Partida Rol por web

Amigo... puede que te encuentres con los Dioses antes de lo que piensas...

Fenrir terminó de lavar la herida y llamó al hombre que había hablado antes con él, seguramente algún cargo por encima del muchacho.

-Les seré sinceros- dijo con pesadumbre, aún con las manos con sangre -Ese brazo no se va a salvar... tenemos que cortarlo- se levantó para alejarse un poco y terminó de lavarse las manos.

¿Había alguna forma simple de decir esto? No lo creía, pero el muchacho era un soldado, o había tenido que cumplir ese rol. Recordó la cantidad de heridos de Robledo, y un poco del malestar por tener que cortar un miembro desapareció. Había estado bastante tiempo solo.

-Y aún así tendremos que rezarles mucho a los Dioses para que se salve- agregó para que sólo el superior lo escuchara -Está muy mal esa herida. Si quiere continuamos, es la única posibilidad que tiene...-

Era un forastero para esos hombres. Sabía que de entrada estaba queriendo cortar un brazo a un joven que tal vez tenía hijos, tal vez no. Pero era lo único que se podía hacer.

-¿Contra qué se enfrentaron?- preguntó -Porque la herida parece haberse infectado pero por algo más que sólo la herida... puede que haya quedado un pedazo de la lanza, pero también puede haber sido algún veneno o ponzoña. Si sabe contra qué se enfrentaron, tal vez sepa qué hierba ha utilizado el atacante y tal vez pueda encontrar algo que le mejore la situación-

El rostro del lider esta oscurecido en la penumbra, escuchando secamente. El herido no dice nada, pero se acurruca sobre si mismo, livido. Sus compañeros son testigos mudos, ya que cualquiera de ellos podría ser el mismo.

-Hombres de los clanes. +escupe el jefe+ Esos bastardos… Sus lanzas tienen punta de piedra y se quiebran con un mal golpe. Quizás fue eso.

Rasca su frente pensativamente, mientras asimilas el dato. Los hombres de los clanes, norteños casi salvajes... Es curioso, ya que ellos viven al Oeste, entre las colinas; rara vez vienen tan al Este. Luego de unos segundos, te mira con los ojos entrecerrados

-¿No hay ninguna otra salida? Si pierde el brazo…+deja las palabras en el aire. Un soldado manco es casi peor que uno muerto.

-¡Vaya! ¿Tan al este?- dijo Fenrir cuando le mencionaron la causa. Sí, podía ser eso lo que le hubiese generado la infección.

-Lo sé, normalmente intentaría salvar el brazo con hierbas y algunos ungüentos, pero ha estado mal mucho tiempo, y creo que lo único que se puede hacer por salvarle la vida es cortar el brazo desde la base para que no se extienda la podredumbre. Y ahí, rezar a los Dioses para que aguante... y finalmente sane-

El viejo era sincero, no veía otra salida, sino la habría dicho antes, pero ya era tarde para otra solución.

Masculla en tono bajo algo que puede sonar como una maldición. Pero el sanador esta demasiado ocupado con la guarnición para venir a por ellos… Tras unos instantes hace su elección.

-Hazlo. +dice finalmente, para luego mirar a dos de sus hombres.+ Rugrid, Falen, ayúdenlo en lo que necesite.

Se vuelve hacia ti con la mirada hosca, presionando los dedos con fuerza sobre la empuñadura de su espada.

 -Será mejor que se salve, viejo, si quieres demostrar que vales algo. O tú te pondrás malo…

-Sólo los dioses lo sabrán, y no tienes por qué amenazarme, haré todo lo posible, pero si los Dioses no quieren que se salve, tu espada no servirá de nada para hacerlo- dijo Fenrir mirándolo a los ojos para luego darle la espalda y encararse a los hombres que se habían acercado para ayudarlo.

-¿Tú eres Rugrid?- le preguntó a uno -De acuerdo, pon al rojo vivo el hacha en la hoguera...- y le extendió la suya propia -¿Falen? Sujeta el brazo de Owen y estíralo-

Luego se agachó y miró al soldado.

-Lo lamento, pero es lo único que queda por hacer- le dijo -¿Alguien tiene un trago de algo fuerte para el muchacho?- preguntó levantando un poco la voz mientras lavaba bien la zona donde cortaría el hacha.

Cuando una bota llegó a él, le hizo tomar un largo trago, que hizo toser al muchacho. Un sudor frío recorría su rostro. Cuando terminó de tomar, Fenrir mismo le dio un buen trago.

