y eso es mucho decir para un hombre que ha dormido entre la mierda.

Te hacen pasar al cuarto. El mismo es un elegante dormitorio como se adivinara, y el mueble principal, una gran cama doble. Pero en vez de adornos u objetos de tocador, los costados están repletos de estanterías cargadas, libros y pergaminos…

No hay tiempo para estudiarlos lamentablemente. Arianne te indica que permanezcas allí con una mirada, casi en el dintel, mientras ella se coloca algo detrás.

La espera es breve. Se escuchan pasos y botas, guardias llegando. El primero en hablar es el hombre de recién.

-Bienvenido. Por favor, tome asiento. Mi nombre es Kaled Gargalen, segundo hijo de la casa y castellano de estos salones… Quisiera que intercambiemos unas palabras.

La voz se escucha clara, pese a la cortina opaca que separa esta habitación del recibidor anterior. No obtiene respuesta no obstante, al menos al principio, así que continúa.

- Bien, será difícil mantener una charla si no habláis. Espero que no sea por timidez o vergüenza. No hay deshonor en la derrota… aunque me lo halláis puesto tan fácil. No. Lo vergonzoso es no asumirla dignamente, ni aprender de la misma. Una cosa te hace soberbio, y la otra estúpido. Malos atributos para un líder que desee durar en el cargo.

Su tono es levemente pedante, como quien recita una lección básica a un alumno, aunque en su voz no hay animosidad o violencia.

- Mi querida hermana me ha contado lo que sabe de vos. Por desgracia ella no esta tan familiarizada con los nombres de casas distantes, pero yo si he escuchado algo de los Drakengaard y he tenido oportunidad de comentar al respecto con algunos consejeros de su Majestad... Ahora, no obstante, me interesaría mucho escuchar vuestra historia, para compararla con los dichos que he recolectado en Lanza del Sol.

Tras unos breves segundos, continua.

- Quienes sois, porque nos han atacado, el número y tipo de las fuerzas que quedan, si sabéis sobre mi padre o mi hermano… Cualquier detalle, así sea ínfimo o muy evidente, puede ser interesante. Según vuestro grado de cooperación y honestidad, podéis cambiar la jaula por una habitación,… o algo mucho más incómodo. 

Ahora si llega respuesta, en un tono firme y orgulloso, lleno de ira. Uno bastante familiar.

- Fui engañado y enviado a una trampa. Sin información y sin recursos. No sé una mierda de tu familia, tu padre o tu hermano. – Responde Lowe–Cumplí la última orden para ese viejo bastardo. – Escupe sonoramente en el piso – Escupo sobre el nombre Drakengaard… Pero los mayores entregadores, mil veces malditos, son esos afeminados Hammsemight. Ellos tenían que darme el apoyo, y en cambio envían una banda de inútiles. ¡Sin escalas! ¡SIN ARIETES! – Su voz sube junto a cada palabra – Y esa mujer, supuesta informante, INUTILES. No trajo una palabra que sirviera de algo. Mi lealtad me hizo meterme en una empresa con más preguntas que garantías. Y créeme que he aprendido mucho de eso. Me importa un carajo si me pones en la jaula donde recibo el abrazo de R´hllor y en donde quieras.

Kaled deja que el calor de Lowe baje, antes de hablar nuevamente.

 -Comprendo el motivo de vuestra ira... Es muy posible que en esa situación también me sintiera muy enfadado, pero le solicito conserve la calma, por favor... Quisiera insistir en algunos detalles más. Por lo que comprendo, esta alianza con los Hansemigth tiene raíces profundas. La boda de su hijo mayor con una mujer de las Islas de Hierro es conocida en el reino, ya que hubo muchos invitados. Pero, ¿Cuáles fueron los argumentos para convencerlos de realizar este ataque? Me gustaría entender los límites y condiciones de vuestra alianza.

Hace una pausa.

-También quisiera saber si hubo alguno de ellos participando, ya que imagino no lo dejarían todo en vuestras manos. Lo mismo algo que podais añadir sobre esa mujer que mencionáis… la supuesta informante. 

