Partida Rol por web

Fenrir apenas salió se dirigió hacia el bosque. Emitió los sonidos característicos para llamar a su fiel águila, pero no estaba seguro de si lo oiría. Podía estar muy lejos de allí. Pero lo intentaría...

Una vez listo, se presentó ante el caballero. Parecía organizado, pero el temor era mayor. Los salvajes estaban siendo una verdadera amenaza, y lo sabían. Lo que no estaba del todo claro era para qué estaría su presencia si dejarían a los heridos atrás. No hablaría de ello, no valía la pena ahora. Los Dioses hablarían.

El viejo asintió y se preparó para partir tomando un ligero sorbo de alcohol. Seguramente habría pocos heridos para volver...

No hay respuesta de Galadir; probablemente el ave, al igual que el lobo, se encuentre al Norte, cerca de por donde viniste. Estas solo en esto, si puede asi decirse junto a los hombres de la casa Umber.

Estos siguen un derrotero incierto entre los bosques, con las miradas atentas. Resulta necesario. Apenas se alejan un par de millas cuando una media docena de salvajes surgen entre los arboles, atacando a la partida! No proceden con gritos, sin embargo, ni con clamores de instrumentos. Cargan en silencio, con expresiones duras y casi se diría fanáticas, pese a su desventaja tanto numérica como física.

Los jinetes hacen valer su fuerza y acaban con tres de ellos rápidamente en el choque inicial, lo cual pone en fuga al resto. Sin embargo, mientras se retiran logran colocar una lanza en el vientre de uno de los soldados, matándole en el acto. Jorah maldice, pero no hay tiempo a perseguirlos; no sin dividirse.

-Nos han descubierto mas rápido de lo que esperaba… Deprisa! Debemos llegar a los mensajeros antes de que se reunan con otras patrullas!

Efectivamente, Galadir estaba lejos. Lo suficiente como para que su fino oído no percibiera el llamado. Estaba solo. Rodeado de gente extraña, adentrándose en lo desconocido y con un futuro poco prometedor. Los Dioses debían protegerlo...

El primer encuentro hizo que Fenrir sacara su escudo. Necesitaría protegerse, y eso era sólo el comienzo. Claramente los habían probado, y ahora vendrían en mayor cantidad. Recitó una corta plegaria para el soldado caído, y siguió a la comitiva de la mejor manera que podía.

Si este es mi destino... protéjanme... debo volver, debo cumplir con su misión...

Los arboles parecen sombras amenazantes, mientras llegan al rio. No hay señales de los salvajes. Jorah sin embargo no da tregua, y azuzan los caballos siguiendo el curso del agua, hacia el punto de encuentro.

El agua fría salpica los flancos de los animales de cuando en cuando. Es una cabalgata tensa, con las miradas de todos vueltas hacia el flanco derecho, esperando otro ataque desde el bosque.

Nada sucede. Asi finalmente llegan al punto. Ondeando el pendón de los Umber, se hacen señas al otro lado del rio, y de entre los arboles surgen los mensajeros. El banderizo lleva un estandarte con cabeza de huargo que cualquier norteño reconocería: los Stark. Pero son muy pocos. Apenas un trio de jinetes acorazados montando rocines, soldados probablemente, y detrás de ellos un garrón blanco mas pequeño.

Es al ver quien lo cabalga que te llevas una sorpresa. Se trata de Niamh!

La cabalgata estaba siendo demasiado tensa para el viejo Fenrir. En cierto momento tomó un corto y fugaz trago de vino. Necesitaba calmar la ansiedad, y eso ayudaría.

Extrañaba a sus animales. Eso hubiera sido diferente con Karkaroth y Galadir junto a él. Se sentía solo, y desamparado. Hasta por los Dioses, a los cuales no estaba entiendo aún. Pero aún tenía fe, y continuaba con su labor.

Cuando finalmente se encuentran con los mensajeros, Fenrir se sorprendió gratamente. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro y fue acompañada de un silencioso agradecimiento a los Dioses. Ellos lo habían llevado hasta allí. Si hubiera continuado con su búsqueda, la hubiera perdido o hubiera estado dando vueltas sin resultado alguno. Ahora la tenía frente a sí. Pero aún no podía hacer o decir nada, sólo le dedicó una leve inclinación de cabeza para que lo viera entre los Umber.