¡Oh...! Ya me hacía falta esto...

Devolvió la bota e hizo acostarse a Owen lo más cerca del hacha que descansaba junto a la hoguera, calentando su metal y coloréandolo de un rojo intenso.

-Toma, muerde fuerte- le dijo dándole un pedazo de madera. El dolor sería intenso, muy intenso.

Que los Dioses quieran quitarle la consciencia...

-Rugrid... usa tu hacha y corta aquí- le dijo al otro soldado, grande en tamaño, señalando la parte del brazo donde debía caer la hoja, y acto seguido, le ató un pedazo de tela bien ajustado por encima de la marca.

Actuaría rápido, apenas Falen retirara el brazo cortado, Fenrir tomaría su hacha y cauterizaría la herida, para luego comenzar a utilizar los ungüentos y emplastes que harían que esa herida sanara mejor y más rápido.

La primer parte de la operación se lleva a cabo en relativo silencio, mientras los hombres colaboran como mejor pueden. Los ojos del enfermo van de ti al hacha, y un sudor helado perla su frente. Tampoco a los compañeros parece gustarles demasiado… pero es lo que hay.

El trago de vino espeso, caliente, ayuda a embotar brevemente y puede servir mas adelante para ayudar a desinfectar también. Todo lo que resta es el golpe... Rugrid toma aire pesadamente,  mientras Falen sujeta a su compañero que se retuerce débil e involuntariamente ante la amenaza del hacha rojiza.

La hoja baja. La madera se astilla en los dientes del chico, que chilla de dolor cuando el brazo es cercenado limpiamente, con un crujido húmedo de carne y huesos. La sangre los salpica a los cuatro. Pero ha sido un buen tajo y el brazo podrido se desprende a un lado completamente, mientras el liquido rojo comienza a manar a borbotones del muñon. Hora de actuar con toda la prisa posible.

Fenrir podía sentir el dolor de Owen como si fuera suyo. Era el problema de ser empático. Pero también le daba la velocidad necesaria para actuar bajo presión. Agradeció por lo bajo a los Dioses que permitieron que el corte fuera limpio y sin mayores complicaciones. Hubiese sido fatal tener que golpear de nuevo.

Con el hacha en la mano al rojo vivo, cauterizó la herida, pero de todas formas tendría que vendar, luego de colocar los emplastes. Lavanda y caléndula serían la base, y luego algunos preparados a base de miel deberían bastar para mejorar la herida por la quemadura y el corte. Quedaría un tiempo para que mejore, pero lo importante era que no se desangrara.

Comenzó a vendar luego de colocar los preparados y prestó atención a lo que a Owen parecía estar viviendo. Elevó una corta plegaria en voz baja, y miró a Rugrid.

-Buen corte, Rugrid, eso ha facilitado las cosas- dijo con seriedad, pero sinceridad en su voz.

Ya no hay nada más que puedas hacer y todo queda en la voluntad de los dioses. Owen, lógicamente, se encuentra apenas consciente, pero sus compañeros no se sienten mucho mejor tampoco. Se nota en su palidez que no esperan que se salve y solo parecen haber agravado el tormento.

Rugrid agradece el cumplido con un gruñido, recupera su hacha y se aparta un poco para sentarse, mientras Falen toma el brazo cercenado y lo envuelve con un trapo, sin mirarlo. Por la sangre derramada en el suelo no hay mucho que hacer. Finalmente el hombre a cargo se aproxima.

-Descansa ahora, sanador…+indica mirándote+ Si se salva, mañana tendrás mas trabajo. Hay otros como este, y puede que halla más en poco tiempo.

Su mirada se va hacia el bosque al decir esto, con expresión severa. Resulta fácil adivinar lo que piensa. Su batalla no ha terminado.

Fenrir miró al muchacho mientras se limpiaba las manos con nieve cercana. Hacía mucho frío, pero ese era el Norte, y todos ellos norteños de pura cepa. Era una situación normal. Extraño hubiese sido lo contrario. Las palabras del hombre lo sacaron de sus pensamientos y plegarias por la salud de Owen, que no lo conocía, pero era un hombre como él mismo.

-De acuerdo, puedo hacerlo- dijo Fenrir -¿Qué está sucediendo? ¿Está habiendo muchos problemas por aquí?- preguntó el viejo.
 

Asiente con un gruñido seco, áspero. Su puño se cierra con firmeza.