El pobre capitán estaba más perdido que un bufón en un velatorio, y solo despotricaba en todas direcciones. Por lo que no me preocupaba en demasía lo que pudiera decir. Parecía incapaz de aceptar el hecho de que no había sido capaz ni de dar guerra durante una hora para que yo hubiera podido llegar hasta estos bastardos. En parte el problema había sido la desinformación, en eso aceptaba mi culpa, de haber conocido mis habilidades podría haberse enfocado todo de otra forma.

No estaba seguro de que pretendían sacar de aquello, ni sabía por que me tenían allí escuchando, al fin y al cabo solo hablaban de cosas que ya sabíamos todos. Aun así aguardé en silencio sin mover ni un solo músculo, al fin y al cabo aquella mujer estaba mal de la cabeza.

Suponía que la mujer de la que hablaban sería Ahb, la única persona en el lugar por la que arriesgaría mi propia vida. Así que intenté descifrar donde la podían retener, aunque en aquellos momentos una misión de rescate sobrepasaba en mucho lo absurdo.

Miré a aquella mujer con un poco de curiosidad, como intentado descifrar las ganas que tenía de hacerme daño y sus motivaciones.

Nunca fui el más sagaz en las intrigas y las mentiras, pero algo me sorprende al escuchar a Keled. O quiere confundirme o no sabe nada de Daeron y la buena para nada de su informante. Echa por tierra mi idea de complot en mi contra, en todo caso, por algún punto Lord Hammsemight también quiso eliminar a su sobrino.

- Un plan tan simple que sonaba estúpido. ¿Cómo pude hacerles caso? Se suponía que el casamiento sería tan grande que no quedaría más que una débil guarnición aquí. Pan comido, me aseguró Lord Hammsemight, y yo le creí, idiota de mí. Si hubiera podido ver las fuerzas que enviaba antes de la batalla hubiera notado que no estaban preparados. Entonces fue cuando llegó la mujer. ¡¡¡La maldigo cien veces!!! Se suponía que me diría cuantos hombres había aquí, cuales eran las defensas… NADA… NO SABÍA NADA!!! No conozco su nombre, pero su piel es oscura y negra como el tizón.

Junto a mí venía un sobrino del Lord, el más perfecto inútil que he conocido, aunque supuestamente era un buen justador… juegos de los que no se animarían a una verdadera batalla. El muy cobarde escapó corriendo en medio de la batalla.

La conversacion continua, y es turno del capitan. 

- Un plan tan simple que sonaba estúpido. ¿Cómo pude hacerles caso? Se suponía que el casamiento sería tan grande que no quedaría más que una débil guarnición aquí. Pan comido, me aseguró Lord Hammsemight, y yo le creí, idiota de mí. Si hubiera podido ver las fuerzas que enviaba antes de la batalla hubiera notado que no estaban preparados. Entonces fue cuando llegó la mujer. ¡¡¡La maldigo cien veces!!! Se suponía que me diría cuantos hombres había aquí, cuales eran las defensas… NADA… NO SABÍA NADA!!! No conozco su nombre, pero su piel es oscura y negra como el tizón.

 Lowe habla ahora libremente, contando todo lo que sabe al parecer, sin pelos en la lengua.

Junto a mí venía un sobrino del Lord, el más perfecto inútil que he conocido, aunque supuestamente era un buen justador… juegos de los que no se animarían a una verdadera batalla. El muy cobarde escapó corriendo en medio de la batalla.

Kaled murmura algo en tono bajo, pero no alcanzas a oir que dice. Tras unos segundos, vuelve a hablar en tono claro. 

 -Bien, la mayoría de mis dudas han sido respondidas. +replica+ No obstante, queda una cuestión pendiente… ¿Qué hare con vos? Me explico… Renegáis de vuestra familia, y de todos modos tengo entendido que los piratas de Hierro no son dados a negociar rescates, así que no puedo esperar nada de ellos… No puedo dejaros ir, pero mantener prisioneros no es nuestra costumbre, y ejecutar a un vencido sabe demasiado a un abuso de poder… una mancha a la reputación de la casa de la que prefiero prescindir. La situación es complicada como veréis… ¿Existe alguien a quien pueda interesarle vuestra vida?

