Partida Rol por web

Jamás  se había enfrentado a algo parecido. El aspecto y la resistencia de sus oponentes inspiraba miedo a cualquiera, incluso a él.

Tras parar el golpe con su escudo, asesta otro hachazo al ser que tiene frente a sí, gritando para intimidar e intentando atravesar la que parecía una muy resistente armadura.

Dánae se maldice por dentro. Había sido una inútil carga ahí fuera. ¿Pero que iba a hacer contra esos bichos que parecían no sentir dolor? De momento se encontraba a salvo, pero sus heridas le estaban haciendo pasar un mal rato. Pero había algo que le dolía aún más: su orgullo.

Anibal y Rorgo acaban con dos de los monstruos, mientras Danae retrocede a refugiarse en una de las celdas, que por fortuna se encuentra vacia, seguida de su gatosombra Alanka, quien se retrasa a guardar la puerta...

Por otro lado, Tyr, debilitado por sus heridas, no logra liberarse del abrazo fatal y va sucumbiendo impotente ante la vista de sus familiares. El espectro que lo sujeta hunde sus dientes en el cuello del joven, arrancando un chorro de sangre que se une a sus otras lesiones, poniéndolo al borde de la muerte…

Fenrir, en el otro lado de la habitación, se libra y trata de defenderse con fuego, mientras el lastimado Karkaroth se une a su lado. En su saber se encuentra que las criaturas temen al fuego… o por lo menos, que las debería vulnerar. Lo cual no resulta ser lo mismo, cuando los espectros avanzan nuevamente sobre ambos.

El lobo esquiva esta vez el abrazo, pero su amo no tiene tanta suerte. El primero de los espectros lo toma, mientras el segundo encaja un manotazo en el costado de su cabeza que lo sacude, al borde de la inconsciencia!

Aníbal lanzó un grito más, estaba cansado, había recibido un par de golpes y pudo ver como los valientes voluntarios que habían venido a ayudar a sus hermanos estaban siendo apaleados por aquellos comedores de carne. Tyr tenía a su lado a tío Rorgo. Danaé se había puesto a salvo

Así que Aníbal saltó frente a Fenrir, apartando a los caminantes con su escudo y lanzando un golpe amenazador a uno de ellos. Listo para defender al chamán salvaje, cuya última opción era venir aquí... quizá viera en los copos de nieve que este iba a ser su final...

El fuego no los espantaba. Eso era algo que acababa de aprender el sabio norteño... por las malas. Uno de los espectros lo había tomado por el escudo, pero gracias a la acción conjunta de su compañero y el forcejeo, logró romper la presa.

Karkaroth destrozaba carne, cartílago y hueso, pero los espectro no parecían notarlo siquiera... y gracias a los Dioses Aníbal llegó para ayudarlos. 

Gracias Dioses... gracias...

Tras abatir al espectro se dirigió al lado de su sobrino Tyr. No podía permitir que lo mataran, no podía permitir que ese fuera su final. Agarró en alto el habcha y la clavó en la espalda del espectro que estaba mordiendo y arrancando la carne del Flechanegra.

¡Resiste Tyr!
 

Anibal carga y logra aprestar un tremendo tajo en la espalda de uno de los enemigos de Fenrir, lo que debilita su presa grandemente y le permite zafarse. Sin embargo la criatura no cae!  Tampoco aquella que acosa a Karkaroth, a pesar del trozo que este arranca con sus fauces.

Rorgo por su parte intenta auxiliar a Tyr, que se debate inútilmente. Su poderosa hacha traza un arco para incrustarse en la espalda del espectro, el cual ya herido anteriormente, se abre como una fruta madura. Sus heladas entrañas quedan esparcidas, mientras el joven Flechanegra vuelve a respirar.

Pero nada como el miedo o el desanimo cunde entre los cadáveres. Y uno logra alcanzar a heredero de Robledo, hundiendo sus uñas en la carne de Anibal.

Al ver al heredero cargando contra el espectro que lo tenía sujeto un momento antes, sus fuerzas se redoblaron. No es que fueran muchas, pero algo era algo. Golpeó la cabeza de la criatura con la antorcha y extendió sus llamas hacia los ropajes de éste. El fuego les haría daño... pero no sabía cuánto realmente.

Mientras tanto, el lobo huargo seguía desgarrando la carne de su presa, enloquecido por el hedor y por las heridas...

Dioses... amparen estas almas del ataque de estas criaturas sobrenaturales... protéjannos de todo mal si ese es su deseo y es el equilibrio natural de las cosas...

Anibal se retuerce y logra librarse del abrazo del espectro, retomando su guardia rápidamente. En tanto Karkaroth arranca una mano al que le ataca, Fenrir atiza al otro con la antorcha. Es un golpe firme, pero por alguna razón la criatura no se amilana ante su debilidad… Al contrario, le atina con las garras en el pecho y lo sujeta, dejando que las llamas iluminen sus aterradores ojos mientras busca morderle el cuello...

En tanto, Tyr saluda a Rorgo con un cabeceo y se aleja tambaleándose hacia donde se refugia Danae, buscando un respiro. Mientras, el robusto hombretón va en apoyo de su sobrino y Fenrir, moviéndose con cautela. Ahora las cosas seran diferentes.

Pero así se crea un espacio en la formación. El salvaje que aguardaba en la celda, sale corriendo de la misma hacia la escalera. En sus hombros, lleva un cuerpo colgando inerte de sus hombros, como un escudo… Basta una mirada de reojo para reconocer el cabello… Ginevra!