-Primero hombres de los clanes, como bandidos… Luego salvajes. Apenas se diferencian, los malditos. +escupe al suelo con desprecio+ Al parecer algo le sucedió a la Guardia y cruzaron el Muro. Ahora sus patrullas infestan la zona.

Cabecea ligeramente hacia sus hombres.

-Desde hace días que acechan. En cualquier momento van a regresar. Y si los hombres no descansan… pasan cosas como lo de Owen. 

Fenrir lo escuchó, y no pudo dejar de pensar en los FlechaNegra. ¿Cómo estarían? Habían pasado algunos días ya, y aún no tenía noticias de Niamh. Tendría que comenzar a preguntar.

-¿Hace muchos días que están aquí?- preguntó -Me imagino que debe ser extenuante estar en completa alerta-

Tenía que hacerlo.

-¿Los salvajes toman prisioneros o pasan a cuchillo a todos?- preguntó el viejo rogando porque mencionaran alguna prisionera rescatada...

Ladea la cabeza, mirándote fríamente.

-¿Crees que estaríamos aquí si tuvieran cautivos?... Los hombres de los clanes matan a quien sea. Los salvajes incluso levantan altares para sacrificarlos… esos bastardos. Llevamos tres semanas viendo morir a nuestra gente y las patrullas solo vuelven menguadas, si vuelven.

Entrecierra los ojos, mirándote con más atención de pronto.

-Eres de los pocos que ha logrado llegar por su cuenta hasta aquí… Un tipo con suerte, ¿no?

Fenrir le devolvió la mirada, pero tranquila, en paz.

-No creo que le llamaría suerte- comenzó a responder el viejo con una leve sonrisa -Los Dioses saben que mi trabajo es para ellos, y las vías de la naturaleza no me son extrañas-

¿Había sonado enigmático? Para nada, podía hacerlo aún más complejo de entender, pero no quería enfadar al soldado.

-¿Han llegado más personas?- preguntó entendiendo que había dejado claro su forma de llegar -No me he cruzado con nadie en mucho tiempo... ha sido un alivio encontrarme con ustedes y poder hablar-

-No muchos, acabo de decirlo… +replica con cautela+ Algunos campesinos y un par de viajeros nadie mas…

No parece muy dispuesto a entrar en detalles. Se rasca la barbilla con fuerza.

-Sera mejor que duermas, sanador. Si  Owen sobrevive, en la mañana iras con alguno de mis hombres al castillo, a ver que puede hacerse. Lord Umber sabra compensarte.

Te indican un lugar cerca del fuego donde puedes echarte, no muy lejos del herido. Aunque el pedido es hecho en tono neutro, es evidente que no se fía plenamente de ti… pero por otro lado el descanso es necesario.

-Oh... viajeros... siempre es bueno recibirlos, y más aún conocerlos- dijo melancólicamente el viejo comenzando a caminar hacia el lugar donde dormiría, pero antes de alejarse demasiado, volvió a hablar -¿Están con tu señor? Porque me gustaría conocer sus historias- dijo con una sonrisa mientras preparaba sus pertenencias para descansar al lado del herido.

Tenerlo cerca sería bueno, podría estar al tanto rápidamente si le sucedía algo durante la noche.

El sargento se encoge de hombros, el no sabe nada sobre eso. Sus deberes le han mantenido lejos del castillo por un buen tiempo... toca simplemente descansar, algo no muy dificil tras la dura jornada.

Por la mañana, afortunadamente Owen sigue vivo, aunque apenas.* Respetando su palabra, te envian junto con Falen al castillo. 

Mientras andan recorren la aldea externa, un caserio pequeño de chozas mas bien. Luce abarrotada. Hay muchas tiendas improvisadas y gente comiendo en ollas comunales. Tampoco faltan los heridos y los guardias rondando. Es parte pueblo y parte campamento de refugiados, ni duda cabe. 

El panorama llega asi hasta las mismas puertas de la fortaleza, una sombria estructura de tres plantas, imponente. Por los lados donde no esta la aldea, el claro solo se extiende un par de centenas de metros, ahora llenos de barricadas y cuerpos, antes de llegar al bosque mismo. Adentro de los muros de piedra, hay soldados por doquier, unos descansando, otros montando guardia y muchos preparando sus equipos. 

Sin embargo, las instrucciones de Falen franquean el paso rapidamente hasta un hombre veterano de rostro adusto, vestido con ropas elegantes pero tambien con espada y coraza. El soldado hace las presentaciones con una reverencia; estas ante el mismo lord Umber.

