Partida Rol por web

Mientras sus compañeros vuelven a intentar preguntar, Gnart se queda en un segundo plano, aunque en ocasiones aconseja a Amilcar preguntar a algún kender que parece, por su aspecto, que pueda llevar más tiempo en la zona o que pueda querer hablar con ellos por parecer más cosmopolita.

Siguiendo las indicaciones del semiogro y con la ayuda de la elfa, el abanasinio sigue insistiendo a todo kénder que se cruza ante ellos.

Kolthar decide quedarse lo menos expuesto posible a sabiendas de que su tamaño y aspecto puede intimidar a los kender.

A los kenders les gustan las cosas brillantes, quizás si al próximo le ofrecemos alguna baratija bonita esté más dispuesto a ayudarnos, comenta Niguel

A pesar de que la mayor parte del barrio está poblada con kénders aquejados, que os evitan por vuestro aspecto, un kénder se acerca muy alegre a Amílcar.

¡Ey! ¡Menuda pandilla! Con esa barba, sabes, me recuerdas a un mago de las historias que era amigo de mi tío Tass. Claro que eso fue en la Guerra de la Lanza, y de eso hace casi cien años. Y bueno... Cosas que pasan. No me explico cómo los caballeros no os han detenido todavía porque sois un grupo de lo más particular. Seguro que el bueno de Kronn querría conoceros. ¿Cómo? ¿Que no sabéis dónde vive? Mirad, aunque pueda parecer lo contrario, es aquí al lado: esta calle todo recto hasta la bifurcación, después a la derecha y la tercera a la izquierda. Pero no olvidéis que allí hay una trampa de brazo. Cosas de nuestra arquitectura. Bueno, después pasáis por entre los cajones y justo detrás hay una puerta algo pequeña. Pues aunque no lo parezca, ahí está el cuartel donde Kronn y sus más allegados están planeando cómo liberarnos de los caballeros.

-¡Ja, ja, ja! Gracias, hombre--se despide el nómada de las llanuras de su alegre informador.

-Esta gente es increíble. Nunca he visto un pueblo más bienintencionado.  

¿Es normal que hable tanto delante de extraños? -mientras sigue a Amilcar, todos los sentidos de Gnart se ponen alerta, tanta amabilidad debía ser una trampa...

Kolthar se queda en el primer giro y luego todo le parece un galimatías.

Esto no es una ciudad, es un maldito laberinto. Y yo ODIO los laberintos, todo el mundo piensa que a los minotauros nos encantan y cada vez que alguien construye un laberinto le da por meter un pobre minotauro dentro... los odio...

La mala leche lleva al minotauro a ponerse en tensión mientras camina por las calles del Barrio Triste.

Dando unos ligeros toques en el hombro a Kolthar  top  top  top...  cuando el minotauro se gira mosqueado con todo el mundo le dice  creo que después de seguir por esta calle era la tercera a la izquierda  mirando indecisa al resto  ¿es así no?  ahhhh  y ojo con esa trampa de...  ¿brazo?

Echáis a andar y al poco la calle se aprieta en un estrecho pasaje, pero las indicaciones del kénder fueron claras y no dan lugar a pérdida. Estáis cruzando el pasaje cuando, de repente, éste cede bajo vuestros pies.

Mientras camino, voy pensando en todo lo que hemos pasado, en todo lo que yo he pasado y en lo que nos depararan los dioses cuando, de repente, el suelo en el que me apoyaba desaparece, haciendo que mi cuerpo se estrelle diez pies debajo de mi.

Dolorida, me froto las nalgas mientras me ayudo de mi bastón para levantarme Asi que esto es lo que llaman trampa de brazo. digo resoplando y quitándome el polvo de la túnica

A pesar de su habilidad, la trampa coge a Gnart completamente por sorpresa y un tablón le cae encima haciéndole una pequeña contusión.

Kolthar ayuda a rellenar el foso con su enorme masa, sumándose a sus compañeros.

¡Maldigo la arquitectura de los kender mil veces!

Al escuchar el primer chasquido del suelo, Amílcar reacciona con la rapidez y agilidad necesarias como para saltar al otro lado del foso felizmente. Al ver a sus compañeros allí abajo, pero más o menos bien, el nómada de las llanuras los reprende con guasa:

-Anda que... ¡Y eso que nos avisaron del asunto! Que si no...

Hank avanza con sus compañeros y de repente se abre una trampilla, esquivandola en el ultimo momento tras ver caer a los demás.