 Los jinetes cruzan con lentitud el rio para reunirse con ustedes, con Niamh al final. La joven parece verte y hace un gesto extrañada, pero no se apresura a reunirse contigo, manteniendo en cambio su lugar en la retaguardia. Tiene una expresión muy seria en el rostro.

Mientras tanto el líder de los mensajeros encara a ser Jorah, haciendo una tosca reverencia sin bajar de su montura.

-Mi señor… Brandon el Constructor envía sus saludos. Traemos un mensaje urgente para lord Umber.

-Bienvenidos. Soy ser Jorah y los guiare…

Mientras replica, su voz es interrumpida por un firme retumbar, seguido de crujidos. Desde el bosque surge una horda de salvajes, más de una docena, quienes comienzan a descender hacia la playa con lanzas y hachas preparadas. El que les guía y causara el sonido es un gigante entre los hombres, o quizás un cruce de esas miticas criaturas, quien ha golpeado un tronco con su enorme maza de guerra. 

Esto no parece casual. Han esperado hasta que los jinetes se han detenido y estan acorralados contra el agua para atacar. Ahora ellos tienen la ventaja, en numeros cuando menos. Ser Jorah probablemente tambien se ha dado cuenta. No hay tiempo para organizar una carga como antes. Estan a la defensiva.

-A mi! Formen un muro de lanzas! +ordena el caballero. 

¿Qué sabrá Niamh? ¿Qué la tendrá tan seria? pensó el curandero extrañado.

Pero todo pensamiento se difuminó en la tensión del momento, cuando las hordas de salvajes aparecieron arremetiendo contra ellos. ¿Qué era esa criatura? Peligrosa sería.

Estaban montados y con el agua a su espalda. No podrían cargar como habían hecho antes, y ese ser destrozaría sus filas si no lograban hacer algo antes. Tendrían que luchar hasta la muerte...

Sacó su arco y apuntó al primer salvaje que sus ojos percibieran. De nada le serviría intentar derribar al gigante, él no era un buen arquero, apenas sabía utilizarlo. El miedo acudió a él. No tenía sus animales y eso lo hacía sentirse indefenso. Además, Niamh tenía que ser protegida. Esperaba que los hombres también tuvieran ese pensamiento entre los de sobrevivir y matar.

La joven curandera es la mas ágil en reaccionar y antes que nadie, toma un arco corto de la guarda de su caballo y dispara al bulto sobre la turba de salvajes. Su flecha impacta en uno de los primeros, pero no parece hacerle mella. Los mensajeros, ya alertas por el penoso viaje, cierran filas frente a ella y aprestan sus lanzas para resistir la embestida.

El líder de los salvajes envía sus hombres, que descienden como una oleada sobre el grupo. Una ola silenciosa y feroz. Ser Jorah, alza la epada indicando que se reunan en torno a el sobre los mensajeros, para protegerlos, mientras estos caen. Sin embargo sus pasos son lentos y la mayoría no llegan en su carga, o llegan sin fuerzas para dañar a los guardias.

Fenrir dispara al salvaje mas alejado, pero manejar el arco largo sobre una montura es difícil, ya que su volumen es realmente grande, a diferencia del arco corto que llevan los demas. Acierta, pero la flecha se clava en la gruesa armadura de piel, sin dañarlo!

Entre tanto, los guardias que pueden se forman junto con ser Jorah, mientras los otros repelen a los salvajes. Ahora se producen las primeras bajas, cuando los valientes hombres matan a dos de los atacantes y hieren a un tercero, comenzando a emparejar la situación…

Niamh vuelve a disparar sin éxito, mientras los mensajeros forman líneas junto a ser Jorah y sus hombres. Este aguarda mientras el enemigo llega a su lado, mientras mas alla el líder de los salvajes vuelve a hacer retumbar el árbol junto al que espera.