-Un sanador eh...+murmura estudiandote+ Pues que oportuna llegada. ¿De donde vienes, forastero, y cual es tu proposito aqui? Estas muy lejos del camino principal.

Fenrir caminaba en silencio, más incómodo que otra cosa. Tanta gente junta lo ponía alerta, como si le fuera a suceder algo, pero a la vez, un miedo recorría su cuerpo. Prefería la floresta, la nieve, sus compañeros animales.

Estaba claro que no sólo los Flechanegra estaban en problemas, aunque los Umber estaban en una mejor posición. Pero, ¿por cuánto tiempo?

Las preguntas del Lord lo hicieron caer en la cuenta que ya estaba frente a él, como si de un sueño se hubiera tratado su caminar, una pesadilla más bien.

Fenrir realizó una leve inclinación de cabeza, y en ese momento se dio cuenta que tenía que tomar una decisión muy importante. Tenía que contarle. Sabía que no tenían las mejores simpatías con los FlechaNegra, pero también tenía que advertirles de lo que se venía.

-Milord... mi hogar alguna vez estuvo en "Nieve Eterna", cerca de Bastión Kar- comenzó a decir el hombre -Pero mis pasos me han llevado de aquí para allá- miró al sargento por un momento y luego dirigió sus palabras de nuevo al Lord -Estoy buscando a una compañera de viaje que vino hacia aquí... Niamh es su nombre, y es una bella mujer, tal vez algo retraída... pero veo que hay mucha más gente aquí de lo que esperaba- sabía que ahora, ya no era sólo esa la motivación de este viaje -Y tengo noticias para usted, muy importantes... del Norte- soltó finalmente.

El rostro de Lord Umber permanece tallado en piedra, observándote. Con un ligero gesto de la diestra despide al soldado, mientras otros cortesanos y servidores que se encuentran en la sala les dejan espacio a charlar.

-Ya veo. A ver, escucho lo que tengas que decir, aunque creo que adivino hacia donde se encamina todo esto. Adelante.

Cruza las manos tras la espalda, sereno. Se nota que tiene un porte guerrero y mucha confianza en si mismo a pesar de su edad, y que la espada y la coraza no son meros adornos. Sin embargo, es un poco mas intimidante su mirada; te recuerda un poco a Anibal a decir verdad.

Fenrir se quedó un momento en silencio mientras todos salían, pero, además, porque esperaba que el Lord pudiera darle alguna información sobre Niamh. Tal vez no la tenía, o no la quería compartir. ¿Se inclinaría por ésta última? De todas formas, todo los nervios que estaba sintiendo le decían que había que ahogarlo, y eso intentaría.

-Milord, ¿tiene algo para beber?- preguntó con la esperanza de no parecer irrespetuoso como para pedir vino, pero que seguramente tendría.

-Del Norte está avanzando un ejército de salvajes, lo suficientemente grande como para haber arrasado casi por completo con la Casa Flechanegra- comenzó a contar, sincero y seguro -Quedan aún algunos supervivientes, que han logrado escapar y refugiarse en el bosque... pero creo que no faltará mucho para que los encuentren y terminen el trabajo... si nadie los ayuda- dejó caer al final.

Fenrir miraba las expresiones del Lord, intentaba sacar algo de su rostro curtido.

-Pero intuyo que algo más viene hacia aquí... algo peor- dijo recordando las palabras del niño del bosque.

No se podía quedar callado. Sabía que algo más había, y aunque no tuviera la certeza, le creía al niño. El problema era que él confiaba en ellos, ¿pero los demás?

Se rasca el arco superior de la nariz, indicándote una mesa. Allí hay un mapa, donde los ahora silenciosos asistentes han dejado algunas piezas, como asi también varios pergaminos.

-Ya estoy al tanto de los salvajes…+comenta con un deje de sarcasmo, ignorando la solicitud+ El aviso, y luego sus malditas armas, llegaron hace semanas… junto a esa tal Niahm que mencionas. Te diré lo mismo que a ella; no me interesan los Flechanegra. Si fueron lo bastante débiles e inútiles para fallar en proteger sus tierras, merecen lo que les pase...

Cruza los brazos sobre el pecho, mirándote ahora con un aire menos amistoso. Aunque tampoco es que antes fuera un dechado de cordialidad.

-Mis hombres y yo somos diferentes. Cumpliremos nuestro deber. Así pues, que sigue ahora, a ver... ¿Que seria eso peor?