Con solo tres caminantes en el sótano, Fenrir recuperado y Rorgo ocioso Aníbal asiente al trabajo hecho de liberar un poco al chamán del lobo, pero no puede dejar que hayan venido aquí para nada, y de dos zancadas intercepta al salvaje interponiéndose en su camino hacia la salida y colocando la espada entre ambos* -

- No hay de donde escapar, pero deja a la niña en el suelo y te podrás ir vivo, huir al bosque y dar un mensaje a tu caudillo

Se escurre, es muy rápido, y Aníbal le lanza un espadazo para cortar una de sus pierneas

Adelantándose a los movimientos de su sobrino Aníbal, Rorgo echa a correr hacia el salvaje que se lleva a cuestas a su sobrinita. Hace un sprint rápido y carga contra el cuerpo lanzándose a sus pies para apresarlo. No permitirá que hagan daño a la joven Flechanegra.

¡No te la llevarás!

El tajo de Anibal alcanza la pierna del salvaje pero levemente, en su esfuerzo por darle sin lastimar a Ginevra. Aunque arranca sangre, no es bastante para detenerlo. Lo mismo pasa con la impetuosa carga de Rorgo, el cual ve escapársele la presa entre las manos…

Tyr, a despecho de sus heridas, se lanza a por su hermanita igual que los demás. Pero demasiado debilitado, ni mucho menos logra nada más que estorbar, desplomándose en el suelo antes de alcanzar al hombre…

Este se gira y pueden ver en sus ojos la desesperación. También en la mano libre un cuchillo tosco… el cual sostiene contra el costado de la muchacha! Su mensaje resulta más que claro, pese a que sigue sin hablar: si vuelven a atacarlo, la apuñalara…

Fenrir, repentinamente abandonado, libra a solas su propio dilema. O no tan solo, si se considera al lobo que lucha denodadamente. Karkaroth descarga un cansado mordisco a su acosador, mientras el sabio se libra de la presa e intenta salir de allí, sosteniendo todavía la antorcha. Malditos Flechanegra, justo ahora… Pero no parece tener suerte. No le permiten irse asi nomas de sus brazos...

Aníbal alza la espada, deteniendo a su tío - No tienes donde escapar, ahí fuera está lleno de mis hombres y una ciudad entera que te quemará vivo con placer. Suéltala y yo Aníbal Flechanegra Rey de Robledo, te ayudaré a salir por haber perdonado a una Flechanegra, te podrás ir con tus amiguitos y volveros al oeste.

Apúñalala y te mataremos, sal ahí y te matarán, no tienes opciones salvaje.

Rorgo se levanta del suelo sacudiéndose el polvo y mal diciendo por no haber apresado al raptor de su sobrina. Justo cuando prepara el hacha para ahora sí hacer uso de su fuerza bruta para frenar al salvaje, el sensato de Aníbal lo refrena y lo calma para, ser él, quien con sus palabras y amenazas intente liberar a Ginebra. Esperaba que funcionaran pues al más mínimo movimiento del salvaje, él las pasaría canutas para refrenarse de usar su hacha contra él.

Ciertamente, arriba están los que acompañaban a Rorgo y Tyr, formando un semicírculo en guardia en la entrada,  ya que si bajaran todos sería un enredo, pero igualmente sus pasos resuenan en las losas. La amenaza de Anibal es totalmente real.

No obstante, el salvaje no se rinde sino que abre la boca, mientras se apoya contra la pared. Entre sus dientes rotos, casi afilados, es fácil apreciar algo más… o más bien su ausencia. No tiene lengua.

-…uja… y u agia…o aaan Ahog!! HA-HA!!

Y al decir esto clava el puñal en el vientre de Ginevra rápidamente, dos veces! Un chillido de dolor escapa de la muchacha, que despierta al sentir la piedra hundiéndose en su carne…

En tanto la sangre de la muchacha se derrama sobre las piedras, Fenrir se libera y retrocede con los demás, atrayendo a los Espectros. Karkaroth destroza la cabeza del que le acosa y de inmediato va en ayuda de su amo…

Uno de los monstruos se abalanza sobre su presa previa, mientras que el otro sujeta a Anibal, que observa la escena en la escalera, por la espalda. Hunde sus garras en la espalda del mismo, recordándole que la pesadilla todavía no termina…

Aníbal no grita, se lo esperaba, se esperaba la escena aunque hizo absolutamente todo lo que estuviera en su mano por evitarla. Se desase de su agresor y se lanza hacia adelante, a ensartar de una sola estocada al salvaje y socorrer a su hermana, mientras grita a los que están arriba de la escalera - ¡¡ Ayuden a Ginevra !!

Fenrir miró la escena al darse vuelta fugazmente y algo dentro suyo despertó. Tuvo una certeza. Si por algo los Dioses lo habían puesto en ese embrollo, muy posiblemente fuera para salvar la vida de la niña. De todas formas, por más pío y curandero que fuese, cuchilladas de ese calibre bien podían dejar bajo tres palmos de tierra a cualquier hombre.

No mueras niña... no mueras...

Desde una mirada marcial, no era buena idea darle la espalda a la criatura que intenta denodadamente y sin cansancio alguno tomar con sus garras tu cuello. De todas formas, Fenrir no era un gran combatiente y no le interesaba la mirada marcial. Su foco estaba en dar todo de sí para salvar a la niña.

-Låt henne gå!*- le gritó Fenrir en lengua Antigua mientras se lanzaba contra él con la intención de que suelte a la niña...

Pasó por el lado de Aníbal e ignoró los gritos rituales de Fenrir yendo directo hacia el salvaje de la putrefacta y casi desmembrada lengua - ¡Desgraciado! - Corrió de nuevo hasta situarse a la altura del salvaje y le intentó dar otro hachazo, esta vez no fallaría. No permitiría que escapara de allí con vida después de haber apuñalado a Ginebra.