Menea la cabeza negativamente. Penoso en verdad.

- Increíble que creyeran algo así… ¿De dónde pudieron sacar que la guarnición se iría? Nadie moviliza ejércitos para ir a una boda. +murmura quedamente, en tono pensativo.

Tras unos instantes, continua.

-Bien, la mayoría de mis dudas han sido respondidas. +replica+ No obstante, queda una cuestión pendiente… ¿Qué hare con vos?

Abre los brazos y los apoya sobre el borde del sofa.

-Me explico… Renegáis de vuestra familia, y de todos modos tengo entendido que los piratas de Hierro no son dados a negociar rescates, así que no puedo esperar nada de ellos… No puedo dejaros ir, pero mantener prisioneros a largo plazo no es nuestra costumbre, y ejecutar a un vencido sabe demasiado a un abuso de poder… una mancha a la reputación de la casa de la que prefiero prescindir. La situación es complicada como veréis… ¿Existe alguien a quien pueda interesarle vuestra vida?

El poco respeto que había sentido por el capitán se esfumo. No solo era un incompetente, sino que solo sabía llorar por lo que él creía que eran errores de los demás. Para colmo parecía repudiar de todo y de todos. Desde luego no iba a mover ni un dedo para mantenerlo con vida.

Lo peor de todo esto es que si bien esta nueva información no parecía afectarme negativamente, tampoco veía una forma de que fuera positiva.

Podía volver a ofrecer mis servicios pero... podían matarme, aunque eso no cambiaba demasiado mi situación. Fuera como fuese estaba muerto. Pero quizás debiera verlo todo desde otra perspectiva, no debía venderme como un posible traidor, sino como un asesino, una familia como aquella seguro que estaría interesada en contratar los servicios de un asesino de forma gratuita. Aunque claro, para ello debían fiarse de mi, y no pensar que soy un maldito inútil, algo que de hecho era muy probable que pensaran.

Mantengo la mirada clavada en el hombre, pero su pregunta, por algún motivo, me llena de pena. Medito unos segundos que parecen eternos, siempre mirándolo a los ojos, aunque mi mirada en realidad está perdida. Finalmente bajo la cabeza.

- Mi hermana, Irhya, haría lo que sea por mí, y yo por ella. Tal vez mi esposa, aunque apenas la conozco.

De mi hermana estoy seguro, aunque la pobre es también prisionera, en otro lado y bajo otras condiciones, pero prisionera al fin. Lo de Naerys es más bien un intento desesperado.  No creo que ninguna de las dos tenga mucho que ofrecer.

Suspira levemente. Una hermana y una esposa. Bueno, peor era nada. Pareciera que la entrevista va a terminar, pero entonces alza un dedo, como recordando algo.

- Una sola cosa más, señor, y habremos acabado.

Golpea las manos suavemente.

- Arianne, hazlo pasar. 

La respuesta de Lowe tarda algo en llegar.

- Mi hermana, Irhya, haría lo que sea por mí, y yo por ella. Tal vez mi esposa, aunque apenas la conozco.

Escueta, sencilla. Quizas algo triste. Pero Kaled la acepta. Seguidamente, contesta.

- Una sola cosa más, señor, y habremos acabado.

Golpea las manos suavemente.

- Arianne, hazlo pasar. 

Es la señal. No necesitas voltearte ni gran imaginación para saber que sigue. Un leve picor frio roza tu oreja, y de soslayo ves la punta afilada de una lanza. Es tu turno de entrar.  

Giro la cabeza hacia el umbral por el que espero que ingrese la mujer que me condenó a aquella jaula acompañada, asumo, por Daeron.

El bueno para nada no puede haberse filtrado sin ser atrapado. Debí matarlo cuando tuve la oportunidad. Aunque parece que no tuvo nada que ver con el complot. Quizás sea otra víctima. Si R´hllor me da vida y fuerzas me vengaré de Drakengaard y Hammsemight por toda esta humillación y mis hombres muertos.