Es él quien acaba con el primer salvaje que lo alcanza, pero todavia quedan muchos. Ser Jorah y varios de sus hombres reciben heridas, aunque solo uno es herido gravemente. Las cotas de malla ofrecen una excelente protección, y las hachas de los salvajes no consiguen penetrarlas plenamente! Pero atacados en numero mayor, es inevitable que un golpe o dos se cuelen...

Lo más probable es que tendrían que cargar una vez hubiera una brecha, aprovechando los caballos más allá de para el combate que se estaba dando. Pero él, desde el caballo no podía utilizar bien el arco largo. ¿Cómo podía ayudar a sus compañeros? Tenía que hacer algo...

Se bajó del caballo y otra vez tensó el arco. Ahora no tenía mucho tiempo para apuntar, pero algún salvaje recibiría la flecha.

Soltó la flecha y una plegaria a los Dioses al mismo tiempo. Necesitaban toda la ayuda posible.

Bien afirmado es otra cosa y Fenrir logra abatir a uno de los salvajes, aunque todavía quedan muchos de donde escoger. Pero tal vez eso da ánimos, o es la desesperación… quien sabe. No obstante, los soldados Umber cobran bríos y rápidamente acaban con varios mas, cambiando las tornas de la batalla.

El líder abandona su postura pasiva y avanza sobre el grupo, y ser Jorah sale a su encuentro con un espadazo, pero el gigantón lo desvía en parte con su arma y este se vuelve solo un roce en el brazo. Esto parece que será un duelo, ya que los demás salvajes no se aproximan a ayudarle.

Los mensajeros no han permanecido pasivos, sino que ellos también acaban con otro salvaje, mientras Niamh frustrada por su fallo, cambia del arco a una larga pica. Entretanto los restantes salvajes contraatacan, logrando herir aun mas a varios soldados Umber y derribando a dos de ellos por tierra… pero ahora han perdido su ventaja inicial.

Parecía que los Dioses estaban escuchando... pero también parecían hacerlo para favorecer a los salvajes. Tal vez, en este combate, no se pusieran del lado de nadie. Esto sería a muerte y ninguno cargaría aún. No con la posibilidad de dejar a otros atrás cuando no sabían si se podían encontrar con más adelante. No, ahora sería de matar o morir.

Esta vez, apuntó a un salvaje que se había alejado levemente de los demás. Su ojo izquierdo se cerró para medir mejor la distancia, y el músculo de su brazo se tensó con el esfuerzo de tensar el arco largo. Cuando soltó la flecha, recordó un momento así cazando un cervatillo en el bosque natal. Pero esto no era una cacería de un inofensivo ciervo, esto era matar hombres de carne y hueso, aunque ambas batallas eran contra la Muerte.

La flecha se incrustó profundamente en el pecho del salvaje, quien cayó hacia atrás soltando la lanza que llevaba en la mano.

-¡Los Dioses nos acompañan!- gritó Fenrir más para sí que para los demás gracias al entusiasmo de ver que la esperanza crecía en él como la semilla que comienza a germinar en primavera.

El disparo de Fenrir logra herir gravemente a uno de los salvajes, pero el disparo no termina de matarlo dado que es más difícil apuntar con los soldados en medio. Por suerte uno de los guardias se encarga de terminarlo. Rápidamente el grupo se impone, con la ayuda de mensajeros y Niamh y acaban con varios más. La escaramuza esta casi decidida.

Ser Jorah cruza golpes con el líder de los salvajes, hiriéndose ambos levemente. El caballero lleva la ventaja no obstante, pero su escudo abollado da buena ida de la fuerza de su oponente… Entretanto sus últimos hombres continúan atacando sin éxito. Es notable, pese a que su muerte esta decretada, (o quizás por eso), continúan en batalla.

Pero en todo el rato, no han exhalado un solo grito, ni un gemido al morir, ni una maldición… nada. 

Este sería el último disparo. Apuntó. Le estaba costando más esta vez ya que había pocos salvajes y los soldados impedían tener un disparo limpio. Pero necesitaba ayudar con lo que pudiera. Pero esta vez dudó. Le pareció mejor dejar que los soldados terminaran su tarea, y él cumpliera la suya: ayudar a los heridos, salvar vidas.

Guardó su arco y se acercó al primer herido que tuviera cerca. Las vendas pronto comenzarían a cubrir las heridas para que no se desangraran por los cortes y perforaciones hechos por sus enemigos salvajes. El olor a sangre era penetrante, y esta vez no había diferencia de origen, todos los hombres son iguales a los ojos de los Dioses.

La guardia acaba con los últimos soldados, mientras atiendes un soldado con una herida moderada de los que estaban en retaguardia. Otro herido también se aproxima, mientras los sanos apartan a los muertos y rodean al líder salvaje, que todavia se bate con el caballero..

Los dos hombres cruzan tremendos golpes. El salvaje aplasta el escudo de Jorah, lo que entumeces su contraataque. Luego sacude su costado, rompiéndole varias costillas sin duda. El caballero se recompone con dos amplios tajos en el vientre de su oponente. Es una lucha brutal… 

Fenrir vio la situación, pero realmente no podía hacer nada más por el combate. Ahora tenía vidas que salvar, familias que sostener a través de unas vendas colocadas en el momento justo, para que un hombre pueda volver a ver a sus hijos, a su esposa, su hogar.

Dioses... protejan a Ser Jorah... es un buen hombre y no merece morir ahora...

-Tranquilo muchacho, volverás a tu casa- le dijo al nuevo herido que se acercaba a él.

De todas formas, su mirada iba todo el tiempo al combate para poder acudir al caballero lo antes posible una vez derrotara al salvaje. Porque lo iba a derrotar.

El gigante vuelve a dejar otro tremendo espadazo sobre el pecho de Jorah, quien contraataca con un puntazo firme a sus costillas. Su oponente parece sentido, puesto que el siguiente golpe cae contra la coraza pero de lado, sin fuerza. Al ver esto el caballero aprovecha  para reponerse y empareja su brazo, abriendo una fiera herida en el cuello del salvaje.

Los dos hombres se miran fijamente. Ambos están al limite. El gigante alza su poderosa arma sobre si y la baja, pero en vez de la cabeza del caballero encuentra su clavicula, dando un golpe resonante sobre la hombrera que le hace ladearse. Jorah no pierde la oportunidad,  y pasa el filo de su acero por la nuca del rival, quien finalmente cae al suelo con un fuerte retumbo, el primer sonido que escapase de él en toda la lucha.

La batalla ha terminado. Pero el líder del grupo jadea entrecortadamente. Es indudable que tiene lesiones más que serias bajo la coraza abollada. Y de los 10 soldados que les acompañaban solo quedan 6, dos de ellos heridos a los que Fenrir les aplica las primeras curas, pero necesitaran más cuanto antes.

-Debemos… volver… ahora…+indica mientras trata de recuperar el aliento+… pronto… habrá… mas… de ellos. Formen… sobre … sobre los mensajeros.

Sin perder un momento, Fenrir llevó su caballo hacia Jorah y le aplicó unas curaciones rápidas para que no se desangrara inevitablemente. Necesitaba más atención... rápido.

Una vez estuvieron todos listos, recién ahí él dejó su tarea y se subió a su caballo emparejándolo con el de Niamh. Sacó un poco del vino que llevaba y le dio un sorbo. Se lo merecía.

Una vez comenzaran el regreso a casa, Fenrir miró a la mujer, pero no se animó a hablarle. No allí. Tenían que estar solos, y con la mirada intentó dejarle claro que quería hablar con ella.

Jorah agradece con un ligero gesto, pero no hay mucho que puedas hacer por el sin quitarle la armadura, ya que tiene todo el daño en el pecho, y no hay tiempo para eso.  Reorganizar a los hombres se hace prioritario, con dos sanos al frente y a los lados uno junto a uno de los heridos. El y los mensajeros van al centro, contigo y Niamh cerrando la marcha por falta de personal.

-Todavia no… estamos a salvo… aun hay muchos… enemigos en el bosque. +dice lentamente mientras regresan. Y la próxima pelea puede ser la ultima.